Clases esenciales: Teología Sistemática

Teología Sistemática – Clase 1: Introducción a la teología sistemática y doctrina de la Palabra

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
31.08.2018

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Clase esencial
Teología Sistemática
Clase 1: Introducción a la teología sistemática y doctrina de la Palabra


Oremos.

  1. Introducción a la teología sistemática 

1.1. ¿Qué es la teología sistemática?

Nuestra palabra «teología» proviene de dos palabras griegas, theos, que significa «Dios», y logos, que significa «palabra» o «mensaje». Cuando hablamos de teología sistemática nos referimos a la disposición metódica del estudio de Dios en divisiones lógicas y tópicas.

Por ejemplo, ¿qué dice la Biblia acerca de la creación? La práctica de la teología sistemática tiene como fin reunir todos los textos que aborden el tema de la creación, interpretarlos dentro de la gran historia de la Escritura, y luego resumirlos de una manera fiel y coherente. Si te diriges al reverso de tu folleto, verás el bosquejo para nuestra clase y los temas que estaremos discutiendo juntos.

1.2. ¿Por qué estudiar teología sistemática? 

(1) Para la gloria de Dios

Dios se glorifica cuando buscamos conocerle (Filipenses 1:9-11). Por tanto, el objetivo de estudiar teología es llegar a conocer mejor a Dios y aprender cada vez más como complacerle. 1 Juan 2:3 dice: «Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos».

(2) Reflejar corporativamente a Cristo a los demás

Como cuerpo de Cristo, estudiamos teología para que la iglesia pueda ser un fiel reflejo de Dios al mundo. En tiempos donde el concepto de la verdad es cuestionado, la iglesia necesita estar preparada para «presentar defensa de la esperanza que hay en vosotros». Porque es a través de nosotros corporativamente, es a través de la iglesia, dice Pablo en Efesios 3 que la multiforme sabiduría de Dios es dada a conocer a los principados y potestades en los lugares celestiales (Ef. 3:10).

(3) Santificación y crecimiento individual

Individualmente, debemos estudiar teología a fin de que podamos ser santificados y crecer en conocimiento y fe. No queremos simplemente conocer acerca de Dios, como si él solo pudiera ser conocido a la distancia. No, en realidad queremos conocer a Dios personalmente y tener una relación con él. «El principio de la sabiduría es el temor de Jehová» (Pr. 1:7).

La verdad alimenta la adoración. La teología provoca la doxología. Es bueno preguntar, si nuestra adoración se siente superficial, ¿podría ser porque tenemos una teología superficial? Sin teología no hay combustible para el fuego de nuestra adoración. El calor duradero no viene de buscar más chispas (un orador motivacional, una conferencia nueva y genial, gran sonido musical). El calor duradero viene cuando vertimos la verdad de la Palabra de Dios en nuestras almas. ¡Lo que el pueblo de Dios más fundamentalmente necesita es una gran visión de Dios!

(4) La doctrina importa

Por último, deberíamos estudiar teología porque la doctrina importa. Ser un discípulo va más allá de tomar una decisión única. Escucha a Jesús en Juan 8:31: «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos». No podemos simplemente inventar lo que creemos que Dios es o imaginar que él aprobará esto o aquello. Si lo hiciéramos, con mucha frecuencia terminaría pareciéndose a nosotros. Quizá esta sea la razón por la cual Pablo advierte a Timoteo: «Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas» (2 Ti.4:3-4).

Es la tentación del hombre caído determinar nuestra teología como un almuerzo bufé o un equipo de fútbol de fantasía. Pero la Biblia no concede a ningún cristiano el derecho de escoger y elegir qué doctrinas bíblicas quiere creer. La Biblia habla acerca del infierno, entonces necesitamos saber acerca del infierno. La Biblia habla acerca de la elección, necesitamos saber todo lo que las Escrituras dicen acerca de la elección.

La doctrina importa no solo porque necesitamos guardar las enseñanzas de Jesús, sino porque también debemos aclarar lo que Jesús y la Biblia no enseñan. ¿Es el mormonismo compatible con el cristianismo? ¿Promete Dios a sus seguidores prosperidad material? ¡Estas preguntas importan!

Entonces, ¿por qué estudiamos teología sistemática? La estudiamos (1) para la gloria de Dios; (2) para reflejar corporativamente a Cristo a los demás; (3) para santificación y crecimiento individual; y (4) porque la doctrina importa.

