Clases esenciales: Teología Sistemática

Teología Sistemática – Clase 11: La persona de Cristo – Parte 2

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
31.08.2018

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Clase esencial
Teología Sistemática
Clase 11: La persona de Cristo – Parte 2


Cristología Bíblica: La persona de Cristo – Parte 2

«Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad» – Juan 1:14.

  1. Introducción y repaso

(Juan 1, Colosenses 1, Filipenses 2, Hebreos 1)

La semana pasada comenzamos a estudiar la persona de Cristo, y nos enfocamos en la deidad de Cristo, la verdad de que el Hijo de Dios es completamente Dios, coigual, coeterno, con Dios el Padre y Dios el Espíritu, mirando pasajes como Juan 1, Colosenses 1, Filipenses 2, Hebreos 1. Esta mañana dirigimos nuestra atención a la humanidad de Cristo. Este que es completamente Dios, hace 2000 años, tomó forma de carne y habitó entre nosotros. Cuando hablamos de la persona de Cristo, siempre queremos tener en cuenta que Jesucristo es a la vez completamente Dios y totalmente Hombre en una sola persona. La Escritura enseña que: «Jesucristo fue completamente Dios y completamente hombre en una persona, y así será para siempre».

Ilustración: Spurgeon: ¡Maravíllate con este misterio! ¡El Infinito se convirtió en un bebé!

  1. La humanidad de Cristo en las Escrituras 
  • Vemos la humanidad de Cristo claramente descrita en 1 Juan 4:2-3. Lo verás en tu folleto…
  • 1 Juan 4:2-3: «En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo».

Si me sigues con tu folleto, veremos la humanidad de Jesús en tres amplias categorías. Primero, veremos el nacimiento virginal, luego sus debilidades y limitaciones, y finalmente su humanidad sin pecado.

A. Nacimiento virginal

(Isaías 7:14; Mateo 1:18-25, 24-25; Lucas 1:35, 3:23)

Cuando hablamos de la humanidad de Cristo, es apropiado comenzar con una consideración del nacimiento virginal de Cristo. La Escritura afirma claramente que Jesús fue concebido en el vientre de su madre María por una obra milagrosa del Espíritu Santo y sin la intervención de un padre humano.

  • Isaías 7:14: «Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel».
  • Mateo 1:18: «El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo».
  • Lucas 1:35: «Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios».

La importancia doctrinal del nacimiento virginal:

  1. El nacimiento virginal fue el medio que Dios usó para enviar a su Hijo (Juan 3:16; Gal 4:4) al mundo como un hombre. Jesús experimentó toda la vida humana, incluso en el vientre de su madre. Pero la naturaleza milagrosa del nacimiento virginal atestigua el hecho de que él no era solamente un hombre, sino el único Dios-hombre.
  2. El nacimiento virginal también parece tener algún significado para Jesús como el nuevo Adán. Se dramatiza el hecho de que a diferencia del resto de nosotros, que heredamos una naturaleza pecaminosa y culpable de nuestro primer padre, Adán, Jesús no tuvo un padre terrenal. Él es un nuevo representante de la raza humana, de todos aquellos que se unirían a él por la fe. El nacimiento virginal parece importante aquí, porque nos muestra que Jesús no descendió de Adán exactamente de la misma manera en que cada ser humano descendió de Adán. Y esto nos ayuda a comprender por qué la culpabilidad legal y la corrupción moral que pertenecen a todos los demás seres humanos no le pertenecen a Cristo. Esta idea parece estar indicada en la declaración del ángel Gabriel a María en Lucas 1:35 – porque Jesús sería concebido por el poder del Espíritu Santo, por tanto, sería llamado santo.

B. Jesús soportó las debilidades y limitaciones humanas

  • Jesús tenía un cuerpo humano

(Lucas 2:7, 40, 52, 23:46, 24:42, Mateo 4:2, 11, Juan 4:6, 19:28; 21:9, 13)

El hecho de que Jesús tenía un cuerpo humano al igual que nuestros cuerpos humanos se ve en muchos pasajes de las Escrituras.

