Pastoreo

La paciencia: Un superpoder del pastor

Por Dan Miller

Dan Miller es el pastor principal de la Iglesia Bautista Eden en Burnsville, Minnesota.
Artículo
12.03.2023

Una tira cómica de Daniel el Travieso, de Hank Ketcham, muestra al joven Daniel sentado en la mesa de la cocina con papel y lápices de colores. Ha arrugado un trozo de papel y lo tira al suelo. Ocupada en preparar la comida, su madre ladea la cabeza para captar el exasperado arrebato de su hijo: «¿Por qué la paciencia toma TANTO tiempo?». ¡Ciertamente!

La iglesia a la que sirvo como pastor principal ha acogido pacientemente mi ministerio entre ellos durante 30 años. Como en todo buen matrimonio, el amor ha desempeñado un papel fundamental en la relación que tanto nos ha costado conseguir. La paciencia ha desempeñado un importante papel de apoyo en el desarrollo de ese amor. La paciencia pastoralla capacidad de invertir tiempo suficiente en la búsqueda de los resultados del Reino sin enloquecer es una virtud vital en el ejercicio del cuidado pastoral.

¿Qué tonto pretendería ser un modelo de paciencia pastoral? A veces me pregunto si 30 años de servicio a un solo rebaño son más indicativos de mi orientación poco imaginativa ante la vida que de mi paciencia. En cualquier caso, la paciencia es un color primordial en la paleta de la fidelidad pastoral. Veamos algunos ejemplos.

PACIENCIA CON LA PROSPERIDAD

«Prosperidad» es una palabra de la que se abusa mucho y que quiero rescatar para nuestros fines. Por «prosperidad» me refiero en sentido estricto a la etapa de la vida de una iglesia en la que alcanza una relativa estabilidad y madurez financiera. En esta coyuntura, los miembros de la iglesia, así como los miembros perspicaces de las iglesias en estrecha comunión, sienten que su iglesia ha alcanzado un terreno estable, está unificada en su propósito, y demuestra rendimientos sustanciales del Reino en su ministerio bíblicamente calibrado.

Una gran mayoría de los pastores son llamados a iglesias que aún no han alcanzado esa etapa de prosperidad espiritual.

Los pastores de iglesias nuevas, de iniciativas de revitalización y de muchas otras congregaciones poco excepcionales comenzarán su ministerio en entornos que, en el mejor de los casos, son precarios, si no disfuncionales. La mayoría de nosotros asumimos el liderazgo de iglesias que se tambalean.

Se necesita una paciencia valiente para mantener el rumbo semana tras semana, año tras año, mientras que el hito de la estabilidad saludable no parece estar más cerca en el horizonte. Las tentaciones a «soluciones» impacientes acosan a los pastores a lo largo de este agobiante viaje. La paciencia perseverante mantiene la mano en el arado cuando las preguntas acerca del tamaño de tu congregación resultan embarazosas, o cuando alguien ve una foto del edificio de tu iglesia, escucha la mísera cifra de su presupuesto para misiones, o se pregunta por qué no tiene ya más ancianos.

Acepté el llamado de una iglesia con 10 familias. Éramos ocupantes ilegales, nos reuníamos sin contrato de arrendamiento en el sótano de un centro comercial que languidecía. Durante los 22 años siguientes, trabajamos en una serie de edificios de calidad inferior. Estoy bien familiarizado con la forma en que el orgullo asalta esa paciencia laboriosa agitando en tu cara tentadores atajos hacia la prosperidad. Después de todo, empecé a pastorear en el apogeo del llamado movimiento de crecimiento de la iglesia. Tales atajos estaban bien empaquetados y se comercializaban ampliamente para su aplicación inmediata.

Todo lo que uno tenía que hacer, nos exhortaban, era conectarse. O largarse. Pero el plan exigía servicios múltiples que practicaran el apartheid litúrgico, el evangelismo de entretenimiento y el abandono de la membresía formal de la iglesia, la disciplina correctiva y la predicación expositiva. Así que tuve que decirme a mí mismo: «Paciencia, Dan. Ignora el ruido. Sirve al Cristo reinante. Guía apaciblemente al rebaño para calibrar el ministerio según el modelo del Nuevo Testamento. Permite que las semillas germinen. Espera en Jesús».

Junto al atractivo de los métodos infieles diseñados para fabricar un crecimiento rápido está la tentación de abandonar el barco. Pueden surgir oportunidades para que un pastor más joven dirija una iglesia más grande o se una a un ministerio más prestigioso. Es posible que Dios llame a un pastor a abandonar su rebaño, pero la impaciencia puede hacer que tengamos tantas ganas de «hacer algo más grande para Dios» que abandonemos nuestro rebaño como un asalariado. La paciencia es famosa por su consejo de permanecer en el curso. Lo que Dios puede hacer conmigo en otro lugar, lo puede hacer donde estoy.

PACIENCIA CON LAS PERSONAS

Los pastores guían a las ovejas y las ovejas son criaturas lentas, ¡muy lentas! No cambian ni se mueven con rapidez. Por naturaleza, vagan y deambulan, dudan y se detienen. La impaciencia de los pastores con las ovejas lentas es comprensible. También es letal.

El discipulado pastoral se alimenta de paciencia. Los chismosos meten la pata. Los alcohólicos y drogadictos recaen. Los temerosos encuentran nuevas razones para preocuparse. Los matrimonios se recuperan y luego se deterioran. Los impenitentes se obstinan. Los promiscuos vuelven a vomitar. Los quejosos críticos encuentran nuevas razones para quejarse.