Habiendo aclarado por qué queremos estudiar teología sistemática, veamos algunas características fundamentales de la teología sistemática.

1.3. Hacer teología sistemática – Características fundamentales 

1.3.1. Fundamentada bíblicamente

La teología sistemática debería tener algunas características clave. En primer lugar, debería estar fundamentada bíblicamente.

Últimamente, cada cosmovisión apela a una norma, un estándar, un tribunal de apelación de última instancia para determinar lo que es verdad. Cuando se trata de asuntos teológicos, la Biblia es esa norma.

Aunque esa es la posición de esta clase, debes saber que muchos no estarán de acuerdo con esta afirmación. El catolicismo romano, por ejemplo, alega que la enseñanza de la Iglesia tiene autoridad al menos a la par, si no superior, a la autoridad de la Biblia.

El «modernista» eleva la razón por encima de la revelación. Alega que «la base adecuada para creer una cosa no es que la Biblia o la tradición la contengan, sino que la razón y la conciencia la recomiendan» (Packer, Fundamentalism and the Word of God).

Mientras que el «posmodernista» niega la capacidad de hacer declaraciones absolutas de la verdad. No hay Autor (A mayúscula) que dé significado y orden al mundo. Por tanto, no hay una sola historia que defina nuestra existencia, ninguna metanarrativa bíblica de la creación a la redención. En cambio, cada uno de nosotros tiene lenguajes y experiencias propias, y versiones igualmente viables de la verdad. Para el «posmodernista» es ilógico apelar a verdades universales o a la «exactitud» de una religión por encima de otra.

Pero la enseñanza de esta iglesia es que solo la Biblia es la inspirada e inerrante Palabra de Dios, decisiva y completamente autoritativa para la fe y la vida. Veremos por qué creemos esto en unos momentos.

Así que, en primer lugar, la teología bíblica necesita estar fundamentada bíblicamente…

1.3.2. Informada históricamente

En segundo lugar, nuestra teología sistemática debería estar informada históricamente. Eso no quiere decir que la Biblia tenga un papel secundario frente a tradiciones históricas. Quiere decir que no hacemos teología en el vacío. Estamos parados sobre los hombros de gigantes. La historia tiene mucho que enseñarnos, y los evangélicos de hoy en día a menudo olvidan esto.

1.3.3. Contextualizada

En tercer lugar, nuestra teología sistemática debería estar contextualizada. No hacemos teología sistemática en un laboratorio estéril. No es nada fría, seca y clínica. Lee acerca del ejemplo de Pablo en Atenas en Hechos 17. Debemos tomar la enseñanza de la Biblia y aplicarla a los asuntos apremiantes de nuestros días. ¿Qué significa ser hombre y mujer? ¿Realmente existe algo como la verdad? ¿De qué manera definimos la vida? Esto tiene consecuencias para todo desde lo que pensamos acerca de los dormitorios mixtos hasta la ingeniería genética.

1.3.4. Vivida

Finalmente, nuestra teología sistemática debería ser y debe ser, vivida. La ortodoxia muerta no es verdadera ortodoxia. Recuerda la iglesia en Sardis de Apocalipsis 3:1, el apóstol Juan escribió: «tienes nombre de que vives y estás muerto. Sé vigilante». Estaban siendo condenados por no vivir la palabra viva que habían recibido. Así que si sales de esta clase y tus afectos no se agitan, tu alma no es alentada y tu vida transformada, no estás haciendo teología sistemática sin importar cuánto conocimiento poseas. La verdadera teología es la teología viva. Debería fortalecer nuestra fe y facilitar nuestro caminar.

Por tanto, queremos asegurarnos de que cualquier teología sistemática que hagamos esté (1) fundamentada bíblicamente, (2) informada históricamente, (3) contextualizada y (4) siendo vivida en nuestras vidas.

  1. La doctrina de la Palabra 

2.1. Introducción

Vayamos a nuestro primer tema de la clase: la doctrina de la Palabra. Aquí veremos por qué creemos que solo la Biblia, sola scriptura como lo expresan los reformadores, debe ser nuestra máxima autoridad cuando se trata de la fe cristiana.

