Misiones
¿Establecieron los pueblos no alcanzados la agenda misionera de Pablo?
Pablo quería alcanzar a los no alcanzados. Era una cuestión urgente para él, como debería serlo para nuestras iglesias. Sin embargo, ¿fue esa la motivación principal de Pablo en las misiones? Y lo que es más importante, ¿era ese el objetivo que marcaba su agenda misionera?
Si uno escucha muchas conversaciones dentro de la comunidad misionera, podría pensar que alcanzar a los no alcanzados era el objetivo preeminente de Pablo y, por tanto, debería ser el nuestro. De hecho, otros posibles objetivos de las misiones, como enseñar a los nuevos creyentes o dirigir iglesias sanas, a menudo son desplazados a un segundo plano de forma deliberada y consciente en pro de este objetivo más «urgente». La necesidad crítica de los no alcanzados lo exige.
Desde el punto de vista programático, eso significa que las agencias y escuelas misioneras suelen entrenar a los misioneros para que lleven a la gente a Jesús y luego, lo antes posible, vayan a la siguiente localidad. Liberando a los nuevos creyentes para que trabajen por su cuenta hacia la madurez. Porque el misionero debe, como Pablo, seguir adelante. No obstante, ¿representa eso con exactitud el ejemplo de Pablo?
En cierto sentido, resulta difícil imaginar un misionero con una visión más clara que el apóstol de Tarso. Le apasionaba ir donde el evangelio no había llegado, para alcanzar a los no alcanzados. Y los cristianos suelen citar Romanos 15:20 para demostrarlo. En su tercera etapa ministerial en Corinto, Pablo escribió una carta a las iglesias de Roma y reveló sus planes de ir a España. «Me esforcé a predicar el evangelio —escribió—, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno».
Sin embargo, la aparente simplicidad de esa visión puede ser engañosa. La agenda de Pablo nunca fue sencilla. Si nos detenemos a considerar Romanos 15:20 en su contexto, descubrimos que Pablo se preocupaba bastante por ayudar a los nuevos creyentes a alcanzar la madurez, como parte de su mandato misionero. También descubrimos que Pablo solo estaba dispuesto a ir a España una vez que hubiera cumplido con sus compromisos previos tanto en Corinto como en Jerusalén. Ir de misiones en busca de los no alcanzados no sería lo primero.
ALCANZAR A LOS «ALCANZADOS»
Los creyentes de Corinto recibieron por primera vez el evangelio a través de la predicación misionera de Pablo. Sin embargo, como está bien documentado, su congregación sufría numerosos problemas. Estaban divididos en partidos, toleraban la inmoralidad, malinterpretaban el matrimonio y minimizaban la idolatría. Avergonzaban a los pobres y deshonraban la autoridad. Se jactaban de los dones espirituales, pero les faltaba amor. Incluso estaban confundidos sobre la resurrección. Todo esto después de que Pablo pasara casi dos años ministrando entre ellos. (Quizá esto debería moderar nuestras propias ambiciones misioneras).
En la siguiente correspondencia, Pablo matizó constantemente su confianza en los corintios. Al principio, sabemos que no les enseñaba en profundidad porque no sabía si tenían el Espíritu (1 Co. 3:1). Cuando abordó sus diversas deficiencias —tanto de conocimiento como de comportamiento—, los llamó de nuevo a abrazar el evangelio (1 Co. 15:1-2). Más tarde, instó a los miembros de la iglesia a reconciliarse con Dios, a no recibir la gracia de Dios en vano, sino a ser salvos (2 Co. 5:20-6:3). Luego, en su palabra final, Pablo dejó claro su llamamiento: «Examinaos a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe» (2 Co. 13:4-5).
Lo que encontramos en Corinto, pues, es un misionero no simplemente ambicioso por los que no han oído, sino profundamente ansioso por los que sí lo han hecho (2 Co. 11:28-29). Esto explica por qué, al menos en dos ocasiones, Pablo abandonó una puerta abierta para la evangelización (en Éfeso y Troas) para regresar a la atribulada congregación en Corinto. Los no alcanzados no siempre establecieron la agenda misionera de Pablo. Por el contrario, el apóstol dedicó gran parte de sus energías a tratar de alcanzar a los ya alcanzados.
DESARROLLAR A LOS MADUROS
Esta prioridad paulina por los alcanzados, de hecho, puede verse en el contexto literario de Romanos 15:20. Por ejemplo, Pablo solo se aventuró a hablar de España porque había «cumplido» su ministerio evangélico en Corinto y en otros lugares (Ro. 15:19). Además, debemos tener en cuenta que, para Pablo, el cumplimiento de su misión significaba algo más que el mero hecho de ver avanzar el evangelio o que la gente creyera (Ro. 15:18). Más bien, su ministerio sacerdotal incluía el objetivo más completo de ver a las naciones santificadas por el Espíritu; aquellos que habían desarrollado tal madurez espiritual se convertirían en una ofrenda aceptable de la que él podría estar orgulloso en el día final (Ro. 15:16-17; cf. Col. 1:28).
