Evangelio
¿Cómo se relaciona la sustitución penal con otras teorías de la expiación?
Tratar de capturar todo lo que nuestro Señor Jesucristo logró en su gloriosa obra no es fácil dados sus aspectos multifacéticos. Juan Calvino trató de resumir la naturaleza integral de la obra de Cristo mediante el munus triplex —el triple oficio de Cristo como cabeza y mediador del nuevo pacto— profeta, sacerdote y rey.
Lo que Calvino buscaba evitar era el reduccionismo, el pecado «cardinal» de la teología. Aunque es peligroso priorizar un aspecto de la obra de nuestro Señor, las Escrituras enfatizan la centralidad del oficio sacerdotal de Cristo y su muerte en sacrificio por nuestros pecados (Mt. 1:21; 1Co. 15:3-4). Y dada la centralidad de la cruz de Cristo, es crucial que la expliquemos correctamente.
Ha surgido una variedad de teologías de la expiación a lo largo de la historia de la iglesia. De hecho, a parte de las confesiones ecuménicas de Nicea y Calcedonia que establecieron la doctrina ortodoxa trinitaria y cristológica, no existe ninguna confesión católica con respecto a la cruz. A partir de este hecho, algunos han concluido que ningún punto de vista de la cruz debe ser privilegiado, una conclusión que rechazo.
A pesar de la falta de una confesión ecuménica, todos los cristianos estamos de acuerdo en que la muerte de Cristo asegura el perdón de los pecados que resultan en nuestra reconciliación con Dios. Sin embargo, es cierto que, al igual que con otras doctrinas, el entendimiento de la iglesia sobre la expiación se aclaró con el tiempo. Específicamente, durante las eras de la Reforma y la posreforma, los pastores y teólogos comenzaron a reconocer que la sustitución penal era la mejor explicación teológica de por qué sucedió la cruz y qué logró.
Recientemente, sin embargo, algunos han desafiado esa afirmación. Se nos dice repetidamente que la sustitución penal es reduccionista, que no explica la riqueza de la cruz. Se nos dice que lo que se necesita no es un punto de vista, sino múltiples puntos de vista. ¿Pero es esto correcto? Mi tesis es que no lo es, al menos por dos razones:
Primero, puntos de vista distintos a la sustitución penal no logran captar el problema central que la cruz remedia, es decir, nuestro pecado ante Dios.
En segundo lugar, desde otro ángulo, otros puntos de vista enfatizan varias implicaciones legítimas de la cruz, pero sin la sustitución penal como su fundamento, estas implicaciones por sí solas no pueden explicar el problema central de nuestro pecado ante Dios. Antes de desarrollar estos puntos complementarios, primero describiré varias teorías de la expiación frente a la sustitución penal.
DIVERSAS TEOLOGÍAS DE LA EXPIACIÓN EN LA TEOLOGÍA HISTÓRICA
Primero, «la recapitulación» era una forma de explicar la cruz, un punto de vista asociado a menudo con Ireneo e incluso con Atanasio. La obra redentora de Cristo se interpretó principalmente en términos de su identificación con la humanidad a través de la encarnación.
Al hacerse humano, Dios el Hijo revirtió lo que hizo Adán al vivir nuestra vida y morir nuestra muerte. La desobediencia de Adán resultó en la corrupción de nuestra naturaleza y la privación de la semejanza a Dios. Cristo invierte ambos resultados en su encarnación y obra en la cruz. Especialmente en la resurrección de Cristo, se nos restaura la inmortalidad y la reconciliación con Dios. Este punto de vista enfatiza varias verdades bíblicas. La obra de Cristo se presenta en términos representativos y sustitutivos. Pero su enfoque central está en los efectos del pecado en nosotros y en la obra restauradora de Cristo, no en nuestro pecado ante Dios y la necesidad de que Cristo satisfaga la propia demanda justa de Dios contra nosotros pagando por nuestro pecado.
En segundo lugar, «Christus Victor», un punto de vista asociado a menudo con la teoría del rescate de Satanás, considera que los principales objetos de la muerte de Cristo son los poderes: el pecado, la muerte y Satanás. Por su obra en la cruz, Cristo nos libera de estos poderes. En la era Patrística, los Padres se enfocaron en Cristo redimiéndonos de Satanás, mientras que los adherentes modernos se enfocan más en la liberación de los poderes del pecado y la muerte. Al igual que «la recapitulación», «Christus Victor» captura una gran cantidad de datos bíblicos, especialmente la derrota de los poderes por Cristo (Gn. 3:15; Jn. 12:31-33; Col. 2:13-15; He. 2:14-16; Ap. 12:1-12), pero a diferencia de la sustitución penal, Dios no es visto como el objeto principal de la cruz.
