Liderazgo

Una visión eclesiológica de «El ascenso y la caída de Mars Hill»

Por Jonathan Leeman

Jonathan (@JonathanLeeman) edita la serie de libros 9Marks, así como el 9Marks Journal. También es autor de varios libros sobre la iglesia. Desde su llamado al ministerio, Jonathan ha obtenido un máster en divinidad por el Southern Seminary y un doctorado en eclesiología por la Universidad de Gales. Vive con su esposa y sus cuatro hijas en Cheverly, Maryland, donde es anciano de la Iglesia Bautista de Cheverly.
Artículo
21.07.2022

Ahora que todo el mundo ha dejado de hablar de la serie de podcasts de Mike Cosper sobre el ascenso y la caída de Mark Driscoll y de Mars Hill Church, publicada por Christianity Today, pensé que ya era hora de intervenir. Deja en manos de 9Marks una entrega Pony Express de opiniones.

El podcast de Cosper me recuerda a Tal como el Jazz. Al igual que el icónico libro de Don Miller del año 2003, está bien elaborado y es genial. Además, ambos productos atraparon los vientos culturales en el momento justo, acelerando su popularidad. Un velero puede estar bien hecho, pero necesita viento. Y Cosper y Miller encontraron unas condiciones meteorológicas fortuitas.

Tal como el Jazz captó el vendaval posmoderno, anticonsumista y antieclesiástico que los jovencitos de la Generación X que crecieron en los grupos juveniles de los años ochenta y noventa sintieron en el cambio de milenio. Plasmó sus sentimientos y expresó sus recelos mejor que nadie. Cosper ha captado las recientes ráfagas de la creciente angustia existencial sobre el complementarismo y el calvinismo, el abuso y la autoridad, producida por todo, desde el movimiento #MeToo hasta la exasperación Anti-Trump. El mensaje y el estilo de liderazgo de Driscoll, después de todo, son el ideal platónico de lo que el clima actual no puede soportar. A nadie más se le ocurrió hacer esto en forma de podcast dramatizado, pero ahora que Cosper lo ha hecho, da la sensación de que era inevitable, como con el poeta de Emerson, cuyo ingenio consistía en sostener un espejo ante el mundo que lo rodeaba.

CUATRO LECCIONES

No busco presentar un análisis de la serie lo que me gustó, lo que no me gustó, sino ofrecer cuatro lecciones que creo que son un poco más intemporales, y lecciones que apuntan a las peores inevitabilidades de la mala eclesiología.

1. Nos dejamos seducir con demasiada facilidad por los números y los dones

Con una historia acerca del ascenso y la caída de algo, todo el mundo quiere saber quiénes son los buenos y los malos. Hay un tipo malo que quiero sacar a la luz más claramente, porque sospecho que muchos oyentes lo han pasado por alto: el pragmatismo.

El pragmatismo es una orientación enfocada en los resultados, especialmente en los resultados que se pueden medir, como el dinero en el alfolí o los cuerpos en las bancas de la iglesia. En pos de esos objetivos numéricos, echa por la borda casi todo lo que dice la Biblia acerca de ser iglesia. Poco a poco, las iglesias valoran a los líderes más por sus dones que por su fidelidad, por su carisma más que por su carácter.

Los miembros también cambian. Empezamos a actuar más como un público que como un cuerpo. Más como consumidores que como una familia. Lo que deseamos para nuestra iglesia cambia. Nuestras expectativas se transforman. Y nuestros compromisos con los demás se debilitan.

Lo irónico es que Driscoll se levantó en el mundo de los «jóvenes, incansables y reformados», un mundo que supuestamente se rige por la teología y sabe que hay que escupir cuando se dice «pragmatismo». El propio Driscoll calificó el consumismo de la iglesia como «un pecado» (Vintage Church Iglesia vintage, p. 252). Pero un líder joven y dinámico que atrae a grandes multitudes y llega a nuevos grupos nos hace perder la cabeza. Expone cuánto pragmatismo queda en nosotros, ya que el pragmatismo, al fin de cuentas, significa vivir por vista y no por fe. La vista dice: «¡Mira esos números de las encuestas! Dile a todo el mundo que es un movimiento de Dios». La fe dice: «¿Pero es sabio? ¿Está edificando con materiales que resistirán la prueba del tiempo?».

