Liderazgo

Lecciones sobre el pastorado 4: Hechos, 1 Pedro y Apocalipsis

Por Paul Alexander

Paul Alexander es el pastor de la Iglesia Grace Covenant de Fox Valley en Elgin, Illinois.
Artículo
20.07.2020

Nota del editor: En aras de brindar a los pastores buenos recursos, o al menos dirigirlos hacia buenas ideas, nos complace presentar los seminarios de capacitación pastoral del pastor Paul Alexander para los nuevos ancianos. El mismo Alexander dice que este estudio depende y ha sido adaptado de las obras Sheperds After My Own Heart (Pastores según mi corazón) (IVP, 2006) de Timothy S. Laniak y «Liderazgo» de A. D. Clarke, en el New Dictionary of Biblical Theology (IVP, 2000). Esta edición de 9News presenta la primera mitad del programa de estudios de Alexander (clases 1-4), la cual se enfoca exclusivamente en la metáfora del pastorado en las Escrituras. En una futura edición, esperamos presentar la segunda mitad de su programa de estudios, que se traslada a los aspectos más prácticos del oficio de ancianos.

Durante las últimas tres clases, hemos visto que la metáfora pastoral puede usarse para contar la historia de cómo Dios trata con su pueblo en la Biblia. La metáfora se usa para describir la obra de Dios y la obra de su Hijo en el Antiguo y Nuevo Testamento. La metáfora también se utiliza para describir a los hombres que él delega de manera específica para que lo representen en su obra, de nuevo, en ambos Testamentos.

En esta cuarta y última clase de seguimiento de este tema a través de la Biblia, nos enfocaremos en Hechos, 1 Pedro y Apocalipsis.

HECHOS

Al dirigirse a los ancianos de la iglesia en Éfeso, el apóstol Pablo expresa:

«28 Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. 29 Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. 30 Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. 31 Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno. 32 Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados» (Hechos 20:28-32).

En los párrafos que preceden a estos versículos, Pablo les recuerda a los ancianos que él había servido al Señor con toda humildad y con lágrimas, y pruebas que le habían sobrevenido por causa de los judíos (v. 19). No rehuyó de declararles nada que no fuera provechoso, enseñándoles públicamente y por las casas, testificando tanto a judíos como a gentiles del arrepentimiento para con Dios y de la fe en el Señor Jesucristo (vv. 20-21). Su único propósito en la vida se había convertido en testificar solemnemente del evangelio de la gracia de Dios (v. 24). Y luego les asegura que, habiéndoles predicado acerca del reino de Dios, les había declarado todo el consejo de Dios (vv. 25-27). Después de hablar de su ministerio, Pablo comienza a ordenar a los ancianos en Éfeso que cuiden de ellos mismos y del rebaño.

¿Cuál es, entonces, la conexión entre el ministerio de Pablo y el ministerio de los ancianos de la iglesia local? En otras palabras, ¿de qué manera este contexto de proclamación y testimonio respalda el mandato de Pablo a los ancianos de pastorear el rebaño de Dios? Pablo estaba modelando en su propio ministerio apostólico cómo ser un pastor del rebaño de Dios. El pastorado implica servicio, humildad, lágrimas, pruebas y valentía, declarar la totalidad de las Escrituras, enseñar públicamente, enseñar por las casas, testificar del arrepentimiento y la fe en Cristo, predicar el reino, y declarar todo el propósito de Dios al rebaño.

Allí la palabra griega para «mirad» (v. 28) es pros-echo, que significa estar atento a, estar consciente de, dirigir tu mente hacia una persona o cosa. «Mirad» implica prestar mucha atención a algo y mantenerse en guardia. Los ancianos deben atender dos cosas: a ellos mismos y al rebaño.

¿Por qué un anciano debe prestar especial atención a sí mismo? ¿No es eso egoísta? No, es responsable. Un anciano es el líder del rebaño. Si el pastor cae, las ovejas caerán con él. Por esa razón, Pable exhorta a Timoteo en otra parte: «Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren» (1 Ti. 4:16).

¿Cómo obedecemos este mandato? Leyendo nuestras Biblias, ayunando, orando, leyendo buenos libros teológicos que nos instruyan en la doctrina bíblica y nos mantengan fieles al texto bíblico en nuestra enseñanza. Edificando mutuamente amistades y relaciones de discipulado. A través de relaciones de rendición de cuentas. Dando y recibiendo estímulo y críticas piadosas los unos a los otros.

