Clases esenciales: Masculinidad y Femineidad Bíblicas
Masculinidad y Femineidad Bíblicas – Clase 1: Introducción y Teología Bíblica del Género
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Clase esencial
Masculinidad y Femineidad Bíblicas
Clase 1: Introducción y Teología Bíblica del Género
I. Introducción
[Ora]¿Qué significa ser hombre? ¿Qué significa ser mujer? En un nivel, las diferencias de género son fundamentales para nuestra humanidad. La procreación de la raza humana depende de la distinción sexual. Un hombre tiene un tipo de cuerpo; una mujer tiene otro. Estos hechos de la vida no fueron cuestionados durante generaciones.
En estos días, sin embargo, mucha gente duda de la idea misma del género como algo dado. De acuerdo con esta nueva escuela de pensamiento, la propia identidad personal—incluida la expresión del género—es una cuestión de autocomprensión psicológica, no ligada a la anatomía y a los cromosomas. Muchas universidades importantes han dejado de tener sanitarios separados para hombres y mujeres porque la administración ha determinado que podría ser discriminatorio hacer que alguien elija un sexo o género que no se corresponde con su identidad de género al entrar en un baño. Tal es el valiente nuevo mundo en el que vivimos.
Incluso más allá de la cuestión del transgenerismo, para aquellos que todavía ven el género en términos binarios (masculinidad, femineidad), está la polémica cuestión de los roles de los hombres y las mujeres. La mayoría de la gente recuerda un día en el que las expectativas para los hombres y las mujeres estaban firmemente incrustadas en el tejido cultural. ¿Qué debemos pensar de estas expectativas hoy? En el pasado, los hombres eran vistos como más agresivos, menos emocionales. Eran vistos como el principal sostén de la familia en sus hogares, enfocados en sus profesiones. Tendían a estar interesados en los deportes. Tendían a ser iniciadores en sus relaciones con las mujeres y sentían que eso era lo que se esperaba de ellos.
Las mujeres, por otra parte, eran vistas como más relacionales, más cariñosas. Tendían a enfocarse en el hogar y en la crianza de los niños. Tendían a constituir la mayoría de los voluntarios en el cuidado de los pobres y otras actividades de caridad. Tendían a ser menos socialmente agresivas. Eran las que respondían en sus relaciones con los hombres y sentían que eso era lo que se esperaba de ellas.
Sea lo que sea que pienses acerca de estas expectativas, los tiempos han cambiado. Hoy en día, todos los principales partidos políticos presentan a mujeres en papeles prominentes. Directores ejecutivos y líderes empresariales femeninos son comunes y las mujeres son alentadas a «ascender» no sólo en la escala corporativa, sino en la rampa de oportunidades laborales, creación de familias y ambiciones personales.
Luego está el ascenso del niño-hombre. Es una temporada de adolescencia prolongada donde los hombres ya no salen de casa y establecen una familia. Por qué molestarte con una esposa y una hipoteca cuando puedes vivir en el sótano de tus padres, jugar juegos de video todos los días y festejar cada fin de semana, todo el tiempo sabiendo que tu próxima comida será cocinada… por mamá.
Mi propósito al citar estos estereotipos culturales y cambios profundos en ellos, no es apoyar ninguna visión particular de esos estereotipos en este momento. Sólo hacer observaciones. Mi objetivo es ilustrar que en nuestra cultura no es fácil responder a mis dos preguntas de apertura (¿Qué significa ser hombre? ¿Qué significa ser mujer?), y muchos protestan que esas preguntas son irremediablemente anticuadas, incluso ofensivas.
Como cristianos, es nuestra tarea entender el tema del género y los roles de los hombres y las mujeres de la misma manera en que respondemos al resto de las preguntas centrales de la vida. Miramos la Palabra de Dios.
