Teología bíblica

Quiero entrar al ministerio. ¿Necesito estudiar teología?

Por Emanuel Elizondo

Emanuel Elizondo (MDiv, DMin) es editor en jefe de Biblias Holman. Enseña teología en la UCLA y predica en la iglesia Vida Nueva en Monterrey, México, donde vive con su esposa Milka. Tiene un doctorado en predicación expositiva en The Master’s Seminary. Puedes seguirlo en Facebook y Twitter.
Artículo
29.12.2021

Dejémoslo claro: los apóstoles recibieron la mejor educación bíblica y teológica posible. Estuvieron tres años aprendiendo a los pies del Maestro de maestros, el Rabino de rabinos, nuestro Señor Jesucristo. Si bien los Evangelios nos muestran mucho de lo que Jesucristo les enseñó, hay bastantes otras cosas que Jesucristo dijo e hizo que no quedaron escritas (Jn. 21:25). No nos sorprende, entonces, el impacto que tuvieron.

Pero, ¿Qué de nosotros? ¿Será que también necesitamos instrucción bíblica formal, si hemos recibido el llamado de enseñar la Palabra de Dios? “El conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1 Co. 8:1). Pareciera que ese versículo es suficiente argumento en contra de estudiar teología en un instituto, universidad, o seminario. ¿De qué sirve, después de todo, estudiar teología si solamente llenará mi mente de datos?

Estas son buenas inquietudes. Aun así, me gustaría explicar por qué creo que, si Dios te da la oportunidad, debes considerar pasar tiempo de estudio concentrado en algún seminario teológico.

Claro, la historia de la Iglesia demuestra que la educación teológica formal no es absolutamente indispensable para el ministro. Dios puede usar a un Carlos Spurgeon, quien no recibió educación teológica formal (aunque instituyó un colegio de pastores y tenia una de las bibliotecas personales más grandes de Inglaterra, con 12,000 tomos). También damos gracias a Dios por iglesias que se esfuerzan en entrenar a sus jóvenes bíblicamente para poder ministrar al pueblo de Dios.

Pero la realidad es que la mayoría de las iglesias no tienen el personal suficiente para entrenar a un joven en griego y hebreo, hermenéutica, homilética, teología bíblica, y sistemática. Para eso será necesario un instituto, universidad, o seminario teológico.

Ya que los pastores deben ser aptos para enseñar, la educación teológica es indispensable para el ministro. Veamos entonces algunas razones por qué estudiar teología de manera formal.

POR LA DIFICULTAD DE LA LABOR

La Biblia está escrita para que la entendamos. Creemos y abrazamos la doctrina de la claridad de las Escrituras. El corazón de los reformadores era que la Biblia fuera accesible a toda persona, pues estaban convencidos de que una de las tragedias más horrendas en la historia de la Iglesia era haber limitado el acceso a la Biblia al clero.

Sin embargo, no podemos negar que hay dificultad en interpretar correctamente las Escrituras. La Biblia fue escrita por autores viviendo en una cultura muy diferente a la nuestra, escribiendo en idiomas que aunque en algunos aspectos se asemejan al nuestro, en otros son completamente diferentes. Además de eso, las Escrituras están escritas en diversos géneros literarios con estructuras específicas que, de ignorarse, podrían resultar en interpretaciones completamente diferentes a aquello que el autor quería transmitir originalmente. El mismo apóstol Pedro escribió de las epístolas de Pablo:

“Asimismo en todas sus cartas [Pablo] habla en ellas de esto; en las cuales hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inestables tuercen, como también tuercen el resto de las Escrituras, para su propia perdición”, 2 Pedro 3:16.

El llamado del ministro es a entender y escudriñar las Escrituras. Como dijo Pablo:

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad”, 2 Timoteo 2:15 (énfasis agregado).