También debemos cuidar de todas las ovejas. ¿Por qué Pablo dice «todo» el rebaño? Para ayudar a los ancianos a que eviten el peligro del favoritismo.

¿Qué clase de cosas estamos vigilando cuando prestamos especial atención al rebaño? Según lo que dice Pablo en los versículos 29 y 30, debemos cuidarnos de los falsos maestros, de las falsas doctrinas, de los métodos y prácticas falsos que desvían a los discípulos del rebaño. No fuimos llamados a examinar la vitalidad de la vida social de las personas o su condición financiera. Estamos llamados a mirar su doctrina, sus prácticas y la manera en que esas doctrinas y prácticas afectan tanto su estado espiritual como el de otros en la iglesia. Esto es lo que significa ser supervisores del rebaño. Supervisamos la doctrina y prácticas de nuestras ovejas, y la forma en la cual ambas cosas impactan el crecimiento o la atrofia espiritual de la congregación. Queremos hacernos preguntas como éstas:

  • ¿Están la doctrina y las prácticas haciendo que la iglesia y sus miembros sean más fuertes o débiles, espiritualmente hablando?
  • ¿Están siendo alimentados sobre el mejor pasto?
  • ¿Se les está dando agua pura para beber?
  • ¿Se atacan unos a otros o se cuidan entre sí?
  • ¿Hay cabritos entre las ovejas que dominan a los más débiles, o los más fuertes ayudan y protegen a los más débiles?

¿De dónde provienen estos peligros, estos lobos, en los versículos 29 y 30? Provienen tanto del exterior del rebaño como de su interior. Por tanto, los ancianos tienen que estar atentos a los peligros externos e internos.

Para seguir reflexionando sobre los peligros internos por un momento, el anciano debe prestar atención a las relaciones dentro de la iglesia entre líderes y seguidores naturales: «Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas», señala Pablo. Alguien en la iglesia, tal vez incluso un anciano, puede levantarse y enseñar cosas que son contrarias a la sana doctrina.

¿Cómo supervisamos esa clase de dinámicas internas? Los grupos pequeños son una forma de hacerlo. Cuando un hombre lidera a un grupo pequeño, tiene un mejor sentido relacional de los diferentes individuos de la congregación. Otra manera de hacerlo sería brindando orientación bíblica y doctrinal clara para la iglesia de forma general. Esto debe hacerse a través del pulpito, la escuela dominical, la declaración de fe, el boletín informativo de la iglesia y a través de cualquier número de otros lugares. Cuanto más clara sea la sana doctrina en una iglesia, más claros serán los desafíos a la sana doctrina.

Ahora, para reflexionar un poco más sobre los peligros externos, recordemos lo que Pablo dice en el versículo 29: «entrarán en medio de vosotros desde el exterior lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño». Hay personas enseñando una mala doctrina «allí fuera», y nosotros debemos asegurarnos de proteger al rebaño de todas estas clases de influencias, ya sea que las influencias provengan de una comunidad de estudios bíblicos, conferencias o libros vendidos en la librería cristiana.

¿Cómo supervisamos tales dinámicas externas? A través de la lectura personal de la Biblia para saturarnos de la verdad. Mediante la oración personal para que la luz del Espíritu Santo nos dé la mente de Cristo al estudiar su Palabra. Leyendo buenos libros teológicos que refuercen la verdad bíblica. Leyendo libros malos con sumo cuidado para discernir dónde se encuentran los peligros y errores. Estudiando la historia de la iglesia para ver dónde la iglesia ha errado en el pasado.

(Lucas llama a estos hombres «ancianos» en el versículo 17, pero Pedro los llama «obispos» en el versículo 28, supervisores que pastorean el rebaño). La Escritura usa estas palabras de manera intercambiable. El término griego episkopos, que se traduce como obispo o supervisor, se utiliza intercambiablemente con presbuteros, «ancianos», al igual que con el término «pastor», poimen. Un anciano es un supervisor, que es pastor. No hay distinción. Todos apuntan hacia el mismo oficio.