II. Preámbulos
Y eso es lo que esperamos hacer durante las 13 semanas de esta clase: Mirar las preguntas sobre el género a través de un lente bíblico. Antes de sumergirnos, hoy vamos a comenzar con algunos asuntos preliminares. En primer lugar, permíteme explicar cómo utilizo la palabra «género». En la actualidad, algunos distinguen al «sexo», que es solamente biológico, del «género», que incluye aspectos culturales, psicológicos y conductuales de la masculinidad y la femineidad. En ocasiones puede ser útil reconocer esa distinción, especialmente cuando se habla con personas no creyentes, pero lo que quiero argumentar en esta clase es que el género es realmente una categoría más amplia—incluye el sexo de nuestros cuerpos y también se extiende a las disposiciones que Dios nos ha diseñado para tener como hombres y mujeres. Sí, algunos aspectos del género son simplemente culturales y no vienen del diseño de Dios—Por ejemplo, vestir a los niños de color azul y a las niñas de color rosa. Pero hay algunas facetas del género que son innatas a cómo Dios nos ha hecho, y exploraremos esa idea en las próximas semanas.
¿Cómo? ¿Cuál es nuestra metodología? En esta clase, confiamos en la suficiencia de las Escrituras. Esta doctrina enseña que la Biblia no sólo es autoritativa y completamente verdadera, sino que también contiene todo lo que necesitamos para guiarnos e instruirnos con autoridad en todas las áreas de nuestra fe y vida. A veces lo hace mediante un mandamiento explícito o una prohibición, otras veces a través de principios amplios de los cuales extraemos implicaciones. La suficiencia de las Escrituras se ve en 2 Ti. 3:16-17:
«Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra».
Por tanto, el plan de esta clase es estar claros donde las Escrituras son claras, estar más atentos donde las Escrituras no son claras y comprometernos caritativamente en todo momento, reconociendo que las personas que estarán juntas en el cielo a veces no están de acuerdo con algunas de las maneras particulares en las cuales la virilidad bíblica y la feminidad están en juego y afectan nuestras vidas diarias y roles.
Ahora bien, en esta clase estamos profundizando en la enseñanza bíblica que tiene el potencial de tocarnos en lo más sensible, en el núcleo de lo que somos como seres creados. ¿Cómo debemos acercarnos a la Palabra de Dios—cuando lo que dice podría ser difícil? No nos acercamos a ella buscando la afirmación o reivindicación de lo que ya hemos pensado (aunque esa vindicación bien puede suceder), sino que nos acercamos a las Escrituras buscando el aprendizaje de lo que la Palabra de Dios dice realmente, y cuando es necesario, buscando ser formados y refinados por esa Palabra en nuestra comprensión del hermoso don del género y en nuestros roles como hombres y mujeres solteros, maridos y esposas, padres y miembros de la iglesia. Estamos todos juntos en esto para la gloria de Dios. Permíteme preguntarte: ¿Cuándo fue la última vez que cambiaste tu opinión sobre algo por lo que aprendiste al estudiar las Escrituras?
Déjame decir también que la masculinidad y la femineidad bíblicas se revelan en cada etapa de la vida de un hombre o de una mujer cristiana. Si eres soltero o casado, un empleado o un jefe, un miembro de la iglesia, un diácono, una diaconisa o un anciano, lo que estamos hablando en esta clase debería tener implicaciones para ti, aunque esas implicaciones podrían parecer diferentes dependiendo de las relaciones y mayordomías que Dios te ha dado.
Bueno, pasemos brevemente al esquema del curso (parte posterior de tu folleto). Aquí es a donde vamos. Las cuatro lecciones siguientes se dedicarán a buscar textos que desarrollen una imagen de la masculinidad y la femineidad bíblicas. Luego, nos centraremos en dos maneras en particular, en las que podemos entender de manera equivocada la enseñanza de la Biblia sobre el género: Por un lado, la homosexualidad, y por el otro, rechazar la idea del género dado por Dios. Después de eso, pensaremos en los papeles de los hombres y de las mujeres en el hogar, la iglesia y el lugar de trabajo, pasaremos el tiempo entrando en el fondo de algunos textos bíblicos claves y concluiremos con un panel de discusión.
Lo que esperamos cada semana será terminar a tiempo para tomar preguntas.
