Clases Esenciales: Consejería Bíblica

Consejería Bíblica – Clase 3: La identidad cristiana

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
27.09.2024

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Clase esencial
Consejería Bíblica
Clase 3: La identidad cristiana


La identidad cristiana

Introducción

Solo un recordatorio de dónde hemos estado. En la semana 1 describimos la consejería bíblica como la oportunidad de hablar la sabiduría de Dios a los demás. Y dimos siete descriptores para la consejería bíblica: discipulado, relacional, bíblica, confesional, orientada al cambio, integral y práctica. La semana pasada (semana 2), dijimos que el corazón es el objetivo principal cuando tratamos de entender a quienes aconsejamos. Hoy (semana 3), queremos reflexionar más explícitamente sobre la identidad cristiana. Estoy definiendo la identidad como aquello que responde a la pregunta: «¿Quién soy yo?».

La batalla por nuestra identidad

Empecemos leyendo Filipenses 3:4b-11. [LEER] ¿Qué aprendemos de esto?

-Vs. 4-6: «confiar en la carne» – En un sentido mundano, Pablo podría haber puesto su confianza en la carne: en sí mismo, en lo que ha hecho (ser circuncidado, perseguir a la iglesia), en su estatus (hebreo de hebreos; un fariseo). Todas estas afirmaciones definen su identidad. Todas estas cosas de las que él pudo haberse «beneficiado», eran beneficiosas para él en un sentido mundano.

-CONTRASTE: vs. 7-11. Todo lo que era provechoso, ahora lo considera una pérdida, o basura, por causa de conocer y ganar a Cristo. Ahí está: otra declaración de identidad.

-En cada una de nuestras vidas, hay una tensión incorporada… Lo que el mundo dice de nosotros vs. lo que la Palabra de Dios dice de nosotros… que establece confusión, donde hacemos preguntas como: «¿Quién soy yo?» y «¿Qué es lo que más define mi identidad?».

-Trayectoria: La necesidad de cambio; pasar de cómo nos define el mundo (o cómo nos definimos nosotros mismos) a cómo Cristo tiene que ser nuestra identidad principal.

¿Cómo nos definimos a nosotros mismos?

Hay muchas formas de responder a la pregunta «¿Quién soy?». Esta lista no es exhaustiva, pero nos da cuatro ejemplos de cosas que influyen y conforman nuestra identidad. Podríamos llamar a estas cosas competidores identitarios.

  1. Lo que los demás piensan de nosotros

Es sorprendente pensar en lo mucho que nos importan las opiniones de los demás. Para algunos de nosotros, más que tener una idea clara de quiénes somos, lo que más nos define es lo que los demás piensan de nosotros. Ejemplo: Cónyuge: Cuando las parejas discuten, dicen cosas estúpidas y mezquinas, y viven para lamentarlo. He oído a cónyuges cristianos confesar cosas como: «Le dije que es un vago» o «Le dije que está gorda y con sobrepeso»; o mucho peor, decir algo como: «Ojalá nunca me hubiera casado contigo» o «Nuestro matrimonio fue un error». Puedes ver el poder que estos comentarios pueden tener sobre ti y cómo moldearían la forma en que te percibes a ti mismo. Dentro de los matrimonios malos, donde las cosas son un desastre, cuesta definirnos a nosotros mismos por lo que sabemos que es verdad (las Escrituras o nuestra personalidad o rasgos familiares) frente a lo que nuestro cónyuge dice de nosotros.

  1. Nuestros trabajos

Nuestra educación y formación anterior determinan nuestra forma de pensar. Es interesante conocer a un ingeniero, que será más estructural/analítico/lógico, frente a un licenciado en Filología Inglesa, que será más filosófico y libre. En lo que respecta a nuestros trabajos, aquello en lo que invertimos una cantidad extraordinaria de tiempo y energía determinará lo que valoramos y cómo pensamos. Resumido en la frase: somos lo que hacemos. Lamentablemente, a menudo nuestra autoestima está ligada a lo que hacemos en el trabajo. Ejemplo: La cultura dice que la vida de una mujer es más valiosa si dedica su tiempo al trabajo. Sin embargo, yo le digo a mi mujer, que es ama de casa, que lo que ella haga tendrá un impacto mucho más duradero que cualquier cosa que yo haga. Como principal criadora en nuestro hogar, tiene la oportunidad de moldear y definir el carácter de nuestros hijos cada día, y eso dará frutos positivos o negativos en los años venideros.

