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Reseña del libro: The Heart of the Preacher [El corazón del predicador] de Rick Reed

Reseña de Caleb Greggsen

Caleb Greggsen está involucrado en el ministerio de la iglesia local en el Medio Oriente.
Review
19.06.2021

Es genuinamente un privilegio abrir la Palabra de Dios y enseñarla a su pueblo. Es un privilegio proclamar el evangelio a quienes no lo conocen. Realmente soy bendecido por poder trabajar para una iglesia que aparta gran parte de mi semana de trabajo para prepararme para esa labor. La traducción, la exégesis, la aplicación, la redacción del lenguaje; la mayoría de las semanas, disfruto cada parte de la tarea de predicar.

Pero predicar también es un trabajo duro. En el seminario, mi profesor de predicación nos advirtió repetidas veces: «El domingo siempre llega». Especialmente para los predicadores jóvenes que aún están acostumbrándose al púlpito, el domingo puede estar lleno de ataques malignos que buscan desanimarte para que dejes de confiar en la Palabra de Dios incluso cuando la predicas.

Estos ataques pueden provenir de cosas pequeñas, como cuando tuve que predicar con una perforación a nivel de construcción al otro lado de una pared o cuando no podía apartar la vista del muchacho que se estaba quedando dormido en la primera fila. Frecuentemente tiene que ver con el temor al hombre que surge, cuando estoy a punto de predicar un pasaje, el cual aborda de manera directa algo con lo que un miembro de la iglesia no estuvo de acuerdo conmigo, a comienzos de esa semana. O la sensación de insuficiencia que siento, cuando conozco a un nuevo visitante, justo antes del servicio, que nunca ha escuchado un sermón antes, y luego tengo que subir al púlpito para exponer la destrucción de Hai. Muchas veces, estos ataques demoníacos se presentan en forma de desánimo que dificultan volver a levantarse y hacerlo todo de nuevo.

Si bien mi «desarrollo profesional» en las habilidades técnicas de la predicación son importantes, son mucho menos importantes que mi maduración espiritual en curso.

UNA AYUDA GENUINA PARA EL ALMA DEL PREDICADOR

Como dice Rick Reed en su introducción a The Heart of the Preacher: «La parte más difícil de la predicación es el trabajo del corazón que se requiere» (xix).

The Heart of the Preacher es un libro devocional para predicadores. Reed reflexiona sobre las diferentes tentaciones y desafíos que el predicador enfrentará. Brinda preceptos bíblicos claros para guardar y edificar tu corazón para servir al pueblo de Dios.

Casi todo este libro es excelente. A medida que leía los capítulos que describen la prueba del corazón de un predicador, seguía esperando un «capítulo de descanso» que no se aplicara tanto a mí. Lamentablemente, Reed no me dio escapatoria. Presentó y confrontó la ambición (cap.1), la flojera (cap.5), la jactancia (cap.3), el fracaso (cap.13), el estancamiento (cap.6) y el dolor (cap.14), como un amigo fiel. Como el buen pastor que guía a su rebaño lejos del peligro y hacia el bien, sus advertencias son duras, pero se expresan en palabras de afecto.

Reed también ofrece buena sabiduría práctica para tu salud espiritual, ya sea al predicar el evangelio regularmente (cap.16), al orar el sábado por la noche en preparación para el domingo (cap.22), o simplemente al desarrollar patrones de descanso saludables (cap.24), También muestra una consciencia de que incluso la mecánica de la predicación, ya sea tu tono o el uso de tus apuntes, puede estar vinculada a realidades espirituales. Eso da como resultado consejos prácticos firmemente arraigados y dirigidos a una proclamación fiel y no solo a una ejecución técnicamente competente.

LO QUE CAMBIARÍA

Podría seguir hablando de las cosas maravillosas en el libro de Reed. Sin embargo, algo notablemente ausente en el cuadro de Reed del discipulado de un predicador es la iglesia local misma. Aunque Reed afirma la importancia de confiar y depender de aliados —especialmente de tu esposa (capítulo 21)—, y de buscar la retroalimentación de otros pastores sobre tu sermón (47-49), supone que luego de 5 años, no quedará nadie en tu congregación «capaz o dispuesto a dar una crítica constructiva acerca de tu predicción» (170). Esa presunción va en contra de los ministerios bajo los cuales he crecido, y me dedico a demostrar lo contrario en mi propio ministerio (aunque solo llevo 2 años).

Los mejores comentarios que he recibido, y la retroalimentación más útil que he visto, que otros pastores han recibido, casi siempre ha sido de miembros de la iglesia amorosos y piadosos, capaces de brindar ánimo piadoso y críticas compasivas. Las personas ajenas, incluso los predicadores más experimentados, rara vez escuchan lo suficiente de mi predicación como para detectar patrones. Los miembros de mi iglesia, y especialmente mis compañeros ancianos, me dan la mejor retroalimentación. Necesitan práctica y estímulo para hacerlo, pero por la gracia de Dios, están mejorando.

Me preocupa sonar como si estuviera criticando la vida de iglesia de un hombre cuya vida realmente desconozco. Mi intención no es dar a entender que ese tipo de relaciones no están presentes en la vida de Reed. Simplemente quiero señalar que su ausencia es notable en el libro. Esa ausencia podría hacer que los lectores vean el ministerio de la predicación como más solitario de lo que debe ser.

PREDICADOR, ATIENDE TU CORAZÓN

Desearía que este libro hubiera existido cuando estaba considerando el ministerio pastoral. Si eres un hombre que está considerando el ministerio a tiempo completo o predicar con regularidad, lee este libro, y luego pídele a un predicador más experimentado que hable contigo al respecto y que te ayude a prestar atención a los desafíos que se te avecinan.

Me alegra que esté disponible ahora. Planeo volver a leerlo regularmente cada cierto tiempo. Si estás en medio del ministerio y sientes el trabajo pesado, creo que encontrarás un amigo amable y reconfortante en estas páginas, uno que te ayudará a exhortar, reconfortar y reorientar tus prioridades hacia la fidelidad y esperanza en Dios.

Si estás cerca del final de tu ministerio, usa este libro como una herramienta para guiar y equipar a la próxima generación para que sean predicadores fieles que no solo manejen el texto correctamente, sino que perseveren con gozo y confianza en la proclamación de la poderosa Palabra de Dios.

Traducido por Nazareth Bello