Ministerio

Utiliza la autoridad solo en el temor de Dios

Por Mark Dever

Mark Dever es el pastor principal de Capitol Hill Baptist Church en Washington, D. C., y el presidente de 9Marks. Puedes encontrarlo en Twitter como @MarkDever.
Artículo
21.12.2022

Me inquieta el recuerdo de Frederick Douglas de que los amos cristianos eran los peores. Escribió1:

«A pesar de que todos los dueños de esclavos son malos, rara vez encontramos uno que carezca de todos los elementos de carácter que inspiren respeto. Mi amo era uno de estos raros tipos. No conozco un solo acto noble que haya realizado. El principal rasgo de su carácter era la mezquindad; y si había algún otro elemento en su naturaleza, estaba sujeto a éste. Era mezquino; y, como la mayoría de los hombres mezquinos, carecía de la capacidad de controlar su mezquindad.

En agosto de 1832, mi amo asistió a una reunión de campamento metodista celebrada en Bay-Side, condado de Talbot, y allí experimentó la religión. Me permití una débil esperanza de que su conversión lo llevaría a emancipar a sus esclavos, y que, si no lo hacía, lo haría, en todo caso, más amable y humano. Me decepcionó en ambos aspectos. Ni le hizo ser humano con sus esclavos, ni emanciparlos. Si tuvo algún efecto en su carácter, lo hizo más cruel y odioso en todas sus formas; porque creo que fue un hombre mucho peor después de su conversión que antes.

Antes de su conversión, se apoyaba en su propia depravación para proteger y sostener su barbarie salvaje; pero después de su conversión, encontró la sanción religiosa y el apoyo para su crueldad esclavista. Hizo las mayores pretensiones de piedad. Su casa era la casa de la oración. Oraba mañana, tarde y noche. Muy pronto se distinguió entre sus hermanos, y pronto fue nombrado líder de la clase y exhortador. Su actividad en los avivamientos era grande, y demostró ser un instrumento en manos de la iglesia para convertir a muchas almas. Su casa era el hogar de los predicadores. Ellos solían tener gran placer en venir allí a hospedarse; pues mientras él nos hacía pasar hambre, los atiborraba a ellos».

¿Toda autoridad es abusiva? ¿Es toda autoridad —en virtud de que una persona tiene poder sobre otra—, por su propia naturaleza, abusiva? Hago estas preguntas en un día en que los relatos de tristes experiencias con pastores abusivos son demasiado comunes.

Ya hemos tratado antes problemas de autoridad en la iglesia. Ciertas situaciones son demasiado comunes: pastores abusivos, o pastores que encubren el abuso de otros, o preguntas acerca de qué tipo de autoridad puede ejercer apropiadamente el gobierno civil. Muchos se preguntan sobre la distinción entre autoridad y autoritarismo. Muchos están simplemente agotados por todo el tema.

¿Cuántas personas, solo en los últimos años, han llegado a comprender que la situación en la que se encuentran en la iglesia —o en la que estaban en su última iglesia— es abusiva? ¿Cuántas personas han escuchado los relatos de aquellos que tienen autoridad y que actúan de forma desinhibidamente egoísta? En un mundo caído, ¿la autoridad solo puede manejarse de forma abusiva y en interés propio, incluso en una iglesia?

Una de las mayores declaraciones de lo que es generalmente típico de la buena autoridad se encuentra en las últimas palabras públicas de David. Se puede ver la importancia de estas palabras por las capas de introducción que reciben. Lo que encontramos es que la autoridad humana pretende reflejar la autoridad de Dios. Y la buena autoridad es a la vez gloriosa en sí misma y fructífera en la vida de los demás:

«Estas son las palabras postreras de David.

Dijo David hijo de Isaí,

Dijo aquel varón que fue levantado en alto,

El ungido del Dios de Jacob,

El dulce cantor de Israel:

El Espíritu de Jehová ha hablado por mí,

Y su palabra ha estado en mi lengua.

El Dios de Israel ha dicho,

Me habló la Roca de Israel:

Habrá un justo que gobierne entre los hombres,

Que gobierne en el temor de Dios.

Será como la luz de la mañana,

Como el resplandor del sol en una mañana sin nubes,

Como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra» (2 Samuel 23:1–4).

 Al considerar la Palabra de Dios, oro para que Dios nos haga mejores esposos, mejores padres, mejores jefes, mejores entrenadores, pero especialmente, mejores pastores.