La frase “maneja con precisión”, que viene del griego orthotomeo, tiene que ver con “abrirse paso rectamente a través de un país (que tiene árboles o es difícil de atravesar), para que el viajero pueda llegar directamente a su destino” (léxico BDAG). Esa es una definición bastante pintoresca que para algunos de nosotros que hemos crecido en la ciudad será difícil de entender completamente. Tenemos que usar un poco nuestra imaginación y ponernos en las botas de aquel pionero que con hacha en mano se abre camino duramente entre la maleza, con el cuerpo entero sudando y los músculos en fuego, pero persistiendo por la meta de llegar hasta su destino. Aquel que enseña la Biblia debe hacerlo con perseverancia, abriéndose paso exegéticamente, sin importar la dificultad del camino, con la meta de llegar a la interpretación correcta.

Si bien tenemos excelentes traducciones de la Biblia al español (¡gloria a Dios por ello!), de ser posible el ministro debe adquirir un entendimiento del griego y hebreo, ya que en esos idiomas Dios se reveló a los escritores de las Santas Escrituras.

Esto, por supuesto, no es sencillo. Requiere tiempo. Para leer el Nuevo Testamento en griego se necesitan de tres a cinco años de estudio intensivo (además de constante repaso). El hebreo requerirá otros tres (y una vida repasándolo). Difícilmente una persona podrá hacerlo solo; necesita un maestro que entienda los idiomas a perfección, que además tenga el talento de enseñarlos.

El tiempo es indispensable. La interpretación bíblica y la enseñanza no debe hacerse apresuradamente. Hacer exégesis requiere tiempo. Construir un buen bosquejo requiere tiempo. Aprender las reglas de retórica para comunicar efectivamente un mensaje requiere tiempo, práctica, y un buen maestro.

La labor es desafiante. Y sin embargo, el pastor de tiempo completo tiene solamente una cantidad limitada de tiempo. ¿Cómo puede hacer todo lo que necesita con tan solo 24 horas al día? Estudiar teología de manera formal ayudará al ministro enseñándole a maximizar su tiempo de estudio afilando sus herramientas hermenéuticas. Aquella persona que tiene las herramientas adecuadas (y bien cuidadas) podrá llevar a cabo la labor de una manera más eficiente y con mayor impacto.

PORQUE EL TIEMPO APREMIA

Cuando salí a estudiar al seminario más de una persona me dijo: “¿Para qué estudiar teología? ¡Estás perdiendo el tiempo! Mejor comienza a ministrar ya, y aprenderás en el proceso”. Miles de personas mueren cada día y, si Jesucristo no es su salvador, pasan a una eternidad de condenación eterna. ¡El tiempo es limitado! ¿No deberíamos maximizar el tiempo recortándolo en la parte de entrenamiento y alargándolo en el campo? Parece contraproducente eso de prepararse para ministrar.

Pero no lo es.

¿Puedes imaginar a un joven que quiere ser médico y que reciba ese mismo consejo?

“¿Para qué estudiar medicina? ¡Estás perdiendo el tiempo! Mejor comienza a practicarla ya, y aprenderás en el proceso”. Nunca daríamos un consejo así porque entendemos que practicar medicina es una labor de vida o muerte, y por lo tanto quienes la practican debe estar entrenados con el más alto nivel académico. Lamentablemente parece ser que a veces no pensamos lo mismo del ministerio del evangelio. Sin embargo, cada vez más hay hermanos y hermanas convencidos de que el trabajo ministerial sí es de vida o muerte, aunque no de vida o muerte física sino espiritual. ¿Acaso es la muerte física de mayor peso que la muerte espiritual?