  • Nació como nacen todos los bebés humanos (Lucas 2:7).
  • Creció desde la infancia hasta la edad adulta como crecen todos los niños: «Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él» (Lucas 2:40).
  • Jesús se cansó tanto como nosotros, porque leemos que «Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo» (Juan 4:6).
  • Tuvo sed y hambre, porque cuando estaba en la cruz, dijo: «Tengo sed» (Juan 19:28). Después de haber ayunado durante cuarenta días en el desierto, leemos que  «tuvo hambre» (Mateo 4:2).
  • A veces estuvo físicamente débil, porque durante su tentación en el desierto ayunó durante cuarenta días (el punto en el que la fuerza física de un ser humano se ha ido casi por completo y más allá de lo cual un daño físico irreparable ocurriría si continúa el ayuno). En ese momento «vinieron ángeles y le servían» (Mateo 4:11), aparentemente para cuidarlo y proporcionarle alimento hasta que recuperara la fuerza suficiente para salir del desierto. Cuando Jesús iba camino a ser crucificado, los soldados obligaron a Simón de Cirene a llevar su cruz (Lucas 23:26), muy probablemente porque Jesús estaba tan débil después de la golpiza que había recibido que no tenía suficiente fuerza para llevarla él mismo.
  • La culminación de las limitaciones de Jesús en términos de su cuerpo humano se ve cuando murió en la cruz (Lucas 23:46). Su cuerpo humano dejó de tener vida en él y dejó de funcionar, tal como lo hace el nuestro cuando fallecemos.

Jesús también resucitó de los muertos en un cuerpo físico y humano, aunque se perfeccionó y ya no estaba sujeto a debilidades, enfermedades o muerte. Él demuestra repetidamente a sus discípulos que tiene un cuerpo físico real: «Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo» (Lucas 24:39). Les está mostrando y enseñado que tiene «carne» y «huesos», y no es simplemente un «espíritu» sin un cuerpo. Otra evidencia de este hecho es que «le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos» (Lucas 24:42. v. 30; Juan 20:17, 20, 27; 21:9, 13).

En este mismo cuerpo humano (aunque un cuerpo de resurrección que se hizo perfecto), Jesús también ascendió al cielo. Dijo antes de irse: «Dejo el mundo, y voy al Padre» (Juan 16:28; 17:11). La manera en que Jesús ascendió al cielo estaba calculada para demostrar la continuidad entre su existencia en un cuerpo físico aquí en la tierra y su existencia continua en ese cuerpo en el cielo. Solo unos pocos versículos después de que Jesús les había dicho: «Un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo» (Lucas 24:39), leemos en el evangelio de Lucas que Jesús «los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo» (Lucas 24:50-51). De manera similar, leemos en Hechos: «viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos» (Hechos 1:9).

Todos estos versículos juntos muestran que, en lo que respecta al cuerpo humano de Jesús, era como el nuestro en todos los aspectos antes de su resurrección, y después de su resurrección todavía era un cuerpo humano con «carne» y  «huesos», pero hecho perfecto, la clase de cuerpo que tendremos cuando Cristo regrese y nosotros también resucitemos de entre los muertos. Jesús continúa existiendo en ese cuerpo humano en el cielo, como enseña la ascensión.

  • Jesús tenía una mente humana

(Lucas 2:52; Hebreos 5: 8; Marcos 13:32)

El hecho de que Jesús «crecía en sabiduría» (Lucas 2:52) dice que pasó por un proceso de aprendizaje tal como lo hacen todos los demás niños: aprendió a comer, a hablar, a leer y escribir, y a ser obediente a sus padres (véase Hebreos 5:8). Este proceso de aprendizaje ordinario fue parte de la humanidad genuina de Cristo.

También vemos que Jesús tenía una mente humana como la nuestra cuando habla del día en que volverá a la tierra: «Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre» (Marcos 13:32).