1. La autoridad debe usarse para el bien

Gobernar con justicia es gobernar con rectitud. La autoridad debe usarse de manera consistente con la voluntad de Dios. Eso fue cierto en la vida de David. David sabía, como dijo en el Salmo 62:11, que «Que de Dios es el poder» (Jn. 19:11, Mt. 28:18, Ro. 13:1-2). Los reyes de Israel, al igual que todos los que ejercen autoridad, saben que deben usar la autoridad para Dios.

El ejercicio humano de la autoridad está arraigado en la misma forma en que Dios nos hizo. Leemos en Génesis 1:26: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra». Y en el 1:28, el mandato se da a los portadores de la imagen de Dios: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra».

No solo los reyes reflejan la imagen y la semejanza de Dios, sino todos los seres humanos. Reflejamos la imagen de Dios en la forma en que somos capaces de relacionarnos personalmente con él y con los demás, y especialmente cuando tenemos la oportunidad de amar a los demás tratándolos como nosotros mismos deberíamos ser tratados. Nuestra actuación en el amor, para el mayor bien del otro, es un reflejo del propio carácter de Dios al hacernos y cuidarnos.

Como seres dependientes, la autoridad no es algo que podamos evitar, ni al estar bajo ella, ni al ejercerla. Dios ha incorporado esas relaciones de poder y dependencia en la forma en que nacemos y nos criamos. Ocurre en nuestras vidas físicamente, y también ocurre en nuestras vidas espiritualmente.

Desde la caída de nuestros primeros padres, ninguno de nosotros nace bueno. Todos nacemos con la necesidad de reconciliarnos con Dios, con la necesidad de escuchar de otra persona la noticia de Jesucristo, noticia que no nacemos conociendo. En ese sentido, bajo la soberanía de Dios, nuestras vidas espirituales dependen tanto de las acciones de otro como nuestras vidas físicas. No nos dimos a luz a nosotros mismos. No nos dimos a nosotros mismos el segundo nacimiento en Cristo.

La esperanza de la creación para la humanidad de que nuestro gobierno reflejara el gobierno de Dios se cumpliría perfectamente en el Mesías. ¿Recuerdas Isaías 9:6-7?

«Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado,

y el principado sobre su hombro;

y se llamará su nombre

Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. 

Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite,

sobre el trono de David y sobre su reino,

disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia

desde ahora y para siempre».

La verdad que Dios le dice a David, y a través de él, en 2 Samuel 23, sobre los reyes, también tiene sus aplicaciones para los que supervisamos las iglesias locales. En la medida en que tengamos autoridad, debemos usarla justa y correctamente. Oramos para que nuestra influencia sea utilizada para aumentar la justicia. Por eso, entre otras cosas, leemos en 1 Timoteo 3 que el obispo debe ser «sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas» (1 Ti. 3:2-3).

La autoridad debe usarse para el bien.

2. La buena autoridad está arraigada en el temor de Dios

En 2 Samuel 23, observa la frase que sigue a «El que con justicia gobierna sobre los hombres»: «que en el temor de Dios gobierna».

El rey debe hacer cumplir la justicia y la rectitud de Dios. Al que está en autoridad se le recuerda de quién es realmente la autoridad, de quién es el administrador, de quién es realmente el pueblo y a quién dará cuenta. David se hace eco aquí de la declaración de Samuel en su discurso de despedida en 1 Samuel 12:14: «Si temiereis a Jehová y le sirviereis, y oyereis su voz, y no fuereis rebeldes a la palabra de Jehová, y si tanto vosotros como el rey que reina sobre vosotros servís a Jehová vuestro Dios, haréis bien».

Sólo cuando estamos bajo la autoridad de Dios somos aptos para tener autoridad sobre otros.

En Éxodo 18:21, leemos que aquellos en quienes Moisés delegaría la autoridad eran aquellos «temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia». En otras palabras, que no tuvieran intereses propios. No deberían ser el tipo de personas que tomarían una posición de autoridad, para decidir disputas, con el fin de dictar a la gente un fallo favorable. Y observa lo que impide ese tipo de uso interesado de una posición de autoridad: el temor a Dios. Fíjate en la conexión entre temer a Dios y odiar la avaricia.

La responsabilidad que tenemos ante aquel que está por encima de nosotros nos impide abusar del que está por debajo.

