Pastoreo

Estimado pastor asociado: Atentamente, un ex-pastor asociado

Por Michael Lawrence

Michael Lawrence es el pastor principal de la Iglesia Bautista Hinson en Portland, Oregon. Puede encontrarlo en Twitter en @pdxtml.
Artículo
23.02.2021

Entonces, has sido llamado por una congregación para servir como un pastor asociado. ¿Ahora qué?

Posiblemente la iglesia haya adjuntado una frase a tu título: pastor asociado de _________. Esto permite que todos conozcan el alcance de tu responsabilidad.

Sin embargo, tan importante al resto de lo que sigue a la palabra «pastor» en tu título, es la misma palabra inmediata después: asociado. Estar asociado es estar estrechamente relacionado con alguien. Significa que tú estás allí fundamentalmente para cooperar con el pastor central, en lugar de simplemente lograr un trabajo independiente.

Pasé unos diez años sirviendo como un pastor asociado antes de asumir las responsabilidades del pastor central. Lo que sigue, son tres cosas que debes recordar para poder colaborar con tu pastor, independientemente de los detalles de la descripción de tu trabajo.

ES LA IGLESIA DEL PASTOR CENTRAL, NO LA TUYA

Cuando una iglesia llama a un pastor central, ellos llaman a un hombre que no solo predicará regularmente, sino que establecerá la visión general y la dirección de la iglesia a través de su predicación y liderazgo.

Ahora, antes de que te alarmes y sostengas la doctrina bíblica de una pluralidad de ancianos o pastores — una doctrina que afirmo con toda satisfacción—, permíteme complementar que, simplemente estoy haciendo una observación práctica. La mayoría de las iglesias pueden permitirse tener un solo pastor a su servicio, y él es el anciano que lleva la carga vital del ministerio del púlpito. Por tanto, su predicación y su liderazgo darán forma decisiva a la dirección de la iglesia.

Cuando una iglesia crece hasta el punto de añadir a otro anciano al personal, la descripción del trabajo del anciano que ejerce la responsabilidad de la predicación generalmente no cambia, excepto por las pocas cosas que él puede ahora tomar. La congregación seguirá esperando que el pastor central, con toda razón, continúe con su predicación y liderazgo. Después de todo, fue su liderazgo lo que hizo crecer a la congregación hasta el punto de necesitar otro pastor.

Lo que eso significa para ti, su pastor asociado, es que no estás llamado a dirigir a la iglesia en una nueva o mejor dirección. Más bien, tu labor es ayudarlo a guiar mejor a la congregación en la dirección que él ya ha tomado. Tu función es proteger y promover el apoyo de la congregación al pastor central, en lugar de desarrollar tus propios seguidores independientes.

Esto puede parecer obvio, pero es más difícil de lo que piensas. No importa qué tan cerca estés del pastor central, posiblemente habrá puntos en los que no estés completamente de acuerdo. Y la tentación de tu corazón será envidiar el amor y el cariño que la iglesia le tiene a él.

Si no estás convencido de que la prioridad más importante para la congregación es su capacidad para oír y beneficiarse de la predicación del pastor central, y si no estás convencido de que él es el hombre más adecuado para esta labor, inevitablemente comenzarás a competir con él. Bien sea por el liderazgo o el afecto, o ambas cosas.

Cuando eso sucede, no importa qué tan bien estés realizando otras tareas de tu ministerio, estás fallando para servir como pastor asociado. En cambio, te has convertido en un pastor rival en medio de la congregación, y eso no beneficiará a nadie.

Por supuesto, si el pastor central es culpable de inmoralidad o error doctrinal grave, entonces perderá su liderazgo en la iglesia. En ese caso, necesitarás, con mucho cuidado, traer el asunto para la atención de los otros ancianos. Pero ellos deben conducir el caso, no sea que la apariencia de la insubordinación oscurezca el verdadero problema.

Pero en la mayoría de los casos, donde la insubordinación arruina la relación entre el pastor central y el pastor asociado, la inmoralidad y el error no son el problema. El orgullo sí que lo es. Si eres un pastor asociado, nunca olvides que, en la providencia de Dios, es la iglesia del pastor central, no la tuya.