  • Jesús tenía un alma humana y emociones humanas

(Juan 12:21, 27; 11:35; Hebreos 5: 7; Mateo 8:10)

Vemos varios indicios de que Jesús tenía un alma (o espíritu) humana. Justo antes de su crucifixión, Jesús dijo: «Ahora está turbada mi alma» (Juan 12:27). Juan escribe un poco más tarde: «Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu» (Juan 13:21). La palabra turbada representa el término griego tarasso, una palabra que a menudo se usa para referirse a las personas cuando están ansiosas o repentinamente muy sorprendidas por el peligro.

Además, antes de la crucifixión de Jesús, al darse cuenta del sufrimiento que enfrentaría, dijo: «Mi alma está muy triste, hasta la muerte» (Mateo 26:38). Tan grande era el dolor que sentía que parecía que, de volverse más fuerte, acabaría con su vida.

Jesús tenía una gama completa de emociones humanas.

  • Él «se maravilló» de la fe del centurión (Mateo 8:10). Lloró de pena por la muerte de Lázaro (Juan 11:35).
  • Y oró con un corazón lleno de emoción, porque «en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas, con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente» (Hebreos 5:7).
  • Además, el autor nos dice: «Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen» (Hebreos 5:8-9). Sin embargo, si Jesús nunca pecó, ¿cómo «aprendió la obediencia»? Aparentemente, al Jesús ir creciendo, como todos los demás niños humanos, pudo asumir más y más responsabilidades. Cuanto más viejo se volvía, más demandas le exigían su padre y su madre en términos de obediencia, y más difíciles eran las tareas que su Padre celestial podía asignarle llevar a cabo en la fuerza de su naturaleza humana. Con cada tarea cada vez más difícil, incluso cuando involucraba algo de sufrimiento (como lo especifica Hebreos 5:8), la capacidad moral humana de Jesús, su capacidad de obedecer en circunstancias cada vez más difíciles, aumentó. Podríamos decir que su «columna vertebral moral» se vio fortalecida por el ejercicio cada vez más difícil. No obstante, en todo esto, nunca pecó ni una vez.

La completa ausencia de pecado en la vida de Jesús es aún más notable debido a las severas tentaciones que enfrentó, no solo en el desierto, sino a lo largo de su vida. El autor de Hebreos afirma que Jesús «fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado» (Hebreos 4:15). El hecho de que él enfrentó la tentación significa que tenía una naturaleza humana genuina que podía ser tentada, porque la Escritura nos dice claramente que «Dios no puede ser tentado por el mal» (Santiago 1:13).

  • Jesús fue entendido por otros como un ser humano

(Mateo 13: 53-58)

  • Mateo 13:53-58: «Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí. Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas? Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos».

C. Jesús era completamente humano y también sin pecado

(2 Corintios 5:21; Hebreos 4:15-16; 1 Pedro 1:19; Hechos 2:27; 3:14; 4:30; 7:52; 13:35)

  • 2 Corintios 5:21: «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él».
  • Hebreos 4:14-16: «Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.  Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro».

Las Escrituras testifican claramente que Jesucristo vivió una vida sin pecado…

Aplicación: ¡Adora a Jesucristo como el Dios-Hombre!

  • Atanasio (año 373): «Tales y tantos son los logros del Salvador que se derivan de Su Encarnación, que tratar de contarlos es como mirar el mar abierto e intentar contar las olas. Porque, de hecho, todo es maravilloso, y dondequiera que un hombre dirige su mirada, ve la Deidad de la Palabra y es impresionado con asombro»[1].

¿Por qué era necesaria la humanidad completa de Jesús? Para que podamos: 

  • Adorar a Jesucristo, el segundo Adán (Romanos 5:18-19, 1 Corintios 15:45)

Jesús fue nuestro representante y obedeció por nosotros donde Adán había fallado y había desobedecido.

  • Adorar a Jesucristo, nuestro sacrificio sustitutorio (Hebreos 2:14-17)

Si Jesús no hubiera sido un hombre, no podría haber muerto en nuestro lugar y haber pagado la pena que merecíamos.

