Clases esenciales: Sufrimiento
Sufrimiento – Clase 9: El sufrimiento como testimonio
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Clase esencial
Sufrimiento
Clase 9: El sufrimiento como testimonio
Cómo aprovechar al máximo tu sufrimiento para la gloria de Dios
Introducción
¿De qué manera el sufrimiento sirve al propósito de Dios de dar a conocer su gloria? Antes de contestar esa pregunta, comenzaré con una historia de David Hadju que apareció en el Atlántico hace unos años acerca de un viaje a un club de jazz en Greenwich Village [1]. En la última semana de agosto, Hadju está en el club y el líder de la banda es Charles McPherson, un saxofonista alto. Como Hadju escribe: «A pesar de que es un talento superior, no es una gran atracción de jazz, por lo que fue programado para [la semana más lenta del año]». Y continúa.
«La actuación fue lánguida, y mis ojos se desviaron, fijándose finalmente en el trompetista, porque se apartó del público e incluso del resto de la banda, mirando al suelo».
El trompetista luce algo familiar, incluso se alejó, y así, durante una pieza de Charlie Parker, Hadju se vuelve hacia el hombre que está a su lado y le pregunta si podría ser Wynton Marsalis, uno de los nombres más famosos del jazz.
«Lo dudo mucho [el hombre responde], como si [Hadju agrega], le hubiese preguntado si era el mismísimo Parker».
La siguiente canción es un solo de trompeta. Es una balada: «I Don’t Stand a Ghost of a Chance with You». Escrita para una película romántica de los años 30, la pieza, Hadju escribe: «puede sacar a relucir la tristeza en cualquier escena» y el trompetista «parecía profundamente en sintonía con su melancolía». Interpretó la canción en murmullos y suspiros, en puntos casi hablando las palabras en notas. Fue un acto desgarrador de expresión creativa. Cuando llegó al clímax, [el trompetista] tocó la frase final, el enunciado del título, en tonos declarativos, permitiendo que cada nota sucesiva permaneciera en el aire un poco más.
La habitación queda en perfecto silencio. Y se escucha el celular de alguien. Esto es lo que Hadju escribe: Resuena una melodía de canto rápido en bleeps electrónicos. La gente comenzó a reír y tomar sus bebidas. El momento –toda la interpretación– se deshizo. Escribí en una hoja de periódico, MÁGICO, ARRUINADO».
El trompetista hace una pausa. Inmóvil. Sus cejas aún arqueadas. La persona que atiende el celular sale corriendo al pasillo. La charla de la habitación se hace más fuerte. El trompetista todavía está congelado en el micrófono. Y comienza tocar de nuevo. Toca «la… melodía del teléfono celular nota por nota». La repite. Y comienza a improvisar variaciones en la canción. La audiencia vuelve lentamente a él. En unos pocos minutos, resolvió la improvisación, cambió las teclas varias veces, redujo el ritmo a balada. Y termina exactamente donde lo había dejado.
Como dice Hadju: «La ovación fue tremenda». Resulta que el hombre de espaldas a la audiencia, haciendo de respaldo a un líder de la banda sin nombre, en la noche más lenta del año, era el nombre más famoso del Jazz. Marsalis estaba en la trompeta.
¿Por qué comparto esta historia? Porque vemos más gloria en la redención que en la creación.
¿Qué es lo que revela quién es este trompetista? No su habilidad para tocar la pieza, sino su habilidad para resucitarla de lo que era casi un desastre.
Vemos más gloria en la redención que en la creación.
El sufrimiento como testimonio
Ese es el principio básico que subyace en nuestra clase esta mañana, porque en esencia, así es como el sufrimiento puede convertirse en un testimonio del poder del evangelio. Y es un principio que vemos corriendo a través de las Escrituras. Así, el plan de Dios para salvar a la familia escogida de la inanición implicaba que José fuese vendido como esclavo a Egipto, encarcelado y, cuando todo parecía inútil, repentinamente se convirtió en el primer ministro de Egipto. Dios demostró su poder en lo difícil de la situación. Como José mismo les dice a sus hermanos en Génesis 50 (v. 20): «Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo».
Más tarde, Dios no solamente lleva a su pueblo de regreso a la Tierra Prometida, sino que endurece el corazón del rey más poderoso de la tierra, para que únicamente su fuerza milagrosa y aterradora pudiese rescatar a su pueblo de la mano de los egipcios. ¿Y a dónde los conduce? A un callejón sin salida, con el ejército egipcio acercándose tras ellos y el mar Rojo por delante. Y así, su poder se muestra cuando el mar se separa y su pueblo se salva.