A lo largo de nuestro curso mantendremos dos suposiciones o presuposiciones: (1) existe un Dios (trino, soberano y personal); y (2) él habla o se revela a nosotros.

Eso no es una excepción. Cada cosmovisión comienza con una presuposición, o serie de ellas. Para el empirista, es que nuestro mundo es una caja cerrada, solo podemos conocer lo que tocamos, probamos, sentimos, y que nuestros sentidos son guías confiables. Para el racionalista, es que se nos da un conjunto de ideas innatas en la mente (ya sea porque nacemos con ellas o porque el alma preexistía), y que el conocimiento surge cuando aplicamos la razón a dichas ideas.

Para el cristiano bíblico, es que Él está presente y no está callado (título reconocido de Francis Schaeffer). Que Dios existe y habla es, de hecho, una de las principales formas en que la Biblia distingue al Dios verdadero del resto de los dioses falsos (1 Reyes 18:24ff; Salmo 115:5ff; Habacuc 2:18-20).

Piensa en Elías desafiando a los profetas de Baal a un duelo y viendo como el único Dios verdadero trae fuego al agua de la zanja mientras que el falso dios Baal falla en responder.

O piensa en el salmista en el Salmo 115 diciendo: «Los ídolos de ellos… tienen boca, mas no hablan, tienen ojos, mas no ven».

Ahora bien, cuando nos referimos a la Palabra de Dios, no nos referimos simplemente a la Biblia. La Biblia es simplemente la Palabra de Dios escrita. La Palabra de Dios incluiría el poder por el cual Dios lleva a cabo todas las cosas según el designio de su voluntad (Ef. 1:11), incluida la creación (Gn. 1.3, Jn. 1.3). Es su presencia personal con sus criaturas. Pablo escribe en Romanos 10: «Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón» (Ro. 10:6-8). La Palabra de Dios lo revela. Por tanto, obedecer la Palabra de Dios es obedecer a Dios, despreciar su palabra es despreciarlo a él (Is. 66:2).

Incluso podríamos decir que la palabra o el habla de Dios es uno de sus atributos. Él es un Dios que habla. Eso no significa que la Biblia sea necesaria para su ser, pero la comunicación sí lo es. Hay compañerismo dentro de la Deidad. De la misma manera que Dios no tuvo que crear para ser creativo, no tuvo que hablarnos para demostrar que es comunicativo. Damos por hecho esto, pero el habla es el obsequio de Dios para nosotros.

Y una de las formas clave que toma la revelación… es la Escritura, la revelación especial de Dios comprometida con la escritura.

Entonces, comenzamos con las presuposiciones de que (1) existe un Dios y que (2) él habla o se revela a nosotros…

2.2. El caso de la Biblia como nuestra autoridad

¿Pero cómo sabemos que la Biblia es la palabra autoritativa de Dios para su pueblo? ¿Simplemente citamos 2 Ti. 3:16: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia»? ¡No! La Biblia como la palabra autoritativa de Dios impregna toda la Escritura. No está aislada simplemente a uno o dos versículos.

2.2.1. El Antiguo Testamento

Volviendo al Antiguo Testamento, vemos que la fe del antiguo Israel se basaba en la autoridad de la palabra escrita. No necesitamos ir más allá de los Diez Mandamientos, los cuales Dios mismo escribió, sobre dos tablas de piedra.

Moisés escribe en Dt. 5:22: «Estas palabras habló Jehová a toda vuestra congregación en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de la oscuridad, a gran voz; y no añadió más. Y las escribió en dos tablas de piedra, las cuales me dio a mí».

Al entrar en una relación pactal con Israel, Dios le dio al pueblo su Palabra. Y a medida que se desarrolla la historia de la redención, Dios constantemente lleva a su pueblo de vuelta a su Palabra del pacto (véase Dt. 32).

¿Y dónde es puesta esta palabra? En el lugar más sagrado, en el Arca del Pacto. ¿Por qué? ¡Porque vino directamente de Dios!

El resto de los escritos de Moisés y las posteriores escrituras proféticas fueron siempre considerados no menos divinos, no menos verdaderas palabras de Dios, que las palabras que Dios había escrito con su propio dedo. El hecho de que el hombre escribió las palabras nunca afectó la realidad de que su autoridad e inspiración eran divinas (Romanos 3:2, Hechos 4:25, 28:25, Hebreos 3:7, 8:8, 10:15). «Así dice el Señor» de un profeta es equivalente a Dios hablando directamente.

