Clases esenciales: El Dinero

El Dinero – Clase 2: La Gracia de Dar

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
29.08.2017

  Descargar Manuscrito en formato Word
  Descargar Folleto del Alumno en formato Word

 

Clase esencial
El Dinero
Clase 2: La Gracia de Dar


ORACIÓN
I. Introducción

Algunos de ustedes tienen la edad suficiente para recordar una banda llamada Van Halen. Ellos tenían una cláusula muy interesante en su contrato de presentaciones. El artículo 126 estipulaba que «Deberá facilitarse un recipiente lleno de M&Ms, salvo aquellos de color marrón». Si la banda llegaba y encontraba aunque sea un solo M&M marrón, eran libres de cancelar el contrato y recibir el pago íntegro de los honorarios convenidos.

¿Por qué la banda odiaba tanto los M&Ms marrones?

Era un asunto de seguridad. ¡Ellos eran la primera banda exitosa en tocar para mercados más pequeños y usaban nueve semirremolques con equipos de mucho valor! Los errores eran comunes y potencialmente mortales, especialmente si el escenario no podía soportar todo el peso. Por esa razón, ellos debían asegurarse de que el promotor había leído el contrato; de ahí, el artículo 126. Cito las palabras de su vocalista principal, «Cuando entraba en los camerinos, si veía un M&M de color marrón en ese recipiente… Bueno, pedía una inspección minuciosa de todo el montaje técnico… Seguro encontraríamos algún error técnico».[1]

A primera vista parece algo tonto, pero un detalle como ese resulta ser extremadamente importante. Para ponerlo dentro de un marco más bíblico, el que es fiel en lo poco, también será fiel en lo mucho (Lucas 16:10). Y eso nos lleva a nuestro tema de esta mañana: Dar. ¿Cómo podemos ser buenos administradores de lo poco o mucho que hemos recibido?

Para responder eso, hablaremos del por qué, qué, dónde y cómo del dar cristiano. Empecemos.
II. ¿Por qué los cristianos deberían dar?
¿Por qué deberíamos dar?

A. Dar demuestra cuán grande es Dios

Primero y principal, damos porque eso demuestra cuán grande es Dios. Eso es lo que Moisés pensaba. Hebreos dice, «[Moisés] tenía por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios» (11:26). Cuando Moisés renunció a los tesoros que el mundo ofrecía, estaba proclamando que Cristo valía más, al igual que el hombre que alegremente vendió todo lo que tenía para obtener la perla preciosa (Mt. 13:46). Es lógica simple—Renunciar a lo que es valioso para ganar lo que es más valioso. Dar por la causa de Cristo demuestra lo digno y grande que es nuestro Dios.

B. Dios nos da generosamente

Dar no solamente reconoce la prioridad de Dios sobre todas las cosas, sino que también es la respuesta correcta a lo que Dios nos ha dado generosamente en el evangelio. Pablo dice, «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos» (2 Co. 8:9).[2] Siempre damos en la Escritura por la abundancia espiritual—hemos recibido grandes riquezas en Cristo, el reino de los cielos. Damos porque hacerlo reconoce la abundancia espiritual que nos ha sido dada mediante el evangelio y glorifica a Dios.

C. Dar promueve la piedad

Damos porque Dios es digno y porque él ha sido más que generoso con nosotros a través de Cristo, pero también damos con fines de promover la piedad. Echemos un vistazo a algunas de estas motivaciones:

Primero, dar nos ayuda a establecer prioridades. Jesús dijo, «Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Mt. 6:21). Dios da a cada uno de nosotros una cantidad finita de dinero. Una parte la necesitamos para vivir. Otra probablemente deberíamos usarla para ahorrar o pagar una deuda a fin de ser responsables con lo que él nos ha dado. Pero tenemos que dar el resto—todo. Porque lo que queda—lo que acumulamos, para usar un término bíblico—es un ácido espiritual. Corroerá nuestro contentamiento en Cristo. Quiere decir que estamos poniendo nuestra confianza en Dios y en algo más—lo que es imposible. «No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mt. 6:24).

Segundo, dar nos ayuda a reconocer y aceptar que Dios es dueño de todo lo que tenemos—todo es suyo de principio a fin. Es por eso que Dios va tan lejos en Malaquías 3:8-10 al acusar a los israelitas que no habían dado conforme a lo que él había ordenado, ¡de robar a Dios (Mal. 3:8-10)! Todo lo que tenemos le pertenece a Dios, como conversamos la semana pasada—no sólo lo que apartamos para dar a una organización religiosa sin fines de lucro.

