Membresía

La Iglesia: Universal y local

Por Jonathan Leeman

Jonathan (@JonathanLeeman) edita la serie de libros 9Marks, así como el 9Marks Journal. También es autor de varios libros sobre la iglesia. Desde su llamado al ministerio, Jonathan ha obtenido un máster en divinidad por el Southern Seminary y un doctorado en eclesiología por la Universidad de Gales. Vive con su esposa y sus cuatro hijas en Cheverly, Maryland, donde es anciano de la Iglesia Bautista de Cheverly.
Artículo
15.12.2022

DEFINICIÓN

La iglesia universal es la asamblea celestial y escatológica de todos —pasados, presentes y futuros— los que pertenecen al nuevo pacto y al Reino de Cristo. La iglesia local es un grupo de miembros del nuevo pacto y ciudadanos del Reino que se afirman mutuamente y se identifican por reunirse regularmente en el nombre de Jesús mediante la predicación del evangelio y la celebración de las ordenanzas.

RESUMEN

La palabra del Nuevo Testamento traducida al español como «iglesia» (ekklesia) significa asamblea, y el Nuevo Testamento contempla dos tipos de asambleas: una en el cielo y muchas en la tierra. Estas dos clases son la iglesia universal y la local, respectivamente. Convertirse en cristiano es convertirse en miembro de la iglesia universal, por lo que Dios nos resucita con Cristo y nos sienta con él en los lugares celestiales. Sin embargo, la membresía de la asamblea celestial debe «manifestarse» en la tierra, lo que los cristianos hacen reuniéndose en el nombre de Cristo mediante la predicación del evangelio y afirmándose mutuamente como suyos mediante las ordenanzas.

En otras palabras, la iglesia universal celestial crea iglesias locales terrenales, que a su vez muestran la iglesia universal. A lo largo de la historia, los cristianos han hecho hincapié en la iglesia local o en la universal en detrimento de la otra, pero una postura bíblica hace hincapié en ambas. Tal postura implica procurar el discipulado individual en una iglesia local, pero una iglesia local que se asocia con otras iglesias.

DOS USOS DE LA PALABRA «IGLESIA»

¿Qué es exactamente la iglesia? Un nuevo creyente que comienza a leer la Biblia puede encontrarse inicialmente confundido tratando de responder a esta pregunta. En una página, Jesús dice que edificará su iglesia y que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt. 16:18). El nuevo creyente considera la forma en que Jesús utiliza la palabra «iglesia» aquí y concluye, con razón, que pretende que la iglesia sea algo amplio, compuesto por un gran número de miembros de todo el mundo y a lo largo de siglos. Luego, un par de páginas más adelante, el nuevo creyente se encuentra con que Jesús les dice a los discípulos que deben abordar el pecado no resuelto diciéndoselo «a la iglesia» (Mt. 18:17). Ahora se pregunta si una iglesia no es, de hecho, un grupo específico de personas ubicadas en un lugar.

Si nos remitimos a las epístolas de Pablo, también se observan dos usos diferentes de la palabra. En un momento, Pablo habla de «[reunirse] como iglesia», como si se tratara de una asamblea (1 Co. 11:18). En el siguiente capítulo, escribe que «a unos puso Dios en la iglesia, primeramente, apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros», como si fuera algo mucho más grande (1Co. 12:28).

Lo que el nuevo creyente está descubriendo, por supuesto, es cómo la Biblia utiliza la palabra «iglesia» tanto en un sentido universal como local.

En el nivel léxico más básico, la palabra griega ekklesia, que las biblias españolas traducen como «iglesia», significa asamblea. Sin embargo, la Escritura emplea la palabra para referirse a dos tipos de asamblea: una celestial y otra terrenal. Los cristianos se refieren a ellas como la iglesia universal y la iglesia local, respectivamente.

LA IGLESIA UNIVERSAL—LA ASAMBLEA CELESTIAL

La iglesia universal debería ser lo primero que nos viene a la mente porque la gente «se une» a la iglesia universal o asamblea celestial al convertirse en cristianos.

La salvación, después de todo, es un pacto. Mediante el nuevo pacto, Jesucristo se aseguró no solo individuos, sino un pueblo para sí mismo, todo lo cual llevó a cabo mediante su vida, muerte y resurrección. Sin embargo, al unir un pueblo a él, también lo unió entre sí. Escucha cómo lo expresa el apóstol Pedro:

«Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia» (1 P. 2:10; cf. Ef. 2:1-21).

Pedro coloca la segunda línea que habla de recibir la misericordia salvadora de Dios en paralelo con la primera línea sobre el hecho de convertirse en el pueblo de Dios. Las dos cosas sucedieron juntas.

