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¿Qué lecciones podemos aprender de la historia del liberalismo?

Por Gregory A. Wills

Decano, Escuela de Teología; Profesor David T. Porter de Historia de la Iglesia. Southern Baptist Theological Seminary (Louisville, Kentucky, Estados Unidos).
Artículo
07.01.2017

El evangelicalismo de hoy está bien posicionado para un nuevo despegue liberal. Existe un sentimiento extendido de crisis entre los evangélicos. Sentimos que algo ha ido mal con la iglesia, sobre todo porque la iglesia parece irrelevante a las personas que estamos intentando alcanzar con el evangelio. El cristianismo parece haber perdido todo crédito en la sociedad. Estas son las mismas condiciones en las que el antiguo liberalismo emergió.

El liberalismo es una herejía del evangelicalismo. Los evangélicos a menudo ignoran este punto. Vemos correctamente el liberalismo como destructivo para el evangelio y la iglesia, pero confundimos los resultados del liberalismo por sus intenciones. En consecuencia, buscamos el liberalismo en los lugares erróneos, entre aquellos que están fuera del campo evangélico, y nos confundimos cuando aparece dentro de la ciudadela de la iglesia misma. Nos confundimos porque entendemos mal el carácter del liberalismo. Identificamos a los liberales como personas que rechazan la Biblia, la iglesia, y a Jesús. Sin embargo, tales personas no son liberales. Los liberales siempre han tenido como primera ambición honrar la Biblia, la iglesia, y a Jesús. El liberalismo no se origina desde fuera de la iglesia, sino desde dentro de ella.

EL PROBLEMA DE LOS LIBERALES: LA FALTA DE CREDIBILIDAD DEL CRISTIANISMO

El antiguo liberalismo fue una respuesta a los ataques sobre la credibilidad del cristianismo. En los siglos dieciocho y diecinueve, los eruditos europeos sometieron a la Biblia a una crítica científica —esto es, naturalista— e histórica. La ciencia histórica concluyó que muchas partes de la Biblia no eran lo que declaraban ser. Muchas partes de la Biblia fueron escritas mucho más tarde de lo que se decía, y estaban contaminadas con fábulas e historias fantasiosas. La erudición entonces desacreditó al cristianismo. En respuesta a la pérdida de credibilidad de la iglesia, Friedrich Schleiermacher inició el movimiento liberal cuando propuso que la iglesia misma tenía la culpa. Schleiermacher creía que la preocupación de la iglesia por el dogma y la ley era ajena a su carácter original. Puesto que su carácter verdadero era inherente a la experiencia de la relación entre criaturas dependientes y el Dios infinito, podría sufrir la crítica de su doctrina y ética tradicionales sin ninguna pérdida verdadera para el cristianismo mismo.

Un ataque más devastador sobre la credibilidad del cristianismo surgió en 1859 mediante los argumentos de Charles Darwin a favor de la evolución de todos los organismos vivos, los cuales ganaron amplia aceptación entre los intelectuales. Darwin avanzó una explicación naturalista del origen de las especies que pareció contradecir la afirmación de la Biblia de que Dios las creó de forma variada. Si Darwin tenía razón, entonces la Biblia estaba equivocada. El cristianismo ahora estaba desacreditado por la ciencia.

Para muchos cristianos ortodoxos, estos desarrollos causaron una crisis personal. Si querían retener su fe en la Biblia, tendrían que rechazar los descubrimientos científicos de la historia y de la biología. Si querían aceptar la ciencia, tendrían que rechazar la Biblia.

Pero para muchos líderes cristianos, el aspecto misiológico de la crisis fue más persuasivo que el aspecto personal. Las personas educadas no rechazaron meramente el cristianismo como algo no verdadero; también lo despreciaron como desacreditado y absurdo. Basados en un pensamiento evolucionista, los intelectuales concluyeron cada vez más que el cristianismo, como la religión en general, pertenecía a la infancia de la raza humana. Pero ahora que la humanidad había alcanzado su mayoría de edad, defendería la razón científica e iluminada, y desecharía sus supersticiones religiosas.

Como resultado, en torno a 1900 la iglesia estaba afrontando su crisis intelectual más peligrosa desde el siglo segundo. El liberalismo se desarrolló como una respuesta a esta crisis. El propósito fundamental del liberalismo fue salvar a la Biblia y a la iglesia de los ataques del naturalismo científico. Salvaría a la fe purgándola de las impurezas filosóficas y supersticiosas que los teólogos bien intencionados habían impuesto sobre ella en el transcurso de los siglos. Era hora de reformar la iglesia y regresar a Cristo. El liberalismo restauraría el crédito intelectual y moral de Jesús, de la Biblia, y de la iglesia en la sociedad moderna.

LA SOLUCIÓN DE LOS LIBERALES: UNA NUEVA PERSPECTIVA DE LA INSPIRACIÓN BÍBLICA

La solución de los liberales fue desarrollar un camino intermedio entre el naturalismo científico y la ortodoxia tradicional, un camino que afirmaría tanto la nueva ciencia como la Biblia. La clave de esta solución era una nueva perspectiva de la inspiración bíblica.

Aunque los evangélicos han malinterpretado con frecuencia a los liberales en este punto, los liberales no rechazaron la inspiración de la Biblia. Les acusamos de «rechazar la Biblia» porque los liberales rechazaron o redefinieron muchas creencias fundamentales de la ortodoxia tradicional, porque la consistencia lógica parecía requerir que los liberales rechazaran toda la Biblia, y porque queríamos enfatizar el grave peligro que el liberalismo planteaba. Pero de hecho su programa se basó en la premisa de que la Biblia era inspirada y autoritativa.