Tercero, dar nos ayuda a animar a otros a dar y a alabar a Dios. Así es como Pablo continua su petición de ofrendas para los pobres cristianos de Judea en 2 Corintios 9:12: «Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios». De esta manera, dar estimula la alabanza a Dios por parte de aquellos que reciben la ofrenda.

Cuarto, dar nos ayuda a propiciar la bendición. Si damos, seremos bendecidos. Ahora bien, este es a menudo un principio bíblico malentendido. Pero antes de hablar sobre la mala enseñanza, primero entendamos lo que Dios dice en su Palabra. La promesa de Dios de bendición es una verdadera razón por la que deberíamos dar. 

  • Lucas 6:38 – Jesús dice, «Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir».
  • 2 Corintios 9:6-7 – Pablo dice, «Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno de como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre».

Damos porque hay recompensa para los que lo hacen. Esta es una motivación piadosa para nosotros, y despreciar la recompensa de Dios no es algo compasivo. En cambio, difama a Dios y su placer en mostrar misericordia. Dar a cambio de ser bendecidos es algo bueno y piadoso.

Desafortunadamente, algunos de los llamados maestros cristianos no comprenden esto y tergiversan lo que Dios ha prometido, incluso algunos evangélicos honrados  son culpables de esto. Dicen que la bendición de Dios en dar debe incluir prosperidad material y que esa bendición es instantánea. Así que, T.D. Jakes nos dice que si plantamos una «semilla de fe milagrosa» al escribirle un cheque, Dios sanará nuestros matrimonios y nuestras cuentas bancarias. O un maestro más fiel—aunque todavía equivocado—podría decirte que el motivo por el cual todavía no has podido salir de una deuda es porque no das fielmente a tu iglesia local. Aquellos que enseñan de este modo, definen incorrectamente las bendiciones de felicidad y éxito de acuerdo a los estándares del mundo y no a los estándares de Dios. Las riquezas materiales no son una medida confiable de nuestra santidad.

Sin embargo, en el Antiguo Testamento, Dios vinculó la bendición material con la obediencia—porque el pueblo de Dios estaba definido como una nación física en una tierra física que producía, una bendición física y material (Nm. 14:8; Dt. 28:13-14). Pero las bendiciones del Antiguo Testamento siempre apuntaban hacia algo más grande y duradero.

De este lado de Cristo, el pueblo de Dios conforma a la iglesia, que no posee un país propio fuera del cielo. Por tanto, la Escritura habla de las recompensas enfatizando las bendiciones espirituales en lugar de las presentes bendiciones materiales (Ef. 1:3).[3] Para nosotros, la confianza y obediencia a Dios no nos da derecho a las riquezas y comodidades de este mundo. A medida que leemos el Nuevo Testamento, Dios llama a su pueblo a sufrir en esta vida (2 Ts. 1:4; Hechos 9:16). Pero este sufrimiento por amor a Cristo será para nuestra bendición y rica recompensa en los cielos (Mt. 5:11-12). Lo que sí está claro es que, si damos, seremos bendecidos, y esa bendición es una motivación piadosa para dar.

Dios ama al dador alegre (2 Co. 9:7) porque ese dador está transmitiendo el hecho de que la bendición que recibe vale mucho más que lo que da. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. (1 Co. 13:3). Esto es debido a que dar de forma fría y pesada no dice nada bueno sobre quién es Dios—simplemente lo patrocina como un capataz duro. El motivo lo es todo cuando se trata de dar.

Ahora, ¿qué pasa si no te sientes muy alegre esta mañana, mientras ves acercarse el alfolí de las ofrendas y observas el cheque en tu mano? Piensas en todas las otras cosas que podrías hacer con ese dinero, pero lo das de todos modos, confiando en que el uso de Dios de ese dinero es mejor que el tuyo. ¿No has ganado nada? ¡Por supuesto que sí! Has actuado por fe, y eso habla mucho de la confiabilidad de nuestro Dios. Dios no quiere dadores arrepentidos porque sus ofrendas no dicen nada sobre su confiabilidad. Y, ¿qué hay de las ofrendas dadas en medio de una batalla contra la tentación? Esas son las ofrendas de fe que son de gran valor a los ojos de Dios. «Pero sin fe es imposible agradar a Dios» (He. 11:6).

Por tanto, tus motivos no tienen que ser perfectos para dar fielmente, somos pecadores después de todo. Pero si realmente no quieres dar—quizá, te sientes forzado por la necesidad de dar para costear las deficiencias de la iglesia—entonces no lo hagas (2 Co. 9:7). ¡Dios no necesita nuestro dinero! Él puede cumplir sus propósitos sin nosotros. Sin embargo, en su bondad, él nos brinda la oportunidad, el privilegio y el gozo de participar en su obra. Dicho esto, sería bueno para ti que examinaras tu corazón y hablaras con un amigo cristiano acerca de tus motivos. Luego, cuando tu corazón se encuentre bien, regresa y da (cf. Mt. 5:23-24) lo que hayas decidido en tu corazón.

