Contextualización
¿Deben todas las iglesias del principio regulador ser iguales?
Después de un corto viaje por la campiña africana, nuestro camión se detuvo en una capilla para un servicio religioso en Choma, Zambia. Estaba emocionado por adorar con hermanos y hermanas de todo el mundo, y estaba ansioso por ver cómo sería. ¿Qué tan diferente sería el servicio de lo que estoy acostumbrado? ¿Sería capaz de adorar junto a ellos?
Al comenzar el servicio, los hombres del escenario empezaron a tocar los bongos y toda la audiencia bailó donde estaban. A mi alrededor estallaron alegres gritos de alabanza a medida que avanzaba el ritmo. Entonces escuché el canto congregacional más hermoso que he experimentado hasta hoy. Las voces sonaban al unísono casi perfecto, y las dulces palabras dirigían mis ojos a la cruz. Después de cantar, alguien nos dirigió en oración, y escuchamos la predicación de la Palabra de Dios. Fue una experiencia de adoración.
En muchos sentidos, era diferente a lo que estaba acostumbrado, pero también era sorprendentemente similar. Y sospecho que también es similar a los servicios de tu iglesia. El hecho de que las iglesias en distintas partes del mundo sean tan similares y a la vez tan diferentes es lo que debemos esperar cuando el evangelio se proclama en otros lugares. Hay una gloriosa y diversa igualdad. Y no deberíamos estar satisfechos con nada menos.
NUESTRAS REUNIONES DEBERÍAN SER MUY SIMILARES
El principio regulativo es la convicción de que todo lo que hacemos en la adoración corporativa debe tener una justificación bíblica, ya sea por mandato directo o por implicación. Como los ejemplos anteriores nos muestran, cuando nos anclamos en la verdad revelada por Dios, habrá una cierta similitud en nuestras reuniones de iglesia, incluso cuando la iglesia está en el otro lado del mundo.
Toda iglesia cristiana, independientemente de su ubicación o afiliación, ha recibido el mismo Nuevo Testamento. Hay algunas áreas de la adoración corporativa para las que la Escritura no nos ha dado ninguna instrucción, pero hay muchas otras áreas importantes en las que la Escritura ha hablado claramente, y debemos tomar nota.
En primer lugar, la sustancia o el contenido de nuestras reuniones como iglesia debe ser el mismo. La buena noticia de que Cristo murió, fue sepultado y resucitó es el mensaje que debemos proclamar. Debe ser nuestra confianza cuando oramos, debe ser celebrada cuando cantamos, y debe ser clara cuando predicamos y administramos los sacramentos. Aunque debe haber una gran diversidad en nuestros estilos de culto, no debe haber diversidad en nuestro mensaje.
En segundo lugar, los elementos, o los diferentes componentes de nuestras reuniones eclesiásticas, deben ser los mismos. Esos elementos son la predicación, el canto, la oración, la lectura de la Palabra, los diezmos y las ofrendas, y los sacramentos. A nuestro Dios no solo le importa que le adoremos; también le importa cómo le adoramos.
Por supuesto que debemos ofrecer toda nuestra vida como adoración al Señor. Pero cuando nos reunimos como se nos ha ordenado, debemos anclarnos en los elementos que Dios nos ha dado en las Escrituras. Esto no es una carga que nos restringe, sino un alivio que nos libera. Somos libres de adorar según los medios de Dios, en lugar de según el capricho humano. Esta similitud nos une a las iglesias de todo el mundo. Sin embargo, ¿hasta qué punto debemos ser similares?
NUESTRAS REUNIONES DEBERÍAN SER MUY DIFERENTES
Una de las críticas al principio regulativo es que no permite mucha diversidad entre nuestras iglesias. Algunos argumentan que el principio regulativo solo produce un tipo de iglesia, y si todos lo suscribimos nuestras iglesias serán exactamente iguales. No estoy en absoluto de acuerdo.
