Pastoreo

No le pongas bozal al buey

Por Ken Mbugua

Ken Mbugua es un pastor de la Iglesia Bautista Emmanuel en Nairobi, Kenia. Le puedes seguir en Twitter @kenmbugua.
Artículo
02.11.2021

Con demasiada frecuencia, los pastores descuidan discipular a los santos sobre cómo pensar sobre el dinero desde una perspectiva bíblica. Confío en que sea una declaración indiscutible.

Pastor, tu gente sabe cómo responder preguntas difíciles como estas:

  • ¿Cómo deberían pensar los cristianos acerca de ganar dinero?
  • ¿Deberían enfocar el ahorro de dinero de manera diferente a los no cristianos?
  • ¿Qué principios entran en juego cuando gastan e invierten dinero?
  • ¿Cómo pueden ellos aceptar el dinero como una bendición? ¿Cómo pueden tener cuidado de que el dinero también es a veces una maldición?
  • ¿Cómo pueden los creyentes adorar a Dios mediante la abnegación financiera? ¿Cómo pueden adorar a Dios disfrutando de lo que Dios les ha dado?

Si los cristianos fieles que asisten a la iglesia semana tras semana permanecen en la oscuridad sobre las respuestas a preguntas como estas, no debería sorprendernos que muchas iglesias no sepan cómo y por qué deberían remunerar a su pastor. En este breve artículo, haré tres preguntas para discutir tres enfoques no bíblicos que he visto para remunerar a los pastores.

1. ¿Qué pasa si quiero servir vocacionalmente en el ministerio sin percibir un salario?

Como un ministro de la Palabra de Dios que es remunerado, siento cierto nivel de incomodidad en torno a este tema. Después de todo, hay al menos un lugar en las Escrituras donde Pablo explica por qué él y Bernabé no recibieron un salario de su trabajo. Pero la incomodidad no estaba en su lista de razones.

Es posible que haya una buena razón para negarse a recibir un salario de una iglesia que pueda remunerarte. Pero es poco probable que tu situación califique. Cuando te encuentras ignorando mandatos claros como 1 Timoteo 5:18 y aferrándote a excepciones como que Pablo no recibió un salario por su trabajo ministerial en Corinto, debes tener una razón convincente.

Si los deberes asignados a un pastor no lo obligan a dejar su vocación actual, entonces está permitido no darle un salario. El principio aquí es simple: ¿Cuánto tiempo se necesita para hacer bien tu trabajo? Sin embargo, cuando hacemos de «hacer tiendas de campaña» el modelo de cómo todos los pastores deben proveer para sí mismos y sus familias, negamos a la iglesia el privilegio de tener un pastor completamente apartado para la obra del ministerio.

Tendrá una mente y un calendario divididos, a pesar de sus mejores intenciones. Entiendo por qué el modelo de «hacer tiendas de campaña» parece atractivo y algunas razones son más nobles y persuasivas que otras. Por ejemplo, en algunos casos, «hacer tiendas de campaña» podría permitir que el evangelio avanzara en lugares hostiles. Pero en otros casos, sospecho que este convenio es una de las formas en que el enemigo mantiene débiles a nuestras iglesias.

Debemos buscar en nuestro corazón el impulso que nos dice que elijamos el camino que nos mantiene de perder nuestra identidad en el mercado. Debemos desarraigar nuestros deseos pecaminosos que valoran demasiado el respeto del mundo. Si la iglesia, especialmente en el área de la predicación, necesita que un pastor abandone su vocación por el bien de la iglesia, que así sea. Que muchos hombres calificados aprovechen tan noble oportunidad. No hay que esconderse detrás de «hacer tiendas» como el modelo bíblico para cada pastor. Somos demasiado pecadores para no sospechar de motivos impuros para romper con las normas de la Escritura.

La Biblia enseña que el trabajo de un pastor es una obra noble (1 Corintios 9:7), y cuando se hace vocacionalmente, merece una remuneración (1 Timoteo 5:17), precisamente como todo trabajo honesto. Estos versículos, especialmente 1 Corintios 9:14, nos muestran que es correcto y bíblico pensar en tal remuneración como un salario, no simplemente como un tipo de apoyo benevolente. Después de todo, Pablo compara el trabajo pastoral con varias vocaciones «seculares» que habrían sido familiares para su audiencia. Y luego concluye: «Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio» (1 Corintios 9:14).