¿Preguntas o comentarios? 
III. ¿Qué deberían los cristianos dar?
Hemos respondido el «por qué» de dar, pero también hay otra gran pregunta que necesitamos responder—«¿qué» damos? Observa que no dije, «¿Cuánto dinero deberíamos dar?» Por el momento, quiero mantener nuestro tema bastante abierto.
A.    Todo
Como mencioné antes, Dios es el dueño de todo lo que tenemos—no sólo de nuestro dinero—y por ello, nuestro dar abarca mucho más.

Por ejemplo, Pablo escribe en Romanos 12, «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional» (Ro. 12:1). En Colosenses 4, dice, «Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo» (Col. 4:5). En 1 Corintios 10, dice «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (10:31). «El dinero es solamente una pieza del gran rompecabezas de cómo podemos usar cada don, cada oportunidad, cada relación, cada centavo para proclamar la gloria de Dios con cada minuto que él nos da en esta tierra».

A veces pensamos que el objetivo de Dios para nuestro dinero es que vivamos usándolo tan poco como sea posible para que podamos dar tanto como sea posible a la iglesia local. Por supuesto, tal sacrificio honraría a Dios. Pero, quizá, sea una visión demasiado reducida de cómo honrar a Dios con nuestro dinero. Alguna vez pensaste que en realidad podría ser mejor usar algo de ese dinero para permitirte honrar más a Dios en otras áreas de tu vida. Recuerda, rendirás cuentas a Dios de toda tu vida—no solamente de tu dinero.

Por ejemplo, ¿qué le dirías a un esposo que siente que su esposa está siendo impía por querer salir a cenar una vez a la semana, ya que, sobre todo porque podrían disfrutar de una comida igual de buena en casa por la mitad del precio y ofrendar el resto? ¿Lo alentarías a hacer esto? Probablemente no, si quisieras que su matrimonio funcione. A lo mejor, Dios estaría más complacido si él usara ese dinero para edificar su relación con su esposa en lugar de simplemente darlo todo a la iglesia. ¿Alabó Jesús a los fariseos en Marcos 7 que rechazaban cuidar de sus padres por dar una ofrenda a Dios? ¡Por supuesto que no!

Tu dinero puede hacer muchas cosas buenas. Ciertamente puede financiar el ministerio de esta iglesia, pero también puede pagarle a alguien para que arregle tu baño, y así puedes tener tiempo de encontrarte con un amigo desanimado en nuestra iglesia. Puede ser usado como la provisión de Dios para un amigo cristiano que lucha con una deuda. Puede ayudarte a disfrutar de la creación de Dios en la cima de una montaña lejana. Podríamos seguir y seguir.

Tu trabajo como cristiano es valorar cada oportunidad que tengas en la vida—muchas de las cuales pueden beneficiarse de tu dinero—e invertir todo de ti para la gloria de Dios en esta vida. Si te gustaría reflexionar más sobre eso, un libro muy útil para leer es «God at Work» de Gene Veith.

Entonces… ¿qué deberíamos dar? Todo—nuestras vidas enteras deben ser entregadas para la gloria de Dios.

B. Diezmos y ofrendas

Aclarado eso, consideremos una pregunta más específica. ¿Cuánto dinero deberíamos dar a la iglesia?

1. Dar en el Antiguo Testamento

Un buen lugar para comenzar es con el concepto del Antiguo Testamento del diezmo, que realmente servía como un impuesto sobre la renta en la ley económica de Israel. Un diezmo sólo significa una décima parte  y debía ser santo o separado para el Señor. Se recolectaban tres diezmos diferentes en Israel.

En primer lugar, Levítico 27:30-33 nos dice que se debía apartar para el Señor un diezmo de toda la producción y los rebaños. Este diezmo se entregaba a los levitas, permitiéndoles servir en el tabernáculo a tiempo completo, ya que, ellos no recibían heredad. Éstos, a su vez, debían ofrendar para apoyar a los sacerdotes (Nm. 18:8-32).

En segundo lugar, en Deuteronomio, vemos que una décima parte de la producción y los rebaños se debían comer en el santuario central (Dt. 12:17-18; 14:22-23).  Interesante—Dios estaba ordenando a su pueblo a que ahorrara para una gran fiesta anual en su honor. Recuerda, parte de glorificar a Dios es disfrutar sus regalos en formas que le honren (1 Ti. 4:4). Dios no es un tacaño cruel, él ama bendecir a su pueblo.

