Teología bíblica

Cuatro Razones Por Las Que Debes Predicar Jueces

Por Josh Vincent

Josh Vincent es el pastor principal de la Iglesia de la Biblia Trinity en Phoenix, Arizona.
Artículo
27.07.2021

Se me ha dado la tarea de considerar las razones por las que alguien debiera predicar el libro de Jueces. Jueces es la transición de Israel desde el  liderazgo de los jueces, o libertadores, empoderados por el Espíritu a un rey humano empoderado por el Espíritu. Al hacer eso, el libro apunta hacia la monarquía Davídica como el medio de Dios para liberar a su pueblo (no solo de las naciones enemigas, sino que también los unos de los otros e incluso de sus propios corazones pecadores).

Jueces es el peor libro en el Antiguo Testamento. Si no fuera por la muerte de Cristo, sería el peor libro en toda la Biblia. Está saturado de eventos tóxicos: genocidio, guerra santa, esclavitud y opresión a la mujer. Esto tienta a algunos a pensar que la Biblia aprueba este libro de horrores[1]. Muchos han notado que Jueces no es un libro solo malo, pues a medida que avanza se pone cada vez peor. Y, cuando llegamos al final, incluso los pecados conocidos de Sodoma y Gomorra de Génesis 19, que resultaron en fuego y azufre, se vuelven insignificantes en comparación con el pecado de Israel en Jueces 19, marcado por la notoria ausencia de Dios.

Pareciera que al final de Jueces, Dios ni siquiera quería tocar a Israel. Si este resumen no te convence a predicar Jueces, permíteme ofrecerte cuatro mejores razones para predicarle Jueces a tu congregación.

1. Dios es el héroe de la historia

Cuando piensas en Jueces, apuesto que tu mente rápidamente salta a la valentía de Débora, el vellón de Gedeón o a la fuerza de Sansón. Los primeros 16 capítulos se centran en los jueces empoderados por el Espíritu que se parecen más a Los Vengadores que a expertos legales. Sansón se parece más a Thor que a la típica jueza de los programas populares de televisión. Pero en realidad, con la notoria excepción de Otoniel, este libro hace todo lo posible para mostrar que estos héroes humanos son todos inútiles en un sentido u otro. Barac necesita que Débora sostenga su mano si es que va a confiar y a obedecer la Palabra de Dios. Gedeón necesita reafirmación constante de Dios para que pueda confiar en él. Sansón se aprovecha de los buenos regalos de Dios para obtener beneficios egoístas.

Una y otra vez, estos héroes humanos revelan que la salvación viene de la iniciativa de Dios no de los hombres. Dios es el gran héroe de Jueces.

2. Existen efectos del pecado que son individuales y comunitarios

Jueces continúa donde termina Josué: con el pueblo de Dios obedeciendo el mandato de Dios de tomar la Tierra Prometida. Pero el momento pierde velocidad en Jueces 1:27 cuando «Manasés no tomó posesión de Bet Seán y sus aldeas» y una gran cantidad de otras tribus. En los versos que siguen, el autor registra que Efraín, Zabulón, Aser, Neftalí y Dan también fallaron en expulsar a los pueblos que Dios les había ordenado sacar de ahí.

La desobediencia comunitaria se filtra progresivamente y cada vez más en las  vidas del pueblo de Dios hasta el final de Jueces, capítulos 17 al 21, donde dominan dos realidades: la ausencia de Dios y el repetido refrán, «en esos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus propios ojos» (17:6, 21:25; cf. 18:1, 19:1). No aparecen más libertadores  después de Jueces 17, y el pecado del pueblo de Dios, entre ellos, alcanzó su punto más profundo cuando la tribu de Benjamín (la tribu de Saúl) violó y asesinó a la concubina del Levita en el centro de la ciudad.

La brújula moral de Israel está tan rota que la respuesta «justa» de Israel al pecado de Benjamín casi resultó en el genocidio de esa tribu. Cuando Israel reconoció su pecado, ellos buscaron hacer «justicia» al esencialmente secuestrar y violar a 400 hijas vírgenes de Jabes Galaad y de Silo (Jueces 21). Esto explica el último versículo del libro, «En esos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía bien ante sus propios ojos».

El punto aquí es oscuro, pero simple: a medida que el pueblo se alejaba de la obediencia a su Dios soberano, iban tras pasiones pecaminosas y decaían progresivamente. Inevitablemente, esto resultó en tratos que son menos que humanos hacia otros pueblos. El pecado crece y da forma tanto a personas de manera individual como a comunidades, dando como resultado una caótica injusticia y dolor.