  1. El diálogo interno

Hablas contigo mismo de ti mismo. Paul Tripp comenta: «Nadie es más influyente en tu vida que tú porque nadie te habla más que tú mismo. Estás en una conversación interminable contigo mismo. Hablas contigo todo el tiempo, interpretando, organizando y analizando lo que sucede dentro de ti y a tu alrededor… Estás constantemente involucrado en un diálogo interno que influye enormemente en las cosas que decides, dices y haces».

[Historia: Pasaba por delante de la mesa de otro empleado, que murmuraba algo para sí, me miró y me dijo: «Dicen que hablar solo es bueno». Yo le respondí: «Todo depende de lo que te digas a ti mismo»].

Cuando hables contigo mismo sobre ti, ten en cuenta que lo que nos decimos a nosotros mismos importa. Lo que nos decimos a nosotros mismos da forma a nuestra identidad y a nuestra percepción de nosotros. Por ejemplo: La moda de las dietas ha cautivado a Estados Unidos durante bastantes años. Si alguien tiene sobrepeso, es justo que diga: «Tengo sobrepeso y necesito adelgazar». Pero me he sentado con muchas mujeres que han tenido una visión bastante distorsionada de su imagen corporal, y a pesar de ser delgadas, han sido tan influenciadas por los estándares de la cultura en cuanto al peso corporal, que no están satisfechas hasta ser delgadas como un hueso. Se dicen a sí mismas: «Tengo sobrepeso» o «Las chicas muy delgadas llaman la atención», cuando en realidad ya están por debajo de su peso. Esto solamente muestra cómo muchos frutos malos pueden nacer de un corazón que cree mentiras y se predica esas mentiras a sí mismo.

  1. Etiquetas psicológicas

Muy populares en nuestra cultura son las etiquetas psicológicas, como TDAH, TEPT, depresión clínica, bipolaridad, esquizofrenia, etc. ¿Qué son estas etiquetas? El DSMIV es la Biblia de la psicología y la psiquiatría. La comunidad psicológica y psiquiátrica han creado estas etiquetas con el fin de que dos médicos, en diferentes lugares (CA y NJ), pudieran mirar a la misma persona y diagnosticar el mismo problema. Es un conjunto de normas adoptadas universalmente que se utilizan para identificar los problemas de la vida. Como cristianos, podemos pensar en estas etiquetas como datos recogidos por miles de psicólogos y psiquiatras y luego cotejados en diferentes patrones típicos de pecado. A estos patrones de pecado se les ha dado etiquetas/nombres.

El verdadero peligro de estas etiquetas es el poder que ejercen sobre la identidad de una persona. Cuando se diagnostica a alguien, ese diagnóstico tiende a ser el todo y el fin de la existencia de una persona. Otros elementos de la identidad de una persona tienden a pasar a un segundo plano. [Historia de Powlison con esposo y esposa. La esposa finalmente pregunta: «¿Has dicho TOC?»]. O [Ejemplo de un joven que dice: «No es culpa mía. Tengo TOC». Quitándose la responsabilidad moral de sí mismo y cediéndola].

¿Cómo define la Biblia nuestra identidad?

Hemos estado tratando la idea de la identidad, respondiendo a la pregunta: «¿Quién soy?». Lo que descubres al aconsejar a otros es que hay una variedad de cosas que dan forma y definen cómo se entienden a sí mismos. Las experiencias, los padres, la etnia, la familia, la educación, el trabajo… todos tienen algún impacto en nuestra identidad. Algunos influyen más que otros.