  • Adorar a Jesucristo, el mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5)

Debido a que estábamos separados de Dios por el pecado, necesitábamos que alguien se interpusiera entre Dios y nosotros y nos regresara a él. Necesitábamos un mediador que pudiera representarnos ante Dios y que pudiera representarnos a Dios. Solo hay una persona que alguna vez ha cumplido ese requisito.

  • Adorar a Jesucristo, nuestro ejemplo perfecto (Filipenses 2:5-11; 1 Pedro 2:21; Hebreos 12:2)

Jesús tuvo que convertirse en un hombre como nosotros para vivir como nuestro ejemplo y modelo en la vida. Los discípulos son seguidores de Cristo. Nuestro objetivo debe ser, ser como Cristo todos nuestros días, hasta el punto de morir, y morir con una obediencia inquebrantable a Dios, con una gran confianza en él, y con amor y perdón hacia los demás.

  • Adorar a Jesucristo, nuestro sumo sacerdote compasivo (Hebreos 2:18; 4:15-16)

Si Jesús no hubiera sido un hombre, no habría podido conocer por experiencia lo que sufrimos en nuestras tentaciones y luchas en esta vida. Pero debido a que ha vivido como un hombre, es capaz de entendernos más plenamente en nuestras experiencias.

  • Adorar a Jesucristo, el Primogénito de entre los muertos (Col. 1:18, 1 Co. 15:49)

Jesús tuvo que ser levantado como hombre para ser «el primogénito de entre los muertos» (Col. 1:18), el modelo de los cuerpos que más tarde tendríamos. Ahora tenemos un cuerpo físico como el de Adán, pero tendremos uno como el de Cristo: «Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial» (1 Co. 15:49).

  • Adorar a Jesucristo, el Dios-Hombre para siempre (Lucas 24:39ff, Hechos 1:11, Apocalipsis 1:13-17)

Jesús no se convirtió temporalmente en hombre, sino que su naturaleza divina se unió permanentemente a su naturaleza humana, y vive para siempre no solo como el Hijo eterno de Dios, la segunda persona de la Trinidad, sino también como Jesús, el hombre que nació de María, y como Cristo, el Mesías y Salvador de su pueblo. Jesús seguirá siendo completamente Dios y completamente hombre, pero una sola persona, para siempre.

 

MATERIAL EXTRA – Principalmente para el estudio/preparación personal del maestro

  1. Combinar textos bíblicos específicos acerca de la deidad y humanidad de Cristo

Cuando examinamos el Nuevo Testamento, como hicimos anteriormente en las secciones acerca de la humanidad y deidad de Jesús, hay varios pasajes que parecen difíciles de encajar entre sí (¿Cómo podría Jesús ser omnipotente y débil a la vez? ¿Cómo podría dejar el mundo y aún así estar presente en todas partes? ¿Cómo podría aprender cosas y ser omnisciente?). A medida que la iglesia luchaba por comprender estas enseñanzas, finalmente surgió el Credo de Calcedonia, que hablaba de dos naturalezas distintas en Cristo que conservan sus propias propiedades, pero permanecen juntas en una sola persona. Esta distinción, que nos ayuda en nuestra comprensión de los pasajes bíblicos mencionados anteriormente, también parece ser exigida por esos pasajes.

a. Una naturaleza hace algunas cosas que la otra naturaleza no hace: Los teólogos evangélicos en generaciones pasadas no dudaron en distinguir entre las cosas hechas por la naturaleza humana de Cristo, mas no por su naturaleza divina, o por su naturaleza divina, pero no por su naturaleza humana. Parece que tenemos que hacer esto si estamos dispuestos a afirmar la declaración de Calcedonia que señala que «es preservada la propiedad de cada naturaleza». Pero pocos teólogos en la actualidad han estado dispuestos a hacer tales distinciones, tal vez por una vacilación en afirmar algo que no podemos entender.

