Clases esenciales: Nuevo Testamento

Nuevo Testamento – Clase 9: Introducción a Pablo: Las verdades del Reino

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
27.06.2018

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Clase esencial
Panorama del Nuevo Testamento
Clase 9: Introducción a Pablo: Las verdades del Reino


Si estuvieras a cargo de aprobar misioneros para alguna agencia misionera, ¿qué clase de persona enviarías? Bueno, quisieras escoger a alguien que obviamente fuera maduro en su fe cristiana, alguien que tenga la capacidad de conectarse con las personas a las cuales va a compartir el evangelio, probablemente alguien con un historial ministerial comprobado.

¿Escogerías a alguien que viera a un pastor cristiano ser apedreado hasta la muerte y estuviera totalmente de acuerdo con ello? ¿Escogerías a la persona reconocida por declarar amenazas de muerte contra los discípulos del Señor? ¿Escogerías a un hombre cuya única inclinación en la vida parecía estar enfocada en destruir todo lo que la fe cristiana representa?

Bueno, si estuvieras en tal posición, probablemente no habrías escogido a Saulo de Tarso para propagar el mensaje del cristianismo en todo el mundo romano. Indudablemente tenía una buena educación, pero era poco amigo de los cristianos y, por encima de eso, incluso si dicha figura se convirtiera, ¿por qué querrías enviar a alguien que había sido un fariseo de fariseos al mundo gentil?

Afortunadamente, Dios no obra según la sabiduría humana, y escoge exactamente a esta clase de hombre para llevar el mensaje del evangelio al corazón del mundo gentil. Entre las secciones de Hechos que cuentan su historia y las letras que escribió, casi la tercera parte del Nuevo Testamento está vinculada con este apóstol a los gentiles. Así que antes de comenzar con sus cartas, hoy haremos una pausa y examinaremos a Pablo respondiendo tres preguntas básicas: ¿Quién era Pablo?, ¿en qué consistía su ministerio? y ¿qué escribió?

Al hacerlo, veremos aún más de nuestro Dios que no actúa según la sabiduría del hombre, sino que dio «este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros» (2 Co. 4:7).

¿Quién era Pablo?

Por un lado, estaba profundamente preparado para su trabajo como apóstol. En parte porque en cierto punto de la historia, fue un perseguidor de la iglesia. Comenzaremos por el inicio de esa increíble transformación. Pablo era un hombre que poseía el más alto nivel posible entre los religiosos judíos. En Filipenses, Pablo hace una importante declaración acerca de quién era él:

«Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo» (3:4-6).

Era de la tribu de Benjamín: una de las dos únicas tribus de las cuales el pueblo había permanecido incontaminado por los matrimonios mixtos en el exilio. Sus padres tal vez escogieron el nombre de Saulo, en honor al primer rey de Israel, también de la tribu de Benjamín.

Se llama a sí mismo un hebreo de hebreos. Aunque Saulo no nació en Palestina, sino en Tarso, su familia había conservado el idioma antiguo. No solo había aprendido hebreo en su educación: él era un hebreo de hebreos, es decir, sus padres hablaban arameo. Sus padres eran tan devotos de la ley que incluso lo habían circuncidado al octavo día.

Dice que en cuanto a la ley, era fariseo: leemos en Hechos 22:3 que Pablo era discípulo de Gamaliel, líder fariseo de la época. A menudo pensamos en la palabra «fariseo» como un término negativo. Pero los fariseos eran vistos como los israelitas más cuidadosos y fieles. Aborrecían cómo Israel no había aprendido su lección del exilio, y buscaron reforzar la ley, a fin de que algo como el exilio no volviera nunca a suceder. Por esa razón, eran tan cuidadosos de obedecer la ley. Fueron tan cuidadosos que pusieran una cerca alrededor de la ley. ¡Sus leyes adicionales estaban diseñadas para evitar que las personas estuvieran cerca de quebrantar la ley!

Y en cuanto al celo, Pablo estaba por encima de su educación. Recordarás del libro de Hechos que Gamaliel tomó una posición sensible y moderada en cuanto a la iglesia primitiva, sugiriendo a las autoridades que la dejaran en paz, que a menos que fuera de Dios, moriría por sí sola. Pero Saulo pensaba que los cristianos eran demasiado peligrosos para eso. No quería que estas personas continuaran con su religión falsa y pervertida, y así, para su vergüenza, Pablo se convirtió en un perseguidor de la iglesia.

