Misiones

¿Por qué es esencial que los misioneros se unan a una iglesia en el lugar donde viven?

Por Scott Logsdon

Scott Logsdon sirve como Director de Alcance Global en McLean Bible Church.
Artículo
10.08.2022

La Alianza Evangélica Mundial (AEM) realizó dos estudios para poder identificar las causas del desgaste innecesario de los misioneros y, con suerte, reducirlo. En su primer estudio, publicado bajo el título Too Valuable to Lose [Demasiado valioso para que se pierda) (1997], descubrieron deficiencias en la experiencia misionera y ofrecieron recomendaciones para ayudar a mejorar la longevidad. En su segundo estudio, esperaban demostrar la mejora de la experiencia misionera tras aplicar sus soluciones durante una década.

Entre sus conclusiones iniciales, la AEM demostró que la falta de «cuidado pastoral» es común entre los misioneros y contribuye a que regresen a casa demasiado pronto. Su estudio de seguimiento mostró poca o ninguna mejora: el «cuidado pastoral» sigue siendo «muy pobre» entre los ministros en el extranjero.

Estos resultados pueden sorprendernos. Después de todo, ¿no suelen ser los misioneros algunos de los miembros más dedicados de la iglesia en su país? ¿Cómo es que se encuentran en una situación en la que carecen de cuidado pastoral?

En más de veinte años de participación en las misiones, he visto que, con demasiada frecuencia, estos dedicados miembros de la iglesia se convierten en ministros «libres» con, en el mejor de los casos, muy poco compromiso con la iglesia local donde viven. Esto no siempre es cierto, por supuesto. Pero más a menudo de lo que deberían, los misioneros no se comprometen a ser miembros de la iglesia en su país de servicio.

Las iglesias de los países de acogida de los misioneros han tratado de llamar nuestra atención sobre esta situación, si es que les escuchamos. Los pastores nacionales o los pastores internacionales expatriados suelen decir: «¡Los misioneros no quieren unirse a nuestra iglesia! Se lo pedimos, pero se resisten».

O: «Los misioneros dicen que aman a la iglesia, pero su escasa participación en la iglesia es un mal ejemplo para nuestro rebaño».

O incluso: «Una misionera quería unirse a nuestra iglesia, pero su agencia misionera se lo prohibió».

Estos hermanos y hermanas fieles nunca actuarían así en su país. Serían miembros fieles de la iglesia y, a través de esa membresía, recibirían el cuidado de sus pastores que la AEM dice que les falta en el extranjero. Pero lo que falta seriamente en la solución propuesta por la AEM es la membresía en una iglesia sana cerca del hogar del misionero. En este artículo, identificaremos algunas razones comunes que los misioneros utilizan para explicar por qué no necesitan unirse a las iglesias locales donde viven.

Luego examinaremos las consideraciones bíblicas que muestran que los misioneros deben buscar una membresía sana en la iglesia local en su contexto de ministerio siempre que sea posible. Finalmente, reevaluaremos las razones comunes a la luz de las consideraciones bíblicas.

RAZONES COMUNES POR LAS QUE LOS MISIONEROS SE RESISTEN A UNIRSE A LAS IGLESIAS LOCALES

Hay al menos cinco razones por las que los misioneros fieles pueden resistirse activamente a ser miembros de una iglesia local.

En primer lugar, algunos misioneros creen que su pertenencia a la iglesia podría llevar a los cristianos nacionales a depender demasiado de un extranjero para las responsabilidades del ministerio. Nadie quiere que el misionero expatriado «lo haga todo» en la iglesia. De hecho, misiólogos como Venn, Anderson, Nevius, Allen y muchos otros nos han advertido desde hace tiempo contra las prácticas misioneras que fomentan la dependencia y obstaculizan la naturalización de la iglesia. Como salvaguarda hoy en día, algunas grandes y conocidas agencias han adoptado la práctica de instar enérgicamente a los misioneros a evitar las funciones pastorales en las iglesias locales. Tal vez algunos misioneros hayan extendido esta «estrategia de naturalización» a la membresía.