Una metáfora crucial de nuestra salvación es la adopción (Ro. 8:15; Gá. 4:5; Ef. 1:5). Ser adoptado por un padre y una madre es recibir —en forma derivada pero simultánea— un nuevo grupo de hermanos y hermanas. Y esta es la iglesia universal: todos los nuevos hermanos y hermanas que hemos recibido de todos los tiempos y de todo el mundo y que pertenecen a este pueblo del nuevo pacto.

¿Por qué decir entonces que la iglesia universal está en el cielo? Al salvarnos por gracia, dice Pablo, Dios «juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús» (Ef. 2:6; cf. Col. 3:1, 3). Por nuestra unión con Cristo estamos sentados en los cielos, es decir, poseemos una posición y un lugar en la sala del trono celestial de Dios.

Todas las prerrogativas y protecciones de ese lugar nos pertenecen porque somos hijos e hijas del rey. Estamos allí. Sin embargo, Pablo continúa: No solo hemos sido reconciliados verticalmente, siendo resucitados y sentados en los reinos celestiales. Sigue una reconciliación horizontal: «Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno» (Ef. 2:13, 14). Lo que significa que, si estás sentado con Cristo en los lugares celestiales, también estás sentado con todos los demás sentados en esos lugares. Esta es la asamblea celestial, o la iglesia universal, de la que Pablo habla en los capítulos siguientes (3:10, 21; 5:23-32).

El autor de Hebreos destaca la ubicación celestial de esta asamblea de forma aún más explícita para su audiencia cristiana:

«Os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial… a la congregación [ekklesia o iglesia] de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto» (He. 12:22-24).

De nuevo, ¿cómo es que los santos de la tierra podrían estar reunidos en el cielo incluso ahora? Ante el tribunal de Dios, han sido declarados perfectos mediante el nuevo pacto de Cristo. Allí, en el cielo, Dios cuenta con todos los santos, vivos y muertos, como poseedores.

Además, esta asamblea celestial anticipa la asamblea del final de los tiempos de todos los santos que han existido, reunidos en torno al trono de Dios, lo que el apóstol Juan llama «una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero» (Ap. 7:9). Por esta razón, los teólogos se refieren a la iglesia universal no solo como una asamblea celestial, sino como una escatológica (de los últimos tiempos).

Definición 1: La iglesia universal es la asamblea celestial y escatológica de todos —pasados, presentes y futuros— los que pertenecen al nuevo pacto y Reino de Cristo.

Es la iglesia que Jesús prometió construir en Mateo 16. Es el cuerpo entero de Cristo, la familia de Dios y el templo del Espíritu. La membresía viene con la salvación.

LA IGLESIA LOCAL—UNA ASAMBLEA TERRENAL

Sin embargo, la membresía celestial de un cristiano en la iglesia universal necesita mostrarse en la tierra, así como la justicia imputada de un cristiano en Cristo debe mostrarse en obras de justicia (Stg. 2:14-26). La membresía en la iglesia universal describe una realidad «posicional». Es una posición o estatus celestial en la corte de Dios. Por tanto, es tan real como cualquier otra cosa dentro o fuera del universo. Sin embargo, los cristianos deben vestirse, encarnar o vivir concretamente esa membresía universal, al igual que Pablo dice que debemos «vestirnos» de nuestra justicia posicional en actos existenciales de justicia (Ef. 4:24; Col. 3:10,14).

En otras palabras, nuestra membresía al cuerpo universal y celestial de Cristo no puede seguir siendo una idea abstracta. Si es real, se manifestará en la tierra, en el tiempo y el espacio reales, con personas reales, personas con nombres como Betty y Saeed y Jamar, personas que no podemos elegir pero que nos hacen molestar y nos decepcionan y nos animan y nos ayudan a seguir a Jesús. La membresía en la iglesia universal debe hacerse visible en una reunión local de cristianos.

Para resumir la relación, la iglesia universal crea iglesias locales, mientras que las iglesias locales prueban, dan evidencia, muestran, incluso protegen a la iglesia universal, así:

Considera lo que esto significa: si una persona dice que pertenece a la iglesia, pero no tiene nada que ver con una iglesia, uno podría preguntarse con razón si realmente pertenece a la iglesia, al igual que nos preguntamos sobre una persona que dice tener fe, pero no tiene obras.

La iglesia local es el lugar donde vemos, oímos y nos codeamos literalmente con la iglesia universal; no toda ella, sino una expresión de la misma.