III. Teología Bíblica del Género
Lo que queremos hacer hoy es establecer el resto del curso, esbozando una teología bíblica del género. Caminaremos por los principales capítulos de la historia general de la Biblia—la creación, la caída, la redención y la consumación—e investigaremos qué significa ser creado hombre y mujer. Considera esto la vista desde el Monte Everest antes de bajar en las próximas semanas para echar un vistazo más de cerca a los detalles a lo largo del camino.
A. La creación
Comencemos, como cabe esperar, en la creación. Pasaremos la mayor parte de nuestro tiempo aquí porque el orden de la creación es fundamental para todo el tema del género. Por favor, ve conmigo en tu Biblia a Génesis 1:26-27:
«Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó».
La humanidad viene de Dios. Él no tenía que crearnos, pero lo hizo. El hacernos le trajo alegría y deleite. Y nos hizo varón y hembra. El versículo 31 dice: «Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera». El género—es decir, la masculinidad y la femineidad—es su idea, y él es infinitamente sabio. El género es parte de la belleza de su diseño inmaculado.
Ahora bien, vale la pena señalar que los cristianos en ocasiones no están de acuerdo con las implicaciones de los textos claves en esta narración bíblica sobre el género. Hay dos perspectivas principales sobre la enseñanza de la Biblia acerca del género, y a menudo se les llama «igualitarismo» y «complementarismo». ¿Cuántas personas han oído hablar de los términos aplicados a este tema? A medida que avancemos, prestemos atención a cómo estos dos puntos de vista manejan el texto para que puedas ver lo que dicen.
El igualitarismo sostiene que Dios creó a los hombres y a las mujeres como iguales en todos los aspectos, punto final. El igualitarista dice que Gn. 1:26-27 no hace ninguna distinción entre la mujer y el hombre en la medida en que ambos están igualmente hechos a imagen de Dios, y ambos tienen la responsabilidad igual e indiferenciada de gobernar sobre su creación. Por un lado, igualdad de esencia o de ser; por el otro, igualdad de función y rol.
Un complementarista, en cambio, sostiene que el hombre y la mujer fueron creados por Dios como iguales en dignidad, valor, esencia y naturaleza humana, pero también distintos en su rol. Como veremos en Génesis 2, al hombre se le dio la responsabilidad de una autoridad amorosa sobre su esposa, y la mujer debía ofrecer una ayuda voluntaria, alegre y sumisa al hombre. Génesis 1:26-27 deja claro que los hombres y las mujeres son igualmente creados a imagen de Dios, y por tanto, son igual y completamente humanos. Sin embargo, como muestra el capítulo siguiente, su humanidad se expresaría de manera diferente, en una relación de complementariedad, es decir, sus papeles se «complementan» entre sí.
Digamos esto desde el inicio: Estamos enseñando esta clase desde la posición del complementarismo. Ese es el punto de vista de los ancianos de esta iglesia. No porque sea conveniente. No porque pensemos que atraerá a las masas a esta clase o a esta iglesia. Estamos enseñando esta posición no sólo porque pensamos que es correcta, sino porque es buena. Es lo que Dios ha ordenado, y por consiguiente es hermosa y gloriosa. Trae vida, salud y alegría. Puedo atestiguar eso en mi propia vida, y quiero que puedas atestiguarlo también.
Ahora bien, esto no significa que no puedes ser un igualitarista y ser un miembro de esta iglesia—sí puedes. No quiere decir que si eres igualitarista, deberías dejar de venir a esta clase. Te animo a que vengas; estudia las Escrituras con nosotros; haz preguntas, eso nos ayudará a mejorar. O, si crees que eres complementarista, ¡esto no significa que puedes dar por terminado el asunto! Es posible afirmar esto como la visión bíblica, y aun así tener ideas funcionalmente igualitarias o vivir de una manera pecaminosamente patriarcal, llevando el complementarismo demasiado lejos y distorsionándolo. Deja que la Biblia se imponga y te desafíe.
Habiendo dicho esto, echemos un vistazo más profundo a estos versículos de Génesis 1. Nuevamente, observa el versículo 26: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». Debemos comenzar aquí, porque la Biblia no comienza con las diferencias entre los hombres y las mujeres, sino con nuestra igualdad. Esta es la verdad fundacional de toda la humanidad, de todos los hombres y de todas las mujeres: Somos creados a imagen de Dios.