Entonces, ¿estoy diciendo que uno no puede tener un trabajo diario y liderar la iglesia como un pastor que predica regularmente? No necesariamente. Pero estoy pidiendo que seas sensible al peligro de cultivar una cultura no sana para la no remuneración a su pastor. Esa cultura, tanto en el futuro inmediato como a largo plazo, dañará a la iglesia y su misión. Incluso si no necesita una remuneración debido a una riqueza heredada o al dinero ganado en otra parte, considera el ejemplo que está dando sobre cómo la iglesia debe relacionarse con su sucesor. Ambos están debilitando sus músculos de generosidad ahora, y los está tentando a menospreciar a su sucesor por pedir una remuneración. Es mejor recibir esos ingresos ahora y disfrutar del privilegio de regalarlos en silencio.

2. ¿Qué hay de la necesidad de diferenciar entre el evangelio de la prosperidad y el verdadero evangelio?

Tanto Pablo como Pedro advierten sobre el amor al dinero en el pastorado, refiriéndose a esto en el lenguaje de la versión Reina Valera como un deseo de «ganancias deshonestas» (Tito 1:11; 1 Pedro 5:2). Nuestra versión contemporánea (NVI) usa la frase «ganancias mal habidas» (Tito 1:11), o «ambición de dinero» (1 Pe. 5:2) para traducir dicha expresión. La advertencia para los pastores aquí es que deberían huir y luchar contra el amor al dinero. La pobreza nunca descalificó a un hombre de su cargo.

Hay falsos maestros que «tienen el corazón habituado a la codicia» (2 Pedro 2:14). Estos son los predicadores de la prosperidad que no han prestado atención a la advertencia de las Escrituras. Aman el dinero, y por eso han hecho que la relación entre un pastor y su remuneración sea confusa para algunos.

Entonces, un ministro de la Palabra de Dios es libre de rechazar una remuneración, si al recibirla socavaría la obra del evangelio en el contexto específico de su ministerio. Esta fue la motivación de Pablo para rechazar salario entre los corintios (1 Corintios 9:12-18).

Dicho esto, los lugares donde el evangelio de la prosperidad corre desenfrenado necesitan tanto una enseñanza bíblica adecuada como ejemplos sanos de cómo las iglesias pueden cuidar financieramente a sus pastores. Los cristianos necesitan ver que el dinero puede permitir al pastor para servir a su iglesia, y no simplemente para elevarlo a él y a su estilo de vida por encima del de la congregación o, peor aún, para alejar a la iglesia de Cristo y acercarla a los falsos dioses de la mundanalidad, el materialismo y mamón.

3. ¿Qué acerca de los misioneros que trabajan sin remuneración?

Los misioneros, que cuentan con el apoyo de iglesias en el extranjero, a veces ofrecen asesoramiento, predicación, enseñanza y liderazgo «sin remuneración» a las iglesias. En muchos contextos globales, este trabajo gratuito fomenta la complacencia entre las iglesias nacionales. Hace más plausible que los cristianos no remuneren a sus pastores. En los casos más extremos, los misioneros promueven una visión hiper-espiritual del dinero que da como resultado que los pastores locales reciban una remuneración bastante baja, o no se les dé en absoluto, incluso para aquellos que trabajan a tiempo completo.

Lastimosamente, no es raro ver a pastores nacionales trabajando en el ministerio con una remuneración limitada o nula, mientras sus esposas e hijos decaen en la miseria. Mientras tanto, son elevados como «modelos de fe» por los misioneros viajeros que disfrutan de un amplio soporte de su país de origen. Ahora, los pastores pueden ser modelos de fe, pero no es un mérito de las iglesias a las que sirven ni de los misioneros que los dirigen.

CONCLUSIÓN

El asunto de remunerar a tu pastor no es un asunto cultural; es un mandato bíblico. Y debe manejarse como tal.

En muchos casos, la Gran Comisión se ha visto obstaculizada por nuestro descuido de este tema. La Palabra de Dios languidece en el púlpito porque a las iglesias se les ha enseñado a invertir en edificios y proyectos, no en hombres que se han entregado al ministerio de la Palabra. Hemos llamado erróneamente e incluso pecaminosamente a los hombres a elegir entre desobedecer el llamado de proveer a sus propias familias (1 Ti. 6:8) y el llamado a ir por amor a su nombre. Si bien, Dios podría llamar a pastores y misioneros a soportar dificultades financieras por el avance del evangelio, a ninguna iglesia se le pide hacerla su política ministerial.

Traducido por Renso Bello