Cosper acertó al principio de la serie al animar a los oyentes a examinarse a sí mismos, como Pablo, que responsabilizó a las iglesias por elegir a predicadores con comezón de oír (2 Ti. 4:3). No pretendo culpar a personas u organizaciones concretas. Ni siquiera estoy diciendo que debamos despreciar por completo los dones o el poder de la atracción. Lo que digo es que todos deberíamos dar prioridad a la búsqueda de líderes:

  • que sean fieles a la Biblia,
  • que tengan un carácter ejemplar,
  • y cuyos patrones generales de vida y discurso te hagan pensar: «Eso parece sabio. Parece íntegro».

¿Qué valoras en tus líderes? ¿Qué buscas en tu próximo pastor? ¿Estás dando prioridad a las cosas correctas?

2. El carácter era el problema, no el complementarismo

La serie del podcast dio mucho tiempo de difusión a la versión del complementarismo de Driscoll. Cosper no dijo —y no creo que Cosper lo crea personalmente que el complementarismo conduce al abuso. Sin embargo, esa fue la conclusión para algunos, o al menos la pregunta persistente.

Si pidiéramos al apóstol Pablo que escuchara la serie, no creo que nos invitara a debatir el significado de 1 Timoteo 2:12. Creo que pasaría la página, pondría el dedo en el capítulo 3 y diría: «¿Alguien ha leído esto?». Pablo escribe más acerca del carácter de un anciano que de la descripción de su trabajo, en parte porque el buen carácter es crucial para la descripción del trabajo.

Sin embargo, tampoco quiero dejar que los partidarios del complementarismo nos libremos del problema. No podemos elogiar la bondad de la autoridad sin mencionar que los que están bajo ella se encuentran en una posición más vulnerable (al menos en la tierra; las vulnerabilidades cambian ante el tribunal de Dios en el cielo). Una figura de autoridad con buen carácter trae vida, crecimiento, fuerza, alegría y vitalidad. Pero una figura de autoridad con mal carácter abusa, rompe, aplasta, destruye, explota, despluma. El mal carácter convierte cualquier don de autoridad (paternal, gubernamental, pastoral, etc.) en algo pútrido y perverso. Convertirá el cargo en algo para lo que Dios nunca lo diseñó.

Es decir, creo que Pablo escucharía la historia de Cosper acerca de Mars Hill, señalaría también 1 Timoteo 2:12 y comentaría: «No, no es eso lo que quise decir en esos versículos». Luego pasaría a explicar por qué la autoridad de un hombre en el hogar y en la iglesia debería ser una fuente de alegría y florecimiento para las mujeres y los hombres. Basándose en Jesús, explicaría que las personas de buen carácter utilizan su autoridad para colocarse en la posición de mayor vulnerabilidad. Se exponen al mayor dolor (cf. Mr. 10:45).

3. Nadie se preocupa por la política de la iglesia hasta que las cosas se van a pique

Sin embargo, la historia de Mars Hill no solo presenta problemas de pragmatismo y carácter. También presenta problemas estructurales. Cuando una organización está creciendo y es próspera, nadie se preocupa mucho por sus estructuras de gobierno o su política. «Si no está roto, ¿para qué arreglarlo?». La gente solo se preocupa cuando las cosas se desmoronan. Entonces claman: «¿Quién tiene el poder para disciplinar aquí? ¿Y quién debe pedir cuentas a quién?».

La disciplina y la rendición de cuentas son las primeras cosas que la gente cuestiona cuando los líderes fracasan. ¿Por qué Driscoll no rindió cuentas? ¿Por qué no lo hicieron los ancianos? ¿Por qué no lo hizo una junta externa? Y así sucesivamente.

Al igual que con las naciones y sus gobiernos, la pieza más crucial de la política de la iglesia es quién posee el poder de la rendición de cuentas y la disciplina. La «máxima» autoridad es la que puede despedir, expulsar o ejecutar. En la medida en que el gobierno puede ejecutarte, puede hacer cualquier otra cosa, como subirte los impuestos. Asimismo, la capacidad de actuación de la autoridad se refleja en la disciplina de la iglesia.

¿Quién tiene el poder para disciplinar en una iglesia independiente y gobernada por ancianos como Mars Hill? Los ancianos. Ellos son la máxima autoridad. De hecho, son la única autoridad.

No es así en las iglesias de estructura congregacional, presbiteriana o episcopaliana (las minúsculas se refieren a los sistemas de gobierno, no a las denominaciones). Los congregacionalistas hacen que la autoridad para excomulgar baje de los ancianos a toda la congregación. Los presbiterianos y episcopales la elevan al presbiterio, la asamblea general o el obispo.