Cuando celebré el culto con esa iglesia en Zambia, me sorprendieron todas las similitudes y diferencias que observé. Pero también podría hablar de la vez que estuve en Gran Caimán, donde canté junto a una congregación diversa mientras entonaban canciones conocidas con un contoneo caribeño. Luego, su pastor pronunció una exposición de gran calado que exaltaba a Cristo como Señor de todo.
O qué me dicen de mi antigua iglesia en el norte de Filadelfia, donde todos los aspectos del servicio estaban saturados del evangelio, y el ambiente era festivo y expresivo. Las manos se agitaban, una banda de seis músicos de gran talento tocaba, y los miembros respondían verbalmente a la Palabra que se predicaba.
Ambos ambientes son muy diferentes de mi iglesia actual, donde la música es mucho más sencilla y silenciosa, las oraciones son más largas y la interacción verbal durante el servicio es limitada. En cambio, la congregación se sienta en un silencio mientras la Palabra del Dios todopoderoso se lee en voz alta y se proclama.
Las reuniones de las iglesias que he mencionado son muy similares, pero muy diferentes. Obedecen fielmente los claros mandatos de Dios en las Escrituras de cantar la Palabra, orar la Palabra y predicar la Palabra. Pero, como puede deducirse de mis descripciones, están lejos de ser idénticas, y no creo que deban serlo. Esta diversidad es gloriosa. Deberíamos alabar a Dios por ello y orar para que haya más.
Aunque nuestras iglesias no deberían ser innovadoras en el contenido o los componentes de nuestros servicios, la forma en que los llevamos a cabo depende, en cierta medida, de nosotros. La Escritura nos da la «sustancia» y los «elementos», pero dentro de las amplias directrices bíblicas, las formas son flexibles.
Por tanto, podemos cantar himnos antiguos y prolijos o canciones contemporáneas repetitivas. Se puede orar durante una hora o durante cinco minutos. Se puede predicar con calma y en forma de conferencia, o se puede predicar en voz alta, con un clímax melódico al final. Se puede comulgar cada semana, o cada dos meses. Los miembros de la iglesia pueden gritar «¡aleluya!» durante el sermón o simplemente dar un silencioso «mmm». Y, por supuesto, hay circunstancias intrascendentes como los asientos y los boletines. Puedes sentarte en sillas o en bancos, y puedes leer las letras de las canciones en un folleto o en una pantalla grande.
Entiendes el punto. No debemos pensar que el principio regulativo llama a nuestras iglesias a ser uniformes en todo sentido. Todos podemos ser fieles a la Palabra de Dios sin lucir exactamente iguales.
PRECIOSA DIVERSIDAD
Mi corazón se rompería si visitara una iglesia en China y la reunión de adoración fuera exactamente igual a la de mi iglesia en Washington, D.C. Una de las glorias del evangelio es que penetra en todas las naciones, tribus, lenguas y culturas.
A veces podemos tener la tentación de imponer a los demás las formas que elegimos. Ninguna iglesia existe fuera de un contexto, así que no debemos asumir que nuestra forma es la única. Este esnobismo cultural supone que nuestras normas culturales agradan a Dios más que otras. Debemos hacer lo que funciona para nuestra congregación en nuestro contexto. Sí, idolatrar la contextualización conduce a un compromiso, pero ser ajeno a las necesidades de las personas es un compromiso en sí mismo. Nuestro Dios ha creado pueblos diversos, y cualquier intento de borrar esa diversidad se opone a su sabio diseño.
Esta diversidad que experimentamos ahora es más preciosa de lo que a veces reconocemos. Nos recuerda que la gracia salvadora de Dios es indiscriminada. Es una sombra de esa reunión de adoración eterna que anhelamos. Y es una prueba de que Dios está cumpliendo su promesa de reunir para sí un pueblo de toda tribu, lengua y nación. Amén.
Traducido por Nazareth Bello