He definido estas cosas como competidores identitarios, es decir, que compiten en dar forma y definir quiénes somos. ¿Con qué compiten? Ante todo, con las Escrituras, o la perspectiva de Dios sobre las cosas. Donde a menudo nos metemos en problemas en la vida es cuando dejamos que las cosas de este mundo —experiencias, abusos, etnia, familia, educación, trabajo, etiquetas psicológicas— se vuelvan más importantes e influyentes que las Escrituras. Como cristianos, queremos que la Palabra de Dios sea la máxima autoridad que moldee y defina nuestra comprensión de nosotros mismos y de la realidad. Queremos que la autoridad del texto bíblico defina nuestra identidad.

La verdad objetiva es la mejor forma de definir nuestra identidad. Miramos fuera de nosotros mismos, a algo que no está contaminado por la subjetividad humana ni por motivos humanos pecaminosos. Encontramos la verdad objetiva en la Biblia porque son las palabras mismas de Dios. Dios no miente. Él es la verdad. Él tiene autoridad sobre todas las cosas porque es Creador y Redentor. Puesto que Dios no miente, siempre es veraz y tiene plena autoridad, esperamos que nuestra identidad pueda definirse con mayor solidez al mirarnos a nosotros mismos a través del lente de Dios.

Como cristianos, la confusión de identidad ocurre cuando dejamos que las cosas de este mundo nos definan más que la Palabra de Dios. Gran parte del dilema es que nuestras experiencias y nuestras propias interpretaciones personales sobre la vida se convierten en la autoridad que nos define. Lo que yo sé que es verdad no importa. Lo que dijeron mis padres, o la forma en que me educaron, o la forma en que me siento (a pesar de lo irracionales que puedan ser a veces), o la etiqueta me ha puesto un psiquiatra, o lo que me digo a mí mismo, todas esas cosas se vuelven más importantes que la Palabra de Dios. Pueden gobernar temporalmente el día.

[PAUSA PARA PREGUNTAS]

Pensar bíblica y teológicamente sobre nuestra identidad

Como cristianos, queremos que la Palabra moldee y defina quiénes somos. Las Escrituras nos ofrecen algunas categorías fundamentales para conformar nuestra identidad. Una forma clásica (y muy bíblica) de hacer teología es C-C-R. Queremos dejar que la historia bíblica defina quiénes somos como cristianos. Mi objetivo aquí es simplemente mostrar cómo las categorías teológicas son extremadamente relevantes en la definición de nuestra identidad, y con suerte, es más valioso en nuestras mentes como cristianos.

Creación (es decir, somos seres humanos creados).

De esta verdad se desprenden varios puntos: (1) Como seres humanos creados y portadores de la imagen de Dios, tenemos una dignidad y un valor que nos separan del resto de la creación. Aplicación: El abuso en cualquiera de sus formas es una horrible distorsión de lo que Dios quiere, es decir, los padres deben administrar con amor y responsabilidad el regalo de los hijos, creando un entorno seguro en el que los niños crezcan sabiendo que son amados. Los niños que sufren abusos físicos o sexuales crecen con un sentimiento de inutilidad. De adultos, estos mismos niños maltratados piensan cosas como: «Soy una basura» o «No valgo nada» o «Nunca nadie podría quererme». Como portadores de la imagen de Dios, tenemos dignidad y valor por lo que Dios nos hizo ser. Uno de los medios que Dios utiliza para inculcarnos ese sentido de dignidad y valor es a través de nuestras familias. El abuso anula ese sentido de ser un portador de su imagen, digno y valioso.

(2) Como seres humanos creados, somos receptores de la revelación. A menudo pensamos que la Palabra es necesaria a causa de nuestro pecado, pero la pura realidad es que la humanidad necesitó las Palabras de Dios desde el principio. En Génesis 1, el relato de la creación se construye en torno a una simple frase: «Y dijo Dios…» (Gn. 1:3, 6, 9, 11, 14, 20, 24, 26). Hay una interrupción en la cadencia de esta narración cuando, después de crear a Adán y Eva, Dios les habló (Gn. 1:28; 2:16-18). / Adán y Eva fueron creados para ser receptores de la revelación[i].  No podían vivir sin la Palabra de Dios. Dios dio al hombre y a la mujer una guía específica para sus vidas en el Huerto. «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla. Comed de cualquier árbol, pero no de ese». No sabemos qué habría pasado si Dios no hubiera hablado, pero deberíamos estremecernos al pensar en la vida sin la Palabra de Dios. Por su gran misericordia, Dios habló al hombre. Primero le habló en el Huerto. Luego, a través de Moisés y los profetas. Y finalmente, a través de su Hijo.  «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo» (He. 1:1-2).

