Pastoreo

Líderes poderosamente mansos

Por Davy Ellison

Davy Ellison es director de formación del Irish Baptist College y anciano de la Iglesia Bautista de Antrim (Irlanda del Norte).
Artículo
16.07.2024

Actualmente estoy leyendo Quiet: The Power of Introverts in a World That Can’t Stop Talking de Susan Cain [En silencio: El poder de los introvertidos en un mundo incapaz de callarse, de Susan Cain]. Como alguien que es tímido por naturaleza, algo introvertido y que desconfía profundamente de aquellos que sencillamente no pueden parar de hablar, este libro me impacta. Cain destaca de forma útil cómo el mundo nos entrena para admirar a las figuras más ruidosas, atrevidas y dominantes. La iglesia no ha permanecido inmune a este re-adiestramiento. Necesitamos buscar líderes más comedidos, líderes mansos.

Por otra parte, me sorprende la cantidad de pastores que se autoperciben como introvertidos. Hasta cierto punto tiene sentido, porque los pastores deben sentirse cómodos pasando largos períodos de tiempo en su estudio preparándose para predicar. Pero también me pregunto si esa autodesignación ofrece algún aliciente para la pasividad. La introversión llega a ser una excusa para evitar conversaciones difíciles y eludir decisiones impopulares. Necesitamos pastores más audaces, líderes poderosamente mansos.

En nuestro manso Salvador vemos tanto la moderación como la audacia en perfecta armonía.

LA MANSEDUMBRE DE CRISTO EN SU REALEZA

Es instructivo notar que cada autor de los Evangelios organiza su material en una secuencia particular para resaltar puntos específicos. Por eso no todos los evangelios siguen un orden idéntico. Por tanto, no debemos pasar por alto el hecho de que Mateo precede la entrada triunfal de Jesús (21:1–11) con un relato de Jesús dando la vista a los ciegos (20:29–34). Mateo desea que sus lectores tengan en mente el concepto de que los ojos se abren al leer la revelación de Jesús de sí mismo como el Rey de la Mansedumbre.

Anteriormente en Mateo, Jesús instó a sus seguidores a no proclamar su carácter mesiánico (16:20; 17:9). Ahora, no obstante, encontramos a Jesús haciendo planes en forma activa y deliberada para revelar quién es él:

«Cuando se acercaron a Jerusalén y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella, desatadla y traédmelos. Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor lo necesita; y luego lo enviará» (21:1–3).

Estos versículos dejan claro que había una planificación deliberada por parte de Jesús. Es plenamente consciente de que ha llegado el momento de revelarse como Mesías. Algo de esto ya se había filtrado inevitablemente, pero ahora Jesús mismo hará la demanda.

Según Mateo, las acciones de Jesús son el cumplimiento de la profecía (21:4). El profeta Zacarías del Antiguo Testamento predijo que Dios pondría un pie en el Monte de los Olivos y, después de obtener la victoria sobre todos los enemigos, regresaría a Jerusalén (Zacarías 14:4). En Mateo 21:1 se nos dice que Jesús está de pie en el Monte de los Olivos.

A lo largo del Evangelio, ha refutado repetidamente a sus enemigos. Y ahora, este Jesús entra en Jerusalén montado en un asno. Mateo apunta que este es el cumplimiento de Zacarías 9:9:

«Di a la hija de Sion:

He aquí, tu Rey viene a ti,
Manso y sentado sobre una asna,
sobre un pollino, hijo de animal de carga» (Mateo 21:5).

Mateo 21 describe una escena conmovedora. Ha llegado el tan esperado Mesías/Rey. La explicación ofrecida, citando a Zacarías, es que este personaje es una persona mansa. El reinado mesiánico de Jesús será diferente de lo que esperábamos. El pueblo deseaba un rey esforzado que entrara en un corcel blanco a la Jerusalén ocupada, listo para expulsar a los romanos. Pero el verdadero Mesías llega montado en un asno a la ciudad en la cual morirá. De hecho, los asnos eran una montura real, pero generalmente los usaban los reyes que buscaban la paz. En lugar de cabalgar en una bestia para la batalla, Jesús se acerca montado en una criatura de paz. Con mansedumbre, el rey entra en su propia ciudad con un mensaje de paz para las fuerzas dominantes.