Supervisar los peligros externos e internos implica estar dispuestos a entrar en el incómodo territorio de amonestar a otras personas. Como Pablo exhorta a los ancianos en Éfeso en el versículo 31: «Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno». Una vez más, ¿cuál es la conexión entre el ministerio de Pablo y el ministerio que él desea que los ancianos en Éfeso tengan? Él quiere que su ministerio de amonestación sincera sea el modelo para ellos. ¿Qué significa amonestar a alguien? La palabra griega es nouth-e-teô, de nous, mente y tith-ae-me, colocar. Amonestar es colocar algo en la mente de alguien. Es instruir, exhortar o advertir (BAGD), específicamente acerca de la verdad de Dios en Cristo y las implicaciones personales y colectivas de esta verdad para el pueblo de Dios.

PEDRO

Sufrir por el bien del nombre

Cuando Pedro usa por primera vez la metáfora de Cristo como nuestro pastor, la utiliza en el contexto del sufrimiento de Cristo, y el llamado de Cristo a los cristianos a seguir sus pisadas. Pedro escribe:

«21 Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; 22 el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; 23 quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; 24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. 25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas» (1 Pedro 2:21-25).

El Gran Pastor se convirtió en el cordero sacrificial. Su sufrimiento como sustituto por todos los que se arrepienten y creen es único. No hay nada que podamos emular aquí. Solo el sacrificio de Cristo puede expiar el pecado. Al mismo tiempo, Pedro señala que Cristo sufrió «dejándonos ejemplo, para que sigamos sus pisadas».

De nuevo, este pasaje se dirige a los cristianos en general, pero ¿cómo podríamos aplicarlo a los pastores de manera particular? Convertirse en pastor es un llamado al sacrificio personal, como el de Cristo por el bienestar espiritual de las ovejas. Ser pastores que siguen el ejemplo del Gran Pastor significa estar llamados a sufrir por las ovejas. Como mínimo, significa estar llamados a estar dispuestos a sufrir por su protección espiritual y progreso en el evangelio. No debemos tener un complejo de mesías, como si fuéramos nosotros los que debemos salvarlos. Eso no honra a Cristo. Él recibe la honra cuando demostramos nuestra disposición de sacrificarnos por el bienestar espiritual de sus ovejas.

Este pasaje también es un llamado a los ancianos a la santidad personal y práctica en el contexto del sufrimiento, y no debemos cometer ningún pecado cuando sufrimos por el bienestar espiritual de su rebaño.

¿Estamos dispuestos a sufrir por las ovejas de Cristo? ¿Cómo desarrollamos tal disposición? Debemos pedirle al Señor que aumente nuestro amor y respeto por su gloria y la forma en la cual ésta se magnifica en nuestro sufrimiento a favor del rebaño. Solo su Espíritu puede acrecentar nuestro amor por Cristo, desarrollándolo en nuestros corazones a través de él.

La conexión entre el llamado de un anciano y la disposición a sufrir se vuelve más clara en el capítulo 5.

«Por tanto, a los ancianos entre vosotros, exhorto yo, anciano como ellos y testigo de los padecimientos de Cristo, y también participante de la gloria que ha de ser revelada: pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo; tampoco como teniendo señorío sobre los que os han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, recibiréis la corona inmarcesible de gloria» (1 Pedro 5:1-4 LBLA).

La palabra «por tanto» en el versículo 1 nos conecta con el texto anterior en el capítulo 4, donde Pedro relaciona nuestro sufrimiento como cristianos con la gloria de Dios como nuestro Creador y Redentor. Tal como dice en el versículo 14: «Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros». Luego, en el versículo 16: «pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello». Es en este contexto del sufrimiento cristiano y la abnegación por el bien de la gloria de Dios que Pedro dice: «Por tanto, a los ancianos entre vosotros, exhorto yo, anciano como ellos y testigo de los padecimientos de Cristo, y también participante de la gloria que ha de ser revelada: pastoread el rebaño de Dios entre vosotros». Aquí, entonces, el pastorado está explícitamente vinculado al sufrimiento por el nombre de Cristo. En otras palabras, el llamado a pastorear el rebaño es un llamado a sufrir por la gloria de Cristo de una manera particular, al realizar un servicio particular al pueblo de Dios. La disposición del anciano a sufrir por la gloria de Cristo debe ser un modelo para los miembros de sus iglesias. Los ancianos deben ser «los primeros en la fila», por así decirlo, que lideran al resto.