Esto tiene mucho sentido debido a la naturaleza de nuestro trabajo. Moisés encargó a los jueces de Israel en Deuteronomio 1:16-17: «Oíd entre vuestros hermanos, y juzgad justamente entre el hombre y su hermano, y el extranjero. No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis; no tendréis temor de ninguno», y esta es la razón que Moisés les dio para esta imparcialidad, esta incapacidad de dejarse intimidar por nadie: «porque el juicio es de Dios».

Son sus reglas las que estás leyendo y aplicando. Es para su gloria. Y es en el temor de su evaluación infalible de nosotros, y de todo lo que hacemos, que estos jueces debían hacer su trabajo.

Es el mismo principio con los gobernantes que están en vista en las últimas palabras de David en 2 Samuel 23. Aprender a estar bien bajo la autoridad permitiría al rey estar bien en autoridad. En la Biblia, ni los reyes ni los jueces deben hacer el mal ellos mismos, y no deben permitir que otros hagan el mal, especialmente no hacer el mal a otros, porque todos los demás pertenecen fundamentalmente no a los jueces, no a los reyes, no a ti, pastor, sino al Señor. Y por eso el temor sincero al Señor es un ingrediente tan fundamental de la buena autoridad, dondequiera que se ejerza.

Pastor, todo lo que puedas hacer para aumentar tu correcto, preciso y verdadero temor de Dios te ayudará en el uso de la autoridad que tienes en tu iglesia local.

Saber a quién debemos rendir cuentas nos ayuda a hacer el mejor uso de aquello de lo que somos responsables. Así. tiene sentido que saber que tienes que devolver el libro a la biblioteca te ayude a ser cuidadoso con el libro. ¡No es tuyo! Le pertenece a otra persona. ¿Alguna vez tomaste prestado algo de tus padres cuando eras más joven, como su auto? Con suerte, el hecho de saber que tendrías que responder por cualquier daño que sufriera te hizo ser más cuidadoso. Recordar que no somos dueños de aquellos sobre los que tenemos autoridad nos ayuda a tratarlos con cuidado, como deberíamos.

Hermano y hermana, considera los graves problemas que se presentan cuando Dios ya no se presenta como temible. No es de extrañar que la justicia se desmorone. Porque la justicia se fundamenta en el temor de Dios, en una estimación exacta, en una reverencia y en una consideración de él y de su voluntad. Si pensamos con ligereza en Dios, y pensamos poco en la rendición de cuenta que le daremos, entonces podemos empezar a olvidar la seriedad de nuestro cargo como pastores, y podemos empezar a usar a las ovejas como si fueran nuestras, para nuestro beneficio.

Incluso nuestros seres redimidos y caídos pueden no pensar con perfecta rectitud sobre los demás, especialmente cuando una decisión tendría algún efecto sobre nosotros, o cuando preferimos un resultado y no otro.

La buena autoridad está arraigada en el temor de Dios.

3. La buena autoridad da buenos frutos

El rey David debía gobernar para el bien de sus gobernados. Lo mismo aplica para toda buena autoridad, lo que nos lleva a 2 Samuel 23:4. Observa los efectos de ese gobierno justo y temeroso de Dios:

«Será como la luz de la mañana,

Como el resplandor del sol en una mañana sin nubes,

Como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra».

Dos factores —la luz y la lluvia— se combinan para crear la fecundidad de la tierra. Así, la buena autoridad bendice a los que están debajo de ella. Y así es como David, al menos en gran medida, gobernó. El propio gobierno de David se describe anteriormente en 2 Samuel 8:15: «Y reinó David sobre todo Israel; y David administraba justicia y equidad a todo su pueblo».

Salomón claramente aprendió esto de su padre. En el Salmo 72, escribió una oración por el rey. Puede escuchar los ecos de las palabras de su padre:

«Oh Dios, da tus juicios al rey,

Y tu justicia al hijo del rey.

Él juzgará a tu pueblo con justicia,

Y a tus afligidos con juicio.

Los montes llevarán paz al pueblo,

Y los collados justicia.

Juzgará a los afligidos del pueblo,

Salvará a los hijos del menesteroso,

Y aplastará al opresor.

Te temerán mientras duren el sol

Y la luna, de generación en generación.

Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada;

Como el rocío que destila sobre la tierra.

