Liderazgo

Dejar de enviar misioneros: porque más no es siempre lo mejor

Por Steve Jennings

Steve Jennings es el pastor de la Iglesia Immanuel de Fujairah en Los Emiratos Arabes Unidos.
Artículo
23.05.2018

«Heme aquí, envíame a mí.» Isaías 6:8.

«A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.  Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.» Mateo. 9:37-38.

Estos pasajes de las Escrituras han sido escritos apasionadamente en las tarjetas de oración de muchos misioneros esperanzados preparándose para ingresar al campo misionero. Han sido grabados a fuego en el corazón de muchas iglesias y personas que reconocemos que a los cristianos se les ha dado una tarea: hacer discípulos de todas las naciones.

Estas naciones fueron tristemente descuidadas por la iglesia por generaciones, por lo que es loable que en recientes generaciones hayamos corregido nuestra «desviación de la misión» y perseguido con vigor la tarea de dar a conocer a un mundo observador la sabiduría de Dios (Ef. 3:10). Pero, en mis ciertamente pocos años de trabajo entre las naciones, ubicado en medio de la ventana 10/40 rodeado por Grupos de Pueblos No Alcanzados no puedo dejar de preguntarme si la corrección ha corregido demasiado. Parece que el péndulo ha oscilado demasiado lejos en otro sentido y necesita nuevamente ser corregido.

La Gran Comisión es inmensa, y como cualquier tarea inmensa requiere, visión, dedicación y mucha mano de obra. Habiendo dicho esto, existen muchas veces cuando quiero parar y decir a la iglesia occidental: «¡Dejen de enviarlos! Paren de enviar misioneros poco calificados!».

Es verdad que los trabajadores son pocos y la cosecha es grande. Pero esto no significa que más trabajadores sean necesariamente mejor. Parece que la impaciencia que caracteriza tanto a la actual generación se ha infiltrado en el movimiento misionero bajo el disfraz de «urgencia». Esta impaciencia en lugar de ser frenada por los líderes de las iglesias es a menudo fomentada e incluso alentada.

¿Y los resultados?

Mucha gente va a las naciones que francamente no debería ir o al menos no por ahora.

Esta son las preguntas que deseo que muchas iglesias consideren. ¿Por qué enviarían a alguien a plantar iglesias al extranjero que nunca contratarían como pastor o nombrarían como anciano laico? ¿Porque parece que la pasión en vez de fidelidad probada es el criterio principal para enviar hombres y mujeres a apoyar a aquellos que plantan iglesias? ¿Porque en la tierra son más bajas las barreras para las misiones que para la iglesia local?

Los desafíos de las misiones, sus tensiones y tentaciones, son muy reales, pero una y otra vez las personas son enviadas a enfrentar aquellos desafíos, aunque tienen mucho celo pero carecen de entendimiento. De este modo el hombre sabio dijo correctamente por el Espíritu Santo.

«El alma sin ciencia no es buena, y aquel que se apresura con los pies, peca» Pr. 19:2.

Este proverbio resume muy bien el estado de las misiones entre algunas agencias misioneras: deseo sin conocimiento. Y el deseo sin conocimiento en el negocio de las misiones es peligroso, incluso espiritualmente mortal.

Este campo que esta blanco para la cosecha se está llenando con obreros que lo destruyen, por los que mal usan o no usan las herramientas que Dios les ha dado. Imagine un campo lleno de gente balanceando una guadaña en la dirección equivocada y a veces del lado equivocado. Y con demasiada frecuencia, si me atrevo a arrastrar la metáfora un poco más lejos, no están usando la guadaña en absoluto. Sus manos están vacías, no es una bonita imagen.

Me parece que muchas iglesias y agencias misioneras que envían no pasan el tiempo suficiente para enseñar a las personas a discernir entre el trigo y las malas hierbas. De este modo, carentes de discernimiento, estos misioneros siembran malas hierbas y escriben a casa sobre sus éxitos en la siembra. Otra vez, como iglesia, se nos ha dado una misión, una manera en la que debemos andar, pero muchos pies que se proponen proclamar el evangelio de la paz pierden su camino porque tienen deseo sin conocimiento.

De hecho, los trabajadores son pocos, pero nuestra impaciencia se ha convertido en nuestra ruina. Cuando las iglesias tienen iniciativas para enviar a un cierto número de personas por un cierto tiempo, su deseo de alcanzar ese objetivo puede cortar el proceso de discipulado y así impulsar a las personas al campo misionero provocando que se dañen tanto ellos como también causen daño.  

Consideremos a Pablo como un ejemplo de paciencia celosa. Desde el momento de su conversión, se le dijo su propósito. Pero tú verás en Hechos que fue más de diez años antes de su primer viaje misionero. En el ínterin, pasó tres años formativos en Arabia, un tiempo en su ciudad natal de Tarso, y finalmente una temporada en la iglesia en Antioquía hasta que fue enviado con Bernabé. Este Pablo, ten en cuenta, que en la conversión ya tenía un inmenso conocimiento de las Escrituras. Parece que Pablo no comenzó su misión en serio hasta que fue enviado por su iglesia local de Antioquía bajo la dirección del Espíritu Santo a través de los ancianos y la congregación.