Es un puesto visible y terrenal de la asamblea celestial. Es una máquina del tiempo que ha venido del futuro, ofreciendo un anticipo de esta asamblea del final de los tiempos.

LA REUNIÓN, LA AFIRMACIÓN MUTUA, LA PREDICACIÓN Y LAS ORDENANZAS

Más específicamente, la iglesia universal se convierte en la iglesia local —se hace visible— a través de (i) una reunión o asamblea regular de personas (ii) que se afirman mutuamente como cristianos (iii) mediante la predicación del evangelio (iv) y la participación en el bautismo y la Cena del Señor.

Retrocedamos y expliquemos. Todas las naciones y reinos poseen alguna forma de decir quiénes son sus ciudadanos. Hoy, los países usan pasaportes y fronteras. El antiguo Israel usaba tanto la circuncisión como el cumplimiento del día de reposo, señales del pacto abrahámico y mosaico, respectivamente. La iglesia no es actualmente un reino terrenal que posea tierras, pero este Reino celestial necesita alguna forma de afirmar a sus ciudadanos en la tierra también. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo pueden estos ciudadanos celestiales saber quiénes son «ellos», tanto por su propio bien como por el de las naciones?

Para responder a esta pregunta, Jesús proporcionó señales del pacto para los miembros del nuevo pacto: la señal de entrada del bautismo, por el que las personas son bautizadas en su nombre (Mt. 28:19); y la señal continua de la Cena del Señor, por la que se afirman unos a otros como miembros de su cuerpo (1 Co. 10:17).

Y no solo eso, sino que dio a las iglesias locales la autoridad para afirmar públicamente a sus miembros como ciudadanos de su Reino. para colocar estas señales del pacto en las personas, casi como el entrenador que reparte las camisetas del equipo.

Para ello, dio a las iglesias las llaves del Reino para atar y desatar en la tierra lo que está atado y desatado en el cielo (Mt. 16:19; 18:18). ¿Qué significa esto? Significa que las iglesias poseen la autoridad para juzgar el qué y el quién del evangelio: confesiones y confesores. Con las llaves, autorizó a las iglesias a decir: «Sí, esta es la confesión del evangelio en la que creemos y en la que debes creer para ser miembro». Para decir: «Sí, esta es una verdadera confesora. La bautizaremos en la membresía» o «Lo retiraremos de la membresía y de la Mesa del Señor por no arrepentirse del pecado».

En términos cotidianos, Jesús dio a esta asamblea reunida las llaves del Reino para escribir declaraciones de fe y llenar directorios de miembros.

Así que, definición 2: La iglesia local es un grupo de miembros del nuevo pacto y ciudadanos del Reino que se reúnen regularmente en el nombre de Jesús para predicar el evangelio y celebrar las ordenanzas.

Jesús describe esta iglesia local reunida en Mateo 18. Es una expresión del cuerpo de Cristo, la familia de Dios y el templo del Espíritu.

HISTORIA DE LA IGLESIA PRIMITIVA: INCLINACIÓN HACIA LA IGLESIA UNIVERSAL

A lo largo de la historia de la iglesia, diferentes individuos y tradiciones han enfatizado la iglesia universal o la local.

En las primeras generaciones que siguieron a los apóstoles, el énfasis recayó, con razón, en ambas, al menos a juzgar por las primeras cartas dirigidas a las iglesias y a sus líderes por pastores como Clemente de Roma e Ignacio. El documento del siglo II, la Didaché, sugiere lo mismo, con su doble énfasis en el funcionamiento práctico de una iglesia local y en la fidelidad cristiana en general.

Sin embargo, al igual que la gente a veces cambia su peso de los dos pies a uno solo, los escritos de los padres de la iglesia que se adentran en los siglos III, IV y V presentan un énfasis creciente en la iglesia universal, aunque con una apariencia institucional. Había razones históricas para ello. Surgieron varias herejías teológicas. Además, las iglesias se dividían acerca de cómo tratar a los cristianos (y a los obispos en particular) que negaban a Cristo ante la persecución, pero que luego pedían ser readmitidos.

Estos desafíos pastorales llevaron a todos, desde Cipriano hasta Agustín, a subrayar la importancia de estar unidos a la Iglesia única, santa, apostólica y católica, que significa universal. Y la unidad con la única y verdadera iglesia universal, empezaron a decir, requería la unidad con el obispo correcto; y la unidad con el obispo correcto, dijeron finalmente, significaba la unidad con el obispo de Roma, o el papa.