Finalmente, vemos que cada tercer año, un diezmo iba al almacén local para alimentar a los levitas necesitados, a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas (Dt. 14:28-29; 26:12-13).[4]

Además de estos tres diezmos, Israel también tenía el impuesto del templo (Ex. 30:11-16), las ofrendas voluntarias (Dt. 12:6), la recolección de los campos que debían dejarse para el pobre (Lv. 19:9-10), y la recaudación de impuestos adicionales durante la monarquía (2 Reyes 23:35). Así que, el sistema del Antiguo Testamento de dar era mucho más complejo y difícilmente representativo de la simple idea de sólo el 10%. Habiendo dicho esto, si eres nuevo dando y estás buscando un buen punto de partida, el 10% de tus ingresos puede ser útil. Después de todo, Abraham dio el 10% a Melquisedec (Gn. 14:20), y Jacob prometió el 10% a Dios (Gn. 28:22) cientos de años antes de que la ley fuera dada.

2. Dar en el Nuevo Testamento

Avancemos a la práctica de dar en el Nuevo Testamento. Es interesante que en ninguna parte del Nuevo Testamento se nos ordene dar el 10%. En cambio, lo que vemos en 1 Corintios 16:2 es una simple amonestación de dar conforme a nuestros ingresos, a lo que nos referiremos más adelante.

Entonces, ¿qué pasó con el 10%? Bien, el diezmo—al igual que los sacrificios de animales, el calendario de fiestas y los oficios sacerdotales—era todo parte del reglamento de Dios en el Antiguo Testamento de cómo su pueblo debía adorarle. Una vez que Jesús viene, él anuncia en el Sermón del Monte que él cumple todo el Antiguo Testamento (Mt. 5:17). Todas las ordenanzas de adoración en el Antiguo Testamento le señalaban, como lo demuestra el autor del libro de Hebreos.

Una vez que Jesús viene, ya no se necesitan estas cosas porque Uno mayor que el templo está aquí (Mt. 12:6). Es por eso, que Jesús declara que el impuesto del templo no es aplicable a sus seguidores en Mateo 17:25-26: «Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos». Jesús era el Hijo de Dios, y nosotros somos sus hijos adoptivos. Por tanto, ya no estamos bajo las leyes legales, económicas y sociales del Antiguo Testamento, sino que estamos sujetos al reino de los cielos bajo la ley de Cristo (1 Co. 9:21).

Así que, para resumir todo esto, ¿estás en pecado si no das el 10% de tus ingresos a la iglesia? No necesariamente. Observa que no dije, «No». Algunos de ustedes, considerando la forma en que Dios ha construido sus vidas, pueden estar pecando de acaparadores si no dan el 50% de sus ingresos. Con otros, Dios está muy complacido con su 5%. Permíteme explicar.

Además de «dar conforme a tus ingresos» que vimos en 1 Corintios 16, hay otros dos temas que vemos en la Escritura.

3. Dar sacrificialmente

El primero es el del sacrificio. A través de todo el Nuevo Testamento, se nos enseña que seguir a Jesús implicará negarse a uno mismo. De hecho, Jesús hace que esto sea algo innegociable para un cristiano. «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame» (Mt. 16:24). Y al menos en dos ocasiones vemos que el sacrificio se aplica específicamente en la entrega de recursos financieros—una vez cuando la pobre viuda dio todo lo que tenía para vivir (Marcos 12:41-44) y otra cuando los pobres macedonios dieron más allá de su capacidad (2 Co. 8:2-3).

Lo que podemos tomar de esto es que todos deberíamos servir a Jesús hasta el punto en que estemos haciendo sacrificios. Y una forma en la que algunos de nosotros seremos llamados a sacrificarnos es entregando nuestro dinero hasta el punto en que duela. Pero al hacer esto, hay dos errores que deberíamos evitar.

El primer error es el que dice que si tu presupuesto no está dolorosamente apretado, no estás dando lo suficiente. Eso no siempre es cierto. No es necesariamente un pecado acumular riquezas (e.j. Abraham). Pero deberíamos vivir una vida que esté dolorosamente relacionada con entregarnos a nosotros mismos, ofreciendo nuestros cuerpos como sacrificios vivos (Ro. 12:1). Dicho esto, cada uno de nosotros está en una situación diferente, por lo que para algunos de nosotros el verdadero sacrificio puede ser nuestro presupuesto, para otros el tiempo, las relaciones, y así sucesivamente. Debemos dar en todas estas situaciones, sin ser egoístas con nuestras vidas. Pero donde exactamente duela variará de persona en persona. Y con ese dolor también vendrá un bálsamo de alegría, porque tenemos el privilegio de sacrificarnos voluntariamente por nuestro Salvador y Rey.

