Ministerio

Por qué los padres son los principales cuidadores espirituales de sus hijos

Por Rhys Plant

Rhys Plant es pastor de la Iglesia de la Alianza de Jacqueline Street de London, Ontario.
Artículo
29.05.2023

Tenía 20 años cuando me convertí en padre. Era joven, tonto y lamentablemente no estaba preparado. Cuando mi esposa y yo llevamos a nuestro hijo a casa, nos sentamos y nos miramos. Nos invadió una oleada de emociones encontradas: alegría, asombro y pánico. Estábamos encantados de que Dios nos hubiera regalado un niño sano. Estábamos un poco sorprendidos de que enviaran a casa a dos veinteañeros con un bebé y sin manual de instrucciones. Y nos entró el pánico porque empezábamos a darnos cuenta de que ahora éramos responsables de un ser humano diminuto, un pequeño portador de la imagen. Cuando he hablado con otros padres a lo largo de los años, la mayoría ha admitido haber tenido experiencias similares.

Una vez oí a alguien decir que a los padres se les ha encomendado la tarea de «pastorear a sus hijos hacia la eternidad». No recuerdo quién lo dijo, pero nunca he olvidado las palabras. Entonces, ¿cómo puede la iglesia preparar a los padres para que cuiden el alma de sus hijos?

Permíteme sugerir cuatro ideas.

1. Alégrate de la nueva vida y de las familias que crecen

El salmista escribe: «He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos» (Sal. 127:3-5). Desgraciadamente, hoy en día hay menos personas que entienden el valor de los hijos. Las parejas tienen menos hijos, a menudo porque los consideran un inconveniente, no un regalo. Este no debería ser el caso en nuestras iglesias.

Deberíamos alegrarnos por el regalo de los hijos. Si los padres sienten que no son bienvenidos en la iglesia debido al tamaño de su familia o al comportamiento de sus hijos, entonces la iglesia tendrá dificultades para equipar a sus padres con las herramientas que necesitan para criar a sus hijos. Nuestro Señor dijo: «Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos» (Mt. 19:14); eso también debería caracterizar la actitud de nuestra iglesia hacia los niños.

2. Enseña a los padres a qué han sido llamados

En Deuteronomio 6, el Señor llama a los padres a transmitir las instrucciones de la Torá a sus hijos: «Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes» (Dt. 6:7). Del mismo modo, en Efesios 6:4, Pablo exhorta a los padres: «No provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor». La Biblia es clara: los padres deben instruir a sus hijos en el Señor.

Entonces, ¿cómo pueden las iglesias ayudar a los padres a comprender esta responsabilidad? Bueno, empieza en el púlpito. Pastor, cuando prediques la Palabra, aprovecha la oportunidad para aplicar el texto directamente a los padres. Sugiéreles preguntas que puedan discutir en la mesa con sus hijos. Anímalos a evangelizar a sus hijos. Además de tu trabajo en el púlpito, asegúrate de que los programas de la iglesia estén estructurados de modo que las familias puedan participar juntas en el culto.

Muchas iglesias obstaculizan involuntariamente la participación de los padres con la sobre programación. Una familia puede llegar a la iglesia un domingo, entrar por la puerta y no volver a verse hasta la salida. No cantan juntos. No oran juntos. No escuchan juntos la lectura de la Palabra de Dios. No cumplen las ordenanzas juntos. Y no escuchan el sermón juntos. Como pastores, debemos evitar esto cuando sea posible.

Los hijos se benefician de cantar y orar con sus padres. Se benefician de ver bautismos y personas tomando la Cena del Señor. Eventualmente, necesitan escuchar los mismos sermones que sus padres, y probablemente antes de lo que pienses.

Debemos hacer todo lo posible para ayudar a los padres a cuidar las almas de sus hijos. Esto significa animarles a adorar juntos y dar a los padres vías accesibles para participar.

3. Enseña a los padres cómo hacer aquello para lo que han sido llamados

Después de enseñarles lo que tienen que hacer, las iglesias deben equipar a los padres sobre cómo hacerlo. Históricamente, los catecismos se han utilizado para enseñar a los hijos las cosas de Dios. Tal vez tu iglesia pueda sugerir diferentes catecismos para usar en casa. Tal vez puedas proporcionar esquemas para que los padres utilicen en los devocionales familiares, de modo que no se sientan abrumados por tener que idear su propio sistema.

Si tu iglesia tiene una librería, no olvides llenar los estantes con libros para padres e hijos. Durante la Escuela Dominical para niños, o incluso en la guardería, enséñales canciones que puedan cantar fácilmente en casa.

4. Apoya a los padres en su llamado

La mayoría de los padres sabemos que a veces nuestros hijos escuchan mejor a los demás que a nosotros. Por esta razón, una cultura de discipulado es tan crucial para una iglesia saludable. Debería ser normal que los jóvenes fueran discipulados por personas distintas de sus padres.

Una forma sencilla de fomentar este tipo de relaciones es animar a los miembros solteros de la iglesia a que se unan a una o dos familias. Cuando esto ocurre, una familia gana un par de manos extra, y los miembros solteros se benefician de ver que los padres quieren bien a sus hijos, ¡por no hablar de todos los abrazos, los choca esos cinco y las manualidades personalizadas!

En última instancia, el mejor apoyo que podemos ofrecer es la oración. Los padres no pueden garantizar la salvación de sus hijos. Simplemente señalan la cruz y oran. Los demás miembros pueden unirse a los padres y apoyarles. Por tanto, ora por los hijos de tu iglesia. Ora por ellos en las reuniones del personal y de los ancianos de la iglesia. Ora por ellos en tu tiempo devocional.

Pastores, debemos ayudar a los padres en la iglesia a crecer en el cuidado de las almas de sus hijos. No dependamos principalmente de los programas. En cambio, equipemos a los santos para la obra del ministerio ayudando a los padres a discipular a sus hijos hacia la madurez.

 

Traducido por Nazareth Bello