Predicación expositiva

¿Cuánto tiempo debería durar un sermón?

Por Jonathan Leeman

Jonathan (@JonathanLeeman) edita la serie de libros 9Marks, así como el 9Marks Journal. También es autor de varios libros sobre la iglesia. Desde su llamado al ministerio, Jonathan ha obtenido un máster en divinidad por el Southern Seminary y un doctorado en eclesiología por la Universidad de Gales. Vive con su esposa y sus cuatro hijas en Cheverly, Maryland, donde es anciano de la Iglesia Bautista de Cheverly.
Artículo
03.08.2021

El Pew Research Center analizó recientemente 50 000 sermones predicados entre el 7 de abril y el 1 de junio de 2019 para determinar la duración media de los sermones en Estados Unidos. ¿Su respuesta? 37 minutos.

En respuesta, pregunté a algunos pastores qué duración creían que debía tener un sermón. Timothy Keller, pastor fundador de Redeemer Presbyterian Church, comentó: «En general, creo que para la mayoría de las congregaciones dominicales el sermón debería durar menos de 30 minutos. Eso es lo más seguro. Si eres un predicador sólido, pero no muy elocuente o interesante también debería ser más corto».

Mark Vroegop, pastor de College Park Church de Indianápolis, cree que los pastores deberían durar un poco más: «De 35 a 40 minutos. Creo que es tiempo suficiente para explicar adecuadamente los textos y sensible a la reducida capacidad de escuchar de la mayoría de la gente».

Ampliando los límites, Adam Sinnett, que pastorea una congregación joven y vibrante en Seattle, argumenta: «El sermón debe ser tan largo como sea necesario para comunicar claramente el punto del pasaje, aplicarlo a los corazones del pueblo de Dios, al tiempo que se eliminan los posibles obstáculos, y entregarlo con una persuasión apasionada. Eso suele tomar entre 40 y 50 minutos, dependiendo de la extensión del pasaje».

Y luego está Mark Dever, que rara vez predica menos de 60 minutos en Capitol Hill Baptist Church, Washington, D. C. Sus consejos son más cortos que sus sermones: «Un sermón debería ser tan largo como el predicador pueda predicar bien y la congregación pueda escuchar bien».

EL CONTEXTO IMPORTA

Curiosamente, la encuesta de Pew también ha observado que las diferencias se manifiestan en las distintas tradiciones cristianas. La duración media de los sermones de los…

  • protestantes históricamente negros era de 54 minutos;
  • los evangélicos: 39 minutos;
  • los protestantes de la línea principal: 25 minutos;
  • y los católicos romanos: 14 minutos.

Los diferentes entornos sociales conllevan diferentes expectativas. La gente que entra en una parroquia católica romana suele esperar una homilía tres veces más corta que lo que un miembro de una iglesia negra espera de su sermón.

Keller observa: «He visto a gente en Asia sentarse y escuchar un discurso, sin que nadie se mueva ni se levante, durante dos horas. En otros tiempos y siglos, un discurso de dos o tres horas no se habría considerado demasiado largo. Creo que nuestra cultura en general está habituando a la gente a presentaciones más cortas».

Y si las expectativas cambian de un contexto a otro, ¿no sugiere eso que los pastores podrían trabajar para cambiar las expectativas culturales en lugar de tratarlas como algo fijo?

CINCO PRINCIPIOS

Para que puedas decidir qué tan largo debe ser un sermón en tu contexto, permíteme ofrecerte cinco principios:

1. Hazle justicia al texto

Si la sabiduría de Dios da vida a los muertos, no la sabiduría del hombre, lo más importante que hacemos en cualquier sermón es explicar y aplicar adecuadamente el texto. Mi pastor John Joseph dijo: «Un sermón debería ser lo suficientemente largo como para explicar, probar y aplicar el punto principal del pasaje, de tal manera que el oyente pueda entender, apreciar y comenzar a digerir lo que Dios le está diciendo».

Duke Kwon, pastor de Grace Meridian Hill en Washington, D. C, comentó: «Un buen sermón, como una comida sana, debe ser nutritivo, es decir, debe permitir un tiempo amplio para hacer una exposición y aplicación fiel del texto».

B. Charles, pastor de Shiloh Metropolitan Baptist Church, en Jacksonville (Florida), también comentó: «El objetivo debe ser predicar lo suficientemente largo para tratar fielmente el texto y lo suficientemente corto para comunicar eficazmente a la congregación».

Kevin DeYoung, pastor de Christ Covenant en Charlotte, Carolina del Norte, dijo algo similar: «Un sermón debe ser lo suficientemente largo para la exegesis y aplicación adecuada del punto principal del pasaje, pero lo suficientemente corto para dejar a los cristianos maduros dispuestos a escuchar unos minutos más».

