Membresía

Pon los intereses de los demás por encima de los tuyos

Por Brian Vickers

Brian es profesor de Interpretación del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Bautista del Sur y miembro de la Iglesia Sojourn, Jeffersontown Kentucky.
Artículo
09.11.2021

Redactar una lista de las cosas que hacen que un miembro de la iglesia sea un buen miembro parece algo bastante fácil de hacer, hasta que lo intentas. Por supuesto, al principio de la lista está: «Creer en Jesús para el perdón de los pecados». ¿Qué sigue después? ¿Qué tipo de acciones, características y actitudes enumerarías en segundo, tercer y cuarto lugar?

El peligro potencial de una lista así es que las cosas que están más abajo quizá parezcan menos necesarias, siempre que pensemos que tenemos lo más importante. Pero el verdadero peligro es que una lista de lo que hace a un buen miembro de la iglesia puede convertirse fácilmente en una lista de control de rendimiento: algo por lo que medimos nuestros éxitos o fracasos en la balanza de las casillas marcadas. Dicho esto, hay un texto que coloco al principio de la lista, y que probablemente resume la mayor parte de lo que podríamos incluir. Ese texto es Filipenses 2:1-4:

«Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,  completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros» (RVR1960).

Aquí Pablo muestra cómo es la vida de los ciudadanos del cielo (Fil. 1:27); de los que viven en la esperanza de que Dios completará su obra de salvación (Fil. 1:6); de los que tienen la justicia de Cristo —es decir, a Jesús mismo— puramente como un don de Dios (Fil. 3:9). En última instancia, la vida que Pablo desea para los filipenses, y para nosotros, es una vida que refleja a Cristo, quien, en lugar de utilizar su persona y su poder de forma egoísta, se convirtió en un siervo que dio su vida por nosotros (Fil. 2:6-8). Para los miembros de la iglesia, el amor y el servicio que provienen de la unidad en Cristo no son virtudes añadidas ni efectos de la sana doctrina.

Vivir para los demás es vivir como Cristo, no es un elemento más de la lista.

SI SON MIEMBROS DE LA IGLESIA…

La exhortación de Pablo a dejar de lado la ambición egocéntrica y el beneficio personal a cambio de poner a los demás en primer lugar surge de la unidad que los creyentes tienen (o al menos deberían tener) en Cristo. Cuando Pablo dice: «Si hay alguna consolación… algún consuelo de amor… alguna comunión… algún afecto… alguna misericordia», está diciendo: «Ya que hay…». Es como si un padre dijera: «Si alguna vez me has oído decir algo, entonces escucha esto».

Las exhortaciones de los versículos 2-4 no son más cosas que hacer o añadir a una línea de base de lo que significa ser un creyente (o un miembro de la iglesia), sino que muestran cómo se expresa la realidad del versículo 1. En otras palabras, las exhortaciones no son sólo buenas si y cuando las hacemos. No son la guinda del pastel de la salvación, sino parte de la realidad de la salvación. Vemos también que el gozo de Pablo se cumplirá al ver que los filipenses viven unánimes (2:2). En general, la iglesia de Filipos era una iglesia relativamente sana. Pero a Pablo le preocupa algo más que los comienzos: su alegría pastoral consiste en ver a los filipenses crecer en la continua obra de la salvación de Dios al reflejar a Cristo unos a otros.

…ENTONCES SE MOSTRARÁN A CRISTO UNOS A OTROS

Al leer el capítulo 2 de Filipenses, lo más probable es que tu mirada se dirija a los versículos 5-11 (gracias, en parte, a los títulos bíblicos). Esto es entendible hasta cierto punto, ya que estos versículos contienen parte de la cristología más elevada y concentrada de Pablo. Sin embargo, Pablo podría sorprenderse al ver que a menudo desgranamos los versículos 5-11 con todo detalle, pero a veces prestamos poca atención a los versículos que los preceden.

Debemos evitar abstraer la cristología de los versículos 5-11 del contexto. A su vez, debemos evitar reaccionar de forma exagerada, como hacen algunos hoy en día, y enfatizar únicamente el ejemplo de Cristo en los versículos 5-11. Afortunadamente, no tenemos que escoger una u otra cosa. Cuando elijamos ambos tendremos una mayor apreciación de los once versículos. Si queremos saber cómo es preferir a los demás más que a nosotros mismos y buscar el bien de los demás por encima de nuestro propio bienestar, entonces no necesitamos mirar más allá de los versículos 5-11. Los buenos miembros de la iglesia mirarán a los demás de la manera en que Cristo los consideró: como personas que necesitan amor y servicio.

PONER A LOS DEMÁS PRIMERO: MINISTRAR A CRISTO MUTUAMENTE

Cuando se trata de vivir la enseñanza de Pablo en Filipenses 2, no podemos simplemente responder con un: «Sí, necesito ser menos egoísta», «necesito ser menos egocéntrico», o «necesito poner a los demás primero», y luego resolver hacer algunos cambios. Por supuesto, debemos poner consciente y deliberadamente a los demás en primer lugar, pero si tomamos esta expresión del evangelio de Cristo y la convertimos en algo que debemos hacer, entonces la vida cristiana se convierte en una cuestión de rendimiento. Peor aún, nos hace ver a los demás como objetos para cumplir con una lista personal de lo que significa ser un buen miembro de la iglesia. Si vivo para otros en un intento por mostrar que estoy caminando en obediencia, entonces sigo viviendo para mí mismo.

Entonces, ¿por dónde empezamos? En primer lugar, tenemos que dejar que el texto haga su trabajo de exponer cómo fallamos en vivir para otros: cómo somos egoístas y egocéntricos. Comenzamos con una confesión sin excusas ni justificaciones. Si somos sinceros, estos versículos nos provocarán cierto temor y temblor. Al mismo tiempo, nos dirigimos (o mejor, se nos dirige) a la esperanza del evangelio, la obra terminada de Cristo el Señor y Rey (2:9-11) en quien somos justos (3:9). De este modo, recibimos Filipenses 2:1-4 como un regalo que nos libera de la ambición egocéntrica que nos impide la comunión y el servicio mutuo en Cristo.

Todos estamos familiarizados con Filipenses 2:12: «Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor». Tenemos que unir eso con Filipenses 2:1-4. Vivir unidos en la comunión del Espíritu y servirnos los unos a los otros como Cristo nos sirvió, eso es lo que parece hacer que nos ocupemos de nuestra salvación, la salvación que Dios comenzó en nosotros y promete completar (1:6). La obra de amor y servicio no puede «hacerse» si no se cree que es Dios quien obra en nosotros según su voluntad y propósito (2:13). Es su obra de salvación en nosotros. Así como estamos llamados a apartar la vista de nosotros y fijarla en Dios solo en Cristo para la salvación, así dejamos de servirnos a nosotros mismos para servirnos unos a otros como buenos miembros de la iglesia.

Traducido por Nazareth Bello