Como escribió F. Bruce F: «Esteban argumentó: Lo nuevo ha llegado; por tanto, lo viejo debe irse. Por su parte, Pablo argumentó: Lo viejo debe permanecer; por tanto, lo nuevo debe irse. De ahí el rigor inflexible con el que se lanzó al trabajo de la represión»[1].

Como dijo Pedro más delante de los judíos, para él, un Mesías crucificado era una piedra de tropiezo (I Corintios 1:23). La crucifixión era un pronunciamiento de la maldición de Dios sobre alguien: «porque maldito por Dios es el colgado» (Dt. 21:23). Por tanto, cualquiera que dijera que el Mesías había sido crucificado hablaba blasfemia, y debía ser ejecutado, no sea que el Señor enviara una nación blasfema al exilio. Al parecer, el celo de Pablo por erradicar a los primeros cristianos nació de una profunda devoción a la ley tal como la entendía.

Pero Pablo era un individuo complejo, porque además de ser un hebreo de hebreos, Pablo era un ciudadano romano. Y como vimos la semana pasada, Pablo usó su ciudadanía romana para difundir el Evangelio (Hechos 22:25-29 y 25:10-12). Cabe señalar que la ciudadanía romana no debe ser tomada a la ligera. Carson, Moo y Morris nos dicen: «Los romanos no confieren la ciudadanía a cualquiera; solo un pequeño porcentaje de las personas que vivían dentro del Imperio romano poseían este privilegio. La ciudadanía romana de Pablo fue heredada de su familia (Pablo afirma: «yo lo soy de nacimiento» [Hechos 22:28]), tal vez debido a algún acto de servicio realizado por su padre o abuelo para los romanos. Independientemente de cómo la obtuvo, la ciudadanía romana de Pablo fue una calificación importante y providencial para su papel como misionero en el Imperio romano».

Es la ciudadanía romana de Pablo la cual, humanamente hablando, lo lleva al corazón del mundo gentil, para que en la providencia del Señor pueda cumplir su comisión como el apóstol a los gentiles.

Esos son los antecedentes de Pablo, parte de su preparación para el ministerio. Pero, ¿qué fue lo que sucedió que hizo cambiar el corazón de Saulo de Tarso convirtiéndolo en una de las figuras centrales del Nuevo Testamento? Para decirlo de forma más concisa, Dios intervino en la vida de este perseguidor, para que en lugar de perseguir, estimara por ganancia ser perseguido por amor a Cristo. Leemos la conocida historia en Hechos 9:1-16, seguida de la conversión del oficial etíope:

«Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.  Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco,  donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió. Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén;  y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre».

Dios escogió a Pablo, Dios convirtió a Pablo, ¡y Dios usaría a Pablo a partir de este momento para llevar el evangelio a las naciones! ¿No es así como actúa Dios? Puede ser tentador para nosotros leer la conversación y desanimarnos porque nuestra historia no suena igual de impresionante. Sin embargo, el punto no es Pablo, y ciertamente tampoco nosotros. El punto es que Dios está expandiendo su Reino y ha decidido bondadosa y misericordiosamente incluir a personas como Pablo y como nosotros para ser parte de su Reino, ¡y para verlo expandirse aún más!

Cuando Dios convirtió a Pablo, también lo llamó de manera única, para ser un apóstol a los gentiles (9:15). Existían doce apóstoles, simbolizando a las 12 tribus de Israel reconstituidas, y ahora Pablo, el apóstol a los gentiles, se convierte en el «decimotercer apóstol». También fue llamado, como observamos, de manera inusual. A diferencia de los apóstoles de Jerusalén, no estuvo con los otros apóstoles durante los inicios del ministerio de Jesús en la tierra. No obstante, a pesar de ser diferente de los otros apóstoles en la manera en que fue llamado y su experiencia, predicó el mismo evangelio. Insiste en esto en Gálatas 1:11-23: el evangelio que predicó es idéntico al evangelio que los otros apóstoles predicaron, no porque lo recibió de ellos, sino porque lo recibió del mismísimo Señor Jesucristo resucitado al igual que ellos.

Este era Pablo, un hebreo de hebreos, un fariseo de fariseos, un ciudadano romano, un apóstol, un cristiano. Pero mientras su vida era transformada para enfocarse en la propagación de las buenas noticias, ¿qué hacía? Respondamos esa pregunta. 