3. Jueces enseña cómo Dios valora a las mujeres

Me doy cuenta de que esta afirmación está cargada con una obvia ironía. Una lectura rápida de Jueces parece argumentar lo opuesto. Los hombres tratan a las mujeres de una manera horrenda. Por ejemplo, en respuesta a la descripción de Jueces 19 del autor, Phyllis Trible escribe, «a él tampoco le importa mucho el destino de la mujer»[2]. Para ser claros, no estoy diciendo que el hombre de Jueces valore a la mujer. Al contrario, gradualmente, ellos aumentan la opresión.

Sin embargo, la perspectiva del autor presenta una imagen completamente diferente. El autor parece revelar la creciente pecaminosidad del hombre al exponer e incluso destacar la oscuridad cada vez mayor y el trato brutal hacia la mujer. De hecho, el caos de Jueces no tiene sentido en lo absoluto si el autor ratificara la victimización de la mujer.

No tenemos tiempo para estudiar cada caso de la relación entre mujeres y hombres en Jueces; son demasiadas. No obstante, déjame darte algunos pocos ejemplos que demuestran cómo estas relaciones entre hombres y mujeres son tanto descriptivas como condenatorias. En primer lugar, previo a la rebelión de Israel en Jueces 1:11-15, leemos sobre Acsa y Otoniel; ellos representan el ideal de hombre y mujer funcionando en armonía. Otoniel es entonces levantado como un juez en Jueces 3:7-11. A lo largo del resto del libro, las relaciones entre hombres y mujeres sirven como un tipo de barómetro espiritual para ver cuán bajo cae el pueblo (espiritual, teológica, moral y étnicamente, etc).

A diferencia de Otoniel, Barac se rehusó a confiar y a obedecer a Dios. Finalmente, necesitó que Débora fuera su manta de seguridad porque él se rehusaba a ver a Dios como su escudo. Como resultado, Jael, una extranjera, mata al general del enemigo, Sísara, y recibe el crédito por liberar a Israel (en lugar de Barac). Interesantemente, Sísara es descrito como si estuviera encorvado dentro del útero de su madre tendido como una alfombra y Jael lo alimenta con leche como una madre antes de enterrarle una estaca en la cabeza.

Más tarde, Jefté sacrifica a su propia hija como resultado de una precipitada promesa a Dios, un acto que Daniel Block llama «lo último en abuso»[3]. ¿Y cómo olvidar los aprovechamientos sexuales de Sansón que finalmente lo llevaron a su muerte?

El apogeo del libro (o quizás sea mejor decir su punto más bajo) llega al final de Jueces con la violación en grupo de la concubina seguida de un casi genocidio de la tribu de Benjamín y el rapto y la violación en masa de las hijas de Silo.

En resumen, el libro de Jueces es absurdo si el autor ratificara este terrible trato hacia las mujeres a lo largo del libro. Noten que mientras peor es el trato hacia la mujer, más hombres hacen lo correcto ante sus ojos y Dios parece estar menos presente.

4. La oscuridad de Jueces destaca la belleza de Rut y la gloria de Dios en la redención

Hay un pero con Rut: demasiadas veces, se predica aisladamente de Jueces aun cuando su historia se desarrolló «en los días que gobernaban los jueces» (Rut 1:1). Si uno leyera ambos juntos, tomando el contexto histórico de los escritos de Rut, entonces la relación entre Ruth y Jueces casi parece ser la respuesta de Dios de una nueva creación en un mundo caótico. A lo largo de Jueces, las relaciones entre mujeres y hombres se deterioran y Dios está notoriamente ausente. A lo largo de Rut, se nos presenta a Booz y a Rut como una pareja ideal cuya armoniosa historia supera a la de Acsa y Otoniel en Jueces 1.

Muchos afirman que las irónicas relaciones entre mujeres y hombres están enraizadas en el Sitz im Leben del autor de Jueces: su contexto de vida. El autor de Jueces, dicen, ejemplifica un punto de vista abusivo y patriarcal. Yo refutaría que la raíz de las relaciones irónicas entre hombres y mujeres se originan mucho antes que la era de los jueces: en Génesis 1 y 2. Por tanto, a medida que en Jueces se cae más en pecado, las relaciones del clímax de Dios se desmoronan en caos. Mujeres son abusadas y el espiral descendente continúa.

No obstante, en la sorpresiva y soberana gracia de Dios, este espiral es revertido en el libro de Rut. Booz redime a Rut (estéril, viuda y moabita) y lucha por ella felizmente como su pariente redentor. Booz le da un nombre, y, finalmente, le da hijos de quienes finalmente nacería el rey David.

Dios está contra el abuso de la mujer; más aún, Dios promete arreglar las cosas cuando menos lo pensemos.