Disciplina

Un testimonio de restauración

Artículo
08.05.2019

Hace muchos años fui excomulgado de mi iglesia, y estoy agradecido de Dios por ello.

Probablemente no esperarás escuchar esa reacción, pero si la iglesia no hubiera honrado la Palabra de Dios, me pregunto cuál sería la situación de mi vida hoy—y más importante aún—de mi alma. Mi remoción de la membresía de la iglesia me condujo directamente a la obra restauradora de Dios en mi vida. Por eso ahora soy un defensor de la disciplina de iglesia. Conforme consideras mi testimonio, quiero exhortarte a que ejercites de manera apropiada la disciplina de iglesia amorosa cuando un miembro no se encuentre caminando conforme a su confesión.

Mi historia

Mi historia es como muchas otras. Crecí en un hogar cristiano fiel. Asistí a una iglesia que predicaba el evangelio. En todos los sentidos, busqué y actué conforme a lo que es un buen joven cristiano. Confesé mi fe en Cristo a temprana edad y fui bautizado unos años más tarde. Era un miembro popular de nuestro grupo de jóvenes y tocaba en el grupo de adoración. Incluso había afirmado el evangelio y mi propia conversión.

Pero durante un estado de disonancia cognitiva que sólo la decepción del pecado puede explicar, estuve simultáneamente buscando placeres del mundo. Lo que comenzó como una obsesión por la pornografía y la masturbación, me llevó a aumentar mi nivel de inmoralidad y fornicación. Pero la doble vida era agotadora, y eventualmente mis transgresiones fueron expuestas. En un principio, fabriqué remordimiento cuando fui confrontado por otros cristianos en un intento por convencerlos de que me había arrepentido. Pero según seguía buscando mis lujurias, mi corazón se endureció más y ya no importaba tapar mi pecado. Mi vida hipócrita fue conocida por muchos miembros de mi iglesia, y no quería o sabía cómo cambiar.

Aquí estaba, diciendo que era cristiano, asistiendo fielmente a la iglesia, y fornicando continuamente con poca esperanza de arrepentimiento. Los ancianos, muchos de los cuales me conocían de toda la vida, me amaban pacientemente y rogaban por mí. Pero seguí abrazando mi pecado, y mi iglesia tomó la dura y bíblica decisión de sacar a la persona malvada del rebaño (1 Crónicas 5:13).

Los siguientes seis o siete años fueron tristes. Traté de encontrar mi satisfacción en la aprobación de otros y el placer físico. Sin embargo, después que mi padre murió acepté una invitación para asistir a una iglesia enfocada en el evangelio donde la membresía y la disciplina eran practicadas fielmente. Cuando comencé a asistir a esta nueva iglesia fui rápido en revelar el hecho de que técnicamente aún estaba en disciplina en mi antigua iglesia. Los ancianos de ambas iglesias se reunieron y mi nueva iglesia estuvo de acuerdo en tomar la mayordomía de mi alma. Ambas iglesias modelaron la exhortación de Pablo de 2 Corintios 13 de buscar la restauración. Estaba leyendo mi Biblia, asistiendo al servicio, y tratando de orar y me mudé con dos hermanos de la iglesia.

Sin embargo, nunca pensé que podría negarme al pecado que había gobernado mis pensamientos y cuerpo por tanto tiempo. Incluso cuando habían pasado meses desde mi último encuentro pecaminoso, estaba asustado. Pensé que era inevitable que volviera a mis pecados del pasado. Nunca he sido adicto a las drogas o la bebida, pero la necesidad de tener intimidad con una mujer, cualquier mujer, era un amo cruel. Y sin embargo, por primera vez en una década, no tuve sexo. Semanas de celibato se convirtieron en meses y seguí adelante. Aún en contra de mi voluntad, permanecí en el proceso. Ese camino estrecho fue protegido por mis amorosos amigos y ancianos. Aunque después de 10 meses de arrepentimiento externo, no estaba convencido de que realmente mi corazón había cambiado. Declaré que quería amar a Cristo más que a mi pecado pero años de caída me enseñaron a dudar de mí mismo.