NO ES SOLO SU IGLESIA, ES LA TUYA TAMBIÉN

Hay dos palabras en el título de «pastor asociado», pero solo una de ellas es un sustantivo. Eso significa que, si eres un pastor asociado, puede que no seas «el pastor», pero definitivamente eres un pastor, un anciano y un supervisor en tu iglesia local. El Nuevo Testamento está lleno de instrucciones para los ancianos, y esas instrucciones se aplican a ti, tanto como se aplican para el pastor central.

Como pastor asociado, es muy fácil adoptar la mentalidad de un empleado. Puedes pensar que estás allí para realizar un trabajo, para llevar a cabo instrucciones, para realizar tareas determinadas. Pero esa no es la mentalidad de un anciano. Según Hebreos 13:17, los pastores son hombres que vigilan el rebaño y que rendirán cuentas al Pastor de los pastores (no al comité de personal) por su labor.

Efesios 4: 11-13 nos dice que los ancianos capacitan y equipan al pueblo de Dios. Y 1 Pedro 5: 1-4 nos recuerda que los ancianos deben servir con anhelo y modelar para que otros los sigan. Estas no son las actitudes de los empleados, sino de los propietarios. No solo te preocupas por el negocio, quieres que la iglesia crezca y florezca. No estás cuidando a los hijos de otra persona, estás formando una familia.

Como uno de los ancianos, y específicamente como un pastor asociado, deseas desarrollar un ministerio significativo dentro de la iglesia. No un ministerio que compita con el pastor central, sino un ministerio que obviamente complementa y extiende su ministerio general de la Palabra.

En Capitol Hill Baptist, donde serví durante casi nueve años, fui llamado a ser el segundo pastor docente de la iglesia para proveer ayuda y descanso a Mark Dever. Con bastante celeridad y para mi sorpresa como todos los demás, desarrollé un ministerio de consejería que complementó lo que Mark estaba haciendo desde el púlpito. A medida que ese ministerio, —además de mi propia predicación— impactó a la congregación, pude funcionar cada vez más como pastor asociado, y no solo como miembro del personal. Y eso le sirvió al pastor central. No solo alivió su carga, sino que extendió su trabajo.

Así que toma la iniciativa. No cedas a la tentación de la pereza o al miedo al fracaso. Como uno de los ancianos, crece y desarrolle el ministerio de tu iglesia local. No es solo su iglesia, es la tuya también. Y llegará el día en que tendrás que rendir cuentas por ello.

NO ES SU IGLESIA NI LA ​​TUYA, ES LA DE CRISTO

En su carta a los Efesios, Pablo cita del Salmo 68:18, «Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, tomaste dones para los hombres…». En los versículos que siguen, Pablo aclara que entre los dones que Cristo ha dado a su iglesia se encuentran los hombres: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. El propósito de estos hombres es que el cuerpo de Cristo sea edificado hasta la madurez, «a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4: 7-13).

Entonces, ya sea que seas el pastor central o el pastor asociado, al final del día, eres un regalo de Cristo para su esposa, la iglesia. De alguna forma, lo que Juan el Bautista dijo de sí mismo se aplica a nosotros como ministros: «El que tiene a la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido» (Jn. 3:29).

Es muy fácil sentir celos por el afecto de la novia y ver a otros pastores como competidores por su aprecio. Pero debemos recordar que la iglesia local, a la que servimos, no es nuestra novia. Ella es la esposa de Cristo, y nosotros somos solo uno de los regalos de compromiso que él pretende darle en preparación para el gran día de su venida.

Cuando esa es nuestra perspectiva, nuestro gozo se completa cada vez que vemos a la novia crecer en su afecto por Jesús. Si eso sucede a través de nuestro ministerio, entonces somos bendecidos. Pero si sucede aún más a través del ministerio de otro pastor, entonces nuestro gozo no disminuye, sino que aumenta.

Así que deja de lado el orgullo, los celos mezquinos, la lucha por el puesto que con demasiada frecuencia caracteriza las relaciones entre los pastores al frente de un equipo pastoral y los pastores asociados. Encuentra tu gozo en el amor de la iglesia por Cristo, no en ti. Y ora por el día en que su gozo sea completo, el día en que tú, junto con la iglesia local a la que sirves, sean presentados a Cristo como «una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha» (Efesios 5:27).


Traducido por Renso Bello