En segundo lugar, las iglesias locales cercanas al misionero podrían ser muy poco sanas. En muchas áreas del mundo, las iglesias que se han multiplicado tienen muy poca comprensión de la doctrina ortodoxa, están asediadas por el evangelio de la prosperidad, no enseñan bien la Biblia (si es que intentan hacerlo), no administran las ordenanzas con fidelidad, o están gravemente desalineadas con cualquier comprensión bíblica de la iglesia local. Los misioneros difícilmente podrían ser culpados por no unirse a estas «iglesias».

Tercero, el contexto del ministerio podría ser una situación «pionera» donde no hay iglesias y/o no hay verdaderos cristianos. Esta situación es similar a la anterior. A menos que se encuentre una solución, simplemente no hay iglesia a la que el misionero pueda unirse.

En cuarto lugar, y tal vez lo más complejo, la iglesia «de origen» del misionero (a veces llamada su «iglesia de envío») podría instar al misionero a mantener su membresía en casa. La iglesia de origen puede declarar esto explícitamente, continuando a referirse al misionero como «nuestro miembro de la iglesia». O la iglesia de origen puede afirmarlo implícitamente, al no alentar al misionero al cuidado amoroso de otra comunidad sana. Como resultado, el misionero cree que su actual condición de miembro de una iglesia a miles de kilómetros de distancia es adecuada para cumplir con la expectativa bíblica de participar significativamente en la comunidad cristiana.

Por último, hay preocupaciones pragmáticas. En un deseo de maximizar el número de lugares con testimonio del evangelio, a veces las agencias colocan a las familias misioneras solas en una ciudad lejos de toda otra comunidad cristiana. Con demasiada frecuencia, estas familias sufren un lento declive. Otras agencias reciben misioneros de múltiples denominaciones, de manera que los asuntos eclesiales se minimizan necesariamente. En este caso, se tira de la estrategia hacia el mínimo común denominador de la convicción: no se discuten los detalles de la participación en la iglesia.

Cada una de estas razones es, en última instancia, insatisfactoria. Sin embargo, en cada una de ellas hay sabias advertencias que deben ser tenidas en cuenta. La situación de los misioneros en lugares pioneros es particularmente compleja. Antes de volver a cada una de estas razones, examinemos por qué los misioneros simplemente deben buscar una membresía sana en la iglesia local en su contexto ministerial siempre que sea posible.

POR QUÉ LOS MISIONEROS DEBEN BUSCAR UNA MEMBRESÍA SANA EN UNA IGLESIA LOCAL EN SU CONTEXTO MINISTERIAL SIEMPRE QUE SEA POSIBLE: CONSIDERACIONES BÍBLICAS

La membresía de la iglesia es una promesa mutua entre una iglesia local y el cristiano. En este pacto, la iglesia promete continuar afirmando que el comportamiento del cristiano coincide con su confesión de Jesús como Señor y ayudar a guiar al cristiano hacia ese fin. Por su parte, el cristiano promete unirse a la actividad de la iglesia y someterse a la guía y corrección de la misma. La iglesia promete supervisión y el cristiano promete someterse a esa supervisión.

La idea de comunidad está profundamente entretejida en nuestra naturaleza (Gn. 1:26-27) y en el propio evangelio (1 P. 2:9-10). La membresía eclesial une nuestra naturaleza creada y el evangelio. En Cristo, cumplimos activamente nuestra obligación de amar a otros cristianos con los que vivimos en comunidad. En parte, pertenecer a Cristo incluye la obligación de amar al prójimo, especialmente a los que también le pertenecen (Ro. 13:8-10).