¿Qué significa ser a imagen de Dios? No podemos agotar por completo las glorias de la misma. Pero los teólogos nos dan tres conceptos para ayudarnos a definir esta idea. En primer lugar, hay un aspecto estructural: Quiénes somos. Versículo 26, somos seres «según la semejanza» de Dios. No somos como los animales—cada persona tiene un alma. Como Dios, somos creados para ser racionales—podemos pensar. Somos volitivos—tomamos decisiones. Somos morales, creativos.[1] No somos exactamente como Dios—Él es eterno, nosotros somos finitos; Él es todopoderoso, nosotros no lo somos; pero nos parecemos mucho a él porque él es una persona y nosotros somos personas.
En segundo lugar, hay un aspecto funcional: Lo que estamos llamados a hacer. Ve el resto del versículo 26: «señoree». O el versículo 28: «Y Dios les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread». No sólo somos como Dios, se supone que actuamos como representantes de Dios. Adán y Eva son sus vice-regentes, cuidando de su lugar perfecto bajo su gobierno perfecto.
Y tercero, somos seres relacionales. Versículo 27: «Varón y hembra los creó». En el capítulo 2, vemos que no era bueno para el hombre estar solo. Dios es un Dios relacional—un Dios que existe como tres personas en perfecto amor y armonía. Y así, Adán y Eva, y nosotros, existimos a su imagen para relacionarnos en amor con Dios y con nuestros semejantes.
En el antiguo Cercano Oriente, la idea de una «imagen» era comúnmente usada para que un rey representara a un dios en particular. El rey de una tribu era la «imagen» de la deidad de esa tribu. Eso es lo que hace a Génesis 1 tan radical: Cada hombre y cada mujer—no sólo el rey—es hecho a la imagen del único Dios verdadero.
En ninguna parte dice la Biblia que los hombres son más a imagen de Dios que las mujeres. Desde su primera página, la Biblia se opone a los errores de la dominación masculina pecaminosa y de la subyugación que vemos en muchas culturas históricamente. Nadie debe sentirse orgulloso o «superior» porque es hombre, y nadie debe sentirse decepcionado o «inferior» porque es mujer. Si Dios nos ve como iguales en valor, eso establece para siempre la cuestión del valor personal.
Ahora llegamos a Génesis 2. Si Génesis 1 nos muestra la visión de Google Earth de Dios como Creador trascendente, Génesis 2 se acerca a la visión de Google Street y nos da un vislumbre de Dios como Yahvé, el Señor personal inmanente. Nos sumergimos en ese sexto día de la creación y vemos cómo se desarrollaron los acontecimientos. Escucha los versículos 15 y luego 18-24:
«Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase… [Versículo 18,] Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne».
Los igualitaristas dicen que estos versículos tratan acerca de que Dios provee a Adán la comunión que tanto necesitaba—comunión con alguien que era su igual. Los complementaristas están de acuerdo en que la mujer es su igual, pero también observan que Dios también hizo a uno la cabeza y al otro el ayudante.
¿De dónde sacamos esto? Vemos que Dios puso al hombre primero en el huerto (es decir, antes de que Eva fuera creada); vemos que Dios primero encargó al hombre para que trabajara en el huerto y lo cuidara; Dios le dio al hombre la autoridad para nombrar a los animales. Vemos que Dios creó a la mujer después del hombre y literalmente del hombre. Pablo enseña que este orden de la creación implica diferentes papeles para los hombres y las mujeres en 1 Timoteo 2, un pasaje al que nos referiremos más adelante en el curso. Vemos a Dios dando a Adán la autoridad de nombrar a su esposa (aquí «mujer», Eva en Gn. 3). Y vemos en el versículo 18 que la mujer fue creada con el propósito de ser una «ayuda idónea» para el hombre.