El segundo error es el que dice que la comodidad y el cristianismo pueden coexistir. Estamos en una batalla, después de todo. Como Pablo le escribe a Timoteo, «Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado» (2 Ti. 2:3-4). Estamos llamados a sacrificarnos. Eso es lo que significa seguir a un Señor crucificado. En cambio, que nuestro consuelo se encuentre en Cristo (2 Co. 1:3-7).

4. Dar generosamente

El segundo tema que debería guiar nuestro dar es un tema que vemos plasmado a lo largo de las páginas del Nuevo Testamento: La generosidad. Pablo escribe, «Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará» (2 Co. 9:6). Esto es un truismo de la agricultura—si tan sólo plantas un poco, no obtendrás una gran cosecha. Como los administradores fieles que estudiamos la semana pasada, a Dios le gusta que tomemos riesgos y apostemos completamente en él, sembrando o dando generosamente. De nuevo, nuestra generosidad demuestra cuánto hemos recibido de arriba, por lo que la generosidad debe caracterizar a cada cristiano. Deberíamos dar generosamente para apoyar a nuestra iglesia local, para apoyar a misioneros, para ayudar a nuestros prójimos en necesidad, para amar a nuestras familias, para animar a nuestros hermanos y hermanas en el Señor.

Entonces, ¿cuánto deberíamos dar? Todo—tanto lo que damos como lo que retenemos finalmente le pertenece a Dios. ¿Cuánto dinero deberíamos dar a la iglesia? Posiblemente más de lo que das hoy. Pero ciertamente lo suficiente para que puedas decirle honestamente a Dios que el dinero que estás guardando para gastarlo en otro lugar lo glorificará igual o incluso más de lo que lo haría si igualmente lo dieras.[5] «Da para que el dinero que gastes en tus necesidades glorifique a Dios de igual forma o aún más de lo que lo haría si de igual modo lo dieras». Esa es la regla de oro para todos nosotros. Y para la mayoría de nosotros, eso será considerablemente más que el 10%.

¿Preguntas o comentarios? 
IV. ¿Dónde deberían los cristianos dar?
Pasemos a la tercera pregunta de ¿dónde deberíamos dar nuestro dinero?

A. Obligaciones

Lo primero que necesitamos pensar al decidir dónde dar nuestro dinero son aquellas áreas en las que la Escritura nos obliga. Comencemos con nuestra responsabilidad más básica. En 1 Timoteo 5:8, Pablo dice, «porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo». Proveer a la familia parece ser nuestra responsabilidad más básica.

Pero digamos que has cumplido con esa obligación. ¿Qué sigue? Da a tu iglesia local. En Gálatas 6:6 Pablo escribe, «El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye». Esto parece seguir la práctica del diezmo del Antiguo Testamento para apoyar a los levitas, aquellos que enseñaban al pueblo de Dios. ¿Cuánto deberías dar a tu iglesia? No te lo voy a decir. Sería bueno que examinaras tu corazón y reflexionaras en lo que ya hemos hablado.

B. Oportunidades

Ahora bien, más allá de eso, creo que no vemos mandamientos de obligación en la Biblia. Pero sí vemos descripciones de oportunidades. Por ejemplo, Pablo no ordenó a los corintios que dieran a las iglesias destituidas en Judea, pero la presentó como una oportunidad convincente (2 Co. 8:8). Asimismo, Gálatas 6:10 nos dice, «Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe».

Así que, estás proveyendo para tu familia, y estás dando una fiel cantidad a tu iglesia. Pero aún así te queda algo de dinero que no necesitas. ¿Qué haces? Trata de averiguar cuál es la mejor y más estratégica[6] forma de gastar ese dinero para que puedas rendir buenas cuentas de ello en el día final cuando estés frente a Cristo.

Quizá, das más a tu iglesia por las cosas buenas que están haciendo con eso. De hecho, espero que a medida que pase el tiempo y tus ingresos aumenten, des una porción más grande de tu dinero a tu iglesia cada año. Dios no quiere solamente que crezcamos en esperanza, fe y amor—Él también quiere que crezcamos y mejoremos en nuestro dar (2 Co. 8:7). O podrías usar tu dinero extra para tener una gran fiesta en tu vecindario para ayudarte a conocer nuevas personas que no conocen al Señor. Tal vez, des para apoyar a un refugio local para personas sin hogar o para un misionero en el extranjero. Podrías prestar tu auto los días que no lo uses. Podrías prestar dinero para ayudar a un amigo cristiano que batalla con salir de una deuda.