Florecerá en sus días justicia,

Y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna».

Y luego, en el 72:16 hay una gran oración por nuestras ciudades. «Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; su fruto hará ruido como el Líbano, y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra».

Pastores, sabemos que la Palabra de Dios es especialmente fructífera. Recordemos Isaías 55:10-11:

«Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá,

sino que riega la tierra,

y la hace germinar y producir,

y da semilla al que siembra, y pan al que come,

así será mi palabra que sale de mi boca;

no volverá a mí vacía,

sino que hará lo que yo quiero,

y será prosperada en aquello para que la envié».

Una y otra vez, tenemos la luz y las lluvias, esas cosas que dan tan buenos frutos.

La edificación es la construcción de algo. Inicialmente la palabra viene de edificios. Pero como imagen, la utilizamos para ilustrar la congregación como un todo. Así, en 1 Corintios 14, Pablo quiere que todo lo que se haga en la asamblea sea para la edificación de la iglesia (1 Co. 14:26).

Esto puede significar o no que la congregación se vuelva más numerosa; pero significará que la congregación madure espiritualmente. Tal edificación es la regla general para todas nuestras interacciones con los cristianos individuales, también. Leemos en Romanos 15:2: «Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación». Trabajamos para obtener buenos frutos en la vida de nuestra congregación, pero sabemos que la semilla puede permanecer bajo la tierra hasta que nosotros lo estemos, y luego brotar.

Pastor, servimos para bendecir a las ovejas. Muchos de nosotros lo demostramos en nuestro amor y servicio a nuestras familias. Como escribió un autor: «Servir no disminuye nuestra autoridad o liderazgo. Por el contrario, los realza, especialmente el aspecto de liderar con el ejemplo. Quien lidera como Cristo lidera… está dispuesto a sacrificar su propia comodidad e incluso su propio bienestar por aquellos a quienes lidera»2.

Así que, volviendo a 2 Samuel 23: la buena autoridad hace brillar la luz, aumenta el conocimiento, y su lluvia da fruto. La buena autoridad bendice a los que están bajo ella. ¡Y eso lo sabemos todos! Por eso todos los niños quieren ir a la casa con los buenos padres; todos los estudiantes quieren estar en la clase con el buen profesor, y quieren jugar en el equipo con el buen entrenador; todos quieren trabajar en la empresa con el buen jefe. Podría seguir. La buena autoridad refleja el carácter de Dios y bendice a los que están bajo ella.

La buena autoridad da buenos frutos.

4. La autoridad se puede utilizar mal

Es lo contrario del tipo de autoridad que hemos estado considerando. La autoridad mal usada, la autoridad mal empleada es la que utiliza a los que están por debajo de ella para su propio bien, es decir, para el bien de los que la ejercen. Este es el tipo de autoridad que se condena regularmente en las Escrituras. En ningún lugar se ve esto con más claridad en la Escritura que en Ezequiel 34.

«Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza, y di a los pastores: Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no vendasteis la perniquebrada, no volvisteis al redil la descarriada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia. Y andan errantes por falta de pastor, y son presa de todas las fieras del campo, y se han dispersado. Anduvieron perdidas mis ovejas por todos los montes, y en todo collado alto; y en toda la faz de la tierra fueron esparcidas mis ovejas, y no hubo quien las buscase, ni quien preguntase por ellas.

Por tanto, pastores, oíd palabra de Jehová: Vivo yo, ha dicho Jehová el Señor, que por cuanto mi rebaño fue para ser robado, y mis ovejas fueron para ser presa de todas las fieras del campo, sin pastor; ni mis pastores buscaron mis ovejas, sino que los pastores se apacentaron a sí mismos, y no apacentaron mis ovejas; por tanto, oh pastores, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo estoy contra los pastores; y demandaré mis ovejas de su mano, y les haré dejar de apacentar las ovejas; ni los pastores se apacentarán más a sí mismos, pues yo libraré mis ovejas de sus bocas, y no les serán más por comida.

Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad. Y yo las sacaré de los pueblos, y las juntaré de las tierras; las traeré a su propia tierra, y las apacentaré en los montes de Israel, por las riberas, y en todos los lugares habitados del país. En buenos pastos las apacentaré, y en los altos montes de Israel estará su aprisco; allí dormirán en buen redil, y en pastos suculentos serán apacentadas sobre los montes de Israel. Yo apacentaré mis ovejas, y yo les daré aprisco, dice Jehová el Señor. Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada; vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil; mas a la engordada y a la fuerte destruiré; las apacentaré con justicia».