Por mi parte, no solo creo que el empuje hacia abajo a la congregación es más bíblico, sino que, si la historia de los gobiernos tiene algo que enseñarnos, empujar el poder hacia abajo siempre es más provechoso para mantenerlo bajo control. Véase los Papeles Federalistas. Además, al elevar la rendición de cuentas a los obispos o presbiterios, se está empujando hacia afuera a las personas de otras iglesias, aquellos con mucho menos conocimiento de primera mano de una iglesia que sus propios miembros.

Sin embargo, no importa mi disputa con los presbiterianos y episcopalianos —amigos de buen corazón—, por ahora. En general, estamos de acuerdo en que las iglesias independientes, gobernadas por los ancianos, concentran toda la autoridad en la propia sesión de la iglesia de una manera que es antibíblica e insegura, y más aún cuando un anciano concentra la mayor parte de esa autoridad en sí mismo.

Pero ahora pregúntate: ¿qué forma de política eclesiástica aman más los pragmáticos? Adivinaste: el pastor independiente o el gobierno de los ancianos. Esta estructura es fácil y eficaz. Se pueden tomar decisiones rápidamente. Y no tienes que molestarte con organismos externos o incluso con tu propia congregación. Si tu iglesia te pregunta, puede señalarles el llamado de Hebreos 13:17 a someterse a los pastores. Además, diles que estás dando prioridad a la misión, no a la burocracia. Da lo mismo que esas estructuras de autoridad puedan de hecho preparar a las personas para la misión.

Adoptar una estructura eclesiástica congregacionalista, presbiteriana o episcopaliana, por otro lado, requiere un conjunto bastante desarrollado de convicciones eclesiológicas, y la mayoría de la gente no las tiene hoy día. Sus inconvenientes requieren un nivel extra de convicción bíblica (para los congregacionalistas y presbiterianos) o al menos histórica (para los episcopales). Sin embargo, el evangelismo y sus seminarios no han transmitido tales convicciones actualmente. Y no lo han hecho al menos desde los días de los mítines de Billy Graham, si no es que los avivamientos se remontan hasta George Whitefield. A quién le importan las diferencias de política mientras la gente se salve, ¿verdad? La política no es esencial para la salvación. Por tanto, no puede ser importante.

No es de extrañar que la estructura de la iglesia gobernada por un pastor independiente o por un anciano haya llegado a caracterizar el paisaje evangélico durante los últimos setenta años, desde la Catedral de Cristal, pasando por Willow Creek, Saddleback, las iglesias bíblicas independientes en las que crecí, Mars Hill, la mayoría de las iglesias modernas, y tantas iglesias fundamentalistas que trabajan desesperadamente para ser bíblicas. Incluso las megaiglesias de la Convención Bautista del Sur que afirman ser congregacionales lo son de una manera que no se puede evitar.

No hemos considerado la posibilidad de que, como observa a menudo Mark Dever, exista un carril intermedio entre lo «esencial para la salvación» y lo «mayormente intrascendente». Sin embargo, la triste historia de Mars Hill Church, que aplastó la fe de tantos, demuestra por qué es importante un carril intermedio. La política no es esencial para la salvación, pero es esencial para ayudar a los salvados a caminar juntos con amor y en paz. Es esencial para transmitir el evangelio a la siguiente generación. Es esencial, finalmente, para la obediencia bíblica. Las estructuras autofabricadas de Driscoll le fallaron a su congregación y a la ciudad de Seattle en los tres aspectos.

4. Los ancianos no tienen autoridad para disciplinar, sino para enseñar

Si la autoridad final de la disciplina no pertenece a los ancianos, ¿qué autoridad tienen los ancianos? Si Driscoll abusó de la suya, ¿cuál es la correcta? Es difícil entender el mal a menos que lo coloques al lado del bien.

La autoridad pastoral o de los ancianos es la autoridad para enseñar, para dar ejemplo de piedad, para supervisar la dirección de la iglesia, y para guiar a la congregación a usar su autoridad, como yo enseñando a mi hija a conducir. Sin embargo, aquí está la parte crucial, y voy a sonar más decididamente congregacional ahora: los ancianos, al igual que los esposos, carecen del poder de la disciplina. (Y estoy usando la palabra «disciplina» aquí de forma restringida, no como reprimenda o advertencia, sino como el acto final de la excomunión).

La Biblia da a los padres, a los gobiernos y a las congregaciones el poder para disciplinar en la medida en que da a los tres un mecanismo de aplicación para asegurar que sus decisiones sean obedecidas. Da a los padres «la vara», a los gobiernos «la espada» y a las congregaciones «las llaves» para la excomunión. Pero escudriña las páginas de la Escritura.