Por cierto, pienso que una clara aplicación de la enseñanza bíblica de prestar es que nunca deberías cargar intereses a una deuda personal que hiciste con un hermano o hermana en Cristo (Ex. 22:25, Lucas 6:34-36).  Después de todo, la persona está necesitada y necesitamos mostrar misericordia a aquellos en necesidad. De lo contrario, te estarías aprovechando de ellos, buscando ganar beneficios de su pobre posición.

Por tanto, hay muchas oportunidades para tu dinero. Tu trabajo es determinar cómo puedes aprovecharlas al máximo para la gloria de Dios.

¿Preguntas o comentarios?
V. ¿Cómo deberían los cristianos dar?
Finalmente, respondamos la pregunta de cómo deberíamos dar. Para ello, vamos a ver principalmente lo que dice Pablo en 1 Corintios 16:2 «El primer día de la semana, cada uno de ustedes aparte y guarde algún dinero conforme a sus ingresos, para que no se tengan que hacer colectas cuando yo vaya» (NVI).

Hay 5 amonestaciones bíblicas que podemos tomar de este versículo, y luego diremos una extra al final para completar.

Entonces, ¿cómo deberíamos dar? Deberíamos dar…

1. Periódicamente

Deberíamos dar con regularidad. Pablo dice «El primer día de la semana», cuando la iglesia se reúna. En ocasiones temo que algunos cristianos están más dispuestos a seguir las pautas del IRS y dar justo antes de terminar el año, que seguir las directrices bíblicas de dar regularmente durante todo el año. Dar debería ser un acto de fe no sólo por lo mucho que damos, sino también por cuándo damos. ¿Damos nuestras primicias por adelantado o damos de lo que nos queda al final?[7] Adicionalmente, es muchísimo mejor y más confiable dar a Dios durante nuestras vidas que ser obligados a dar en nuestras muertes.

2. Personalmente

Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad individual de dar. Pablo dice, «cada uno de ustedes». No podemos asumir que solamente por que la iglesia da, nosotros estamos dando.

3. Planeadamente

Deberíamos reflexionar deliberadamente acerca de lo que vamos a dar. Pablo dice que  «apartemos y guardemos» nuestro dinero. Cuando planeamos nuestros presupuestos, deberíamos planear lo que vamos a dar. Pablo escribe en 2 Corintios 9:7, «Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón». Esta es una decisión por la que deberías orar y en la que deberías pensar—no debe hacerse desordenadamente un domingo en la mañana.

4. Progresivamente

Deberíamos dar de acuerdo a nuestras posibilidades. Pablo dice, «conforme a sus ingresos». Esto no quiere decir que todos deben dar una cantidad específica de dinero, como por ejemplo $1,000. Tampoco significa que todos deben dar un porcentaje específico de dinero, como el 10%. En cambio, dar progresivamente quiere decir que cuanto más Dios nos prospere, más deberíamos dar generosamente (2 Co. 8:2-3; 12-15).

Así que, por ejemplo, digamos que un Creyente A tiene un ingreso anual de $30,000 y un Creyente B recibe $60,000 por año. Ambos dan el 10% de sus ingresos. Con todo lo demás siendo igual, ¿ha dado el Creyente B progresivamente? No, no lo ha hecho. Después de todo, el Creyente A tiene $27,000 para vivir, mientras que el Creyente B tiene $54,000 o el doble. El Creyente B en realidad podría dar el 20% y todavía tener alrededor de $20,000 o más que el Creyente A.[8]

Dar progresivamente significa que cuanto más tengas, más deberías dar. No se trata simplemente de dar una cantidad más alta, sino de dar un porcentaje más alto. De manera que, si recibes un aumento salarial, esto te permitiría dar un porcentaje más elevado de tus ingresos. Recuerda, la generosidad no está caracterizada por lo mucho que damos, sino por lo mucho que retenemos.

5. Abundantemente

Debemos dar generosamente. Pablo concluye su instrucción diciendo, «para que no se tengan que hacer colectas cuando yo vaya». Cada uno de nosotros debería dar lo que finalmente hemos decidido en nuestro corazón dar (2 Co. 9:6-7), mientras reflexionamos en todo lo que Dios nos ha dado en Cristo.

6. Privadamente

Y finalmente, no olvidemos la enseñanza de Jesús en Mateo 6:3-4: «que no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto». Los actos públicos de adoración, tales como ofrendar durante el servicio, glorifican a Dios. Pero no deberíamos dar con el propósito de ser reconocidos públicamente, o no recibiremos ninguna recompensa de parte de Dios.

¿Preguntas o comentarios?

