Disciplina

¿Cuándo practicar la disciplina en la iglesia? ¿Y cómo confrontas el pecado?

Por Jonathan Leeman

Jonathan (@JonathanLeeman) edita la serie de libros 9Marks, así como el 9Marks Journal. También es autor de varios libros sobre la iglesia. Desde su llamado al ministerio, Jonathan ha obtenido un máster en divinidad por el Southern Seminary y un doctorado en eclesiología por la Universidad de Gales. Vive con su esposa y sus cuatro hijas en Cheverly, Maryland, donde es anciano de la Iglesia Bautista de Cheverly.
Artículo
14.09.2018

La gran mayoría de la disciplina en la iglesia debería ocurrir en el curso ordinario de las relaciones de lunes a sábado. No, esto no significa que quieres una iglesia donde las personas anden por todas partes corrigiéndose uno al otro todo el tiempo. Eso suena horrible. Simplemente significa que quieres una iglesia caracterizada por personas que tienen hambre de piedad. Usualmente, los miembros piden corrección, no se esconden de ella, porque quieren crecer.

«Hey Ryan, ¿tienes alguna retroalimentación para mí sobre cómo dirigir esa reunión? ¿Qué podría haber hecho mejor?».

«Zach, quiero que sepas que siempre puedes hablar a mi matrimonio y la manera en que ves que amor a mi esposa. Y, mi carne realmente no quiere pedir esto, pero… ¿alguna observación sobre cómo me ves ejercer la paternidad?».

Los escritores algunas veces distinguen entre la disciplina formativa y la correctiva. La disciplina formativa implica enseñar. La correctiva implica corregir errores. Pero obviamente, las dos van de la mano. Es difícil tener una sin la otra. Y en la vida de iglesia, la disciplina tanto formativa como correctiva debería caracterizar no sólo el domingo sino desde el lunes hasta el sábado. La disciplina, se podría decir, es sólo otra manera de describir el proceso de discipulado. ¿Cuándo debería ocurrir el discipulado y la disciplina? Toda la semana. Eso es cuando.

LA PREGUNTA MÁS DIFÍCIL

Pero aquí está la pregunta más difícil: ¿Cuándo llevas el proceso de disciplina al próximo nivel ̶ de uno a dos a tres, o de dos o tres a toda la iglesia?

No existe una fórmula fácil aquí. Cada caso tiene que ser juzgado bajo sus propios méritos. Por ejemplo, ha habido situaciones donde nuestros ancianos han visto la necesidad de trabajar por un largo tiempo en todo ̶ y ha habido otras situaciones donde hemos trabajado por meses o aún años, nunca decidiendo llevar el asunto en particular al próximo nivel.

Este frecuentemente será el caso cuando las personas involucradas se encuentren trabajando con nosotros para luchar con su pecado. Recuerdo nuestra junta de ancianos trabajando con una pareja casada por el curso de cuatro a cinco años, lo suficiente para que los ancianos que iniciaron el proceso de consejería con la pareja salieran de la junta porque sus términos habían expirado, y los nuevos ancianos entraron en la junta que tenía que ser informada sobre la situación, y esta transición sucedió un par de veces durante los problemas de esta pareja. Ninguno de ellos fue nunca públicamente excomulgado.  

UNA PREGUNTA UN POCO MÁS FÁCIL

Aquí hay una pregunta más fácil para responder, por lo menos en términos teóricos: ¿cuáles pecados garantizan la exposición pública y excomunión? Para responder esta pregunta, una generación más vieja de escritores frecuentemente reuniría listas de pecados de las Escrituras, como aquellos en 1 Corintios 5 y 6: «ahora estoy escribiéndote no para asociar con nadie que diga ser un creyente  que es sexualmente inmoral o codicioso, un idólatra o abusivo verbalmente, un borracho o estafador» (1 Corintios 5:11). Pero si sólo nos atenemos a esas listas, ¿significa eso que deberíamos excomulgar al codicioso pero no a los defraudadores? ¿Los estafadores pero no a los asesinos o pedófilos? Los defraudadores, asesinos, y pedófilos nunca son mencionados en esta clase de listas.

Evidentemente, no pienso que deberíamos tratar estas listas como exhaustivas. Pablo aquí está describiendo el tipo de pecados que deberíamos esperar que caractericen a las personas que permanecen incrédulas e impenitentes (ver 1 Corintios 6:9-10).

Por tanto, pienso que la respuesta corta a la pregunta que está más arriba es, sólo aquellos pecados que son externos, significativos, e impenitentes garantizan la exposición pública y excomunión. Y un pecado debe esas tres cosas, no sólo una o dos de ellas.

(i)     Un pecado debe ser externo.

Primero, un pecado debe ser el tipo de cosa que puedes ver con los ojos y escuchar con los oídos. Puede ser algo que sospechas puede estar tendido calladamente en el corazón de una persona. Pablo lista la codicia en la lista anterior, pero no acusas a alguien de ser codicioso y luego lo excomulgas sin tener ninguna evidencia externa de la codicia. El sistema de corte secular es cuidadoso al sopesar la evidencia. ¿Deberían las iglesias ser menos cuidadosas? Jesús no está interesado en la justicia de la calle.

Pero fíjate que digo «externa», no «pública». Fornicación, por ejemplo, no es pública. Es privada. Por eso es que digo «externa».

