Disciplina

Cómo la disciplina de la iglesia apunta hacia el cielo

Por Chopo Mwanza

Chopo Mwanza es el pastor de Faith Baptist Church Riverside en Kitwe, Zambia.
Artículo
11.05.2022

La iglesia de Jesucristo vive en la superposición del periodo antiguo y el nuevo, el «ya/todavía no», como se le suele llamar. Estamos al mismo tiempo viviendo en el reino de Dios y sentados con Cristo en los lugares celestiales (Efesios 2:6), pero también anhelamos estar con Cristo personalmente y reinar con él eternamente. Encontramos esta tensión a lo largo del Nuevo Testamento:

  • El creyente es salvo en Cristo (Efesios 2:8), pero aún debe ser salvo (Romanos 5:9).
  • El creyente es adoptado en Cristo (Ro. 8:15), pero aún está por ser adoptado (Ro. 8:23).
  • El creyente es redimido en Cristo (Efesios 1:7), pero aún debe ser redimido (Efesios 4:30).
  • El creyente está santificado en Cristo (1 Corintios 1:2), pero aún debe ser santificado (1 Tesalonicenses 5:23-24).
  • El creyente resucita con Cristo (Efesios 2:6), pero aún está por resucitar (1 Corintios 15:52).

Las iglesias deben vivir a la luz de esta tensión. Como comunidad de la nueva creación que aún vive en el antiguo orden, nuestro trabajo como cristianos es edificar la iglesia y prepararla para la aparición de Cristo, para que nadie se avergüence de su venida (1 Jn.2:28). Una forma principal en la que hacemos esto podría sorprenderte: practicamos la disciplina de la iglesia (cf. Mateo 18: 15–18, 1 Co. 5: 1–13, 2 Ts.3: 14–15, Tito 3: 10).

Practicamos la disciplina de la iglesia por el bien de la santidad de la iglesia, para honrar a Dios y prepararnos unos a otros para encontrarnos con el Señor (Efesios 5:26–27, 1 Tesalonicenses 5:23–24, Judas 24–25).

Probablemente estés familiarizado con 1 Corintios 5, uno de los textos más importantes del Nuevo Testamento sobre la disciplina de la iglesia. En este pasaje, Pablo indica que un miembro de la iglesia está viviendo una relación incestuosa con la esposa de su padre. Para agregar al escándalo, la iglesia aparentemente está tolerando la situación. Pablo, en cambio, los insta a tratar el asunto de manera decisiva e inmediata.

Pero, ¿alguna vez ha notado el objetivo general en el consejo de disciplina de Pablo? Al rehusar asociarse o tener comunión con el hombre que vive en pecado (1 Corintios 5:11), la iglesia efectivamente entrega al hombre a Satanás para la «destrucción de su carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor» (1 Corintios 5:5). En otras palabras, Pablo espera que al confrontar el pecado de este hombre lo lleve al arrepentimiento, para que en el último día esté entre los que realmente conocen a Cristo y reciben su misericordia.

La disciplina de la iglesia es una advertencia anticipada al hermano descarriado del inevitable juicio del tiempo del fin contra su pecado. Su objetivo es «salvar su alma» y restaurarlo al arrepentimiento. En otras palabras, la disciplina de la iglesia apunta al cielo.

Considera estas tres formas en que la disciplina apunta hacia el cielo.

1. La disciplina de la iglesia nos prepara para la aparición del Señor

La meta del ministerio de la iglesia es presentar al pueblo de Dios santo y sin mancha ante su Señor (Col. 1:28). La iglesia es salva y espera su salvación final. Así que, en el presente, ella está llamada a trabajar en su salvación (Filipenses 2:12). Los creyentes deben despojarse del viejo yo, renovar sus mentes y revestirse de virtudes semejantes a las de Cristo (Efesios 4:22–24). La iglesia debe crecer continuamente para reflejar al Señor que dicen conocer y seguir. Además, tienen la seguridad de que cuando él aparezca, serán enteramente como él (1 Jn.3:1–3).

Por tanto, cuando un creyente no está viviendo consistentemente de acuerdo a su profesión, la iglesia tiene tanto la obligación como la oportunidad de confrontar a esa persona para ayudarlo a vivir de acuerdo a los mandamientos de Cristo. La gran mayoría de las veces este proceso ocurre a través de una sola conversación. Un creyente confronta a otro por un pecado; el creyente confrontado recibe esa reprensión con alegría y se arrepiente. De vez en cuando, sin embargo, tales conversaciones sobre pecados graves no son bien recibidas. Jesús describe el proceso de qué hacer en esas situaciones en Mateo 18.

Todo este proceso, ya sea que termine después de una sola conversación o un voto congregacional, asegura que el pueblo de Dios estará preparado para el regreso del Señor. Cuando practicamos la disciplina de la iglesia, estamos preparando tanto a la persona disciplinada como a nosotros mismos para la aparición del Señor.

2. La disciplina de la iglesia promueve la adoración pura de Dios

La iglesia no puede adorar a Dios mientras viva en pecado. Las Escrituras nos advierten que, si vivimos en pecado, Dios no escuchará nuestras oraciones (Sal. 66:18). Nuestras ofrendas no serán aceptables si tenemos problemas no resueltos con un hermano (Mt. 5:24). Las oraciones de un esposo pueden no ser escuchadas si no trata bien a su esposa (1 Pedro 3:7).

El estándar aquí, por supuesto, no es la perfección. Todo cristiano es un pecador, y toda iglesia está llena de pecadores. Pero la norma debe ser la santidad, una postura que toma en serio el pecado y no lo tolera ni por compasión equivocada ni por ignorancia. En pocas palabras, una iglesia no puede adorar a Dios correctamente si no vive con rectitud. La adoración pura y honorable de Dios tiene lugar en la medida en que la iglesia busca a Cristo, y una práctica fiel de la disciplina de la iglesia fomenta la adoración pura.

La adoración de la iglesia en la tierra es un anticipo de nuestra adoración en el cielo cuando el pueblo de Dios se reúna para adorar a su Dios con toda pureza y unidad.

3. La disciplina de la iglesia exalta a Cristo

Cristo es la cabeza de la Iglesia. Él es su fuente y su sustentador. Ella existe para agradar a su Señor y amo, para alabanza de su glorioso nombre. Cristo se ofreció a sí mismo como sacrificio para que podamos asumir su justicia y vivir rectamente.

Por tanto, los creyentes exaltan a Cristo buscando la santidad. Cuando los creyentes se unen para seguir a Cristo, se comprometen a ayudarse unos a otros a crecer en santidad y, al hacerlo, honran su nombre. A través de la disciplina, la iglesia hace que sus miembros sean responsables de vivir en la tierra como ciudadanos del cielo.

Cuando pensamos en la disciplina de la iglesia, es fácil para nosotros separarla de nuestra esperanza futura. Solo pensamos en el costo y la dificultad en el aquí y ahora. No pensamos en el futuro. Pero debemos cuidarnos de esa tentación. A medida que nos comprometemos a ayudarnos unos a otros a crecer en santidad al confrontar el pecado en los demás con gentileza y gracia, estamos mirando hacia el cielo.

Practicamos la disciplina para que la iglesia de Jesucristo pueda ser presentada santa y sin mancha ante su maestro. Practicamos la disciplina de la iglesia porque anhelamos ver a los hermanos y hermanas descarriados restaurados, porque anhelamos verlos en el cielo.

Traducido por Renso Bello