Reseñas
Reseña del libro: Help! I’m Married to My Pastor [¡Ayuda! Estoy casada con mi pastor], de Jani Ortlund
Imagina una descripción que diga lo siguiente:
Se busca: Puesto a tiempo completo. Debe ser una fuente de apoyo, sabiduría y precisión teológica, sin tendencia al desánimo o a la necesidad. Debe ser capaz de acoger grupos grandes y pequeños en una casa bien organizada, bien decorada y limpia. Se requiere habilidad para hornear. La solicitante debe ser capaz de aplicar las Escrituras inmediatamente en una variedad de situaciones. Debe tener hijos bien educados, siempre con la debida cortesía y nunca ruidosos, perturbadores o infantiles.
Debe tener un matrimonio comprometido, pero también estar dispuesta a que su esposo sea interrumpido durante una cena familiar, en las noches de cita y ocasionalmente durante las vacaciones. Se da consideración especial a aquellas que son capaces de hablar a grupos grandes, enseñar clases de niños, tocar el piano, cantar en el coro, discipular a varias mujeres y dirigir estudios bíblicos de mujeres. No hay ningún tipo compensación por este puesto y la gratitud por su servicio puede aumentar y disminuir con poco aviso.
No muchas personas estarían interesadas en un puesto así. Sin embargo, esa «descripción de trabajo» describe la experiencia de muchas esposas de pastores. Seamos claros, la «esposa del pastor» no es un verdadero cargo en la Biblia. No obstante, diferentes iglesias tienen diferentes expectativas para las esposas de sus pastores. La mayoría de las esposas de los pastores dirían que al menos ocasionalmente sienten la carga de las expectativas de los demás y las incómodas limitaciones de una vida de ministerio.
No es de extrañar que Jani Ortlund tenga algo que decir a quienes se encuentran gritando: «¡Ayuda! Estoy casada con mi pastor». Con cincuenta años de experiencia en el ministerio, las palabras de Ortlund a las esposas de los ministros están llenas de verdades y ánimos que dan vida. Leer el libro de Ortlund es como sentarse a los pies de una mujer mayor que ofrece tanto consejos prácticos como aliento espiritual. Ella escribe desde la posición de haber experimentado los desafíos y alegrías únicas de ser la esposa de un pastor, y cubre ambos con vulnerabilidad y honestidad. También da por sentado un gran respeto por la esposa del pastor como alguien que desea maduramente el bien para su marido y para la iglesia.
El libro consta de doce capítulos que abordan asuntos que van desde los problemas aparentemente pequeños como preparar a los niños para la iglesia el domingo, hasta el tratamiento de problemas más graves, como que su marido se enfrente a una depresión o sea objeto de dolorosas calumnias en el cuerpo de Cristo. Ortlund no se limita a empatizar con la atareada o dolida esposa del pastor. Ella fundamenta su consejo maravillosamente en recordatorios reflexivos del privilegio que tenemos de servir al Señor mientras servimos a nuestros esposos y familias.
De hecho, gran parte de los consejos que se ofrecen a lo largo del libro se desprenden del primer capítulo fundacional: «¡Ayuda! No estaba prepara para esto». En él, recuerda al lector los planes soberanos de Dios desde el principio de los tiempos para ambos cónyuges. A partir de pasajes como Efesios 1:4-5 y el Salmo 139:16, señala la elección y el amor soberano de Dios por sus amados. A partir de Hebreos 12 y Efesios 2:10, muestra que Dios tiene un plan específico lleno de buenas obras ordenadas para cada una de nuestras vidas. Ese plan incluye nuestros matrimonios con hombres que él eligió para dirigir las iglesias locales. Ella escribe:
Nuestro llamado como mujeres profundamente involucradas en el ministerio es una parte vital del plan eterno de Dios. Él sabe, ve y se preocupa. Tu vida como esposa del ministro puede parecer mucho más de lo que esperabas. Pero Dios está en ella, íntimamente involucrado y comprometido a ayudarte a cumplir su llamado en tu vida (1 Tesalonicenses 5:24). Fija tu mira en él. Apóyate en él. Valdrá la pena. (22)
Partiendo de la premisa de que Dios ha elegido para nosotros la buena obra de estar casados con un pastor, escribe específicamente sobre las alegrías y las dificultades que conlleva. Los capítulos incluyen:
Help! I Didn’t Bargain for This. (¡Ayuda! No estaba preparada para esto).