Es sólo después de haber perdido todo, que Dios transforma la vida de Noemí en una bendición para todas las naciones en el libro de Rut. Solamente después de estar rodeado por el poderoso ejército asirio, Dios rescata al rey Ezequías en una sola noche. Y sólo después de haber sido arrojados a un horno tan caliente que acabó con la vida de los soldados que los ataban, Dios condujo a Sadrac, Mesac y Abednego a través de las llamas para humillar al rey. Y es sólo después de que el unigénito Hijo de Dios es condenado en un tribunal arbitrario, flagelado, despojado y ejecutado, que la cruz se convierte en su herramienta para salvarnos de nuestro pecado.
¿Puedes ver cómo Dios obra? Dios ama hacer esto. Cuando parece que no hay esperanza y que solamente un milagro salvaría a las promesas de Dios de la extinción: podemos ver la mano de Dios en todo este tipo de cosas. Vemos más gloria en la redención que en la creación. Hay más gloria en crear bendiciones de un rescate que en crear esa bendición en primer lugar. Por eso, el sufrimiento puede servir como testimonio del poder de Dios.
Pero sigue siendo sufrimiento, ¿no? José sufrió en esclavitud y en prisión durante años antes de que los propósitos de Dios fueran revelados. Noemí perdió a su esposo y a sus dos hijos, y de este lado del cielo nunca supo lo que Dios estaba haciendo. Y a pesar de que Jesús soportó la cruz, como dice Hebreos, «por el gozo puesto delante de él», ¿quién diría alguna vez que fue fácil? Él sufrió como nosotros nunca lo haremos.
Vemos más gloria en la redención que en la creación, y, sin embargo, la redención comienza en el sufrimiento. Dios redime a un buen estado de un mal estado, y el mal estado implica sufrimiento.
Entonces, ¿cuál es nuestra parte en todo esto?
Mira Filipenses 2:14-16 en tu folleto:
«Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado».
Voy a parafrasear el pasaje. Mientras sufres debes vivir de tal manera que sea verdaderamente sobrenatural, sin siquiera gruñir o discutir. ¿Por qué? Porque a través del sufrimiento somos santificados. Y a medida que nuestras vidas se vean cada vez más diferentes de las que nos rodean, resplandeceremos. Como estrellas en el cielo nocturno. Y el evangelio, la palabra de vida que ofrecemos al mundo, se verá como realmente es, el poder del Dios Todopoderoso.
Ahora bien, como mencioné en la primera clase, al principio es abrumador. El sufrimiento es una lucha por la fe porque desafía la declaración de Dios de ser bueno y todopoderoso. Pero mi objetivo como cristiano no es simplemente sobrevivir al sufrimiento, es vivir de tal manera que realmente apunte a la excelencia de ese mismo Dios que me está conduciendo al sufrimiento. Sin el resto de las clases hasta ahora, esto simplemente no tiene sentido. Pero espero que aquellos de nosotros que hemos estado presente durante las nueve semanas hasta ahora estemos listos para empezar a considerar lo siguiente: habiendo confiado tanto en Dios que estamos contentos con su voluntad incluso en medio del sufrimiento, ¿cómo podemos ahora vivir el sufrimiento de una manera que dé testimonio de él al mundo?
Para ello, pasaremos el resto de la clase respondiendo solo dos preguntas básicas. Primero, ¿cómo proclama el sufrimiento el poder del evangelio? Y segundo, con eso en mente, ¿cómo podemos vivir en medio del sufrimiento y dar testimonio de Cristo?
¿Cómo proclama el sufrimiento el evangelio?
La mejor forma de contestar esa primera pregunta es simplemente ver cómo esto sucede en la Biblia. Hay tres categorías que vienen a la mente.
a) Al cambiar nuestras circunstancias.
La primera es sencillamente lógica. Piensa en los primeros capítulos de Hechos. Jesús dice, en Hechos 1, que sus seguidores: «me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra»[2]. Entonces, ¿qué hacen los cristianos después de Pentecostés? Permanecen en Jerusalén. Desde Hechos 2,3 y 4 hasta Hechos 7. Pero luego con la lapidación de Esteban registrada en Hechos 8: «En aquel día hubo gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles»[3]. A donde Jesús les había ordenado ir. Algunas veces Dios usa el sufrimiento para conducir a sus mensajeros a nuevos lugares más allá de lo que es conocido, y con ellos va el evangelio. Esa es la primera forma en que el sufrimiento proclama el evangelio. [No solamente geográficamente].
b) ¿La segunda? Al hacer a otros más valientes.
Mira Filipenses 1:14 en tu folleto. Esto es lo que Pablo escribe: «Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor». Por causa de los sufrimientos de Pablo, otros hablaban con «más valentía y sin temor». Cuando vemos el ejemplo de alguien que sufre, pero que se esfuerza por dar a conocer la fidelidad de Dios, eso puede tener un profundo efecto en aquellos de nosotros que no estamos sufriendo. Nos anima a compartir el evangelio.
c) Tercero, el sufrimiento muestra la esperanza del evangelio.
