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Reseña del libro: Un pequeño libro para nuevos predicadores, de Matthew Kim

Reseña de Benjamin Vrbicek

Benjamin Vrbicek es pastor docente en la Community Evangelical Free Church en Harrisburg, Pensilvania.
Review
06.06.2021

La predicación, como el golf y la crianza de los hijos, es una destreza que se puede mejorar; aunque nunca se termina por completo. No importa lo bueno que te vuelvas, siempre puedes regresar a los fundamentos y mejorar en lo esencial.

Me reencontré con muchos fundamentos básicos y homiléticos que había olvidado mientras leía el libro de Matthew Kim: Un pequeño libro para nuevos predicadores. Kim, director del Centro de Predicación Haddon W. Robinson del Seminario Teológico Gordon-Conwell, es autor de varios libros sobre predicación y ministerio pastoral.

Una de las razones por las que Kim cree que deberíamos estudiar la predicación es porque los académicos a menudo desprecian la predicación en la educación teológica, como si los eruditos «reales» obtuvieran un doctorado en Nuevo Testamento, no en homilética. Pero Kim argumenta que deberíamos ver la predicación como la piedra angular de los estudios bíblicos y la teología. El escribe:

La predicación es el componente transversal y la consumación de todas las demás disciplinas teológicas. La predicación bíblica eficaz combina una comprensión profunda de la exégesis bíblica, la teología bíblica, la teología sistemática, la historia de la iglesia, la consejería, la sociología, la psicología, la antropología, la exégesis cultural y todas las demás disciplinas de la educación de un seminario (29).

Un pequeño libro para nuevos predicadores se desarrolla en tres partes: por qué estudiamos la predicación, las características de la predicación fiel y las características de los predicadores fieles. Cada parte tiene tres capítulos cortos que examinan temas en lugar de agotarlos. Aparte de las inclinaciones hacia el igualitarismo, como cuando Kim se refiere a los predicadores como «él o ella», la mayoría de los lectores de 9Marks encontrarán el libro bíblico y alentador.

EL FRUTO DEL DISCIPULADO Y UNA HERRAMIENTA PARA DISCIPULAR

Al inicio, Kim afirma que él es «quizá la última persona en escribir un libro sobre el tema de la predicación para predicadores nuevos y aspirantes» (11). En el seminario primero quiso ser profesor, no predicador. Puso su mirada en la academia porque se sentía como «un completo fracaso en la predicación» (12), es decir, hasta que un profesor se interesó por él y comenzó a asesorarlo.

Las lecciones que aprendió Kim, ahora registradas en el libro, se pueden transmitir a los aspirantes a predicadores de tu congregación. Todos los miércoles por la tarde en mi congregación, un pequeño grupo repasa el sermón de la semana anterior. A veces, nuestras conversaciones se vuelven sin sentido. A menudo necesitamos un recurso para iniciar una nueva conversación, un libro que nos devuelva a lo fundamental, nos recuerde lo que hemos olvidado y por qué hacemos lo que hacemos.

Una vez dirigí a nuestro equipo de predicación a través del clásico de John Piper, La supremacía de Dios en la predicación. Pero la agitada rutina del ministerio de semana a semana hace que sea difícil asignar libros del tamaño de: La predicación centrada en Cristo, de Bryan Chapell; La predicación bíblica, de Haddon Robinson o Entre dos mundos, de John Stott. Sin embargo, el libro de Kim es un recurso breve y accesible para que los pasantes pastorales o el personal de la iglesia lo lean juntos a fin de generar una conversación más significativa.

LA CARGA LEGÍTIMA E ILEGÍTIMA DE LA PREDICACIÓN

Tal vez, la parte más sabia y alentadora del libro de Kim tiene que ver con sus reflexiones sobre las cargas de la predicación. La predicación, correctamente entendida, soporta cargas pesadas. Los predicadores deben protegerse de los errores por todos lados, predicando el evangelio de una manera que su congregación pueda comprender y de maneras que moldeen su perspectiva moral. Por estas razones, Pablo le dijo a Timoteo que cuidara de cerca su enseñanza (1 Ti. 4:16). Pero nosotros, los predicadores, frecuentemente también creamos cargas ilegítimas, cargas como compararnos con otros pastores e iglesias. «Puede ser paralizante», escribe Kim, «pensar que nosotros…debemos predicar sermones asombrosos, inspiradores, convincentes, humorísticos, identificables, culturalmente sensibles y de fácil aplicación cada semana» (34).

El contexto de la predicación de tu iglesia probablemente enfatiza algún grupo de estas frases más que otras, ya sean asombrosas e inspiradoras, humorísticas y fáciles de identificar, culturalmente sensibles y de fácil aplicación, pero la mayoría de los predicadores sienten la presión de producir. La frase paralizante en esa cita para mí es «todas las semanas».

En este mismo capítulo, sobre las cargas de la predicación, Kim alude a la famosa frase de Eric Liddell para decir que muchos predicadores sienten el placer de Dios cuando predican. De hecho, a menudo lo hacemos, afortunadamente. Hay, sin embargo, otra línea en Carros de fuego, una hablada por Harold Abrahams, el espadín de Liddell, con la que muchos predicadores también pueden relacionarse. Hablando de su carrera de 100 metros, Abrahams siente que tiene «diez solitarios segundos para justificar su absoluta existencia». Una gran tentación y carga para los nuevos predicadores (y sospecho que para los predicadores veteranos) implica creer en la mentira que debemos justificar nuestra existencia cada vez que predicamos. Creemos que cada sermón —treinta o cuarenta minutos solitarios— debe demostrar que valemos nuestra paga, que tenemos lo que se necesita, que nuestros sermones entregan efectos inspiradores, que estamos bien y justificados.

La predicación nunca debería soportar esa carga. Kim afirma que la carga innecesaria y pecaminosa de la comparación, así como otras cargas ilegítimas, harán que nuestra «predicación se sienta como una tarea onerosa, opresiva e incluso triste». En cambio, Kim anima a los predicadores a centrarse en los grandes gozos de la predicación: el gozo de ser enviado como mensajero por Dios, el gozo de ver a las personas salvadas y santificadas, el gozo de anunciar la gloria de Dios (35–37).

Con estos objetivos correctamente destacados, la predicación se vuelve menos sobre justificar nuestra existencia y más sobre Dios. Como señala Kim:

En su soberana sabiduría Dios ha considerado la predicación como un instrumento para comunicar su ser, su carácter, su misión, su propósito, su voluntad, sus deseos, su amor, su santidad, su ira, su Hijo, su Espíritu, su placer, su disgusto, y todo lo que es y todo lo que ha hecho por su pueblo (43).

Esto es verdad, Dios ha elegido la «locura de la predicación para salvar a los creyentes» (1 Co. 1:21). Pero a los predicadores se nos debe recordar continuamente esta verdad, razón por la cual me sentí animado al leer el libro de Kim, como sospecho que otros predicadores también lo harán.

Traducido por Renso Bello