El ministerio de Pablo

¿Qué hizo a Pablo actuar? ¿De qué trataba su ministerio? Tres cosas, como veremos en un momento: Del evangelio, las buenas noticias de Jesucristo. De la iglesia, el cuerpo de Cristo. Y en última instancia, trataba acerca de Dios, la gloria de Jesucristo. Veamos una por una.

El evangelio

En todo el ministerio de Pablo vemos la centralidad de la cruz y el mensaje del evangelio. Su llamamiento como apóstol era proclamar el evangelio. Como apóstol, entonces, no era principalmente un pastor. No lo vemos permanecer en un solo lugar por más de tres años. Ofrece liderazgo en las iglesias hasta que puede ver a ancianos levantarse. Y no era principalmente un teólogo, aunque sus escritos constituyen gran parte del fundamento de nuestro conocimiento acerca de Dios. No, como apóstol, era ante todo un misionero. Es decir, alguien que predica el evangelio a aquellos que no lo han escuchado, para que las iglesias puedan establecerse. Y en este llamamiento como misionero, el evangelio fue central en todo lo que hizo.

En otras palabras, subyugaba sus métodos al evangelio. Piensa en su famosa frase de 1 Corintios 9: «Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.  Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él». El evangelio nunca cambia. Así que los métodos de Pablo cambian, para presentar el evangelio de una manera que sea apropiada a las diferentes ubicaciones y culturas en las que predicó.

Debido a que el evangelio era central en su misión, no solo sometió sus métodos al evangelio, sino incluso a su propia comodidad y bienestar. Anteriormente en 1 Corintios 9, Pablo explicó que incluso negó sus derechos por el bien del evangelio.

«¿No sabéis que los que trabajan en las cosas sagradas, comen del templo, y que los que sirven al altar, del altar participan? Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio. Pero yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo; porque prefiero morir, antes que nadie desvanezca esta mi gloria. Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!».

Y, por supuesto, no recibir salario era la menor de las incomodidades de Pablo. Fue naufrago. Golpeado. Dado por muerto. Pasó hambre y frío. Fue abandonado por amigos. Encarcelado. Y finalmente, como sabemos, ejecutado. Todo por el bien del evangelio.

Así que… Pablo priorizó la propagación del evangelio por encima de sus métodos, por encima de su comodidad. Estaba completamente enfocado en el evangelio. Y cuando miramos sus cartas, vemos que cuando la integridad del mensaje del evangelio está en peligro, Pablo se vuelve más feroz. Llamó «lobos rapaces» a los falsos maestros ancianos de Éfeso. Ora para que aquellos que predican un evangelio a las iglesias de Galacia, diferente al que recibieron de Pablo, incluso un ángel del cielo, sean eternamente condenados en el infierno. Para aquellos que enseñarían que se requería la circuncisión para la salvación, sugiriendo que la salvación era por la gracia de Dios y nuestro cumplimiento, Pablo sugirió que deberían ir hasta el final y castrarse. Y cuando la iglesia de Corinto persistió en el compañerismo con un hombre que dormía con la esposa de su padre, difamando la reputación del evangelio, Pablo les dijo que lo entregaran a Satanás.

A Pablo le importaba mucho el amor, como veremos en un momento. Pero luchaba como un león cuando el evangelio se encontraba en juego. Su principal enfoque era el evangelio. Así, las cartas que veremos están llenas de pasión, a veces casi vitriólicas, cuando el evangelio se ve amenazado. Y se elevan a alturas increíbles cuando Pablo describe la belleza del evangelio. «Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo» (Tito 3:3-5a).

Pablo estaba completamente enfocado en el evangelio.

La Iglesia

Pero en segundo lugar, Pablo se enfoca en la iglesia: el cuerpo de Cristo. Y particularmente, en la unidad de la iglesia. Cuando leemos en el libro de Hechos que Pablo es el apóstol de los gentiles, hay una clara implicación en ello desde el principio. Él llevará físicamente el mensaje al Imperio romano. Pero surge una segunda implicación a medida que su ministerio florece. Pablo es quien el Señor usa para percibir de manera más comprensiva las implicaciones del evangelio para la unidad de judíos y gentiles dentro de la iglesia local. Pedro, incluso después de la visión en Hechos 10, no vive las implicaciones del evangelio de eliminar la división entre judíos y gentiles, por lo que Pablo lo reprende en Antioquía (Gá. 2:14-16).

«Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar? Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles,  sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado».