  • Jesús ha regresado al cielo y está presente con nosotros: Cuando hablamos de la naturaleza humana de Jesús, podemos decir que ascendió al cielo y ya no está en el mundo (Juan 16:28; 17:11; Hechos 1:9-11). Pero con respecto a su naturaleza divina, podemos decir que Jesús está presente en todas partes: «Porque donde están dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mateo 18:20); «Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20); «El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y haremos morada con él» (Juan 14:23). Entonces podemos decir que ambas cosas son ciertas acerca de la persona de Cristo: él ha regresado al cielo y también está presente con nosotros. 
  • Jesús era temporal y eterno: De la misma manera, podemos decir que Jesús tenía alrededor de 30 años (Lucas 3:23), si estamos hablando con respecto a su naturaleza humana, pero podemos decir que él existió eternamente (Juan 1:1 -2; 8:58) si estamos hablando de su naturaleza divina. 
  • Jesús era débil y todopoderoso: En su naturaleza humana, Jesús se debilitó y cansó (Mateo 4:2, 8:24, Marcos 15:21, Juan 4:6), pero en su naturaleza divina era omnipotente (Mt. 8:26-27; Col. 1:17; Hebreos 1:3). Particularmente llamativa es la escena en el mar de Galilea donde Jesús dormía en la popa de la barca, presumiblemente porque estaba cansado (Mateo 8:24). ¡Pero pudo levantarse de su sueño y calmar el viento y el mar con una palabra (Mateo 8:26-27)! ¡Cansado, pero omnipotente! Aquí la débil naturaleza humana de Jesús ocultó completamente su omnipotencia hasta que esa omnipotencia estalló en una palabra soberana del Señor del cielo y la tierra. 

Si alguien pregunta si Jesús, cuando estaba dormido en la barca, también estaba «sustentando todas las cosas con la palabra de su poder» (Hebreos 1:3, traducción del autor), y si todas las cosas en el universo subsistían por él en ese momento (ver Col. 1:17), la respuesta debe ser sí, porque esas actividades siempre han sido y serán siempre la responsabilidad particular de la segunda persona de la Trinidad, el eterno Hijo de Dios. Aquellos que encuentran la doctrina de la encarnación «inconcebible» a veces han preguntado si Jesús, cuando era un bebé en el pesebre de Belén, también estaba «sosteniendo el universo». A esta pregunta, la respuesta también debe ser sí: Jesús no era solo potencialmente Dios o alguien en quien Dios trabajó únicamente, era verdadera y completamente Dios con todos los atributos de Dios. Era «un Salvador, que es CRISTO el Señor» (Lucas 2:11).

Aquellos que rechazan esto como imposible simplemente tienen una definición diferente de lo que es «posible» a la que Dios tiene, como se revela en las Escrituras. Decir que no podemos entender esto es humildemente apropiado. Pero decir que no es posible parece más una arrogancia intelectual.

  • Jesús murió y no murió: Asimismo, podemos entender que en su naturaleza humana, Jesús murió (Lucas 23:46, 1 Corintios 15:3). Pero con respecto a su naturaleza divina, no murió, sino que pudo resucitar entre los muertos (Juan 2:19, 10:17-18, Hebreos 7:16). Sin embargo, aquí debemos dar una nota de precaución: es cierto que cuando Jesús murió su cuerpo físico murió y su alma humana (o espíritu) se separó de su cuerpo y pasó a la presencia de Dios el Padre en el cielo (Lucas 23:43, 46). De esta manera él experimentó una muerte que es como la que nosotros, como creyentes, experimentamos si morimos antes de que Cristo regrese. Y no es correcto decir que la naturaleza divina de Jesús murió, o pudo morir, si «morir» significa un cese de la actividad, un cese de la conciencia o una disminución del poder. No obstante, en virtud de la unión con la naturaleza humana de Jesús, su naturaleza divina de alguna manera probó algo de lo que era pasar por la muerte. La persona de Cristo experimentó la muerte. Además, parece difícil comprender cómo la naturaleza humana de Jesús pudo haber soportado la ira de Dios contra los pecados de millones de personas. Parece que la naturaleza divina de Jesús tuvo que participar de algún modo en la carga de ira contra el pecado que se nos debía (aunque las Escrituras en ninguna parte afirman esto explícitamente). Por tanto, aunque la naturaleza divina de Jesús en realidad no murió, Jesús pasó por la experiencia de la muerte como una persona completa, y las naturalezas humana y divina de alguna manera compartieron esa experiencia. Más allá de eso, las Escrituras no nos permiten decir más. 
  • Jesús fue tentado y no tentado: La distinción entre la naturaleza humana y divina de Jesús también nos ayuda a entender las tentaciones de Jesús. Con respecto a su naturaleza humana, ciertamente fue tentado en todo como nosotros, pero sin pecado (Hebreos 4:15). Sin embargo, con respecto a su naturaleza divina, no fue tentado, porque Dios no puede ser tentado por el mal (Santiago 1:13).