En otras palabras, la catolicidad o universalidad se convirtió en una realidad tanto terrenal como celestial. Pertenecía a las estructuras institucionales que unían formalmente a la Iglesia mundial, un episcopado que supuestamente se remontaba a Pedro y se centraba en el Papa.

La Reforma Protestante rompería este patrón al ofrecer una concepción más espiritual de la catolicidad. También afirmaron la necesidad de estructuras externas en la vida de la Iglesia, pero también comenzaron a distinguir entre la Iglesia visible y la invisible. Sostenían que una persona puede pertenecer a la iglesia visible, pero no a la invisible, o viceversa, ya que la salvación no se obtiene mecánicamente a través del bautismo o la Cena, sino solo por la regeneración y la fe.

Este énfasis en la iglesia invisible, por tanto, volvió a convertir la catolicidad o universalidad de la iglesia en un atributo espiritual, no institucional. La iglesia universal, en otras palabras, demostraría en el Último Día ser la iglesia invisible a través del espacio y el tiempo, no simplemente todos los que se llamaban a sí mismos miembros de las iglesias visibles.

LA HISTORIA POSTERIOR DE LA IGLESIA: INCLINACIÓN HACIA LA IGLESIA LOCAL

Dicho esto, los primeros reformadores, como Lutero, Calvino y Cranmer, seguían pensando en una forma institucional de unidad y catolicidad (universalidad). Sus denominaciones eran «conectivas», es decir, las iglesias estaban formal y autoritariamente conectadas entre sí. Desde su punto de vista, esta conexión formal era el requisito de la unidad y, por tanto, de la catolicidad. Por consiguiente, consideraban que la iglesia visible consistía en algo más que la iglesia local, la asamblea de personas que se reunían en un lugar. También incluía jerarquías eclesiásticas más amplias, ya fueran presbiterios o episcopados. De ahí que llamaran a sus iglesias la «Iglesia de Inglaterra» o la «Iglesia Luterana Alemana».

No es de extrañar que sus teologías también hicieran hincapié en la distinción entre lo visible y lo invisible, tanto o más que en la distinción entre lo local y lo universal. La práctica del bautismo de niños, y el hecho de que los niños no regenerados fueran tratados como miembros de las iglesias, aumentó la necesidad de la distinción invisible frente a la visible. Después de todo, los niños no regenerados pertenecen a la iglesia visible pero no a la invisible.

Sin embargo, un par de décadas después de la Reforma, los anabaptistas y eventualmente los bautistas ubicaron más completamente la unidad de la iglesia católica o universal en el cielo. Argumentaban que cada iglesia debía seguir siendo institucionalmente independiente y estar formada solo por creyentes. La iglesia visible en la tierra, argumentaban, es solo la iglesia local y solo la iglesia local: la congregación reunida y localizada geográficamente. La Iglesia de Inglaterra, decían, no es una iglesia. Es una estructura administrativa o paraeclesiástica que une a múltiples iglesias.

No obstante, entre los grupos bautistas, el riesgo ahora sería trasladar el peso del cuerpo por completo al otro pie, donde los cristianos darían toda su atención a la iglesia local y poca a la universal. Algunas corrientes de las iglesias bautistas, como los landmarkistas de finales del siglo XIX y principios del XX, defendían de hecho que solo existe la iglesia local. También se negaban a compartir la Cena del Señor con cualquiera que no fuera miembro de su propia iglesia. Afortunadamente, tales tensiones eran raras.

Mucho más común ha sido el rechazo funcional de la iglesia universal entre los líderes eclesiásticos con mentalidad comercial y de marketing de las iglesias de finales del siglo XX y principios del XXI. Estas iglesias afirman verbalmente la existencia de la iglesia universal. Alabarán a Dios por los cristianos de todo el mundo en sus sermones. Pero sus prácticas eclesiásticas autosuficientes ignoran con demasiada frecuencia a la iglesia universal.

Una mentalidad de mercado emplea un lenguaje y unos métodos ministeriales que promueven eficazmente la propia identidad de marca de la iglesia, como un restaurante de comida rápida que promueve su propia forma de preparar hamburguesas. Esto tiene el efecto, presumiblemente involuntario, de enfrentar a las iglesias entre sí. Por ejemplo, las declaraciones de misión de las iglesias, que se han hecho populares en las últimas décadas, destacan el énfasis de la misión única de una iglesia, como si Jesús no hubiera dado a cada iglesia exactamente la misma declaración de misión (Mt. 28:18-20). Y este énfasis en lo que es único, en lugar de un énfasis en la asociación compartida, corresponde a trabajar por separado de otras iglesias, no juntos.