Pablo ve que la justificación es por la fe y no por un ritual o una etnia. Eso significa que todas las barreras que estaban allí bajo el Antiguo Pacto, donde las personas tenían que alinearse con el pueblo étnico de Dios si iban a recibir las bendiciones de Dios, ¡habían sido removidas permanentemente en la cruz! Ve cómo Pablo va de la idea de la salvación por gracia a través de la fe directamente a la eliminación de la gran división entre judíos y gentiles en Efesios 2:8-18:

«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,  aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.  Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca;  porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre».

Pablo entendió en su núcleo que la unidad dentro de la iglesia local era una implicación crítica del evangelio. Y así como estaba completamente enfocado en el evangelio, también lo estaba en la iglesia local. Dos lados de la misma moneda. Después de todo, fue su maestro, Jesucristo, quien dijo: «en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros». Así que esta idea de amor, de unidad por el bien del evangelio, cubre absolutamente las cartas de Pablo.

Entonces, el enfoque de Pablo estaba en el evangelio y la iglesia local ¿Pero qué impulsó su pasión detrás de esos dos puntos? Su pasión por la gloria de Dios.

La gloria de Dios

Lo que impulsó la teología de Pablo, lo que estaba en el corazón de su mensaje, fueron las mismas cosas de las que leemos desde Génesis hasta Malaquías, y desde Mateo hasta Apocalipsis. La teología de Pablo estuvo marcada por un compromiso con la gloria de Dios. Entonces, dice en Romanos 1:5:

«Y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre».

La gloria de Dios es la principal preocupación de Pablo, ya que es la preocupación máxima de cada cristiano. Si pensamos en la justificación por la fe como el centro de la teología de Pablo, no reconocemos que quien justifica es más importante que la justificación que ofrece. Y luego no reconocemos que todo el propósito de la justificación es la reconciliación con Dios. Por tanto, Dios es el autor de la justificación y Dios es el objetivo de la justificación.

O si solamente prestamos atención al cumplimiento de las promesas de Dios a Abraham, otra idea central para el pensamiento de Pablo, entonces nos olvidamos de que las promesas hechas a Abraham se refieren a la bendición de Dios, por lo que el Dios cuya aprobación necesitamos es aún más importante que la llegada de esa aprobación.

Aunque es verdad afirmar que la propagación del evangelio era la pasión de Pablo, el punto del mensaje del evangelio es Dios. El valor del evangelio es que es el mensaje de cómo los pecadores, judíos y gentiles, pueden reconciliarse con Dios y vivir con él para siempre.

Cristo es la representación exacta de la gloria de Dios. La salvación alaba la gloria de Dios. La escatología es la esperanza de gloria. La iglesia es el reflejo de la gloria de Dios. Todo, en definitiva, trata acerca de la boda de Dios.

Todas las cosas por las cuales Pablo se preocupaba: el evangelio, la iglesia, pueden a su manera sustituir a Dios. Podemos estar tan enfrascados en «ganar almas» que llega a ser por nuestros esfuerzos, no por la gloria de Dios. Podemos estar tan atrapados con el servicio de sacrificio en la iglesia local que pasa a ser por nuestros propios esfuerzos, no por la gloria de Dios. Y entonces esta última y más grande pasión de Pablo es fundamental si queremos mantener un enfoque equilibrado y piadoso mientras recogemos la gran riqueza que hay en sus epístolas.

Ese es el apóstol Pablo. Cómo Dios lo preparó profundamente para el ministerio y las pasiones en las que se centró ese ministerio. Esa es la fuente de las epístolas que serán nuestra dieta durante las próximas semanas. Antes de cerrar, veamos cómo cada una de estas cosas nos ayuda a comprender mejor las cartas de Pablo desde una perspectiva macro.

¿Qué escribió?

Entender a Pablo como misionero, en lugar de ser principalmente un pastor o teólogo, nos ayuda a comprender la naturaleza de las cartas que escribe. Su preocupación es la preocupación del misionero por asegurar que las iglesias estén bien fundamentadas en el evangelio. No escribe exhaustivamente todo lo que necesitamos saber acerca de Jesús. A menudo escribe cartas que destacan los lugares donde percibía que el evangelio y, por tanto, la iglesia, estaban siendo atacados. Su trabajo misionero sería en vano a menos que aquellos que habían llegado a la fe bajo su ministerio persistieran en la fe.