De la manera como Jesús anunció su mansedumbre a las multitudes en Mateo 11, así ahora la demuestra a las multitudes en Mateo 21. Así como invitó a los débiles y cansados ​​a venir a él en Mateo 11, así ahora está decidido a asegurar su aceptación cuando ellos vengan a él. Dada la mansedumbre de Jesús, se deriva que los ciudadanos de su reino deberían exhibir la misma característica. Esto es una verdad para todos los cristianos, pero es particularmente necesaria para los líderes cristianos.

Por mucho tiempo, las expectativas cristianas del liderazgo han sido moldeadas por la cultura y el contexto en el que se forman. Algunas veces esto ha producido aspectos bíblicos del liderazgo. Lejos también, ha resultado en una visión torcida del mismo con frecuencia.

Los líderes cristianos son súbditos en el reino de Dios. Todos los súbditos deben seguir el ejemplo del rey del reino, el manso Mesías. Debemos conocer y emular a nuestro rey. Nuestro mundo está lleno de personas que luchan por posición, poder y reconocimiento. Tristemente, el comportamiento cristiano no dicta de ser tan distinto. Pero esto no es lo que Jesús es. No es lo que deberíamos ser.

MANSEDUMBRE INTENSAMENTE APASIONADA

No obstante, la mansedumbre no es debilidad. La siguiente sección del Evangelio de Mateo lo confirma. Jesucristo, el manso Mesías, puede enojarse y permanecer sin pecado. Además, no solo siente ira; actúa basándose en su ira, derribando mesas y expulsando a la gente del templo porque están profanando este espacio sagrado (Mateo 21:12-13).

Cuanto más reflexiono sobre esto, más increíble se vuelve, ¿cómo puede actuar de tal manera quien encarna la mansedumbre en perfección? La respuesta a esta pregunta reside en la motivación de tal ira y la acción. Jesús actúa para la gloria de Dios. Su enojo se debe a la difamación de la reputación de Dios por parte de los vendedores en el templo. Sus acciones obran para restablecer la gloria de Dios. La intensa pasión de Jesús no disminuye en modo alguno su mansedumbre.

¿Es posible demostrar tal pasión por la gloria de Dios y permanecer mansos todavía? Dada nuestra naturaleza caída, es muy difícil. La pureza de nuestra motivación debe siempre evaluarse con cuidado. En ocasiones, podemos llamar la atención a quienes intentan usurpar la honra al Señor. Un consejo útil en este sentido: «Quien es verdaderamente manso se enoja por un motivo correcto, en forma adecuada, en el momento y tiempo apropiado» [1].

Esto subraya aún más una observación importante sobre la mansedumbre: su fuerza interior. Considera el nivel de autocontrol que se necesita para enojarse de la manera adecuada, en el momento y el tiempo correcto.

Jesús fue audaz, confrontativo, atractivo y celoso, pero sin afectar su carácter manso. Por tanto, sus pastores, debemos representar a nuestro manso Mesías tanto en su moderación como en su aplomo. Debemos tener una gentileza vehemente al confrontar a otros con la gracia de Dios en Jesucristo. Colegas ancianos, únanse a mí en la búsqueda de la capacitación del Espíritu a fin de ser líderes poderosamente mansos.

 

Traducido por Renso Bello


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Nota del editor: este artículo es un extracto ligeramente adaptado del próximo libro de Davy titulado: Meekness and Majesty [Mansedumbre y Majestad]. H&E.

[1]. Como en Kenneth E. Bailey, Jesus Through Middle Eastern Eyes: Cultural Studies in the Gospels [Jesús a través de los ojos del Medio Oriente: Estudios Culturales en los Evangelios] (Londres: SPCK, 2008), 73.

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