En tercer lugar, el punto de vista del ejemplo o de la «influencia moral» ha sido promovido dentro de la teología liberal no ortodoxa. Tenía sus raíces en la teología de Peter Abelard (1079-1142 d. C.), pero se hizo prominente con el surgimiento de la teología liberal (siglos XVIII-XIX). Enseñó que el amor de Dios es más fundamental que su justicia y que Dios puede perdonar nuestros pecados sin que Cristo satisfaga la justicia divina. Dios, entonces, no es el objeto principal de la cruz. En cambio, la muerte de Cristo revela el amor de Dios y establece un ejemplo para nosotros.
En cuarto lugar, el punto de vista «gubernamental» surgió en la era posterior a la Reforma y a menudo se identifica con Hugo Grotiu, John Miley y la tradición arminiana. Contra la sustitución penal, este punto de vista niega que la justicia de Dios requiera el pago total de nuestro pecado, ya que la justicia de Dios no se considera esencial para él. En cambio, Dios, como Gobernador moral, puede optar por relajar la exigencia de la ley (ya que es externa a él) similar a un juez humano, perdonándonos así por su misericordia. Y, sin embargo, Dios no puede pasar por alto el pecado; gobierna el mundo con justicia y revela la gravedad del pecado. Entonces, la cruz de Cristo sostiene el gobierno moral del universo, permitiendo que Dios nos perdone sin un pago total de nuestro pecado, y revela el odio de Dios por el pecado, motivándonos a arrepentirnos y a creer en Cristo.
Finalmente, «la sustitución penal» tuvo precursores en la iglesia primitiva e incluso en Anselmo. Llegó a su plenitud en las épocas de la Reforma y la posreforma. La sustitución penal no niega los aspectos multifacéticos de la muerte de Cristo, como la restauración de lo que Adán perdió, la derrota de los poderes, la revelación del amor de Dios, etc. En cambio, sostiene que el centro de la cruz es Dios el Hijo encarnado, actuando como nuestro representante y sustituto del nuevo pacto, para satisfacer plenamente la demanda justa del Dios trino contra nosotros debido a nuestro pecado.
Fuera de este logro central de la cruz, no hay restauración de la humanidad, no hay derrota de los poderes y no hay amor revelado. ¿Por qué? Porque en el corazón de la sustitución penal se encuentra una comprensión específica de la relación Dios-ley-pecado, o mejor dicho, una teología propia específica. La sustitución penal toma en serio el hecho de que el Dios trino es el único independiente y autosuficiente. Específicamente, en relación con la ley moral, esto implica que Dios no adjudica una ley externa a él; en cambio, él es la ley. Por eso, en relación con el pecado, Dios no puede tolerar el pecado (Hab. 1:12-13; Is. 1:4-20; 35:8); debe actuar contra éste en santa justicia (Gn. 18:25), porque no puede negarse a sí mismo.
Sin embargo, ¿cómo demuestra Dios su santa justicia y su pacto de amor, dada su libre decisión de redimirnos (Gn. 3:15; Os 11:9)? En este sentido, la historia de la Biblia revela una tensión que tiene sus raíces en quién es Dios frente al pecado. Esta tensión es fundamental para el porqué de la cruz. Dado que Dios es la Ley, no puede perdonarnos sin la plena satisfacción de su santa y justa demanda (Ro. 3:21-26; He. 9:15-22).
Para justificar al impío (Ro. 4:5), el Dios trino debe tomar la iniciativa de proporcionar un Redentor que pueda pagar por nuestro pecado y actuar en perfecta obediencia por nosotros. Cristo no solo debe ser nuestro vencedor y sustituto, también debe ser nuestro sustituto penal. En última instancia, satisfacer la justicia de Dioses fundamental para la cruz, y otros puntos de vista de la expiación no enfatizan este punto vital.
EVALUACIÓN DE LAS TEOLOGÍAS DE LA EXPIACIÓN EN RELACIÓN CON LA SUSTITUCIÓN PENAL
Volvamos ahora a mi tesis. Varias teologías de la expiación enfatizan muchas verdades bíblicas y las implicaciones de la cruz, pero a diferencia de la sustitución penal, no logran captar el problema central que la cruz remedia, es decir, nuestro pecado ante Dios.