Caída (es decir, somos pecadores).

  • La imagen está destrozada; está manchada por el pecado. Caemos fuera del favor de Dios (a causa del pecado original, que heredaron de Adán y Eva, y de sus propias transgresiones).
  • Y ahora estamos bajo la ira de Dios a causa de nuestros pecados.
  • Esto significa que nuestros sentimientos, motivaciones y pensamientos no están sincronizados con Dios.
  • Sin embargo, seguimos siendo a imagen de Dios y, por tanto, todavía podemos conocerle y ser perdonados por él.

(1) Los pecadores se adoran a sí mismos. Aplicación: Fundamentalmente, si reducimos nuestras identidades a una sola cosa, podríamos decir que somos adoradores. La cuestión no es si adoramos, sino qué adoramos. Nuestro pecado nos hace estar orientados lejos de Dios, y nos hace ponernos a nosotros mismos como la pieza central de nuestro mundo. «Yo» soy más importante que cualquier otra cosa en mi vida. A veces la adoración a uno mismo moldea nuestra identidad de maneras más explícitas: manipulamos a nuestro cónyuge o a nuestros amigos para que hagan lo que queremos. A veces se manifiesta de formas más sutiles: en una fiesta, intentas contar historias divertidas, no solo porque eres gracioso, sino que en realidad te gusta ser el centro de atención.

(2) Los pecadores se engañan a sí mismos. Aplicación: Los cristianos tienen «puntos ciegos»: maneras en las cuales nosotros como creyentes vivimos en ignorancia del pecado que mora en nosotros y sus efectos dañinos en nuestras vidas. Ignorancia es el término clave aquí. El pecado puede hacerme ciego a mis propias faltas. El pecado hace que me engañe sobre la profundidad y amplitud de los problemas en mi vida. ¿Cuáles son los puntos ciegos en tu vida? La naturaleza de los puntos ciegos es que no los vemos. Una buena manera de luchar contra el pecado es crecer en el conocimiento de esos puntos ciegos.

Redención (es decir, somos redimidos).

Los cristianos se arrepienten y confían en Cristo. Si te arrepientes y confías en Cristo, te conviertes en parte de la familia de Dios y nuestra imagen es conformada para ser más y más como Cristo.

(1) Como hombres y mujeres redimidos, somos transformados en adoradores de Dios. Aplicación: La regeneración y la conversión conducen a un nuevo corazón. Dios atrapa nuestro corazón. Corazones transformados llevan a deseos transformados y un fruto permanente. Anhelamos cosas que antes no anhelábamos: estar en la Palabra de Dios, amar al pueblo de Dios, servir en vez de ser servidos. Corazones transformados significa que ya no somos lo que una vez fuimos. Cualesquiera que hayan sido nuestras asociaciones fundamentales antes, necesitan cambiar. En realidad, el Nuevo Testamento dice que ahora somos criaturas completamente nuevas, es decir, que nuestros sentimientos se han reorientado para que amemos a Dios más de lo que nos amamos a nosotros mismos. Para algunos, el cambio de identidad es bastante drástico. Su vida da un giro radical. Las viejas asociaciones son cosa del pasado, y las nuevas dominan ahora su forma de pensar e incluso de sentir. Para otros, se trata de un cambio lento. Nuestro corazón ha cambiado, pero nuestra ignorancia de la vida cristiana hace que crezcamos a pequeños pasos en lugar de dar saltos drásticos. Ambas formas están bien. Ambas son formas en las que Dios reorienta lo que somos, para que crezcamos amándole más que a cualquier otra cosa.