Los orgullosos justifican nuevas razones para su orgullo. Los espiritualmente débiles siguen tropezando, mientras desdeñan los sabios consejos sobre por dónde caminar. Mientras tanto, los pastores fieles siguen amándolos a todos. La paciencia pastoral aviva nuestra decisión de caminar junto a los pecadores que avanzan tan lentamente y retroceden con facilidad.

Junto con la oración, nada enciende tanto la paciencia con las personas como meditar en la paciencia de Dios conmigo. Él nunca abandona su amor por mí por frustración. Permanece implacablemente leal a mí como hijo suyo, día tras día, fracaso tras fracaso, debilidad apilada sobre debilidad, fealdad destilando de mi espíritu. Nunca me deja ni me abandona. Por razones que superan la credulidad, sigue amándome, amándome y amándome.

Este Dios, este Señor de gracia implacable, puede llamarme a dejar la iglesia que pastoreo. Pero nunca me llamará a rendirme con ellos. He tenido días en los que he querido abandonar a la familia de mi iglesia. Especialmente he deseado abandonar a ciertos miembros de esa familia. En ocasiones, el deseo crece lo suficiente como para fantasear con abandonar a unos pocos a costa de muchos. Pero en esos momentos egoístas y de espíritu marchito, el amor inquebrantable de Cristo por los pecadores obliga al arrepentimiento y a renovar la paciencia con sus ovejas. «Sigue amándolas, amándolas y amándolas».

PACIENCIA CON LA PREDICACIÓN

Preparar sermones exegéticos y teológicamente precisos, humanamente atractivos, hábilmente organizados, bien ilustrados, hábilmente aplicados y celosamente pronunciados es agotador. Algunas semanas, ¡es imposible! Componer sermones de calidad se parececomo alguien dijo una vez a esculpir cemento con una cuchara. Pronunciarlos con unción es como agotar una batería. La perseverancia y la paciencia son esenciales si uno se propone alimentar fielmente con la Palabra de Dios a su rebaño durante algún tiempo.

Al principio de mi ministerio pastoral solo podía permitirme una computadora de escritorio. La iglesia necesitaba mi computadora en la oficina de la iglesia, así que me encontraba terminando los sermones los sábados por la noche, mientras mi mujer estaba sola en casa. Parecía que por mucho que lo intentara, simplemente no podía conquistar el agujero negro de la preparación de sermones a tiempo. Semana tras semana volvía a casa hacia medianoche, a veces más tarde. Una de esas noches perdí el control. La frustración aumentó mi ira y golpeé violentamente el tablero de mi coche con la mano. «¿Por qué los sermones toman TANTO tiempo?».

Bueno, la compra de mi primera laptop resolvió gran parte de esta angustia, y un corazón arrepentido contribuyó en cierta medida a cambiar mi perspectiva sobre la preparación de sermones. Me encanta el estudio, me encanta el descubrimiento, me encanta la nutrición espiritual que produce esta labor. Pero preparar sermones de forma coherente sigue siendo una disciplina implacable, sermón a sermón. El cansancio, las distracciones, las responsabilidades contrapuestas y las largas sesiones de profunda concentración exigen una paciente resistencia. Esta labor tiene muchas recompensas. No hay atajos. Pastor, tiene que ser así de duro. Y solo Dios puede darnos la paciencia para hacerlo eficazmente a largo plazo.

PACIENCIA CON LA ORACIÓN

Quiero ser un «hombre de oración». No lo soy. Algunas personas creen que lo soy, pero simplemente me están comparando con ellas mismas. Oro todos los días. La oración es mi aliento vital como guerrero cristiano (Ef. 6:18). Me encanta orar, la mayoría de los días. Pero no estoy nada cerca de ser un modelo de oración.

Sin embargo, he orado lo suficiente como para saber que una vida de oración genuina requiere paciencia. Se requiere paciencia para seguir invirtiendo temporadas de tiempo en la oración cuando las exigencias de la vida te gritan que dejes de arrodillarte y «hagas algo». Se requiere paciencia para orar por las mismas personas día tras día, a menudo sin respuesta evidente a tus peticiones. Se requiere paciencia para orar cuando no tenemos ganas de hacerlo, cuando la duda atormenta la confianza en las promesas de Dios, cuando nuestras almas se han vuelto insensibles y poco imaginativas, cuando estamos tentados a hacer una genuflexión ante el espectro de la desesperación pastoral, cuando simplemente nos quedamos sin palabras.

En la parábola de la viuda insistente, Jesús nos enseñó a orar sin desfallecer (Lc. 18:1). Jesús conoce nuestra inclinación natural contra la importunidad en la oración; nuestra lucha por invertir el tiempo suficiente ante el trono de Dios para asegurar las victorias del Reino de acuerdo con las promesas del Rey. Nos llama, pues, a persistir pacientemente en esta misión.

Aunque estas cuatro muestras de paciencia pastoral constituyen un imperativo colectivo, no son producto de nuestro propio ingenio. La virtud de la paciencia pastoral es un fruto que solo puede producir en nosotros el Espíritu efusivo de Cristo (Gá. 5:22-23). Alegrémonos, pues, de depender de Él para tener la paciencia perseverante de acabar bien, por su gracia y para su gloria.

 

Traducido por Nazareth Bello