Cada punto de vista de la expiación enfatiza algo bíblico sobre la cruz. «La recapitulación» capta correctamente la relación entre Adán y Cristo a lo largo de la historia de la redención (Ro. 5:12-21). En el primer Adán, Dios exigió obediencia al pacto, pero Adán desobedeció y trajo el pecado y la muerte al mundo. Lo que se necesita es la encarnación del Hijo de Dios, el postrer Adán, para vivir y morir por nosotros, y así restaurarnos al propósito de nuestra creación (He. 2:5-18). Pero con demasiada frecuencia, este punto de vista no enfatiza lo suficiente que nuestro Dios trino requiere de nosotros una perfecta obediencia al pacto, y la necesidad de que Cristo sea nuestro representante en la vida y nuestro sustituto penal en la muerte. Enfatiza correctamente muchas verdades bíblicas, pero falla en captar adecuadamente la relación Dios-ley-pecado.
De manera similar, «Christus Victor» también enfatiza muchas verdades gloriosas. Subraya la necesidad de que el Hijo se vuelva humano para aplastar la cabeza de Satanás (Gn. 3:15) y derrotar al pecado y la muerte. Sin embargo, no hace central la relación Dios-ley-pecado. En las Escrituras, el pecado, la muerte y Satanás son solo poderes sobre nosotros debido a nuestro pecado ante Dios (Gn.2:17; Ro.6:23; He.2:14-15). ¿Cómo se derrotan los poderes? Además, ¿por qué tuvo que morir el Hijo divino para derrotarlos? ¿Por qué el Hijo no se limitó a ejercer su poder divino? Porque es solo cuando nuestro pecado es pagado que los poderes son destruidos (Col. 2:13-15; 1Co. 15:55-57). Nuestro mayor problema no son los poderes, sino estar justificados ante Dios. «Christus Victor» sin sustitución penal cuelga en el aire.
Las Escrituras también presentan a Cristo y su cruz como el «ejemplo moral» supremo de amor, obediencia y sufrimiento (Jn. 13:12-17; Ef. 5:1-2, 25-27; Fil. 2:5-11; 1P. 2:18-25). Pero la cruz solo funciona de esta manera debido a quién muere y lo que logra, es decir, la plena satisfacción de la santa demanda de Dios contra nuestro pecado, que es la demostración misma del amor divino (1Jn. 4:7-10).
Además, nunca es suficiente que Cristo simplemente se identifique con nosotros en su encarnación y nos muestre cómo vivir. La solidaridad no es expiación, solo su requisito previo. Necesitamos más que un simple ejemplo para redimirnos. Lo que necesitamos es que el Hijo divino viva y muera por nosotros. Nuestro problema no es simplemente que necesitamos un gran maestro que nos muestre cómo vivir. Nuestro problema es el pecado ante el Dios santo y trino, y este problema requiere la encarnación del propio Hijo de Dios para que viva por nosotros y muera por nosotros como nuestro sustituto penal. Es solo como nuestro sacrificio propiciatorio que la propia demanda justa de Dios se satisface plenamente, y nosotros, en Cristo, recibimos todos los gloriosos beneficios y las implicaciones de la obra de su nuevo pacto.
De todas las teologías de la expiación, solo «la sustitución penal» captura mejor la naturaleza de la cruz centrada en Dios. Las alternativas minimizan o niegan que la santa justicia de Dios es esencial para él, porque nuestro pecado es primero contra Dios (Sal. 51:4) y porque Cristo, como nuestro sustituto penal, es fundamental para la cruz. Antes de que podamos hablar de las implicaciones horizontales de la cruz, primero debemos hablar de lo vertical, es decir, el Dios trino, en su Hijo, asumiendo su propia demanda sobre sí mismo para que nosotros, en Cristo, podamos ser justificados ante él (Ro. 5:1-2).
Otros puntos de vista de la expiación pasan por alto o socavan este punto. Para ellos, el objeto de la cruz es nuestro pecado (formas de recapitulación), o Satanás (teoría del rescate), o los poderes (formas de Christus Victor). Pero lo que no ven es que la persona principal contra la que hemos pecado es nuestro gran y glorioso Creador y Señor trino y, como tal, el objeto último de la cruz es Dios mismo.
La presentación bíblica de la cruz es rica y multifacética, como una hermosa gema que se puede mirar desde muchos ángulos. Y, sin embargo, el centro mismo de la obra en la cruz de Cristo es que ha venido como nuestro mediador y cabeza del nuevo pacto para ofrecerse a sí mismo ante Dios en nombre del pecado. La sustitución penal explica mejor por qué el Hijo divino tuvo que morir y por qué solo él salva. Como Pablo, solo podamos gloriarnos y predicar al Cristo crucificado (1 Co. 1:23).
Traducido por Samuel Ortiz
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