Liderazgo

Siete ministerios de las mujeres en el Nuevo Testamento

Por Jonathan Rourke

Jonathan Rourke es el pastor principal de la Iglesia Bíblica Tri-City en Vista, California.
Artículo
30.09.2021

El Nuevo Testamento revela cómo sirvieron las mujeres a Jesús, la iglesia y la Gran Comisión. Esto es importante por al menos tres razones: primero, el rol de las mujeres en la iglesia a menudo se describe como una excepción, no como una expectativa. Segundo, enfocarse exclusivamente en el pastorado, que está limitado a los hombres, distrae de los demás ministerios diversos y gratificantes que desempeñan ambos géneros. Tercero, es posible que la iglesia pida demasiado poco a nuestras hermanas llenas del Espíritu, teniendo en cuenta sus abundantes dones y su colaboración vitalmente esencial en el evangelio.

Para ello, aquí tienes siete formas de animar a las mujeres para que usen sus recursos espirituales y materiales.

 1. Como patrocinadoras generosas

Durante siglos, personas riquezas han patrocinado artistas para que puedan enfocarse en su obra maestra en lugar de tratar de pagar facturas. En Lucas 8:1-3, aprendemos que Jesús y los discípulos tenían patrocinadores y a menudo eran mujeres ricas. Lucas nos dice que Juana y Susana estaban entre «muchas otras que de sus bienes personales contribuían al sostenimiento de ellos» (Lc. 8:3).

De manera similar, el ministerio de Pablo fue financiado por mujeres (Ro.16:2). Una diaconisa llamada Febe es identificada como la «ayudante» de Pablo o benefactora, un término que literalmente significa defensora o protectora. También usó su dinero e influencia para ayudar a los ministerios a cumplir su llamado. Otras, como Priscila (Ro.16:3) y Lidia (Hch.16:4), ofrecieron voluntariamente sus hogares. Estas hermanas notables y valientes rara vez se mencionan. Pero queda claro que Dios confía la riqueza a las mujeres, y ellas pueden utilizarla con gozo en apoyo del evangelio.

2. Como trabajadoras

Varios hombres trabajaron diligentemente con Pablo, pero también lo hicieron muchas mujeres. Son «obreras del Señor» tales como María, Trifena, Trifosa y Pérsida «que ha trabajado mucho en el Señor» (Ro.16:6,12). Dando un paso más, Priscila y Aquila fueron compañeros esenciales, dejados atrás para mantener la iglesia cuando pablo partió a otra ciudad (Hch.18).

3. Como maestras edificantes

Algunas mujeres tienen el don de la enseñanza, desplegándolo de forma prudente y aceptable a ciertas audiencias en la iglesia. En Lucas 2:38, se presenta a Ana, la profetiza, como una mujer que servía al Señor permaneciendo en el templo y adorando. También enseñaba a la gente y «hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén».

Anteriormente en el Evangelio según Lucas, María entona un canto teológicamente rico en Lucas 1:46-55 que se ha convertido en una fuente de estímulo y enseñanza constante para la iglesia. Timoteo recibió capacitación de su piadosa abuela y de su madre Eunice en las doctrinas de la fe (2 Ti.1:5). Sabemos que esto significó al menos instrucción en «las Sagradas Escrituras», que le dieron «sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2 Ti. 3:15).

Las mujeres maduras que pueden servir, enseñar y discipular son esenciales en cualquier iglesia sana. En ocasiones, Dios usa incluso a mujeres como Priscila para ayudar a hombres influyentes como Apolos y «[explicarle] con mayor exactitud el camino de Dios» (Hch.18:26).

 4. Como evangelistas fieles

Aunque Filipenses 4:2-3 es una amonestación, Pablo deja en claro que tanto Evodia y Síntique «[compartieron sus luchas] en la causa del evangelio, junto con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida». Este fue un esfuerzo evangelístico y uno que produjo fruto gracias a la fidelidad de estas mujeres.

A esta lista podemos añadir a Lidia, e incluso a la mujer del pozo de Samaria como las primeras en llevar el evangelio a sus familias y pueblos. Uno de los ejemplos más profundos es el de María Magdalena, a quien Jesús eligió para ser la primera en testificar su resurrección. Se le encomendó llevar la buena noticia a los discípulos esa primera mañana de Pascua (Jn.20:18).

5. Como compañeras valientes

Romanos 16:3-4 menciona a Priscila y Aquila nuevamente, esta vez como «colaboradores» que «expusieron sus vidas» por el evangelio. Esto seguido de un elogio a Junias en el versículo 7, que trabajó tan estrechamente con Pablo que sufrió como «compañera de prisión». Eso es un compromiso extremo, y demuestra que a Pablo no le importaba tener a mujeres a su lado durante una peligrosa misión por el evangelio. Finaliza Romanos con saludos cálidos y personas, profundamente agradecido por el servicio y sacrificio de las mujeres.

6. Como cuidadoras comprensivas

Jesús estuvo a menudo en compañía de mujeres que «le seguían y le servían» incluida María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé (Mr.15:40-41). Las mujeres constituían la estructura de apoyo de su ministerio.

En 1 Timoteo 3, la palabra «ministro» se traduce como «diácono». Algunas de estas mujeres aparecen nuevamente en Marcos 16 cuando llegan para servir al Señor ungiendo su cuerpo luego de la crucifixión. Al final de Romanos, también leemos acerca de Rufo, un hombre con una madre (y padre, ya que fue el que cargó la cruz de Jesús) extraordinaria. Pablo dice que era como la madre adoptiva de la iglesia, y como una madre para él también (Ro.16:13). Es probable que Tabita fuera el mismo tipo de mujer «rica en obras buenas y de caridad» (Hch.9:36).

7. Como ejemplos valiosos

Las mujeres piadosas en la iglesia están llamadas a enseñar y capacitar a las mujeres más jóvenes (Ti. 2:3-5). Incluso tienen ejemplos bíblicos para ilustrar el objetivo (1 P. 3:4-5). Estamos familiarizados con la mujer descrita en Proverbios 31, un arquetipo del carácter y productividad femeninos. Sin embargo, incluso la fidelidad rutinaria de las mujeres llenas del Espíritu puede proporcionar beneficios multigeneracionales.

Las mujeres jamás deben subestimar el valor de demostrar un carácter digno de imitar. El cuerpo de Cristo es una comunidad que nutre deliberadamente a la próxima generación, y las mujeres desempeñar un rol fundamental en esa misión sagrada.

CONCLUSIÓN

Las iglesias sanas deben animar a las mujeres a sobresalir aún más en lo que se describe en las Escrituras que ya hacen. Dios se ha manifestado en los portadores de su imagen. Algunos atributos son más pronunciados en los hombres, otros en las mujeres. Si la iglesia identifica, fortalece y celebra eso, entonces nuestras congregaciones serán más sanas porque la imagen de Dios brillará en todos sus hijos.

Traducido por Nazareth Bello