¿Puedes pensar en algún pasaje que otorgue a los esposos tal mecanismo de imposición? Es mejor que digas que no. Y en cuanto a los ancianos, ¿en qué pasaje se vincula su gobierno a la excomunión de forma tan explícita y decisiva como el de la congregación (cf. Mt. 18:17; 1 Co. 5:2,4-5; 2 Co. 2:6; . 1:9)? No se me ocurre ninguno.

¿Qué ocurre aquí? Los filósofos distinguen entre la autoridad de mando (que posee un mecanismo de aplicación) y la autoridad de consejo (que no lo posee). Los padres, los gobiernos y las iglesias poseen la primera. Los esposos y los pastores, la segunda. La autoridad de consejo es la verdadera autoridad porque Dios pone una carga moral sobre las esposas y los miembros de la iglesia para que se sometan, y hay un mecanismo escatológico de aplicación: la capacidad. Pero está en manos de Dios, no en las nuestras. Los esposos y los pastores son como los gerentes intermedios que están a cargo de su departamento, pero no pueden despedir a nadie. Están obligados a usar tácticas más ganadoras si quieren que los miembros de su departamento los sigan.

En otras palabras, el hecho de que los esposos y los ancianos no posean ningún mecanismo de aplicación cambia la naturaleza de cómo debe ejercerse su autoridad [1]. Obliga al hombre a ser paciente, sufrido, tierno y coherente. Le obliga a convivir con su esposa y su iglesia de forma comprensiva. Le obliga a cortejar y a ser atractivo. Debe trabajar para crecer a largo plazo, no para forzar resultados y decisiones a corto plazo, razón por la que Pablo le dice a Timoteo que enseñe «con toda paciencia». ¿De qué sirve una decisión forzada o un amor forzado por parte de una esposa o de un miembro del nuevo pacto? El esposo y el anciano quieren las flores de las decisiones amorosas que crecen naturalmente de corazones amorosos.

Dicho de otra forma, la autoridad de consejo requiere que los maridos y los ancianos honren a aquellos a los que dirigen como posicionalmente iguales. Mientras que un oficial de policía o el padre de un niño pequeño a veces anulan el albedrío de los que dirigen con fines de protección e instrucción, respectivamente, un esposo o un anciano nunca pueden hacer eso. Siempre deben apelar al albedrío de la persona. Poseen una variedad de autoridad particularmente adecuada para la asociación y la colegialidad. Su liderazgo requiere la colaboración, la participación y el consentimiento de aquellos a quienes dirigen.

Mi opinión es que muchos esposos y ancianos de Mars Hill Church sí lideraron de esta manera, porque leían sus Biblias y Dios tiene la gracia de enseñar a su pueblo a pesar de un mal liderazgo. Sin embargo, demasiadas historias en la narración de Cosper acerca de Driscoll presentaban algo diferente: liderar, por así decirlo, dando un puñetazo en la mesa; liderar con miedo y formas de coerción; liderar denigrando a las personas y no capacitándolas.

Cuando un anciano o pastor cree que su autoridad es única, y no se da cuenta de que Dios ha establecido diferentes tipos de autoridad, comienza a ejercer su autoridad de forma coercitiva. Se caracteriza por exigir, no por invitar. Combina eso con problemas de carácter subyacentes, y tienes una receta para el desastre.

¿POR QUÉ LA CAÍDA DE MARS HILL NO FUE SORPRENDENTE?

Permíteme resumir el punto de vista eclesiológico sobre el ascenso y la caída de Mars Hill de una manera que puede sonar un poco arrogante, pero espero que no lo sea: el ascenso y la caída de Mars Hill no fueron sorprendentes. Hay una razón por la que, durante más de dos décadas, 9Marks ha estado insistiendo en que las iglesias busquen en la Biblia su eclesiología y política, como hicieron los protestantes durante siglos, al menos hasta la generación de nuestros bisabuelos. ¿Y te has dado cuenta de que muchos de los escándalos eclesiásticos actuales han ocurrido en iglesias independientes y gobernadas por ancianos?

Una buena eclesiología no es solo una empresa académica para los que quieren poner los puntos sobre las íes en materia de teología y política. La eclesiología es el resultado social del evangelio. La política es la forma que el evangelio da a nuestras relaciones con los demás. Da forma a tu comprensión de quién eres y cómo te relacionas con todos los que se llaman cristianos. Capacita y constriñe. Capacita y disciplina. Nos empuja por el camino de la rectitud evangélica, al tiempo que nos pone barandillas a los lados.