Así que cuando un edificio está lleno, el primer instinto de una iglesia no es establecer otra iglesia. En su lugar, pone en marcha un segundo servicio o sede. Las iglesias pueden invitar a pastores de otros países para que les visiten y compartan sus peticiones de oración en el escenario, pero no lo harán con un pastor de la misma calle.

En general, la mentalidad de marketing y marca no implica oponerse a otras iglesias, como puede ocurrir entre los restaurantes de comida rápida. Sin embargo, significa que las iglesias cercanas se ignoran unas a otras. Y lo que es peor, se han colocado en un vasto campo de competencia no reconocida, en el que los oradores más carismáticos con la mejor marca y la mejor programación alejan a los fieles de las iglesias circundantes. Por tanto, las asociaciones entre iglesias del mismo vecindario o ciudad son escasas.

HACER ÉNFASIS TANTO EN LA LOCAL COMO EN LA UNIVERSAL

Sin embargo, la imagen bíblica hace descansar el peso del cuerpo sobre ambos pies: la local y la universal. La iglesia universal «se manifiesta» en las congregaciones locales, como he argumentado al principio. Sin embargo, también debería «manifestarse» en la disposición de cada iglesia de asociarse con otras, tal y como vemos entre las iglesias del Nuevo Testamento.

Ellas compartían el amor y los saludos (Ro. 16:16; 1 Co. 16:19; 2 Co. 13:13; etc.). Compartieron predicadores y misioneros (2 Co. 8:18; 3 Jn. 5-6a). Se apoyaban económicamente unos a otros con alegría y agradecimiento (Ro. 15:25-26; 2 Co. 8:1-2). Se imitaban unos a otros en la vida cristiana (1 Ts. 1:7; 2:14; 2 Ts. 1:4). Se cuidaban económicamente unos a otros (1 Co. 16:1-3; 2 Co. 8:24). Oraban unos por otros (Ef. 6:18). Y más.

Los cristianos de hoy pueden discrepar sobre si la Biblia quiere establecer una unidad institucional o una conectividad entre las iglesias (yo no creo que lo haga). Pero cada iglesia local debe amar a la iglesia universal amando, asociándose y apoyando a otras iglesias locales, incluyendo las más cercanas. Deberíamos estar dispuestos a compartir la Cena del Señor con los miembros bautizados de otras iglesias cuando nos visiten.

Además, cada tradición denominacional debería afirmar que los cristianos deben unirse a las iglesias locales, ya que estas iglesias locales son expresiones de la iglesia universal. Nuestra patria en el cielo ha enviado embajadores y ha construido embajadas aquí y ahora. Esas iglesias reunidas son un puesto de avanzada, un anticipo, una colonia, una representación de la reunión final. Si perteneces a la iglesia, querrás unirte a una iglesia. Es el lugar donde vivimos nuestra proclamación, nuestra fe, nuestra comunión y nuestra pertenencia al cuerpo de Cristo.

 

Traducido por Nazareth Bello


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Nota del editor: Este artículo se publicó originalmente en TGC y se reproduce aquí con permiso.

LECTURAS ADICIONALES

Edmund Clowney, «La Iglesia como entidad celestial y escatológica» en The Church in the Bible and the World, ed. D. A. Carson (1987; repr. Eugene, OR: Wipf & Stock, 2002).

Mark Dever, «Una iglesia católica» en The Church: One, Holy, Catholic, Apostolic, de Richard D. Phillips, Philip G. Ryken, y Mark E. Dever (Phillipsburg, NJ: P&R, 2004).

David Schrock, «An Ecclesiology of Churches: Why the Universal Church Is Best Regarded as a Myriad of Local Churches» (Una eclesiología de las iglesias: Por qué la Iglesia Universal se considera mejor como una miríada de iglesias locales) (Nov 10, 2016).

Stephen J. Wellum, «Más allá de la mera eclesiología: La Iglesia como comunidad del nuevo pacto de Dios» en The Community of Jesus: A Theology of the Church, edited by Kendell H. Easley and Christopher W. Morgan (Nashville, TN: B&H, 2013).

J. L. Dagg, «Las iglesias locales» y «La iglesia universal» en Manual of Church Order (1858; repr. Harrisonburg, VA: Gano Books, 1990).

Jonathan Leeman, «What Is a Local Church» (Qué es la iglesia local) (8/22/14).

Jonathan Leeman, «A Church and Churches: Integration» (Una iglesia y las Iglesias: Integración) (5/10/13).

Jonathan Leeman, «Are You a Universal Church-er or a Local Church-er?» (¿Estás a favor de la iglesia universal o de la iglesia local?) (7/27/16).