Help! It’s Sunday Morning (¡Ayuda! Es domingo por la mañana).
Help! I Want to Fix Him (¡Ayuda! Quiero arreglarlo).
Help! My Husband Seems Depressed (¡Ayuda! Mi esposo luce deprimido).
Help! I Can’t Remember Their Names (¡Ayuda! No puedo recordar sus nombres).
Help! My Children Aren’t Perfect (¡Ayuda! Mis hijos no son perfectos).
Help! My Pastor Doesn’t Understand Me (¡Ayuda! Mi pastor no me entiende).
Help! I Haven’t Seen Them for a While (¡Ayuda! Hace tiempo que no los veo).
Help! I Need More of God (¡Ayuda! Necesito más de Dios).
Help! Our Romance Is Regressing (¡Ayuda! Nuestro romance está retrocediendo).
Help! They’re Talking Again (¡Ayuda! Vuelven a hablar).
Help! Remind Me Why We Do This (¡Ayuda! Recuérdame por qué hacemos esto).
Ortlund no se limita a dar consejos para problemas comunes. Reorienta a la esposa del pastor para que se comunique con su marido sobre cada uno de estos temas. Al final de cada capítulo hay una breve carta escrita al marido-pastor con preguntas que puede hacer a su esposa. Por ejemplo, al final del Capítulo 1, escribe a los maridos:
¿Por qué no le preguntas a tu mujer qué expectativas tiene de ti y de los demás? Decidan juntos cuáles son las que abrazan como si fueran del Señor y cuáles pueden ser ignoradas con seguridad (2 Co. 10:18). Y luego tómala en tus brazos y ora por ella y por su matrimonio ministerial. ¡Te alegrarás de haberlo hecho, y también lo hará tu rebaño!
Al final del capítulo tres, escribe:
Estimado pastor, descríbele a tu esposa algunas de las presiones actuales a las que estás sometido. Ella quiere ser la persona más divertida, cariñosa y solidaria de tu vida. Pero es posible que necesite un poco de entrenamiento. Utiliza palabras como: «Me siento apoyado cuando tú…» o «Me siento aceptado por ti cuando…» (37).
Estas cartas pretenden construir un puente de comunicación entre el esposo y la esposa. Estas cartas serán especialmente significativas para la mujer que, en su deseo de no agobiar a su marido, puede no haber compartido sus propias luchas con él. Estas cartas incitan al marido a hacer preguntas buenas y reflexivas a su esposa con el objetivo final de tener un matrimonio sano y próspero.
En palabras de Ortlund: «Lo que toda esposa de un ministro necesita es una amiga, no otra lista de cosas que hacer para mantener a todos contentos, sino otra mujer que le llame desde más adelante en el camino, diciéndole que esta vida de sacrificios vale la pena porque Jesús lo vale» (16). Hace un trabajo notable al exhortar con gran estímulo a aquellas que están en el camino de servir al Señor amando bien a sus esposos, familias y los rebaños confiados a sus esposos.
En la actualidad, cuando muchas iglesias han sido preparadas para tratar y pensar en la esposa de su pastor como la primera dama de la iglesia —siempre lista, aparentemente siempre arreglada— Jani Ortlund nos libera de tal pensamiento mundano y nos reorienta a nuestra identidad y llamado mucho más grandes en Cristo. Aunque entiende los desafíos únicos de estar casada con un pastor, nos llama a amar simple y fielmente a nuestros esposos e hijos.
La lectura de este libro me recordó que los sacrificios del ministerio son pequeños en comparación con el gran privilegio que es tener un asiento en primera fila para la obra que el Señor está haciendo en la vida de muchos de su pueblo. Recomiendo Help! I’m Married to My Pastor [¡Ayuda! Estoy casada con mi pastor], a todas las esposas de los pastores y a los maridos que las aman.
Traducido por Nazareth Bello
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