En este punto, parece necesario decir que Jesús tenía dos voluntades distintas, una voluntad humana y una voluntad divina, y que las voluntades pertenecen a las dos naturalezas distintas de Cristo, no a la persona. Esta distinción de dos voluntades y dos centros de conciencia nos ayuda a comprender cómo Jesús pudo aprender cosas y, sin embargo, conocer todas las cosas. Por un lado, con respecto a su naturaleza humana, tenía conocimiento limitado (Marcos 13:32, Lucas 2:52). Por otro lado, Jesús claramente sabía todas las cosas (Juan 2:25; 16:30; 21:17). Ahora, esto solo es comprensible si Jesús aprendió cosas y tenía un conocimiento limitado con respecto a su naturaleza humana, pero siempre fue omnisciente con respecto a su naturaleza divina, y por  tanto, era capaz de «recordar» cualquier información que se necesitara para su ministerio. De esta manera podemos entender la declaración de Jesús concerniente al tiempo de su regreso: «Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están el cielo, ni el Hijo, sino el Padre» (Marcos 13:32). Esta ignorancia del tiempo de su regreso era verdadera solo para la naturaleza humana y la conciencia humana de Jesús, ya que en su naturaleza divina era ciertamente omnisciente y sin duda sabía el momento en que volvería a la tierra.

 b. Cualquier cosa hecha por cualquiera de las dos naturalezas, es hecho por la persona de Cristo: En la sección anterior mencionamos una serie de cosas que fueron hechas por una naturaleza, pero no por la otra en la persona de Cristo. Ahora debemos afirmar que cualquier cosa que sea verdadera de la naturaleza humana o divina es verdadera de la persona de Cristo. Por tanto, Jesús puede decir: «Antes que Abraham fuese, yo soy» (Juan 8:58). Él no dice: «Antes que Abraham fuese, existía mi naturaleza divina», porque es libre de hablar acerca de cualquier cosa hecha solo por su naturaleza divina o solo por su naturaleza humana como algo que él hizo.

Así, «Cristo murió por nuestros pecados» (1 Corintios 15:3). Aunque en realidad solo su cuerpo humano dejó de vivir y dejó de funcionar, no obstante fue Cristo como una persona que murió por nuestro pecado. Esto es simplemente un medio de afirmar que todo lo que se puede decir de una u otra naturaleza se puede decir de la persona de Cristo.

Por tanto, es correcto que Jesús diga: «Dejo el mundo» (Juan 16:28), o «Ya no estoy en el mundo» (Juan 17:11), pero al mismo tiempo decir: «Yo estoy con vosotros todos los días siempre» (Mateo 28:20). Todo lo que hace una naturaleza u otra es hecho por la persona de Cristo. 

c. Los títulos que nos recuerdan a una naturaleza se pueden usar incluso cuando la acción se realiza por la otra naturaleza: Los autores del Nuevo Testamento algunas veces usan títulos que nos recuerdan a la naturaleza humana o divina para hablar de la persona de Cristo, a pesar de que la acción mencionada puede ser realizada solo por la otra naturaleza de la que podríamos pensar en el título. Por ejemplo, Pablo dice que si los gobernantes de este mundo hubieran entendido la sabiduría de Dios, «nunca habrían crucificado al Señor de gloria» (1 Corintios 2:8). Ahora, cuando vemos la frase «al Señor de gloria», nos recuerda específicamente la naturaleza divina de Jesús. Pero Pablo usa este título (probablemente intencionalmente para mostrar el horrible mal de la crucifixión) para decir que Jesús fue «crucificado». Aunque la naturaleza divina de Jesús no fue crucificada, era cierto que Jesús fue crucificado como una persona, y Pablo afirma eso acerca de él a pesar de que usa el título «Señor de gloria».