2. Conoce a tu audiencia

Sin embargo, no basta con decir que hay que hacerle justicia a un texto. Si te pidiera que me resumieras una película de dos horas, podrías hacerlo en un minuto o en veinte. Así que, con cualquier pasaje de las Escrituras, un sermón debe ser nutritivo, dijo Kwon. Aclaró: «Con esto no quiero decir que sea largo, ya que algunos de nuestros mejores sermones serán los conmovedores de un solo punto que llegan al corazón».

Un segundo principio debe ser, por tanto, conocer a nuestra audiencia. Al igual que enseñamos a los niños de 5 años de forma diferente que a los de 25, las diferentes iglesias pueden estar preparadas para sermones de diferente duración. La encuesta de Pew así lo revela.

DeYoung dijo: «Cualquier rango de tiempo estará culturalmente condicionado». Por tanto, juntando estos dos primeros puntos, DeYoung apunta a 40 minutos: «Diría que limitarse sistemáticamente a menos de 25 minutos dificulta una exégesis sólida, mientras que normalmente la predicación de más de 45-50 minutos debería reservarse para las congregaciones más maduras y los expositores más experimentados. En la mayoría de los contextos de los que he formado parte, diría que 40 minutos para la predicación regular de la congregación es un buen punto óptimo».

Kwon sostiene que ajustar la duración a la audiencia es una exigencia del amor: «Un buen sermón también se predicará a la luz de las normas culturales de oratoria, lo que no quiere decir que sea cautivo de las normas culturales (predicación de bocados), ni tampoco lo digo en sustitución de la nutrición homilética (véase más arriba). Es simplemente una cuestión de amar a nuestro rebaño real y no teórico, es decir, no estás predicando al rebaño de Jonathan Edwards, estás predicando a tu amado rebaño adicto a los teléfonos inteligentes. Ama al ‘hermano más débil’ y su (¡tú!) menor capacidad de atención». Para Kwon, esto significa predicar de 25 a 35 minutos.

3. Conócete a ti mismo

Kwon también anima sabiamente a los predicadores a conocerse a sí mismos: «Un sermón también debe estar en sintonía con los dones del predicador». Uno de mis profesores de predicación dijo una vez: ‘Algunos predican durante cuarenta y cinco minutos y parecen quince; otros predican durante quince minutos y parecen cuarenta y cinco’.

Una vez, asistí a la iglesia de Charles Swindoll en Frisco, Texas, y me encontré absorto en el sermón. Miré mi reloj a la mitad y me sorprendió descubrir que habían pasado cincuenta minutos. No animaría a los predicadores a predicar como él lo hizo ese día. No fue una exposición clara de un texto, sino un montón de historias. Sin embargo, se me ocurrió que un comunicador con talento puede hablar durante una hora y a la gente no le importa.

Sin embargo, la mayoría de nosotros no somos tan talentosos. Keller señala: «Seguramente es posible predicar regularmente durante más de 40 minutos si (a) entrenas las expectativas de la congregación… y (b) si eres un orador lo suficientemente bueno como para mantener el interés de las personas».

4. Procura ser conciso

Permítame modelar este punto: a la mayoría de tus sermones les vendría bien un editor. Créeme. Soy editor. Lo sé. Se podrían cortar muchas palabras y frases superfluas y no se perdería nada.

Kwon de nuevo: «Sigue siendo necesario un tipo de autoconciencia singular y una aceptación humilde de los límites para que un predicador reconozca que sería más eficaz si predicara de forma más concisa».

5. Presione a tu audiencia porque más, es más

Pocos pastores o libros acerca de la predicación mencionan este punto, pero me gustaría insistir un poco en él. Tenemos que ser sensibles a las realidades culturales, sí, pero también hay un lugar para ampliar lentamente los horizontes temporales de nuestra congregación. Para pedir más. Para reforzar su capacidad auditiva. Para arriesgarse a causar callos en sus espaldas. Lo he visto.

Has escuchado a un reformista osado decirlo antes: Se sientan en el cine durante dos horas. Ven el béisbol durante tres. ¿Por qué no enseñarles a esperar la Palabra de Dios durante al menos una?

Durante los últimos sesenta años, las iglesias han hecho lo contrario. Desde al menos los días de Robert Schuller, hemos entrenado a los asistentes de la iglesia para que esperen humor, entretenimiento y golpes desde el púlpito. No los hemos entrenado para esperar una buena exégesis. En cambio, un buen predicador es en parte un presentador de noticias sonriente,  un presentador de un programa de entrevistas nocturno y un profesor de la escuela dominical.

Sin embargo, imaginemos un mundo alternativo, en el que cada predicador del evangelio ofreciera sesenta minutos de exégesis y aplicación. Donde la gente esperara eso de las iglesias igual que espera 60 minutos de conferencias en un aula de la escuela secundaria. Me atrevo a decir que serían más capaces de aprender acerca de la Biblia y sus aplicaciones a nuestras vidas.

¿Y podrían ser más fuertes por ello? Después de todo, más Biblia es, bueno, más Biblia.

Traducido por Nazareth Bello