El problema es que demasiados evangélicos han decidido que la Biblia no aborda cómo edificar, crecer, liderar y vivir como iglesias locales. Esa es una de las razones por las que nos hemos convertido en pragmáticos. En efecto, suplantamos la sabiduría de Dios con la nuestra. Es entonces cuando las cosas comienzan a desmoronarse. La rendición de cuentas se rompe, al igual que la disciplina. La autoridad y el liderazgo asumen formas y tamaños impíos. Los hombres exigen lo que no deben. Las mujeres responden de la misma manera. Redefinimos el pecado y hacemos nuestros tratados de paz con él. El amor se convierte en lo que la cultura nos dice, no en lo que Jesús dice que es. Podría seguir y seguir.

Dije al principio de este artículo que las velas de la serie de Cosper atraparon los vientos de una creciente angustia existencial acerca del complementarismo y el calvinismo, el abuso y la autoridad. Después de todo, muchos pastores famosos han caído. Hay tantas denuncias de abuso y encubrimiento. #MeToo se ha convertido en #ChurchToo. La política y las protestas han dividido a las iglesias. Amigos cristianos, sacudidos por todas estas divisiones políticas y escándalos morales, han «deconstruido» su fe. No creo que todas las acusaciones de escándalo impulsadas por los medios sociales hayan sido correctas o justas, en absoluto.

Las acusaciones falsas acompañarán a las verdaderas, y siempre lo han hecho. Aun así, mi respuesta por parte de 9Marks para todos los fuegos artificiales de Twitter y Facebook a lo largo de una década de agitación política, moral y de deconstrucción, de la que la serie de podcasts de Cosper proporciona solo una ilustración, es: ¿qué más esperaban?

Hemos cosechado lo que hemos sembrado. Una casa llena de hijos indisciplinados terminará en desastre. Los cristianos progresistas argumentan que todos los fracasos y abusos deberían hacernos replantear nuestras doctrinas, desde nuestras opiniones sobre los hombres y las mujeres hasta nuestros puntos de vista acerca de la expiación. Los cristianos conservadores, en respuesta, se ponen comprensiblemente a la defensiva, pero no ofrecen otra explicación porque el pragmatismo también nos ciega. Y mi punto no es que la mala política y el pragmatismo sean la fuente de todos nuestros males. Sin embargo, a riesgo de sonar repetitivo, aquí está 9Marks, una vez más, agitando la bandera de la eclesiología, suplicando a las iglesias: ¿han considerado su política? ¿Su eclesiología? ¿Y, dentro de ella, el carácter de sus líderes y miembros?

Por un lado, las iglesias y los líderes bíblicamente fieles tropezarán y se desviarán. Admitámoslo. Justo la semana pasada supe de otro pastor de una iglesia bíblicamente fiel que tropezó. Señor, preserva a cada uno de nosotros. Por otro lado, lo hacemos peor para nosotros mismos cuando edificamos nuestras iglesias sobre la base de la sabiduría humana.

Una buena eclesiología y un complementarismo más bíblico ofrecen la mejor corrección a lo que sucedió en Mars Hill, y a lo que está sucediendo en tantas iglesias evangélicas.

Las iglesias y los líderes deberían preocuparse menos por los números y más por la fidelidad bíblica, sabiendo que la fidelidad produce mayores números con el tiempo. Deben cultivar líderes de buen carácter y congregaciones que vivan y amen como familias.

El congregacionalismo requiere que los ancianos capaciten y equipen a sus miembros hacia la madurez, modelando vidas como las de Cristo, para que esas congregaciones no manejen las llaves tontamente. Ancianos fieles, iglesia fiel. Ancianos infieles, iglesia infiel. El gobierno de la congregación también debe moderar y está diseñado para controlar el liderazgo autoritario de los ancianos. Y la autoridad de los ancianos, cuando se entiende correctamente, es una imagen acogedora, atractiva, paciente y hermosa de alguien que está a la puerta y llama, lleva el yugo más pesado, e incluso da su vida por las ovejas.

Traducido por Nazareth Bello

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[1]. Este párrafo y el siguiente fueron tomados de mi próximo libro, Authority: How Good Leadership Protects the Vulnerable, Makes Society Flourish, and Saves the World (Autoridad: Cómo el buen liderazgo protege a los vulnerables, hace florecer la sociedad y salva el mundo) (Crossway, 2023).

Crédito de la imagen: Christianity Today.

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