Ya sea por los cientos de mandatos bíblicos en plural o por las docenas de mandatos de «unos a otros», amar a otros cristianos parece ser una forma de vida esperada para cada creyente. Estos pasajes nos indican cómo debemos amarnos unos a otros. De hecho, algunos pasajes solo pueden obedecerse en el contexto de una iglesia: mandatos como: «Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos» (Heb. 13:17) y «no dejando de congregarnos» (Heb. 10:25). Curiosamente, nunca leemos que los cristianos vivan una existencia aislada, ni se describe tal existencia como una alternativa aceptable a vivir dentro de los límites de la comunión cristiana. Es como si Dios nos dijera que cualquier cristiano solitario no debe permanecer así por mucho tiempo; la comunidad cristiana debe ocurrir a través de la búsqueda de otros cristianos o la comunidad debe ocurrir a través de la evangelización y la conversión. La vida corporativa es la vida normal que se espera de todos los cristianos, incluso de los misioneros internacionales.

Pertenecer a Cristo también incluye estar equipado por el Espíritu Santo con dones que sirven y edifican la iglesia (Ef. 4:11-16; 1 Co. 14:12). Estamos dotados para servir a otros para la gloria de nuestro Rey.

Dios ha diseñado específicamente los dones espirituales para beneficiar la incorporación del cristiano a la comunidad cristiana (Ef. 4:16). Por tanto, los misioneros que sirven sin ser miembros de una iglesia local cercana están viviendo una existencia espiritual «no natural». Están equipados con dones espirituales, pero no pueden beneficiar a ninguna comunidad cristiana.

Incluso la evangelización debe incluir la interacción cristiana. Jesús dijo que expresamos las verdades cristianas acerca de la unidad del amor perdonador y evangélico a los no creyentes a través de nuestras relaciones mutuas (Jn. 13:34-35). La mejor evangelización incluye tanto la proclamación del evangelio como los efectos demostrables del evangelio a través de las vidas cambiadas y las relaciones amorosas de los cristianos. El perdón, la paz y el amor entre cristianos muestran poderosamente la capacidad de Cristo de llevar la paz a las naciones en conflicto.

Al menos por estas razones, los misioneros deben hacerse miembros de una iglesia local cercana. Bruce Milne dice: «Ser cristiano, si es que significa algo, significa estar reunido fuera del aislamiento en la vida corporativa del cuerpo de Cristo». Si Milne está en lo cierto, entonces el llamado al servicio misionero no debería ser un llamado al aislamiento.

¿QUÉ NOS FALTA?

Sin la membresía de la iglesia local, probablemente seguiremos viendo a los misioneros regresar a casa demasiado pronto. La membresía en la iglesia es un medio por el cual Dios provee nuestro alimento espiritual, nuestro crecimiento espiritual y el estímulo general que todos necesitamos en los altibajos de la vida.

Solo hay que considerar todo lo que se pierden:

El disfrute regular de la reunión comprometida con otros creyentes (Heb. 10:24-25).

La observancia de la Cena del Señor (1 Co. 11:23-33).

La sumisión a los líderes (Heb. 13:17).

El estímulo mutuo con otros miembros (1 Ts. 5:11).

La exhortación mutua (Heb. 3:13).

La enseñanza mutua (Col. 3:16).

Soportar a otros miembros (Ro. 15:1).

Cantar con otros miembros (Ef. 5:19).

Orar por otros miembros (Stg. 5:16).

La reprensión mutua (Ti. 1:13).

Amar a los demás miembros (1 P. 1:22)

Dar preferencia a otros miembros (Ro. 12:10).

Servir a otros miembros (Gá. 5:13).

¡Estas actividades son para nuestro bien! Sin la membresía de la iglesia, podrían pasar años antes de que los misioneros lleguen al final de su mandato o sean lo suficientemente competentes en la cultura de acogida como para poder disfrutar de estas actividades con los creyentes nacionales. A través de las actividades de la membresía de la iglesia, los misioneros son responsables de vivir sus vidas abiertamente ante otros cristianos y reciben regularmente estímulos para amar a Cristo.