Mi eventual entrevista de membresía fue un momento decisivo. El anciano que la dirigía escuchó mi historia divagante y derrotista y luego hizo una simple observación que aún escucho en mis oídos: «hermano, lo que estás describiendo se llama arrepentimiento. Voy a recomendarte para la membresía». Estas palabras hicieron un efecto en mí como el de una bomba de gracia. De hecho, Dios había estado trabajando a pesar de mí.

Por la gracia de Dios, continué alejándome de mi pecado y mi nueva iglesia afirmó el fruto según mi arrepentimiento. Fui aceptado en la membresía y comencé a servir y prosperar. Unos meses más tarde, fui invitado por mi antigua iglesia a compartir un domingo en la mañana. Nunca olvidaré el momento en que fui públicamente invitado a compartir la cena del Señor con ellos. Esto fue una ilustración de la restauración que Pablo celebra en 2 Corintios.

Mi experiencia de disciplina de iglesia me deja con algunas observaciones y exhortaciones:

  1. Para los líderes de iglesia

Líderes de iglesia, honren la Palabra de Dios. Expulsen al hermano inmoral. Tienen que dar cuentas (Hebreos 13:17) y no quieren ser pastores que permiten que un lobo viva y alimente en su rebaño. Enseñen a su congregación a considerar la Palabra de Dios como algo santo, a pesar de lo incómodo y poco popular que es la disciplina de iglesia. Muéstrales que para tener unidad en el evangelio, debemos estar dispuestos a romper con aquellos que están caminando en maneras que deshonran a Cristo.

  1. Para los miembros de la iglesia

Miembros de iglesia, honren la Palabra de Dios. Expulsen al hermano inmoral, pero no laven sus manos de ellos. Recuerdo un momento no mucho después de mi excomunión. Corrí hacia mi amiga Rebeca en medio de la unión de estudiantes. Habíamos sido amigos durante años en la iglesia. Grupos juveniles, retiros, ministerio universitario, éramos viejos amigos. Pero esta vez fue diferente.

En lugar de una conversación familiar, ella me preguntó por mi alma. De alguna manera, ella con gracia y rápidamente me hizo preguntas sobre mi creencia en el evangelio de Jesucristo. Sobre el arrepentimiento de mi pecado. Era algo extraño, pero amoroso y bíblico. Me sentí amado por ella aun mientras reconocía que la naturaleza de nuestra amistad era muy diferente porque ya no era su «hermano».

Asuntos prácticos

Brevemente, a continuación describo cómo amar a alguien que está en disciplina:

  •         Habla la verdad.
  •         Se claro en mostrar que tu amor por el amigo no ha disminuido, pero que ese amor ahora está enfocado en una cosa: la preservación de su alma eterna.
  •         Invítalos a cenar pero no lo invites a fiestas.
  •         No los llames «hermano» o «hermana».
  •         Dales la bienvenida, pero aclara que sólo los creyentes «pertenecen».

Mirando hacia atrás, me sorprende cómo la disciplina de la iglesia beneficia no sólo al creyente que no se arrepiente, sino también a la iglesia fiel. Es bueno para los cristianos cuando la Palabra de Dios es reverenciada y obedecida, incluso cuando es difícil  y poco popular. Por naturaleza, la verdadera iglesia de Cristo es para seguidores de Cristo comprados por su sangre. Aunque la disciplina de iglesia ha sido considerada como algo cruel y divisivo, realmente une porque aclara quién está en qué «equipo».

Al día de hoy, no sé si fui un convertido que se descarrió o si fui un no creyente engañado. De cualquier manera, la disciplina de iglesia sirvió para exponer mi hipocresía. Me hizo lidiar con las demandas de Cristo. Dios usó la membresía y la exclusión para mostrarme que la vida en el mundo sin Dios es miserable, y que mi única esperanza es Cristo.


Traducido por Samantha Paz