. . .

«Por tanto, así les dice Jehová el Señor: He aquí yo, yo juzgaré entre la oveja engordada y la oveja flaca, por cuanto empujasteis con el costado y con el hombro, y acorneasteis con vuestros cuernos a todas las débiles, hasta que las echasteis y las dispersasteis. Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña; y juzgaré entre oveja y oveja. Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor. Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado» (Ez. 34:1–16, 20–24).

Los pastores de Israel —los reyes y otros líderes— debían dirigir a Israel para el beneficio del pueblo, no para su propio beneficio. Así es siempre con el buen liderazgo: está destinado a producir buenos frutos, a bendecir a los que están bajo él, a protegerlos y a hacerlos fructificar.

Me pregunto si esto nos ayuda a entender un breve relato dado un poco más tarde en 2 Samuel 23. Después de estas palabras de David, se hace un recuento de sus 30 hombres poderosos. Y en la lista de los hombres poderosos de David, ahí mismo, en 2 Samuel 23:15-17, hay una historia que a mucha gente le ha parecido curiosa.

«Y David dijo con vehemencia: ¡Quién me diera a beber del agua del pozo de Belén que está junto a la puerta! Entonces los tres valientes irrumpieron por el campamento de los filisteos, y sacaron agua del pozo de Belén que estaba junto a la puerta; y tomaron, y la trajeron a David; mas él no la quiso beber, sino que la derramó para Jehová, diciendo: Lejos sea de mí, oh Jehová, que yo haga esto. ¿He de beber yo la sangre de los varones que fueron con peligro de su vida? Y no quiso beberla. Los tres valientes hicieron esto».

Hermano pastor, incluso cuando los hombres de David querían usarse a sí mismos —ponerse en riesgo por David— David sabía que eso era lo contrario de lo que Dios le había llamado a hacer como su rey en autoridad sobre ellos, para su bien. David no sería como los posteriores pastores de Israel que Dios condena en Ezequiel 34, que se habían alimentado a sí mismos en lugar de a sus ovejas.

Este tipo de autoridad abusiva es en realidad lo que la serpiente insinuó sobre Dios en el Huerto de Edén, cuando le dijo a Eva: «¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» (Gn. 3:2). Nótese el fingido respeto a la Palabra de Dios, la muestra de religión, la falsa apariencia de temor al Señor, cuando su misma pregunta distorsionaba la Palabra de Dios y tentaba a la mujer a sospechar de la bondad de Dios. ¿Podría Dios realmente amarnos si nos dice que «no»?

Ese es, en muchos sentidos, el núcleo de la autoridad abusiva. Miente sobre Dios. Y utiliza a los que están por debajo de ella. Grava y tensa la confianza de la gente en Dios, en lugar de alentarla y edificarla. Por otro lado, la autoridad bien utilizada refleja el carácter de Dios y bendice a los que están bajo ella.

Por eso, justificar bíblicamente la esclavitud racial aquí en Estados Unidos fue un pecado tan particularmente atroz contra otras criaturas hechas a imagen de Dios y, por tanto, en última instancia, contra Dios mismo. Es por eso por lo que otras situaciones, en las que los papeles bíblicos de autoridad en la familia —esposo, padre— o en el gobierno se emplean de manera antibíblica y abusiva, pueden ser tan profundamente destructivas. Nos lamentamos por las hermanas en Cristo no protegidas sino abusadas por quienes están en las iglesias.

Por otra parte, la buena autoridad se reconoce por la forma en que se gasta por los que están a su cargo. Ser pastor o anciano es apuntarse a llevar las cargas de los demás. ¿Cuán agradecidos deberíamos estar por los buenos ancianos y pastores que conocemos, que nos han servido a nosotros y a otros que amamos, a menudo a costa de ellos mismos?

Hermano pastor, ¿cómo te sientes tentado a utilizar las ovejas confiadas a tu cuidado para tu propio beneficio?