Esto sugiere que el deseo de Pablo de llegar a España era secundario y, en cierto modo, dependiente de su propósito de presentar una ofrenda adecuada y agradable a Dios. En el caso de Corinto, esa ofrenda estaba en peligro. Pablo solo se lanzaría a nuevas tierras cuando estuviera seguro de su fe y crecimiento espiritual. Anteriormente, hizo esto explícito. Mientras su confianza en los corintios se tambalease, Pablo trataría de aumentar su influencia en la iglesia, entre los alcanzados, antes de dirigirse a nuevos campos (2 Co. 10:13-18).
Lo que debemos notar aquí es que Pablo no estaba satisfecho con que los corintios simplemente recibieran el evangelio y se reprodujeran. Después de todo, había una iglesia en la cercana Cencrea. Según los estándares de algunos misiólogos, Pablo debería haber liberado a estos creyentes autóctonos debido a su confianza en el Espíritu y la Palabra; ya no necesitaban la influencia misionera. Pero no fue así para Pablo. Ten en cuenta: la cronología aquí es crucial. Pablo no escribió su carta a los romanos hasta su tercera visita a Corinto, es decir, después de haber resuelto suficientemente sus preocupaciones allí. Solo entonces puso sus ojos en España.
AL SERVICIO DE LOS POBRES
Lo que sucedió a continuación es nada menos que asombroso. Después de terminar su carta a Roma, Pablo la envió por las hábiles manos de Febe, su colaboradora en la iglesia de Cencrea. En lugar de llevarla él mismo y viajar hacia el oeste, hacia Roma y finalmente hacia España, Pablo se dirigió… ¡en dirección contraria!
Se dirigió al este para entregar una ofrenda a los pobres y sufridos creyentes de Jerusalén. De hecho, Pablo había dedicado muchos años de su carrera misionera a promover, reunir y entregar ayuda monetaria a la iglesia de Judea. Además, estuvo personalmente dispuesto a hacer ese viaje cuando supo —por el Espíritu y una palabra profética— que sufriría y sería encarcelado en Jerusalén.
Si el ambicioso apóstol necesitaba una excusa para priorizar el viaje a nuevas tierras con el evangelio, la tenía. Incluso tenía amigos e iglesias que le rogaban que abortara su viaje hacia el este (Hch. 21:10-14). Durante su viaje a Jerusalén, hubo múltiples señales de advertencia y numerosas oportunidades para que Pablo regresara. Podía haber bautizado tal decisión como un pretexto para «enfocarse en lo más importante». Pero la agenda ministerial de Pablo no era tan simplista, ni sus objetivos misioneros eran tan singulares.
AMPLIAR NUESTRA AGENDA MISIONERA
A veces nos imaginamos a Pablo como un personaje unidimensional con un ministerio unidireccional. Pensamos en él como un misionero pionero siempre avanzando hacia nuevas tierras. Y aunque es cierto que su deseo era ir a España y alcanzar a los no alcanzados, sus objetivos eran más complejos. Primero quería asegurar la fe de los corintios. Luego quería llevar ayuda a los pobres de Jerusalén. Tal vez lo más importante de todo es que estaba ansioso por la madurez espiritual de los que estaban bajo su cuidado, porque quería presentar una ofrenda aceptable al Señor de todo su ministerio.
¿Qué significa todo esto para nuestras agendas misioneras? Básicamente, que no siempre podemos suponer que las personas alcanzadas —incluso las que se reproducen— entienden realmente el evangelio. Pablo no estaba convencido de esto en Corinto, por lo que les recordó repetidamente el evangelio y los llamó a una clara comprensión de Cristo. Esto significa que no debemos limitar el objetivo de las misiones a la multiplicación de discípulos. Un objetivo más completo incluye la maduración de los discípulos, quienes a su vez trabajan para conseguir iglesias sanas, convirtiéndose finalmente en una ofrenda agradable a Dios en el día final.
También debemos tener cuidado con la definición limitada de las «misiones», como si solo incluyera los ministerios a los no comprometidos y no alcanzados. Sin duda, Pablo era fiel a su llamado apostólico cuando visitaba las iglesias, escribía a los creyentes, discipulaba a los líderes, defendía el evangelio y entregaba ayuda a los pobres. En las misiones, tenemos que aprender que la tarea aparentemente más urgente no es siempre la más importante. Alcanzar a los no alcanzados no debería ser siempre la prioridad, especialmente si pone en riesgo a los alcanzados. Después de todo, ¿de qué le sirve a un misionero ganar un nuevo campo si solo pierde otro?
Traducido por Nazareth Bello
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