Igualmente, cuando Elisabet llama a María «la madre de mi Señor» (Lucas 1:43), el nombre «mi Señor» es un título que nos recuerda la naturaleza divina de Cristo. No obstante, María, por supuesto, no es la madre de la naturaleza divina de Jesús, que siempre ha existido. María es simplemente la madre de la naturaleza humana de Cristo. Sin embargo, Elisabet puede llamarla «la madre de mi Señor» porque usa el título «Señor» para referirse a la persona de Cristo. Una expresión similar ocurre en Lucas 2:11: «Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor».

De esta manera, podemos entender Marcos 13:32, donde Jesús dice que nadie sabe el momento de su regreso, «ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre». Aunque el término «el Hijo» nos recuerda específicamente la filiación celestial y eterna de Jesús con Dios el Padre, se usa realmente aquí no para hablar específicamente de su naturaleza divina, sino para hablar en general de él como persona, y para afirmar algo que es de hecho cierto solo de su naturaleza humana. Y es cierto que en un sentido importante (es decir, con respecto a su naturaleza humana) Jesús no sabía el momento en que él volvería.

d. Breve oración sumaria: A veces en el estudio de la teología sistemática, la siguiente oración se ha utilizado para resumir la encarnación: «Conservando lo que era, se convirtió en lo que no era». En otras palabras, mientras Jesús continuaba «conservando» lo que era (es decir, completamente divino) también se convirtió en lo que antes no había sido (es decir, completamente humano también). Jesús no abandonó ninguna de sus deidades cuando se hizo hombre, pero sí se enfrentó a la humanidad que antes no era suya.

e. «Transmisión» de atributos: Una vez que hemos decidido que Jesús era completamente hombre y completamente Dios, y que su naturaleza humana permaneció completamente humana y su naturaleza divina permaneció completamente divina, podemos preguntar si había algunas cualidades o habilidades que se dieron ( o «transmitieron») de una naturaleza a la otra. Parece que sí.

(1) De la naturaleza divina a la naturaleza humana

Aunque la naturaleza humana de Jesús no cambió su carácter esencial, porque estaba unida a la naturaleza divina en la única persona de Cristo, la naturaleza humana de Jesús ganó (a) una dignidad para ser adorado y (b) una incapacidad para pecar, ambas de las cuales no pertenecían a los seres humanos.

(2) De la naturaleza humana a la naturaleza divina

La naturaleza humana de Jesús le dio (a) la capacidad de experimentar el sufrimiento y la muerte; (b) la capacidad de comprender por experiencia lo que estamos experimentando; y (c) la capacidad de ser nuestro sacrificio sustituto, que Jesús como Dios solo no pudo haber hecho.

  1. ¿Pudo Jesús haber pecado?

A veces se plantea la pregunta: «¿Fue posible que Cristo haya pecado?». Algunas personas argumentan a favor de la impecabilidad de Cristo, en la que la palabra impecable significa «incapaz de pecar». Otros refutan que si Jesús no podía pecar, sus tentaciones no podrían haber sido reales, porque ¿cómo puede una tentación ser real si la persona que es tentada no puede pecar de todos modos?