Los cristianos crecen espiritualmente a través de su participación en la vida de otros cristianos, no aislados unos de otros. Existe un importante vínculo entre la comunión cristiana y el crecimiento en la semejanza con Cristo (Col. 1:28). La comunidad cristiana protege a los cristianos para que puedan «crecer» en Cristo Jesús (Ef. 4:11-16). La maduración se produce tanto en las comunidades como en el contexto de la comunidad (2 Co. 3:18; Ef. 4:16). La iglesia equipa a cada miembro para el ministerio y ayuda a la maduración de cada uno. Si una iglesia funciona correctamente, sus miembros estarán protegidos del engaño, los falsos maestros y la inmadurez. Los misioneros sabios buscarán estos medios de gracia mientras sirven con una comunidad cercana.

REEVALUAR LAS RAZONES COMUNES A LA LUZ DE LAS CONSIDERACIONES BÍBLICAS

A la luz de estas consideraciones bíblicas, ¿cómo podríamos evaluar algunas de las razones por las que los misioneros no se unen a las iglesias locales donde viven?

Hay mucha sabiduría en la propuesta de la AEM de proveer cuidado pastoral a los misioneros. Sin embargo, en última instancia, su propuesta resultará inadecuada si continúa separando el ministerio pastoral de la membresía activa de la iglesia. Por supuesto, podemos y debemos animar y aconsejar a los cristianos que no son miembros de nuestra iglesia, incluso si viven muy lejos. Pero no podemos hacer mucho desde la distancia. Semana tras semana, día del Señor tras día del Señor, los pastores modelan el seguimiento de Cristo mientras alimentan a los miembros de la iglesia con enseñanzas bíblicas, los protegen, oran por ellos y los guían. La dificultad de la propuesta de la AEM es que parece reducir el papel pastoral a la orientación y el estímulo ocasionales.

La idea de que los misioneros puedan seguir siendo miembros de su iglesia de origen sufre una dificultad de reducción similar. La promesa mutua de membresía a la iglesia no puede cumplirse adecuadamente si el cristiano vive al otro lado del mundo. La orientación y la supervisión son sencillamente imposibles, al igual que la sumisión y la participación significativa. Este tipo de arreglo deja tanto a la iglesia como al misionero violando activamente su promesa en la membresía de la iglesia.

En cambio, los misioneros necesitan miembros de la iglesia que tengan fácil acceso a sus vidas, aquellos que puedan guiarlos y servirlos. La proximidad es una característica vital de la membresía eclesial.

Aunque los misioneros deben unirse a las iglesias donde viven, no deben romper su relación con su iglesia de origen. La relación simplemente cambia. Lo vemos en los Hechos.

Cuando la iglesia de Antioquía envió a Pablo y Bernabé en sus viajes, liberaron a los apóstoles de la obligación de su ministerio de enseñanza y los entregaron explícitamente al cuidado bondadoso y protector de Dios (cf. Hch. 14:26; comparar con 14:23). Pero esta «liberación» no rompió la relación. Los apóstoles regresaron regularmente a Antioquía y volvieron a ejercer el ministerio allí (Hch. 14:27-28). Cuando los misioneros regresan a casa, reincorporarse a la actividad de su iglesia de origen puede suponer un descanso muy necesario.

Dicho esto, a partir del Huerto, Dios puso toda la historia en un ciclo semanal. Y reservó un día para recordarlo, refrescarse espiritualmente y descansar. Los misioneros —al igual que todos los cristianos— necesitan este patrón porque el encuentro semanal con el pueblo de Dios nos equipa para nuestra vida y decisiones diarias. Los misioneros no han trascendido el patrón semanal de Dios en toda la historia.

En cuanto a las cuestiones de estrategia, los misioneros deben tener cuidado de evitar la dependencia excesiva y las prácticas que dificultan que los lugareños acepten el cristianismo como su propia religión (naturalización). Sin embargo, los principios de naturalización no pueden tener prioridad sobre los mandatos bíblicos y el diseño para que los cristianos se unan a una iglesia local. El misionero necesita a la iglesia, la iglesia necesita al misionero, y Dios nos dirige amorosamente a este acuerdo. Además, el misionero puede tanto unirse a la iglesia como seguir protegiéndose de la dependencia; no tenemos que elegir entre ser el pastor principal o evitar la iglesia por completo. Podemos convertirnos fielmente en uno de los muchos miembros de la iglesia. Los detalles exactos de este acuerdo pueden variar mucho. Cada lugar requerirá probablemente una solución a medida y muchas oraciones de sabiduría.