(2) Somos pecadores redimidos. Aplicación: Incluso después de la conversión, somos una extraña mezcla de redimidos y pecadores. Has oído hablar de las historias de conversión, donde el alcohólico de repente deja de beber después de la conversión. Sin embargo, para la mayoría de nosotros, los residuos de nuestro pasado pecaminoso aún persisten mucho después de nuestra conversión. El mismo corazón que vivió como no cristiano durante años estableció hábitos pecaminosos, patrones, formas de pensar, y estos no siempre desaparecen de inmediato cuando somos salvos. La redención es un proceso de desarraigo gradual, consistente y paciente a lo largo de la vida. La promesa de Romanos 6 es que la gracia vencerá al final. En el transcurso de nuestra vida, la santificación se parecerá a un gráfico bursátil, es decir, no será una línea recta, sino un crecimiento gradual, con algunos días mejores que otros.

¿Qué significa esto para mí en la práctica? ¿Cómo puedo ayudar a los demás?

¿Qué significa esto en la práctica? ¿Cómo afecta esto a la forma de hablar con sabiduría en la vida de otras personas? Cuando aconsejas a otros:

  1. Ten cuidado de dedicar todo tu tiempo a hablar de parámetros horizontales: circunstancias, relaciones humanas, información de fondo, sentimientos-pensamientos-elecciones volitivas. Evidentemente, debes ser muy cuidadoso a la hora de introducir el pensamiento y la conversación bíblicos en tus debates. Ten cuidado porque puedes subestimar fácilmente nuestra capacidad de pasar la mayor parte del tiempo en la conversación horizontal sobre la dinámica relacional, la naturaleza de nuestro problema, nuestras frustraciones y decepciones, nuestros deseos y esperanzas, etc. Debes ser muy deliberado en cambiar las conversaciones en una dirección vertical, hacia Dios. Mientras hablas, preguntas sencillas como: «¿Qué relación tiene Dios con esto?», pueden cambiar el enfoque.
  2. Estas categorías teológicas no son las categorías de las que hablamos más a menudo cuando pensamos en nuestras identidades o incluso cuando hablamos de nuestras identidades con los demás. Los competidores identitarios son más de lo que nos ocupamos cuando pensamos en quiénes somos. Mi consejo es que seas más deliberado al pensar en ti mismo en parámetros teológicos, o en tus conversaciones con los demás.
  3. Piensa en lo que tiene autoridad o más influencia en la identidad de una persona. Hazte preguntas fundamentales como: «¿Qué es lo que más influye en la autocomprensión de esta persona? ¿Su trabajo, su trasfondo familiar, un trasfondo abusivo, o su amor por la Palabra de Dios, sus deseos por la iglesia, su amor por el pueblo de Dios?».

Esta pregunta sobre la autoridad e influencia te llevará a la identidad funcional de una persona. Aunque pueda llamarme cristiano (el término cristiano es una autoetiqueta para mi identidad), en realidad, otra cosa puede dominar mi forma de pensar. Llegarás a ver qué es lo que realmente rige su vida (Mateo 6:21).

  1. Te sorprendería mucho lo que algunos cristianos creen de sí mismos. La forma en que ellos definen su identidad es mucho más importante que la forma en que Dios define su identidad. He tenido cristianos que dicen cosas como «soy una basura» o «lo arruino todo» o «no valgo nada» o «me odio» o «soy una causa perdida». Esto es mucho más que pensar en sí mismos como un gusano o un miserable o el principal de los pecadores. En sus mentes, son tan horribles que piensan que están incluso fuera del alcance de Dios.
  2. Cuando dedicas tiempo a comprender qué es lo que más ha influido en la identidad de otro cristiano, también hay que preguntarse por qué. ¿Por qué esa cosa —sea lo que sea— ha alcanzado un lugar de gran importancia? ¿Qué puede ayudarme a comprender su importancia?
[PAUSA PARA PREGUNTAS FINALES]
[i]Paul Tripp acuñó originalmente el término «receptores de la revelación» en su útil libro Instruments in the Hands of a Redeemer (2002), p. 40.