2.2.2. El Nuevo Testamento reconoce la autoridad de las Escrituras del Antiguo Testamento

Y el Nuevo Testamento comparte este mismo testimonio de la autoridad divina del Antiguo Testamento. Jesús mismo trató las Escrituras del Antiguo Testamento como absolutamente autoritativas. En el Sermón del Monte, leemos que Jesús no vino a abolir la Ley o los Profetas (forma abreviada para hablar de todo el Antiguo Testamento), ni a corregirlos, sino a cumplirlos (Mt. 5:17). Él no solo tiene una alta visión de sí mismo, ¡sino que claramente tiene una gran visión de las Escrituras del Antiguo Testamento!

Jesús trató los argumentos de las Escrituras del Antiguo Testamento como decisiones finales. En Juan 10:35, Jesús declara que «la Escritura no puede ser quebrantada», refiriéndose al Antiguo Testamento. Cuando Jesús dice, «escrito está», la discusión ha terminado. Un buen ejemplo de esto es cuando Jesús cita Deuteronomio cuando es tentado en el desierto por el diablo.

Además, Jesús mismo acató las Escrituras. Se nos dice que vivió una vida perfecta de acuerdo con las Escrituras del Antiguo Testamento. Según su propio testimonio, incluso su muerte en la cruz ocurrió porque «era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de [Él]  en la ley de Moisés y los profetas» (Lc. 24:44).

2.2.3. El Nuevo Testamento reconoce una autoridad a la par del Antiguo Testamento

Pero el Nuevo Testamento no solo testifica de la autoridad del Antiguo Testamento, sino que también reconoce su propia autoridad a la par con el Antiguo Testamento. Entonces en Mateo 28, Jesús habló a los discípulos después de su resurrección y parece ungirlos particularmente para completar su enseñanza. En Juan 14-16, Jesús promete enviar a los discípulos el Espíritu Santo que les recordará lo que les ha enseñado en el curso de su ministerio y guiarlos  a toda verdad, incluyendo la enseñanza que Jesús no dio durante su ministerio terrenal porque era más de lo que los discípulos podían soportar (Véase también 1 Corintios 2:13 y Juan 16:12-15).

Los discípulos entendieron esto también. En 2 Pedro 3:16, Pedro dice de los escritos de Pablo que: «[Él] ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas, entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras…». Las cartas del apóstol Pablo se equiparan con las Escrituras.

En 1 Timoteo 5:18, Pablo dice: «Pues la Escritura dice…» y luego cita Deuteronomio y el Evangelio de Lucas, que no fue escrito por un apóstol sino que fue claramente aprobado y afirmado por aquellos apóstoles que todavía estaban vivos.

El punto inconfundible es este: el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento dan fe de las Escrituras como la revelación autoritativa de Dios para su pueblo. La Biblia nos llega en un paquete unificado, lo que significa que no podemos escoger y elegir lo que nos gusta. Si es la Palabra de Dios, no estamos por encima de ella, determinando lo que aceptaremos y lo que no, sino que nos mantenemos debajo de ella, como los llamados a someternos humildemente a ella.

2.3. El canon de la Escritura

Pero esto hace surgir la pregunta de cuáles escritos representan la revelación autoritativa de Dios. Esta es la pregunta del canon. Canon es la transliteración griega de una palabra semítica que significa «caña de medir», «regla» o «estándar».

Inherentes a la discusión hay una cantidad de preguntas. Primero, ¿cómo obtuvimos estos 66 libros? Esa es la pregunta histórica que consume los programas de PBS o History Channel, donde la historia de la Biblia se convierte en un drama político sórdido con tratos clandestinos para conseguir este libro, mantener ese libro, etc.

Pero también hay más preguntas teológicas. Entonces, ¿cuál es la relación entre el canon y la autoridad? ¿Cuál vino primero? A saber, ¿los libros tenían una autoridad inherente que el canon simplemente reconoció o la Iglesia creó el canon, y así la iglesia le confirió autoridad a los libros colocándolos dentro del canon? U otra pregunta, ¿está cerrado el canon? Si es así, ¿por qué?

Estas son las preguntas que comenzaremos a considerar la próxima semana.

Oremos.