Voluntariamente y con sincero deseo

¿De qué otra forma se llama a los ancianos a pastorear el rebaño aquí? Al supervisar. El ejercicio de la supervisión es el participio que describe el mandato de pastorear. La palabra para ejercer supervisión es episkopeô, de donde obtenemos la palabra «supervisor» u «obispo». Significa vigilar o cuidar. Pastoreamos a las personas al vigilarlas, prestando atención a su condición espiritual.

  • Los ancianos deben realizar esta supervisión voluntariamente.

  • Los ancianos deben hacer este trabajo con sinceridad.

  • Y los ancianos deben demostrar ser ejemplos para el rebaño.

¿De qué manera desea Pedro que los pastores de Dios sirvan de ejemplo? Parece ser que a través de su humildad. Pedro les enseña a no enseñorearse sobre las ovejas bajo su cuidado. Observa que el siguiente mandato para todos sus lectores en el versículo 5 es que nos revistamos de humildad, y en el versículo 6, ordena que nos humillemos. Como escribió un comentarista: «Los ancianos no deben entrar en el ministerio para poder mandar a otros, sino para ejemplificar el carácter de Cristo a aquellos bajo su cargo» [1]. Los ancianos son ejemplos, tupoi, tipos de Cristo.

Pedro continúa diciendo aquí que «cuando aparezca el Príncipe de los pastores, recibiréis la corona inmarcesible de gloria». Sufrir como pastores conlleva a la gloria del Príncipe de los pastores. ¿Por qué menciona esto? Como un incentivo a la fidelidad. Si estamos dispuestos a sufrir por el rebaño como Cristo sufrió y murió, entonces tenemos que tener un horizonte que se extiende más allá de esta vida y hasta la siguiente. No estaremos dispuestos a sufrir si nuestros pensamientos y oraciones están llenos de las preocupaciones de este mundo. Debemos tener el cielo en nuestros corazones a fin de soportar el sufrimiento por el rebaño de una manera santa y que honre a Dios. El gozo eterno junto a Dios es lo que mantiene nuestro sufrimiento en este mundo en la perspectiva correcta.

APOCALIPSIS

Finalmente, ¿qué aprendemos acerca del Gran Pastor y el trabajo de los pastores bajo su liderazgo en el último libro de la Biblia? Comencemos en el capítulo 7:

«13 Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? 14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. 16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; 17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos» (Ap. 7:13-17).

El Cordero Pastor en el versículo 17 guía a sus ovejas hacia a fuentes de aguas de vida. Como sus pastores subalternos, ese, también, debe ser nuestro destino con las ovejas que Dios nos ha entregado. Debemos guiar al rebaño hacia fuentes de aguas de vida. Debemos mostrarles a Cristo crucificado en el poder del Espíritu con nuestras palabras, con nuestro ejemplo y con la dirección a la cual llevamos a la iglesia.

Las palabras del apóstol en el capítulo 14 nos señalan los temas que hemos estado siguiendo en su tono más glorioso, cuando el Pastor que es el Cordero se reúne con su rebaño.

«Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente. Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas. Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra. Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero; y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios» (Ap. 14:1-5).

En palabras de Laniak: «Resulta ser que la Jerusalén celestial fue anticipada tanto por los desiertos y las dispersiones de la travesía de la comunidad como por la ciudad terrenal que lleva su nombre. En ambas experiencias, el Cordero Pastor les estaba enseñando cómo seguirle a su verdadero hogar» (245).

CONCLUSIÓN

Como ancianos subordinados al pastorado de Jesucristo, pastoreamos su rebaño no simplemente a través de este mundo, sino hacia el siguiente. Nuestra gran labor como ancianos es asegurar la salvación de aquellos que nos escuchan y siguen (1 Ti. 4:16). Realmente no estamos aptos para semejante responsabilidad eterna, pero nuestra «capacidad viene de Dios, quien también nos hizo aptos como servidores de un nuevo pacto». Y él nos hace aptos a través de su Palabra: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra». Alabado sea Dios por su gracia y por el poder de su Palabra que nos preparan para la tarea. Que confiemos en él completamente en este trabajo, para que podamos encontrarle completamente fiel.


Traducido por Nazareth Bello.

1. Schreiner, Thomas R.: The New American Comentary: 1, 2 Peter Jude, p. 235 (B&H, 2003).