Piensa en 1 Pedro 3:14-15: «Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones». Pedro supone que una vida de sufrimiento, bien vivida, una vida que luce distinta al mundo porque no teme las cosas que el mundo teme, es una vida provocativa. Y si tu vida es provocativa, habrá muchas preguntas. Así que, prepárate para contestarlas.
d) Y cuarto, sufrir bien demuestra el valor de conocer a Cristo. En Filipenses 3:8, Pablo escribe: «Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo». Dios no se glorifica cuando los escogemos por lo bueno que puede darnos. Dios se glorifica cuando lo escogemos como lo que es verdaderamente valioso por encima de todo lo demás. Cuando perdemos lo que este mundo valora y, sin embargo, mantenemos la esperanza, demostramos que nos hemos aferrado a algo cuyo valor es inimaginable. Y eso exalta el evangelio.
¿Cuál es nuestro rol?
Entonces, ¿cómo podemos hacer esto? Más fundamentalmente, haz lo que hemos estado hablando en esta clase. Lucha por la fe con la Palabra de Dios. Busca apoyo en otras personas de la iglesia. Y así sucesivamente. Si sufres en fe, exaltarás el evangelio.
Pero más allá de eso, hay otros consejos que puedo darte. Y puedes agruparlos en tres categorías: con quién deberíamos hablar cuando estamos sufriendo, de qué deberíamos hablar, y cómo deberíamos vivir.
a) Con quién deberíamos hablar:
En las clases pasadas, nos hemos enfocado en lo importante que es hablar con personas cristianas en momentos de sufrimiento. Pero además de eso, ¡no olvides a tus amigos no cristianos! Ellos no compartirán tu misma esperanza y perspectiva, pero se preocupan por ti, y ver cómo abordas el problema podría impactarles profundamente. Podrías hacerlo al aceptar la ayuda que tu amigo inconverso te ofrece. Cuando nuestro hijo estaba en el hospital, sabíamos que nuestra familia de CHBC proveería ávidamente para nuestras necesidades. Sin embargo, dimos prioridad a los ofrecimientos de ayuda y comidas de nuestros vecinos inconversos para que pudiésemos acrecentar y desarrollar esas amistades en una época difícil. Podrías hacerlo a través de un blog en línea. O al asegurarte de incluir deliberadamente a algunos amigos no cristianos en tu círculo íntimo durante un momento particularmente duro.
b) De qué deberíamos hablar:
- Habla acerca de tu sufrimiento. Sé honesto, incluso con amigos no cristianos, acerca de las cosas con las que estás batallando. Solo porque seas cristiano no significa que no tengas luchas, solamente significa que luchas por diferentes objetivos con una esperanza y fortaleza distintas. Por supuesto, recuerda la diferencia entre describir lo que está pasando y quejarse. Después de todo, como vimos en Filipenses, el no quejarse quizá sea uno de los testimonios más poderosos de la verdad del evangelio en medio del sufrimiento. La diferencia entre describir mi lucha y quejarme es una diferencia de la actitud del corazón. Describir mi lucha está dentro el contexto de mi fe, incluso de la fe débil, de que Dios cuida y está en control de todo. Las quejas dicen: «Yo no merezco esto, Dios cometió un error, a él no le importa». Describir el sufrimiento como los salmistas lo hacen está dentro del contexto de la fe.
- Donde sea posible, habla acerca de tu situación con amigos inconversos usando las mismas palabras e ideas que usas cuando hablas con tus amigos cristianos. Claro está, puede que necesites cristianizar tu lenguaje un poco. Pero si estás luchando por la fe, di que estás luchando por la fe. Si encuentras consuelo en Dios, explícalo. Tu respuesta a la pregunta: «¿Cómo estás?», debería ser básicamente igual, independientemente de quién haga la pregunta. Las negaciones de Polyvannaish de que el sufrimiento duele o es un desafío para la fe, no exhiben el valor de Cristo; simplemente dañan tu integridad.
- Y luego asegúrate de hablar del evangelio. ¿Puedes explicar el evangelio a alguien que no está familiarizado con la fe cristiana? Si no puedes, escoge uno de los folletos «Dos Maneras Para Vivir» en el stand de libros y estúdialo con un amigo cristiano.
