
Confesar el pecado siempre es incómodo, a veces costoso y absolutamente vale la pena
Me senté solo en la iglesia por unos quince minutos. El contacto que me había invitado no estaba por ninguna parte. Finalmente, entró con su prometida. En broma, le dije que era un mal ejemplo de lo que un miembro piadoso de la iglesia debería ser. «Sí, mi prometida y yo tuvimos una fuerte discusión». […]