Si hablamos de generaciones antiguas de misioneros, encontrará que en los días pasados la universidad bíblica era un requisito. Si lee las biografías de hombres como Adoniram Judson, encontrara que la ordenación era un requisito. Pero en estos días, una vez que una iglesia da la aprobación, los postulantes pueden pasar algunas evaluaciones y asistir a un campamento de dos semanas de iniciación y ser rápidamente aprobados para el campo misionero. Este sistema conveniente y racionalizado está destinado a permitir que más y más personas vayan a los no alcanzados.

Pero más no siempre es mejor

Los desafíos que enfrentarán las personas al llevar el evangelio a lugares difíciles requerirán un carácter maduro y probado. Las preguntas que los misioneros harán a aquellos a quienes evangelizan a menudo requerirán un conocimiento teológico profundo y amplio. Y el enemigo furioso que se encuentra requerirá una fe que será excavada profundamente.

El pragmatismo es agresivo en los ministerios de ultramar porque con demasiada frecuencia los ministros no saben realmente como hablar de su Dios. La herejía prolifera porque no conocen realmente su mensaje. La vida mundana prevalece porque muchos misioneros son espiritualmente inmaduros y prácticamente inexplicables. Iglesia, deja de enviar a personas que no conocen a su Dios, no conocen su mensaje, y no saben lo que es someterse a la autoridad. Por favor, por el bien de la gloria de Dios, detente.

El deseo es encomiable, pero el deseo viene y va. Es un llamado que debe ser requerido y celebrado pero no se trata solo de un «llamado», sino de una vocación arraigada en la verdad y afirmada por los demás,  particularmente por aquellos que lo conocen bien desde hace tiempo y lo han acompañado en los años de fecundidad, que tienen como objetivos principales la gloria de Dios y las promesas seguras del evangelio reveladas en la Escritura.

Las iglesias locales deben tener una visión amplia en su trabajo de misiones, preparando fielmente muchos discípulos que son capaces de salir y perseverar en el ministerio evangélico fiel. Deben trabajar por cantidad sin sacrificar la calidad en un simple grado.

No debe sorprendernos que la tasa de deserción entre los misioneros sea tan alta, que la ambigüedad doctrinal sea tan generalizada y que los misioneros que caen en pecados groseros sean tan comunes. Se envía gente que no debe ser enviada porque las iglesias están enviando gente demasiado pronto. Por lo tanto, en este punto quiero dejar algunas sugerencias sobre cómo preparar personas para ir a las naciones:

1) Enséñeles bien para que puedan enseñar bien a los demás; no los envíe hasta que hayan demostrado que pueden hacer lo mismo (2 Ti. 2: 2).

2) Asegúrese de que son capaces de articular la sana doctrina y refutar la falsa doctrina. Una incapacidad para responder a las objeciones y corregir la falsedad es una receta para el desastre al encontrarse con otras religiones o con otros misioneros errantes (Tit. 1: 9, Ef. 4:14).

3) Asegúrese de que son capaces de someterse a la autoridad bíblica. ¿Son inconformistas que nunca han desafiado realmente su autonomía? Si este es el caso, tienen que pasar algún tiempo con el gusto de someterse a la rendición de cuentas antes de que puedan ser enviados con confianza (He. 13:17-18).

4) Conectado a lo anterior es la necesidad de un probado carácter piadoso. Esto es algo que sólo se puede determinar durante un largo período de estrecha interacción y discipulado persistente, no una sesión con un consejero y un perfil de personalidad. Los pecados no verificados empeoran en el campo misionero, no mejoran (He. 12:1).

5) Si no hiciera de un hombre un anciano en tu iglesia, entonces no lo envíes a plantar iglesias en ninguna parte, mucho menos en el extranjero. Si envía a alguien que no lleva mucho tiempo de anciano o todavía no lo es, entonces sugeriría enviarlo a algún lugar con una iglesia establecida donde sabe que su desarrollo espiritual y ministerio serán vistos por pastores fieles (He.10: 24-25).

6) El objetivo de cada trabajador pionero que envíe debe ser una de dos cosas: unirse a una iglesia existente o reunir a los creyentes para comenzar una nueva iglesia tan pronto como sea posible. Si no hay iglesia, entonces yo sugeriría moverse con un grupo de personas en lugar de individualmente. Ningún cristiano está destinado a estar solo. La eclesiología y la misionología deben estar inseparablemente entrelazadas. Iglesias plantan iglesias. Las organizaciones para-eclesiásticas deben servir al valioso y especializado papel de ayudar a las iglesias a hacer este trabajo, no a reemplazarlas (Hch. 20:28, 16:13).

7) Finalmente, que haya consenso en la iglesia que envía de que estas personas enviadas son llamadas y preparadas. Esto salvaguardará a los que se envían y les dará un alza increíble de estímulo que son parte de algo más grande que su propia ambición, que fácilmente puede desaparecer o redirigir rápidamente (Hch. 13: 3).

Escribo esto no por deseo de amortiguar el impulso misional de una iglesia, sino para fomentar una visión larga con fidelidad duradera como objetivo. Corremos un maratón, no un sprint. El Ministerio es de la misma manera. La urgencia de Dios incluye una cuidadosa preparación para el ministerio. Esta verdad se vuelve poco clara si el objetivo principal de nuestro envío es un número siempre creciente de conversos. En cambio, el objetivo principal de nuestro envío debe ser la gloria de Dios, y es para eso que debemos preparar y estar preparados.

Así que vamos a sentir la urgencia, pero no a expensas de la sabiduría. La gloria de Dios está en juego.

Traducido por Hugo Javier Pino, Argentina.