- Pero además del evangelio, asegúrate de explicar la razón de tu esperanza, como vimos en 1 Pedro. Eso es a menudo más personal que la apologética. «No puedo creer que todavía sigas casado después de lo que te hizo tu esposa». «¿En serio? ¿Te gustaría saber por qué?». «¡Claro!». «Te lo advierto: la respuesta puede ser bastante religiosa». «No hay problema». «Supongo que todo comenzó hace 5 años cuando llegué a comprender que requeriría más fe negar que Jesucristo resucitó de entre los nuestros que creer en él…» y así comienzas. Explica de dónde proviene tu fe y por qué puedes Esa es una conexión poderosa para el testimonio de tu vida.
c) Cómo vivir:
Hay tres cosas que vemos en el libro de 1 Pedro que se refieren específicamente a vivir de una manera que exalta el evangelio. Será útil abrir tu Biblia en 1 Pedro. Al igual que muchas cartas en el Nuevo Testamento, 1 Pedro comienza con la verdad del evangelio, la verdad de quiénes somos como cristianos en el capítulo 1 y a comienzos del capítulo 2. Luego, en el capítulo 2, versículo 12, el libro pasa a hablar acerca de lo que deberíamos hacer en respuesta. «Manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras». Así que, el objetivo aquí es evangelístico, el contexto presentado en el libro es uno de sufrimiento, y el medio es la manera en que vivimos nuestras vidas, vidas que deben ser provocativas. ¿Qué implica eso exactamente?
i. Lo primero que Pedro menciona es probablemente algo que no esperarías. Sin embargo, es una gran introducción al resto del libro. Mira la primera frase de la próxima oración, versículo 13: «Por causa del Señor someteos» a toda institución humana. Versículo 18: «Estad sujetos» a los amos. Capítulo 3, versículo 1: «Estad sujetas» a sus maridos. Y 1 Pedro 5:5: jóvenes, «estad sujetos» a los ancianos. Pareciera que la principal manera que Pedro tiene en mente para que exaltemos el evangelio en medio del sufrimiento es respetando a las autoridades que Dios ha puesto sobre nosotros. ¿Por qué? No olvides que el sufrimiento es una lucha por la fe. De manera que, el sufrimiento es un desafío a la autoridad de Dios. Una de las formas en que mostramos al mundo que confiamos en Dios, es sometiéndonos a las autoridades que él nos ha impuesto. Piensa en una objeción común al cristianismo: «Nunca podría confiar en un Dios que permite que exista el mal». ¿Ves esa conexión entre el sufrimiento y la autoridad? Por supuesto, la autoridad terrenal puede ser abusada y corrompida. La Biblia nunca nos dice que debemos sujetarnos a la autoridad cuando al hacerlo estaríamos desobedeciendo a Dios. Pero la esencia de la autoridad no es represiva, es una fuente de bendición. Dios la ha inventado. Así que, cuando estamos sufriendo, si respetamos a la autoridad, vivimos de una manera que pone de cabeza el problema de este mundo con el sufrimiento. Y eso es provocativo. Me doy cuenta de que este puede ser un concepto nuevo para muchos de nosotros. Pero sigue procesándolo, y lee 1 Pedro. Cuanto más lo pienses, más sentido verás la conexión entre el sufrimiento y la sumisión. Por tanto, si estás sufriendo debido a un jefe injusto, haz todo lo posible por mostrar respeto en la forma en que hablas de él o ella, incluso si estás trabajando a través de los canales apropiados para limitar su efecto negativo en la organización. La gente lo notará.
ii. Y eso nos lleva a enfocarnos en el segundo mandamiento de Pedro para aquellos que están sufriendo. Capítulo 2, versículo 23: al seguir el ejemplo de Jesús, nos encomendamos a aquel que juzga justamente. Nuestra confianza no descansa finalmente en las autoridades terrenales, especialmente cuando éstas fallan en protegernos de la injusticia. Nos sometemos a las autoridades terrenales porque nos encomendamos a Dios.
Si no nos encomendamos a Dios, actuamos durante el sufrimiento como aquellos que son temerosos, amargados, ansiosos, o vengativos. Pero cuando nos encomendamos a Dios, eso produce una vida que es muy extraña en este mundo.
iii. Y tercero, 3:16-17: Sufre con una buena conciencia. Ese es un tema que Pedro aborda varias veces[4]. Cuando sufres, es tentador tomar el camino más fácil. Pero en tiempos de aflicción, tu vida esta bajo un escrutinio especialmente agudo. Así que, sé extra cuidadoso en asegurarte de que tu conducta sea irreprochable, a fin de que, final del versículo 16: «sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo».
Conclusión
Eso es mucho que procesar, ¿no? Estrategias para sufrir de una manera que glorifique al Dios bajo cuya mano estamos sufriendo. Parecería una imposibilidad. Pero ese es precisamente el punto, ¿no? Cuando vivimos de este modo, el mundo no puede evitar notarlo, porque hay algo tan obviamente sobrenatural acerca de esta clase de vida. Así que, vive de esta forma, y deja que la gloria sea para Dios. Después de todo, servimos a un Dios cuya especialidad es hacer posible lo imposible.
[1] Wynton’s Blues, The Atlantic Monthly, marzo de 2003, David Hajdu.
[2] Hechos 1:8
[3] Hechos s 8:1
[4] 1 Pedro 2:20, 3:17