VI. Conclusión

Bien, entonces, concluyamos. «Hay más dicha en dar que recibir» (Hechos 20:35). Esas son las palabras de Jesús, y son verdaderamente ciertas. Una de las alegrías más grandes para los cristianos es ser capaces de dar más. Hay una enorme satisfacción que viene de ver los frutos de nuestro trabajo multiplicados muchas veces en las vidas de otros. El dinero es algo poderoso, y cuando lo usamos correctamente, tiene el potencial de hacer un bien increíble. Y eso se siente genial. Espero que podamos mejorar en la gracia de dar. Y habiendo sido fieles en lo poco, Dios se complazca en confiarnos con más.

ORACIÓN

Apéndice A

No dar a la iglesia

¿Qué deberías hacer si no quieres dar a la iglesia porque no estás de acuerdo con la forma en que se usan los fondos? Parte de ser miembro de una iglesia es que, quizá, no estés de acuerdo con todo lo que la iglesia haga con sus fondos. La tentación entonces es no dar o limitar estrechamente cómo se puede usar lo que das. Ciertamente, si la iglesia no continúa en la enseñanza de Cristo, no deberíamos dar a la iglesia nuestro apoyo (2 Juan 9-11). Pero si el desacuerdo es un asunto secundario, como pagar demasiado por gastos de capital, entonces tenemos que seguir dando y trabajar en pro de la unidad (1 Co. 1:10). Como mínimo, deberíamos apoyar a los pastores entre nosotros (1 Ti. 5:17-18). Si dejamos de dar completamente, estaríamos desobedeciendo a Dios. También debemos asegurarnos de que restringir nuestras ofrendas no sea un acto de egoísmo usado por nuestra parte para atacar a la iglesia.

Dar a organizaciones no cristianas

¿Deberíamos dar a organizaciones no cristianas? Dios extiende su gracia común a todos, así que, no está mal apoyar a una organización secular que alimenta a los pobres, por ejemplo. Dicho esto, no quieres apoyar a una organización que se oponga al evangelio (2 Juan 9-11). Si las demás condiciones no varían, probablemente sería mejor suministrar tus fondos para promover el evangelio, dándolos a una organización cristiana que alimente a los necesitados.

Donación en línea

¿Está bien dar a la iglesia a través de donaciones en línea? Aunque la Escritura enseña que debemos dar regularmente (1 Co. 16:2) como parte de la adoración corporativa, también, podemos dar en otros momentos, y eso debería ser una parte cotidiana de la vida. En realidad, muchas personas encuentran que dar virtualmente realmente les ayuda a ser regulares con sus donaciones. La objeción normal a este método, es que esa donación ya no se vuelve sincera porque a menudo es algo que se establece automáticamente para que se transfiera cierta cantidad mensualmente. Sin duda, tienes que ser intencional cuando des en línea. Tal donación podría volver a alguien indiferente, pero también podría hacerlo escribir un cheque de diezmos cada semana. Lo que Dios demanda es un dador alegre (2 Co. 9:7). Eso es lo que importa. La manera en que alteras cualquier indiferencia al dar es recordando el sacrificio de Cristo por nosotros y que todas las cosas son suyas; vuelves al evangelio.

Ingresos restantes

¿Qué hago con los ingresos restantes después de haber pagado los gastos inmediatos? Hay mucha libertad cristiana al responder esta pregunta. Si tienes una deuda, podrías pagarla antes. Esto brinda más flexibilidad financiera y elimina el peligro de quedar endeudado. Podrías donarlo todo; no hay nada de malo en eso, porque puedes bendecir a muchos otros con tu generosidad. También podrías ahorrar dinero para gastos a futuro, como un nuevo auto. La única salvedad sobre ahorrar es que debes protegerte de acaparar y confiar en tus riquezas.

 Sin ingresos restantes

¿Está bien no dar, cuando no tienes nada más excepto los gastos necesarios para vivir? La Escritura espera que los cristianos sean generosos y den (Mt. 6:2). Pablo le dice a Timoteo, «Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos» (1 Ti. 6:18). Por tanto, sugiero que si un cristiano recibe algo, debe poner en práctica el dar, incluso si se trata de algo pequeño. De lo contrario, perderá el gozo de dar y la oportunidad de crecer. Pero probablemente hay ciertas circunstancias donde una persona no peca por no dar a causa de su empobrecida posición.