Y así, sus cartas tratan principalmente acerca de la explicación del evangelio, conectando eso con cómo nuestra vida debe ser vista corporativamente, como una iglesia local, todo el tiempo exaltando a Dios por su gloria en el evangelio y en la iglesia. Tener esta perspectiva correcta es esencial si vamos a leer sus cartas como él las escribió y no a convertirlas en cosas legalistas de qué hacer y qué no para la vida cristiana.

Entonces, él escribe a los gálatas porque otro evangelio está siendo aceptado. Escribe 1 Corintios porque las divisiones están socavando el evangelio. Escribe Efesios porque le preocupa el despliegue del evangelio. E escribe Colosenses porque el evangelio es afirmado, pero se deja en el fondo y se margina. Escribe las epístolas pastorales porque le preocupa que el evangelio se transmita. Escribe a Filemón porque quiere que el evangelio transforme las actitudes sociales.

Vemos en sus escritos que la instrucción cristiana práctica nunca está separada del evangelio y la verdad acerca de quién es Dios. Así, vemos en Romanos, que la mayor parte del libro está dedicado a explicar y magnificar el evangelio, y solo después de la meditación significativa del evangelio, Pablo recurre a la instrucción práctica de cómo es la vida recta. La comprensión del evangelio y la creencia del evangelio producen la vida del evangelio y nunca a la inversa.

Ves ese mismo patrón en casi todas sus cartas. Dos mitades. El evangelio por un lado, y la vida en comunión como cristianos por el otro. Oraciones descriptivas en la primera mitad; verbos imperativos en la segunda. Ninguna tiene sentido sin la otra. La teología del evangelio sin testimonio corporativo no tiene valor. Como los demonios que creen, y se estremecen, porque esa creencia en la verdad no se ha tenido en cuenta con la fe que se manifiesta en las obras. ¿Y los verbos imperativos sin el evangelio? El Antiguo Pacto que, como Pablo escribe a los corintios, trajo la muerte.

Incluso en cartas como 1 Corintios, que es conocida por la advertencia práctica que Pablo da a esa iglesia, lo vemos comenzar diciendo: «Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios» (1 Corintios 1:18).

Deberíamos tener cuidado cuando leemos y aplicamos las cartas de Pablo. Puede ser fácil omitir las secciones «doctrinales» e ir directamente a los consejos prácticos para la vida cristiana que Pablo parece dispensar. No obstante, si así es como leemos nuestro Nuevo Testamento, perderemos el objetivo. El propósito de Pablo y de todos los demás escritores no es proporcionar el nuevo manual ético para el cristianismo, sino ampliar las implicaciones del evangelio de Jesucristo. Tan pronto como separamos el evangelio de las cosas que consideramos más «prácticas», hemos perdido el propósito de estos libros.

Por tanto, cuando lees Efesios 4:29: «Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes». Considera esa instrucción a través del lente de Efesios 2: «…estabais muertos en vuestros delitos y pecados… Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo». No limpiamos nuestra manera de hablar porque hace que Dios esté más feliz con nosotros, ni tenemos la capacidad de hablar perfectamente independientemente de nuestra motivación. No, nuestro lenguaje se caracteriza cada vez más por palabras impregnadas de gracia porque nuestros corazones han sido transformados por la gracia de Dios a través de Cristo Jesús. Nunca leas a Pablo, nunca leas algo de tu Biblia, sin esta perspectiva.

Y puede ser fácil pensar en todos esos imperativos como básicamente acerca de mí y mi obediencia. Pero no es así. Lee de nuevo estos libros mientras los estudiamos en las próximas semanas. La iglesia está «para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales», —Efesios 3:10— así, es nuestra vida corporativamente la que está en el centro del enfoque de Pablo. Lee estos libros para comprender las implicaciones corporativas del evangelio.

Conclusión

Al considerar las cartas de Pablo en las próximas semanas, necesitamos tener presente el trasfondo de su vida, ministerio y teología. Deberíamos hacernos algunas preguntas. ¿Estamos, en última instancia, preocupados por la gloria de Dios? ¿Nos importa que los usos de nuestro tiempo, dinero, energía y palabras, proclamen la gloria de Dios en Cristo? ¿Hasta qué punto nuestras vidas y nuestras decisiones están impulsadas por la principal preocupación de cómo podemos promover el ministerio del evangelio? Veremos las cartas de Pablo como un gran recurso para evaluar las formas en que la centralidad del evangelio podría haber sido desplazada en nuestras propias vidas.

 

[1] FF Bruce. Paul, Apostle of the Heart Set Free, 70