El principio de prepararse lo vemos en las Escrituras. En el Antiguo Testamento tenemos como posible ejemplo la escuela de los profetas. En los Evangelios, Cristo se encargó de preparar a sus apóstoles y discípulos por tres años antes de mandarlos al mundo. Pablo pasó tres años en Arabia, muy probablemente preparándose, antes de subir a Jerusalén (Gál. 1:17-18). Inclusive Apolos tuvo que ser tomado aparte para recibir instrucción (Hch. 18:26). Es muy fácil que este principio pase desapercibido aunque es bastante claro. Sin duda alguna Jesucristo enfatizó la necesidad del aprendizaje, y por eso pasaba grandes cantidades de tiempo enseñando y explicando las verdades del reino a aquellos que después, en el poder del Espíritu Santo, expondrían dichas verdades al mundo entero.

La Biblia dice: “Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef. 5:16). ¿Qué mejor manera de aprovechar el tiempo que estudiando formalmente la Biblia? Es por eso que es indispensable encontrar un lugar avalado por la iglesia local, que enseñe la inerrancia de las Escrituras, que ponga la Biblia misma por encima de todo. El tiempo apremia y la labor es difícil: por lo tanto, ¡estudiemos las Escrituras a profundidad!  Esos tres a cinco años invertidos en el estudio de las Escrituras impactarán el resto del ministerio, ¡el cual puede llegar a durar hasta cincuenta o más! Serán años muy bien empleados.

PORQUE EL ERROR ABUNDA

El mundo siempre ha estado infestado de error. Los mismos apóstoles tuvieron que luchar en contra de las herejías que se infiltraban en las iglesias del primer siglo. En los primeros siglos después de Cristo el error comenzó a brotar por todos lados, y pronto la Iglesia se llenó de idolatría y otros errores que la desviaron prácticamente por completo. Es por eso que en sus 2,000 años de historia, Dios ha levantado a múltiples reformadores que han luchado incluso hasta la muerte para regresar al cuerpo de Cristo al lugar donde debe estar fundamentada: la Biblia.

“Nada hay nuevo bajo del sol”, nos dice el predicador (Ecl. 1:9). Hoy en día vemos los mismos errores, pero con nuevas presentaciones. Es la antigua estrategia de ventas: ofrecer el mismo producto pero en una nueva presentación. Los “nuevos” tipos de cristianismo no son más que antiguas herejías. La iglesia evangélica moderna fácilmente se desvía cuando le ofrecen algo nuevo.

No es que ahora haya más error que antes. La diferencia es que por causa de los medios de comunicación, el error está cada vez más al alcance de todos. Los cultos y sectas intentan seducir a la Iglesia con sus extrañas interpretaciones, y muchos terminan cayendo. Los neoateos, aunque son pocos, han encontrado en las redes sociales un altoparlante. Cada vez más encontramos que nuestros países hispanos se inundan de ideas pseudoespirituales, que son mezclas de religiones orientales con pensamientos posmodernistas. Eso sin contar el crecimiento de sectas y otras religiones, como el islam.

Así que el ministro de hoy debe estar bien capacitado. Debe entrenarse para “presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia” (1 Pe. 3:15).

Estudiar teología en una institución académica que pone a la Biblia en primer lugar ayudará al pastor-maestro a entender y refutar los errores que abundan en nuestra sociedad y se infiltran en las iglesias. El error abunda, pero la verdad es más poderosa que el error, y tenemos la promesa de que nada prevalece en contra del cuerpo de Cristo (Mt. 16:18).

Si tú, querido hermano, has recibido el llamado de Dios, confirmado por la iglesia, de ministrar la Palabra, quisiera urgirte a que consideres apartar un buen tiempo para equiparte y entrenarte teológicamente. El trabajo no es sencillo, pero Dios nos ha dado las herramientas para hacerlo. El tiempo es poco, pero mientras que Dios nos lo dé, debemos usarlo efectivamente. E indudablemente, el error abunda. Pero su Palabra es suficiente para transformar corazones necesitados en un mundo lleno de confusión.

Así que estudiar teología formalmente será un tiempo bien invertido que maximizará tu efectividad en esta labor tan importante, la de proclamar el evangelio y alimentar a las ovejas que Cristo ganó con su sangre.

 

Artículo publicado primero en Coalición por el Evangelio