Teología bíblica
Un caso bíblico para la predicación expositiva
¿Qué es la predicación expositiva? Un sermón es expositivo si su contenido e intención se encuentran controlados por el contenido y la intención de un pasaje específico de la Escritura. El predicador dice lo que el pasaje dice y espera que su sermón cumpla en sus oidores exactamente lo que Dios buscar cumplir a través del pasaje escogido de su Palabra.
Predicador, imagina a Dios sentado en la congregación mientras predicas. ¿Cuál sería la expresión de su rostro? Diría, «eso no es lo que estaba buscando con ese pasaje». O diría, «sí, eso es exactamente lo que buscaba».
El caso bíblico de la predicación expositiva comienza con la conexión entre el regalo que el Cristo resucitado le ha otorgado a la iglesia a través de los pastores-maestros (Efesios 4:11) y el mandato bíblico para los pastores-maestros de «predicar la Palabra» (2 Timoteo 4:2). Aquellos que predican deben predicar sus Biblias.
Tal vez el mejor lugar para comenzar a demostrar la autenticidad de identificar la predicación y predicar la Palabra es el libro de los Hechos. En Hechos, la frase «la Palabra de Dios» es la abreviatura más utilizada para el contenido de la predicación apostólica. Por ejemplo, en Hechos 6:2 los apóstoles dijeron: «No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas» (ver también Hechos 12:24; 13:5; 46; 17:13; 18:11). La frase también aparece muchas veces como «la Palabra del Señor» (8:25; 13:44; 15:35-36; y otros) y no con poca frecuencia es reducido a «la Palabra» (comparar con 4:29; 8:4; 11:19). En el libro de los Hechos, existe una identificación clara y consistente entre la predicación apostólica y la frase «la Palabra de Dios».
Aunque la esencia de la predicación apostólica eran las buenas nuevas de reconciliación con Dios a través de Jesucristo, ese mensaje fue presentado y explicado casi de forma invariable por medio de la exposición de una Escritura del Antiguo Testamento. Así la predicación de los tiempos del Nuevo Testamento implicaba la predicación de la «Palabra de Dios», y un componente esencial de dicha predicación era la exposición del Antiguo Testamento. Esto a su vez nos lleva a la conclusión de que las Escrituras del Antiguo Testamento deben estar incluidas en nuestro concepto de «la Palabra» que debe ser predicada, una conclusión confirmada por las declaraciones directas (por ejemplo: 2 Timoteo 3:16; Romanos 3:2) e indirectas (por ejemplo: Romanos 15:4) del Nuevo Testamento.
Por tanto, esta «Palabra» es la palabra acerca de Jesús, como fue anunciado en el Antiguo Testamento y ahora explicado la predicación apostólica. Esta es la Palabra que es «hablada» (Hechos 4:29), «proclamada» (13:5), y que debe ser «recibida» (17:11) como «la Palabra de Dios». Esta misma identificación es mantenida a lo largo de las cartas de Pablo. Con razón él le llama al mensaje que proclama «la Palabra de Dios» (2 Corintios 2:17; 4:2; 1 Tesalonicenses 2:13) o simplemente «la Palabra» (Gálatas 6:6).
Aun en el contexto del encargo de Pablo a Timoteo de «predicar la Palabra» hay una confirmación de esta identificación entre predicar y la predicación de la Palabra de Dios. Timoteo habría sabido inmediatamente lo que Pablo quería decir con «Palabra». Como lo señala la biografía de Timoteo, esto seguramente incluía los «escritos sagrados» y el mensaje apostólico: «pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido» (2 Timoteo 3:10-17).
La conclusión que debemos extraer de todo esto es que la «Palabra» que debemos predicar es el cuerpo de la verdad que consiste en las Escrituras del Antiguo Testamento y la enseñanza apostólica sobre Cristo, por ejemplo: el Nuevo Testamento. Por tanto, identificar la «Palabra» con nuestras Biblias es apropiado. Esto es lo que aquellos que son comisionados como «pastor-maestro» deben enseñar. Nuestro trabajo es proclamar «la Palabra» que Dios ha hablado, que es preservada en la Escritura y Dios nos ha confiado.
La vida espiritual del pueblo de Dios depende de esta Palabra (Deuteronomio 8:3). Por eso es que a un joven pastor se le encarga «dedicarse a la lectura pública de la Escritura, a la exhortación, a la enseñanza» (1 Timoteo 4:13). Si este encargo hace algún reclamo sobre nosotros hoy, y lo hace, entonces la fuente de nuestra predicación debe ser totalmente coextensiva con nuestras Biblias. ¿Cómo se verá esto? En la preparación de nuestro sermón se verá como tomar pasajes definidos de la Palabra de Dios y estudiarlos cuidadosamente para poder «manejar correctamente la Palabra de Verdad». En el púlpito se verá como la ilustración que vemos en Nehemías 8:8: «Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura». Dios ha propuesto y prometido utilizar este tipo de predicación para cumplir uno de sus mayores objetivos, la reunión y edificación de su pueblo.