Para responder a esta pregunta, debemos distinguir lo que las Escrituras afirman claramente, por un lado, y, por otro lado, lo que está más en la naturaleza de la posible inferencia de nuestra parte. (1) La Escritura claramente afirma que Cristo nunca pecó (ve arriba). No debería haber ninguna duda en nuestras mentes sobre este hecho. (2) También afirma claramente que Jesús fue tentado y que estas fueron verdaderas tentaciones (Lucas 4:2). Si creemos en las Escrituras, entonces debemos insistir en que Cristo «fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado» (Hebreos 4:15). Si nuestra especulación sobre la pregunta de si Cristo pudo haber pecado alguna vez nos lleva a decir que no fue verdaderamente tentado, entonces hemos llegado a una conclusión equivocada, una que contradice las claras declaraciones de la Escritura.

(3) También debemos afirmar con las Escrituras que «Dios no puede ser tentado por el mal» (Santiago 1:13). Cada tentación que enfrentó, la enfrentó hasta el final y triunfó sobre ella. Las tentaciones eran reales, a pesar de que no cedió ante ellas. De hecho, fueron muy reales porque no cedió ante ellas.

¿Qué diremos entonces del hecho de que «Dios no puede ser tentado por el mal» (Santiago 1:13)? Parece que esta es una de las muchas cosas que debemos afirmar que son ciertas  acerca de la naturaleza divina de Jesús, mas no de su naturaleza humana. Su naturaleza divina no podía ser tentada por el mal, pero su naturaleza humana podía ser tentada y fue claramente tentada. Cómo estas dos naturalezas se unen en una sola persona para enfrentar las tentaciones, las Escrituras no nos lo explican claramente. Pero esta distinción entre lo que es verdadero de una naturaleza y lo que es verdadero de otra naturaleza es un ejemplo de una cantidad de declaraciones similares que las Escrituras nos exigen (ve más información acerca de esta distinción, abajo, cuando hablemos acerca de cómo Jesús podría ser Dios y hombre en una sola persona).

«La verdadera dificultad, el misterio supremo con el cual el evangelio nos confronta, no está en el mensaje de expiación del Viernes Santo, ni en el mensaje de resurrección de Pascua, sino en el mensaje de Navidad de la Encarnación. La afirmación cristiana realmente asombrosa es que Jesús de Nazaret fue un hombre hecho por Dios, que la segunda persona de la Deidad se convirtió en el «segundo hombre» (1 Corintios 15:47), determinando el destino humano, el segundo jefe representativo de la raza, y que tomó a la humanidad sin pérdida de la deidad, por lo que Jesús de Nazaret fue tan verdadero y plenamente divino como era humano. Aquí hay dos misterios por el precio de uno: la pluralidad de personas dentro de la unidad de Dios, y la unión de la Deidad y la masculinidad en la persona de Jesús. Es aquí, en lo que sucedió en la primera Navidad, donde se encuentran las profundidades más profundas e insondables de la revelación cristiana. ‘El Verbo se hizo carne’ (Juan 1:14); Dios se hizo hombre; el Hijo divino se hizo judío; el Todopoderoso apareció en la tierra como un bebé humano indefenso, incapaz de hacer más que yacer, mirar, retorcerse y hacer ruidos, necesitando ser alimentado, cambiado y enseñado a hablar como cualquier otro niño. Y no hubo ilusión o engaño en esto: la infancia del Hijo de Dios fue una realidad. Cuanto más lo pienses, más asombroso se vuelve. Nada en la ficción es tan fantástico como esta verdad de la Encarnación. Este es el verdadero obstáculo en el cristianismo. Es aquí donde los judíos, los musulmanes, los unitarios, los testigos de Jehová y muchos de los que sienten que las dificultades con respecto al nacimiento virginal, los milagros, la expiación y la resurrección han llegado a la pena. Es por la incredulidad, o al menos la creencia inadecuada, acerca de la Encarnación que las dificultades en otros puntos de la historia del evangelio generalmente surgen. Pero una vez que la Encarnación es captada como una realidad, estas otras dificultades se disuelven». – J.I. Packer, Knowing God (Downers Grove, IL: IVP, 1973).

 

[1] Athanasius, On the Incarnation 8. 54. (Crestwood, NY: St. Vladimir’s Seminary Press, 373/1993), 93.