Asimismo, aprecio el impulso de muchos misioneros de hoy en día de protegerse contra los instintos colonialistas del pasado que a veces provocaron una dependencia excesiva entre los cristianos nacionales de sus maestros occidentales. Sin embargo, insistir en que los misioneros no deben unirse nunca a las iglesias nacionales es saltar de la zanja a lo ancho del camino y caer en la zanja del otro lado. Insinúa que la cultura nacional es más fuerte que la cultura celestial, y que la identidad tribal es más fuerte que la identidad evangélica.

Irónicamente, la postura del misionero corre el riesgo de cometer el mismo error del colonialismo, es decir, la declaración de que las personas de diferentes naciones no pueden finalmente entremezclarse y alcanzar la plena unidad evangélica. Al unirse a una iglesia nacional y someterse a su supervisión, incluso sometiéndose a los jóvenes creyentes nacionales, los misioneros tienen la oportunidad de demostrar el poder del evangelio de que, en Cristo, no hay ni judíos ni gentiles, ni griegos ni bárbaros.

¿Qué pasa con las localidades pioneras o con las que no tienen una iglesia sana? La respuesta corta: los misioneros pueden llevar a los cristianos con ellos y establecer la comunidad que necesitan. Establecer un grupo de cristianos en un lugar pionero es más fácil que nunca. En una época de la historia, los misioneros tenían que dejar atrás a su familia para descubrir los pueblos del interior de grandes franjas de países o continentes.

En una época más difícil, los Hermanos Moravos proporcionaron un ejemplo cuando se embarcaron famosamente en sus viajes misioneros en grupo. William Carey también estableció la comunidad cristiana que necesitaba con otros misioneros en Serampore. En nuestros días, por la gracia de Dios, con la facilidad de los viajes y las comunicaciones, las oportunidades de establecer comunidades cristianas incipientes no tienen precedentes. Establecer una comunidad con otros misioneros no es una solución sencilla ni la única disponible. Pero los plantadores de iglesias deben tener mucho cuidado: no pueden declararse simplemente como una iglesia. Las iglesias bíblicas tienen estructura, propósito y actividad. Pero con éstas en su lugar, un equipo de plantadores de iglesias puede servir como comunidad cristiana.

CONCLUSIÓN

Todos necesitamos cristianos a nuestro alrededor. Cerca de nosotros. Necesitamos tanto servirles como ser servidos por ellos; es bueno para nuestras almas. Esta gracia se extiende a cualquier lugar al que Dios nos conduzca, incluso si somos misioneros en una ciudad en la que aún no se ha nombrado a Cristo.

La membresía de la iglesia no solo es buena para los misioneros, sino también para la misión. Los misioneros son a menudo presentados como gigantes espirituales, pero necesitan el cuidado de la iglesia al menos tanto como cualquier cristiano. Los misioneros que son los mejores miembros de la iglesia donde viven animan a los cristianos nacionales a una mayor fidelidad. En Too Valuable to Lose [Demasiado valioso para que se pierda], Belinda Ng afirma: «Si la iglesia desea seriamente tener un trabajo efectivo y continuo en la Gran Comisión de Cristo, el cuidado pastoral es una línea de vida para los misioneros». En otras palabras, la membresía eclesial bajo el cuidado continuo y efectivo de los pastores no solo es vital para la salud y el bienestar de los misioneros, sino que resultará en un testimonio más prolongado, más sano y más vibrante para el evangelio.

La membresía de la iglesia es vital para la tarea continua de la iglesia en la Gran Comisión.

Traducido por Nazareth Bello