(ii)   Un pecado debe ser significativo.

La ansiedad, el temor y el estrés pueden ser pecados. Pero no creo que justifiquen la exposición pública y la excomunión.

Si, por ejemplo, atrapo a un hermano exagerando una historia, aunque lo niegue, puede estar pecando. Pero no lo hago público. Pedro nos dice que «el amor cubre multitud de pecados» (1 Pedro 4:8). Seguramente uno de las características principales de una iglesia sana es la disposición a pasar por alto muchos, incluso la mayoría, de los pecados que experimentamos en las manos de nuestros demás miembros.

Por tanto, ¿qué cuenta como un pecado significativo? Es el pecado que hace difícil continuar creyendo que alguien tiene el Espíritu de Dios y es cristiano, por lo menos si él o ella rehúsa a arrepentirse. Recuerda lo que es la membresía: la afirmación de una iglesia de la profesión de fe de una persona. El pecado significativo es el pecado que hace difícil, no imposible, permanecer ante el mundo que observa y continuar afirmando una profesión de fe creíble. Puedo con clara conciencia continuar afirmando la fe de alguien que niega que exagera una historia; no puedo con una clara conciencia hacerlo por alguien que persiste en la inmoralidad sexual, el abuso verbal, el alcoholismo, y así sucesivamente.

¿Es el criterio de «significativo» en alguna manera subjetivo? Sí, lo cual es el motivo por el que el mismo pecado en una situación puede justificar la excomunión mientras que en otra situación pudiera no hacerlo, por múltiples factores circunstanciales. Qué fácil sería para las Escrituras darnos una jurisprudencia precisa para lidiar con cualquier y cada situación concebible. De todos modos, el Señor nos hubiera hecho apelar a Él por sabiduría y caminar en fe. Por otro lado, esta es una razón más por la que las iglesias deberían aspirar a levantar tantos ancianos como puedan. No quieres que uno o dos hombres tengan que sopesar estos asuntos difíciles antes de llevarlos a la iglesia.

(iii) Un pecado debe ser impenitente.

La persona ha sido confrontada en su pecado. Y aunque reconozca o no su pecado, y aunque diga o no que lo dejará, al final rehúsa dejarlo; se mantiene volviendo al mismo. No puede (o podrá) separarse de él, como un necio y su necedad.

¿PERO CÓMO DEBERÍAMOS CONFRONTAR EL PECADO?

Hubo momentos en que Jesús volteó mesas enojado. Hubo momentos cuando los apóstoles hablaron públicamente con una lengua aguda hacia individuos particulares (piensa en Pedro y Simón el mago en Hechos 8; o Pablo en 1 Corintios 5). Y puede haber ocasiones extrañas cuando tu corrección de un miembro deba ser de 9 a 10 en la escala de severidad.

Pero en la gran mayoría de las circunstancias, la forma de confrontación o cuestionamiento debería tener estas características:

  • Discreto: la progresión de Mateo 18 sugiere que deberíamos mantener los círculos lo más pequeño posible.
  • Suave: Pablo nos dice que restauremos a las personas con un «espíritu de mansedumbre» (Gálatas 6:1).
  • Alerta: en el mismo versículo, Pablo añade, «considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado». Judas acuerda: «tened misericordia de otros pero con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne» (vers. 23). El pecado es engañoso. Es fácil quedar atrapado, aún cuando estás tratando de ayudar a otros.
  • Misericordioso: Judas dice dos veces: «ten misericordia» y «ten misericordia» (vers. 22, 23). Tu tono debería ser misericordioso y entendido, no de auto-justicia, como si nunca fueras a ser susceptible a tropezar de la misma manera.
  • Imparcial: no deberíamos pre-juzgar sino trabajar para escuchar ambas partes de la historia (ver 1 Timoteo 5:21).
  • Claro: la confrontación pasiva agresiva o sarcástica está ciertamente fuera de orden porque sirve sólo para protegerte a ti mismo. En lugar de eso deberías estar dispuesto a ser vulnerable siendo muy claro, especialmente si vas a pedirle a la persona en pecado que sea vulnerable en la confesión. A veces, la subestimación puede servir a los propósitos de mansedumbre y ayudar a la persona a salir por sí misma. Pero esto no puede comprometer los propósitos de la claridad. Mientras más amplios se vuelven los círculos, más claro debes ser. Después de todo, un poco de levadura leuda toda la masa (1 Corintios 5:6). Las personas deben ser advertidas.
  • Decisivo: En relación con esto, cuando venimos al paso final de disciplina ̶ excomunión o exclusión ̶ la acción de toda la iglesia debe ser decisiva: «limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa» (1 Corintios 5:7); «rechaza una persona divisiva» (Tito 3:10). Debe estar claro que el individuo no es más un miembro de la iglesia o es bienvenido a la mesa del Señor.

La sabiduría siempre es requerida en asuntos de corrección porque dos situaciones no son iguales. Es fácil decir, «bueno, con esta persona, hicimos esto». Aunque hay mucho que aprender del precedente, debemos finalmente confiar en los principios de la Palabra de Dios, la guianza de su Espíritu, y un cuidadoso examen de los particulares e idiosincrasias de cada situación.

 


Traducido por Samantha Paz de Mañon