Volvamos a 2 Samuel 23, y a la historia de tres de sus principales hombres que arriesgan sus vidas para conseguirle una bebida particular. David puede rechazar con razón el servicio ofrecido por sus hombres a un precio demasiado caro, ¿pero no hay una prefiguración del servicio que otro realizaría, en el que, en lugar de verterse agua preciosa, se vertió sangre preciosa, no del pozo físico de Belén, sino del mejor pozo de Belén, la verdadera fuente de agua viva? El Hijo del Hombre derramó su propia sangre, proporcionando lo que ningún pecador podría hacer por sí mismo. ¿No es esto lo que Jesús dijo a sus seguidores que había venido a hacer?

«Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mr. 10:42-45).

Esto también suena como el último ejemplo del Buen Rey del que habló David en sus últimas palabras.

Mantener el evangelio en el centro es crucial para ejercer bien la autoridad en nuestras iglesias. Nos ayuda a unirnos y dividirnos en los lugares correctos, sobre los temas correctos. La mala autoridad divide innecesariamente a las iglesias y a los cristianos. La buena autoridad nos ayuda a unirnos en torno al evangelio y a los temas en los que debemos estar de acuerdo para tener una iglesia local unida.

Debemos tener cuidado con la autoridad mal utilizada.

5. ¿Cómo podemos, como pastores, ejercer bien la autoridad?

Orando.

Oremos para que Dios levante ancianos y pastores. Si Efesios 4:11 nos dice que los pastores y los maestros son regalos que Cristo da a su iglesia, entonces hacemos bien en seguir las instrucciones de Jesús en Mateo 9:38 y orar fervientemente al Señor de la mies para que envíe obreros a su mies. Y orar por aquellos que están en posiciones de autoridad pastoral, ¡incluido tú, hermano pastor! Cada vez que ores, recuérdate a ti mismo que dependes totalmente del Señor y que estás bajo su autoridad. Y cada vez que oras en público estás reconociendo eso y enseñando a otros tu posición subordinada.

En la práctica, entiende cómo se tiene y se ejerce la autoridad en tu congregación.

Enseña a la congregación acerca de la autoridad que [ellos] tienen, según Mateo 18, 1 Corintios 2:6, Gálatas 1:8-9 y 2 Timoteo 4:3. Enseña a los ancianos acerca de la responsabilidad que los ancianos tienen colectivamente para dirigir la congregación juntos. Algunos de nosotros tenemos una responsabilidad única como pastor principal.

Si eres el único pastor o el pastor principal, mira la constitución o los estatutos de tu iglesia para ver lo que es exclusivo acerca de tu papel y responsabilidades, y asegúrate de que los otros ancianos y los miembros de la iglesia lo entiendan. Y luego, hermano, ten cuidado de cómo usas incluso esa autoridad concedida y acordada.

Qué hacer y qué no hacer

  • Sé un ejemplo para ellos de autoridad familiar amorosa, como Pablo dijo que era con los tesalonicenses: gentil como una madre, exhortándolos como un padre (1 Ts. 2:7-12).
  • Sé transparente (cf. 2 Co. 1:12): ten una comunicación abierta, por ejemplo, sobre los posibles cambios del personal que se avecinan. Permite que puedan orar y ayudar a influir en las decisiones de los pastores para ir a otro lugar en el ministerio. Esto ayuda a que la congregación aprenda a confiar en ti y a saber que su pastor está pensando en la iglesia y en su bienestar.
  • Debes estar dispuesto a ser incomprendido, tergiversado y desagradable. Podemos ser calumniados por ser abusivos, incluso cuando nos esforzamos por evitarlo. «Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?» (Mt. 10:25). No importa mucho lo que la gente piense de ti, ¿verdad? La humildad sincera es un superpoder espiritual, ¡y lleva a más!
  • Cultiva el respeto de la iglesia por otros líderes de la congregación. Así como las redes sociales crean envidia, la cultura de nuestra iglesia debería fomentar el contentamiento en Cristo. Y eso difunde una humildad que anima a otros a ser elevados. La humildad ayuda al liderazgo, ¿no es así? La humildad ante Dios, los compañeros líderes, los que están bajo su mando, y para delegar en otros. Sé un ejemplo de tratar bien a los demás. Es más, cultiva su respeto por el pastor de la próxima iglesia a la que puedan ir después de la tuya, ¡donde, de hecho, pueden prosperar aún más espiritualmente! ¿No querrías ese bien para todas las ovejas de Cristo? No somos el único subpastor de Cristo.
  • Crea muchas oportunidades de enseñanza para los demás más allá de los sermones que predicas el domingo por la mañana.
  • No exijas el voto unánime de los ancianos; debes estar dispuesto a perder votaciones en el pastorado. Anima discretamente a los demás cuando voten de manera diferente, especialmente a otros ancianos del personal. La verdadera unidad puede darse sin unanimidad cuando los ancianos discrepan respetuosamente con amor y cuando estamos dispuestos a someternos unos a otros, confiando en que la autoridad suprema es el Señor.
  • No postules a hombres como ancianos. Deja que otros lo hagan. Asegúrate de que el pastorado no acabe siendo simplemente un subconjunto de tu círculo de amigos.
  • Busca los frutos del Espíritu, no solo los dones del Espíritu. El carácter está por encima del intelecto, la habilidad o la apariencia, siempre.