Los igualitaristas se apresuran en señalar que Dios a veces es llamado el «ayudante» de su pueblo en la Biblia, y Dios no tiene un papel subordinado para nosotros. Yo respondería que parece que Dios asume el papel de ayudante temporalmente para venir en ayuda de un individuo o de su pueblo en una determinada circunstancia, mientras que la mujer aquí es creada para ser el ayudante del hombre, lo que connota permanencia.[2]
Esto nos lleva a un punto importante: Para el complementarista, la diferencia en el rol no equivale a la diferencia de estatus, valor, importancia o dignidad. Dios a veces «ayuda» a su pueblo, pero eso no significa que sea menor que su pueblo. Del mismo modo, la mujer es creada como una ayudante, pero eso no quiere decir que ella es inferior al hombre. El rol y el valor no son lo mismo. Miramos a la Trinidad para el mejor ejemplo de esto: el Padre y el Hijo son eternamente iguales en ser, esencia y valor, y sin embargo desempeñan papeles diferentes, con el Hijo sometiéndose al Padre. Eso no disminuye ni un poco su divinidad.
B. La caída
Volvamos a lo que sucedió después, en la Caída. Trágicamente, Adán y Eva desobedecieron a Dios, y a su vez Dios los castigó maldiciendo a la creación. El igualitarismo dice que el pecado introdujo en el orden creado por Dios una jerarquía ilegítima en la relación entre la mujer y el hombre. Así que, mira conmigo en Génesis 3:16, la maldición sobre la mujer:
«A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti».
Esa frase «tu deseo será» no transmite un amor puro e inocente, sino un deseo de usurpar la autoridad y el control. Observa que su deseo será «en contra» de su esposo. (cf. 4:7) Así, el igualitarista sugiere que la relación de igualdad hombre/mujer que Dios pretende en la creación está ahora contaminada por la presencia de una tendencia jerárquica pecaminosa y perjudicial.
Los complementaristas, por otro lado, creen que el pecado introducido en el diseño creado por Dios perturba las relaciones apropiadas entre el hombre y la mujer. ¿Qué significa eso? Ahora, de acuerdo con Génesis 3:16, la mujer tendría un deseo de usurpar la autoridad dada al hombre en la creación, llevando al hombre, por su parte, a gobernar a la mujer en lo que puede ser una forma erróneamente pasiva o injustamente abusiva, o legítimamente de manera sacrificada y afirmativa. La caída en Génesis 3 presenta la distorsión de los roles anteriores, no la introducción de nuevos roles. Todavía mostramos la imagen de Dios, pero lo hacemos de manera imperfecta.
Como cristianos, nunca debería sorprendernos el quebrantamiento y la confusión que existen en nuestro mundo, especialmente con respecto al género y la sexualidad. La Biblia enseña que la creación es maldecida por el pecado, ¡y esta es una de las doctrinas más empíricamente verificables! Enfermedad, desorden, desorientación, deseos engañosos, sabemos que estas cosas son el resultado del pecado, y que la creación gime y espera la redención, como dice Romanos 8. Cuando escuchamos acerca de chicos que están convencidos de que en el fondo son chicas o viceversa, estamos entristecidos, pero no sorprendidos. Y como cristianos estamos equipados para responder con compasión y misericordia con el evangelio. ¿Es la naturaleza o la crianza? ¡Puede ser ambas! Porque los efectos de la caída se extienden amplia y profundamente. Se necesita mucha sabiduría para vivir en un mundo tan roto. Pero, alabado sea Dios, la caída no es el final de la historia.
C. La redención en Cristo
Pasamos ahora a nuestra redención en Cristo. Esto es crucial, porque la Escritura presenta a Cristo como el segundo Adán, el hombre nuevo y perfecto. Él es la imagen de Dios en el sentido más verdadero y pleno. Como Colosenses 1:15 dice: «Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación». Y por medio del arrepentimiento y la fe en su sacrificio los creyentes están unidos a Cristo. Como resultado, podemos hacer lo que dice Efesios 4:24 y vestirnos del nuevo ser, «creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad». Con su muerte y resurrección, Jesús conquistó el poder del pecado y la muerte y ha comenzado a conducirnos a un nuevo y mejor Edén, donde viviremos nuestra masculinidad o femineidad perfectamente. Por tanto, este lado de la cruz, lo que el Nuevo Testamento dice acerca de los hombres y las mujeres y nuestros roles es crucial. ¿Qué aprendemos?