Los liberales de hecho sabían que el cristianismo era verdadero. Lo sabían en sus corazones. Fueron criados en iglesias evangélicas. Experimentaron la conversión y dieron sus vidas al servicio de Jesús. Aceptaron la Biblia como su estándar de creencia y conducta. Su conversión, sus oraciones, y su lectura de la Biblia moldearon su identidad, definieron su propósito, y dieron significado a sus vidas. No abandonarían —no podrían abandonar— su fe, o la Biblia que la revelaba y la moldeaba.

Tal y como se interpretó tradicionalmente, sin embargo, la Biblia fue desacreditada por la nueva ciencia. Aseveraba que Dios creó a los humanos mediante un acto directo y repentino, y que creó el gran abanico de especies de plantas y animales del mismo modo. Pero el darwinismo había probado supuestamente que Dios no creó las especies por un acto directo. La Biblia también declaraba que Dios dio las leyes en cuanto al sacrificio y la adoración en el monte Sinaí, en el éxodo de Israel de Egipto. Pero la crítica histórica ahora había demostrado supuestamente que estas leyes no se desarrollaron hasta cientos de años después del éxodo.

La mayoría de los evangélicos rechazaron las premisas y las conclusiones del darwinismo y la crítica histórica y retuvieron la perspectiva tradicional de la inspiración y el significado de la Biblia. Algunos, sin embargo, aceptaron la nueva ciencia y rechazaron la Biblia: esto es, abandonaron el cristianismo. Pero tenían que hacer encajar la Biblia con la ciencia. Para conseguir esto, desarrollaron una nueva teoría de la inspiración.

La inspiración de la Biblia, propusieron los liberales, garantizaba la verdad de su mensaje religioso pero no garantizaba la verdad de su mensaje histórico. Las declaraciones históricas de la Biblia podían así ser descartadas si se demostraban improbables. Esto no significaba que no fuesen inspiradas. Tenían un significado religioso o espiritual que no dependía de la veracidad del significado histórico. La forma histórica del mensaje servía como vehículo para dar el mensaje religioso. El significado vital no debería confundirse con el vehículo. El núcleo inspirado de la verdad religiosa se escondió debajo de la cáscara humana de la declaración histórica. Puesto que la Biblia era inspirada en su significado religioso solamente, un pasaje podría ser verdadero religiosamente pero falso históricamente. Los liberales sostuvieron que los descubrimientos científicos no falsificaban la Biblia, meramente corregían perspectivas falsas de inspiración.

Su confianza de que solo estaban siguiendo los dictados de la ciencia racional evitaba que la mayoría de liberales reconocieran que su enfoque implicaba una acomodación cultural de enormes proporciones. La crítica de Karl Barth a inicios del siglo veinte ayudó a muchos a reconocer este hecho, pero no podía haber un retorno a la ortodoxia tradicional. Mientras permanecieran convencidos de la validez del darwinismo y de la crítica histórica, la perspectiva de la inspiración de los liberales ofrecía la única forma creíble para preservar un lugar para la Biblia y para Jesucristo en el mundo moderno. La antigua ortodoxia ya no era creíble a la luz de la ciencia moderna.

El antiguo liberalismo buscó rescatar al cristianismo haciéndolo creíble para personas que habían adoptado una cosmovisión naturalista, lo cual significó redefinir el cristianismo en términos ampliamente naturalistas. Los liberales estaban convencidos de que podrían preservar la trascendencia de la verdad espiritual —verdad sobrenatural— sobre esta base. Estaban equivocados. Intentaron rescatar la fe, pero al hacer el cristianismo más creíble para el mundo, lo reemplazaron con una religión conforme al mundo.

ENFRENTAMOS EL MISMO DILEMA HOY

Hoy los evangélicos nos encontramos en un lugar similar. Muchos eruditos evangélicos consideran que los argumentos histórico-críticos de los antiguos liberales son convincentes, aunque generalmente se quedan a las puertas de sus conclusiones. Otros están proponiendo nuevas formas de aceptar la evolución sin rechazar la Biblia. Lo que es más importante, muchos evangélicos hoy sienten que la antigua ortodoxia no es particularmente convincente. El mensaje de la iglesia ya no es creíble para las clases educadas, inteligentes y cultivadas, quedando desacreditado a la luz de la cultura moderna.

Los evangélicos modernos que desean quitar el descrédito del cristianismo de entre sus menospreciadores, están volviendo a los pasos de los liberales antiguos. Si la historia del liberalismo ha demostrado algo, ciertamente ha probado que el evangelio debe ser aceptado en sus propios términos, no en los términos de los que lo menosprecian, no importa lo cultivados, educados, y exitosos que estos sean.

Si los evangélicos demuestran ser incapaces de soportar el desprecio y el reproche de los incrédulos cultivados, entonces intentaremos construir otro cristianismo mediador que aspire a salvar a la iglesia y su mensaje de su crisis cultural. Al nuevo liberalismo, sin embargo, no le irá mejor que al antiguo; su objetivo fundamental y sus principios críticos devorarán su contenido hasta que quede poco de su mensaje. A sus hijos no les parecerá que su mensaje o comunidad sean convincentes, y no se sentirán identificados. Pero por una o dos generaciones, llevará por mal camino a millones y hará un daño permanente a la iglesia y al avance del evangelio.