 Dar en fe

¿Deberíamos dar más allá de nuestros medios como una forma de ensanchar nuestra fe? Primero que todo, dar siempre debería ser planificado y apartado (1 Co. 16:2). Sería tonto y peligroso dar tanto que tengas que endeudarte o te conviertas en una carga para otro. Habiendo dicho esto, Dios nos llama a crecer en la gracia de dar (2 Co. 8:7). Por ejemplo, la viuda que dio sus dos monedas, todo lo que tenía para sobrevivir. Ella usó su dinero para aumentar su fe, lo cual fue loable ante Dios. Teniendo tan poco, seguramente era consciente de lo que tenía para vivir. Si hubiera sido ignorante, se cuestionaría si estaba dando por fe o no. Al mismo tiempo, deberíamos dar nuestras primicias. Esto es practicar la confianza en Dios para el futuro, aún cuando no sabemos necesariamente lo que va a pasar el próximo mes con nuestro presupuesto (e.j. ¡que nuestro auto tenga que ser reparado por $3,000!). No hay manera segura de hacer esto salvo la fe. No conocemos el futuro, pero conocemos a nuestro Dios y él cuidará de su pueblo mientras confiamos en él, y él quiere que dependamos de él más y más.

El evangelio de la prosperidad

¿Qué es el evangelio de la prosperidad y por qué está mal? El actual evangelio de la prosperidad inició en el siglo XIX. Los maestros del evangelio de la prosperidad valoran el cristianismo por lo que pueden obtener de él en esta vida. A menudo, estos maestros anunciarán revelaciones extra-bíblicas de parte de Dios. «De acuerdo con el evangelio de la prosperidad, decir las palabras correctas combinadas con la fe en esas palabras puede producir resultados increíbles porque Dios estableció leyes espirituales que gobiernan este mundo. La tarea del creyente es usar las palabras a fin de ejercer las leyes espirituales para su propio beneficio. Si los creyentes repiten las palabras correctas y creen, entonces Dios debe bendecirlos, porque las leyes espirituales están activas».[9] Ellos elevan al hombre, y reducen a Dios a alguien que sólo existe para satisfacer necesidades humanas. El sacrificio bíblico, la humildad, el sufrimiento no están presentas en dicha teología. Al final, el evangelio de salvación del pecado se convierte en la salvación de una vida difícil y empobrecida.

Diezmar

¿Están los cristianos obligados a diezmar el 10% a la iglesia? Hay algunos cristianos que piensan que el diezmo es el mínimo cristiano en dar (e.j. Randy Alcorn) porque de no ser así, disminuiría los estándares bíblicos establecidos en el Antiguo Testamento. Pero este punto de vista no está justificado en el Nuevo Testamento bajo el Nuevo Pacto. Aunque el 10% puede ser un objetivo o una meta útil para algunos en dar a la iglesia local, la iglesia no es el Israel del Antiguo Testamento, que vivía en una teocracia con leyes civiles y económicas, tales como los diezmos. Bajo el Nuevo Pacto, las leyes de Dios están escritas en los corazones de su pueblo y dar está en concordancia con lo que cada uno tenga. Los cristianos del Nuevo Testamento no deben dar a regañadientes o por mandato, como ocurría con el diezmo, sino alegremente. A Dios le preocupa más nuestra devoción que nuestro dinero.

 

[1] D.L. Roth, Crazy from the Heat.

[2] El evangelio es descrito a menudo en términos monetarios, por ejemplo, Cristo nos rescató o compró con su sangre.

[3] Por supuesto, esto no significa que Dios no nos bendecirá materialmente (e.j. Filipenses 4:19 demuestra que Dios suplirá nuestras necesidades físicas).

[4] Este tercer diezmo puede haber sido parte del segundo diezmo en Deuteronomio 12:17-18.

[5] Puede ser difícil cuantificar qué puede glorificar más a Dios con nuestro dinero. Hay mucha libertad cristiana en esta área. Sin embargo, esta es un área donde sería útil recibir un buen consejo sobre la mejor manera de usar nuestro dinero para la gloria de Dios.

[6] Ser estratégico con el dinero básicamente significa no ser inconsiderado o egoísta con él. Aunque no sepamos cómo nuestro dinero será usado para los propósitos de Dios, aun así podemos esforzarnos por ser fieles pensando en cómo lo gastamos para la gloria de Dios.

[7] En Éxodo 36 cuando Moisés pidió ofrendas voluntarias para ayudar a construir el santuario, los israelitas dieron tanto que Moisés dio la orden de que dejaran de dar. Por retraso, algunos pierden la oportunidad de obedecer.

[8] Adaptado del libro Financial Faithfulness de J. Hampton Keathley, III. (http://bible.org/article/financial-faithfulness).

[9] D.W. Jones y R. W. Woodbridge, Health, Wealth & Happiness: Has the Prosperity Gospel Overshadowed the Gospel of Christ?, pp. 59-60.