Gálatas 3:28 dice, «No hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús». Tanto los hombres como las mujeres son herederos de la redención, parte del cuerpo de Cristo, y llenos del Espíritu Santo. En la iglesia, los hombres y las mujeres se sirven entre sí. El igualitarista tomará esto y dirá que, por ende, no hay distinción legítima, en el reino de Dios, entre el varón y la hembra. Más bien, la sumisión mutua es la regla para el hogar y la iglesia.
El complementarista responderá diciendo que la obra de Cristo no elimina las distinciones de los roles, sino que las redime. Sí, varón y hembra son uno en Cristo Jesús. Pero también en Efesios 5, bajo el nuevo pacto, los esposos están llamados a conducir a sus esposas por medio del amor sacrificial y las esposas están llamadas a someterse a ellos. En 1 Timoteo 2, vemos que sólo los hombres deberían tener la autoridad de enseñar en la iglesia. En la comunidad cristiana, entonces, el liderazgo masculino redimido no oprime, sino que bendice, a medida que los hombres y las mujeres se esfuerzan por expresar su humanidad común de acuerdo con el diseño original y complementario creado por Dios.
D. La consumación
¿Y qué ocurrirá cuando lleguemos al final de la historia—cuando Cristo vuelva y los creyentes moren con Dios en los nuevos cielos y la nueva tierra? La Biblia describe ese día como un día de nueva creación—Romanos 8:21, «porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios». Algunas cosas serán diferentes: El matrimonio ya no será como lo conocemos (Lucas 20: 34-36), porque todos los creyentes juntos serán la Esposa de Cristo en sumisión alegre a nuestro Señor.
Por otra parte, el género fue el buen regalo de Dios en la creación original y seguirá siendo así en la nueva creación. Pablo enseña en 1 Co. 15 que todos recibiremos cuerpos glorificados— imaginativamente superiores a nuestros frágiles cuerpos terrenales—pero habrá continuidad en la identidad, como una semilla que se convierte en planta (15:37). Aunque recibas un cuerpo nuevo y mejor, seguirás siendo «tú», incluyendo tu sexo. 1 Corintios 15:49 dice que llevaremos perfectamente la imagen del hombre del cielo, Cristo, en aquel día. Dios originalmente creó a los hombres y a las mujeres a su imagen y eso es lo que continuaremos siendo en el cielo, ¡pero su imagen ya no estará distorsionada en nosotros! Qué glorioso día será para nosotros como personas de género: La maldición será totalmente deshecha y no habrá conflicto entre los hombres y las mujeres, ni ninguna tensión interna sobre el género que Dios nos ha dado.
Por tanto, hermanos y hermanas, permítanme animarles a mantener el fin a la vista mientras pasamos por esta clase. Dios, en su infinita sabiduría, te ha hecho hombre o mujer. Pero nunca podemos ganar nuestro camino al cielo por ser hombres o mujeres perfectos. Cuando se trata de la «Masculinidad y Femineidad Bíblicas», todos ya hemos fallado en esa prueba. Todos debemos confiar en el Hombre Perfecto que por su muerte nos ha abierto un camino para ser adoptados en la familia celestial de Dios. En ese día final, viviremos nuestra masculinidad y femineidad perfectamente como Dios quiere—sólo por su misericordia inmerecida.
¿Preguntas?
[1] Vale la pena señalar, sobre todo si se pregunta sobre esto, que aunque la caída ha comprometido estas capacidades en algunas personas, no ha erradicado la personalidad esencial de cada ser humano. Todo ser humano, aún siendo incapaz de pensar o de distinguir entre el bien y el mal debido a la edad o la enfermedad, tiene un alma y posee la dignidad de persona.
[2] Véase de Köstenberger y Köstenberger, God’s Design for Man and Woman [El diseño de Dios para el hombre y la mujer], 36.
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