En todo esto, verás que, como el principal maestro de la congregación, quieres asegurarte de que las líneas de responsabilidad en la iglesia están claras. Te das cuenta de que la salud de la iglesia en su conjunto es importante, lo que casi siempre significa que la unidad de la iglesia es primordial. Y comprendes la gran importancia de que se levanten más líderes/ancianos.

Un punto clave a notar aquí. No escuches esto como si dijera que el tema de la buena autoridad no tiene nada que ver con las mujeres en la iglesia simplemente porque los hombres son pastores. La mayoría de los miembros de tu iglesia son mujeres. La mayoría de las ovejas por las que murió Cristo y que están en tu iglesia son mujeres. La mayoría de los que te han llamado para pastorearlas son mujeres. Así que tú y tu iglesia tienen un gran interés en ver a más mujeres levantadas en su piedad, orando, dando, asistiendo, apoyando, instruyéndose unas a otras, hambrientas de las Escrituras, discipulando, mostrando hospitalidad, ¡esta es la mayoría de tu congregación! Así como quieres ver a los hombres en tu congregación evangelizando y discipulando a hombres, quieres ver a las mujeres en tu congregación evangelizando y discipulando a mujeres. La autoridad bien ejercida trabaja para la edificación de todo el cuerpo.

Edifica a otros

Date cuenta de tu propio papel aquí, pastor. Hace un par de domingos en CHBC, instalamos a Matt Schmucker como anciano (¡de nuevo!). Y parte de lo que hacemos es que todos los ancianos que actualmente están en servicio pasen al frente para estar visiblemente de pie con el nuevo anciano que está siendo instalado, mientras toma sus votos y mientras oramos por él. Así que probablemente 25 hombres pasaron al frente y se pusieron de pie juntos.

El mero hecho de verlo fue un testimonio alentador para la congregación de la rica provisión de Dios para nosotros. Reflexionando sobre algunas de sus marcadas bondades para con nosotros durante el último par de décadas, diría que el gran número de ancianos que hemos visto surgir en nuestra congregación es una de las principales evidencias de la provisión de Dios para nosotros, y uno de los principales medios de bendecir a nuestra iglesia, y a otros a través de nosotros.

La multiplicación de pastores es la forma en que la Gran Comisión siempre se ha cumplido. Y puedes ver que las misiones, la plantación de iglesias, el evangelismo y la edificación están estrechamente relacionados con la multiplicación de los ancianos.

Pablo dijo en 2 Corintios 4:15: «Para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios». ¡La gloria de Dios aumenta a medida que más y más personas lo glorifican! ¡Nosotros formamos parte de que eso ocurra!

Estas son simplemente algunas reflexiones para los pastores sobre el buen ejercicio de nuestra autoridad.

Aquí tienes un breve resumen, hermano pastor, en cinco puntos.

1. Utiliza la autoridad que se te ha dado.

2. Utiliza tu autoridad en el temor de Dios.

3. Utiliza tu autoridad en humildad para con otros ancianos y miembros.

4. Utiliza tu autoridad para el bien de los que pastoreas.

5. Utiliza tu autoridad para la gloria de Dios.

 

Traducido por Nazareth Bello


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Nota del editor: Esto ha sido adaptado del sermón de Mark Dever de 2022 en T4G

[1]. Frederick Douglas, Narrative of the Life of Frederick Douglas (Narrativa de la vida de Frederick Douglas), pág. 67-68 [LofA edition, pág. 51-53]. (Anti-Slavery Office, 1845).

[2]. Stuart Scott, The Exemplary Husband (El esposo ejemplar)pág. 129. (Focus Publishing, 2000).