Ministerio
Cómo examinar los requisitos de los candidatos a ancianos
Tenía dieciséis años cuando fui a mi primera entrevista de trabajo. Me senté frente al gerente de McDonald’s, comiendo torpemente la comida gratis que había aceptado sin ninguna vergüenza. Le costaba encontrar preguntas que hacer mientras yo le miraba fijamente, metiéndome otra papa frita dorada en la boca.
—¿Cuál es tu experiencia laboral?
—Una semana en una feria.
—¿Se te da bien llegar a tiempo?
—No, pero creo que podría hacerlo.
—¿Cómo te describirían tus amigos?
—Juego al baloncesto y soy un buen muchacho.
Me contrató en el acto.
A menudo he pensado que las entrevistas de trabajo son inútiles. ¿Qué puedo averiguar acerca de una persona en 30 minutos?
Muy bien, ¿y las entrevistas a los candidatos a ancianos? ¿También son inútiles? ¿Puedo sentarme con un hombre y entrevistarle sobre 1 Timoteo 3 y Tito 1 y tener alguna pista sobre si está calificado o no? Si no es así, ¿cómo podemos estar seguros de que un hombre pasa la prueba?
Como iglesia local, tenemos una ventaja que McDonald’s no tenía: pasamos tiempo con la gente. Pasamos años con ellos. Los observamos. Oramos por ellos. Lloramos con ellos. Nos alegramos con ellos. Y, con el tiempo, los conocemos.
Recuerdo el primer consejo que me dio Mark Dever cuando empezábamos como iglesia local. Me dijo: «Descubre ancianos en tu iglesia que ya sean ancianos».
Eso fue alucinante. En lugar de «hacer al hombre», empecé a buscar al hombre que Dios había hecho.
Descubrí que examinar a un hombre se hace mejor conviviendo. Por ejemplo, si un anciano debe ser «apto para enseñar» (1 Ti. 3:2), entonces debo observar cómo hace discípulos con la enseñanza bíblica personalizada. Si un hombre cristiano debe amar y guiar a su esposa a una hermosa relación con Dios y consigo mismo (Ef. 5:25-33), entonces debo observar su matrimonio (1 Ti. 3:4). Debería ser capaz de observar que no se irrita, aunque se le presenten situaciones estresantes (Tit. 1:7). Debería poder oír hablar de su hospitalidad con los miembros de la iglesia que entran y salen de su casa (Tit. 1:8).
Los requisitos del anciano están tan profundamente entretejidos en la vida real de un hombre que deben evaluarse con el tiempo, lo cual incluye no solo lo que dice, sino lo que podemos observar de su vida real.
Dicho esto, después de meses (o años) de leer libros juntos, discutir teología, orar juntos y disfrutar mutuamente de la compañía del otro, llega un momento en que yo y los otros ancianos de mi iglesia creemos que un hombre está calificado. En ese momento, iniciamos un proceso «formal» de evaluación que consta de cuatro pasos.
1. LEER «ANCIANOS Y DIÁCONOS»
Como primer paso, le doy al hombre Cómo encontrar ancianos y diáconos fieles, de Thabiti Anyabwile. Le pido que se evalúe a sí mismo en cada requisito. Luego lo llevo a almorzar y lo acompaño en su propia autoevaluación.
A menudo, el candidato se evalúa a sí mismo de forma más estricta que yo. La primera vez que leí el libro con Eric, nuestro actual presidente de los ancianos, se sintió humildemente convencido por cada línea, y la idea de estar calificado como anciano le hizo sentirse totalmente inadecuado. Su tierna conciencia no era señal de descalificación, sino de inseguridad. Eric necesitaba tiempo para darse cuenta de que la gracia de Dios era evidente en su vida y que estaba realmente calificado.
Los ancianos no son perfectos, pero pueden estar calificados; deben estarlo. Este paso de autoexamen suele ser refrescante y saca a la luz varias debilidades o inseguridades que quizá nunca había visto.
2. LLENAR EL CUESTIONARIO DE EVALUACIÓN DE LOS ANCIANOS
Cuando nuestros ancianos están convencidos de que debemos seguir adelante con un candidato, le pedimos que llene un cuestionario. Se envían diez páginas de preguntas por correo electrónico al candidato, que suele acabar siendo un documento de 30 a 60 páginas una vez completado.
El cuestionario comienza con referencias personales de familiares y mentores. Pedimos dos referencias de un compañero de trabajo no cristiano y de un vecino. Llamamos a cada una de estas referencias, y siempre es una alegría tenerlas. Recuerdo haber llamado al compañero de trabajo de Mike Roach y terminar la conversación increíblemente animado. El testimonio público de Mike había hablado muy bien de Jesús.
Su compañero de trabajo no se sorprendió de que Mike estuviera siendo considerado como pastor. Esto ayudó a confirmar que Mike era de hecho un anciano calificado. («Es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera», 1 Ti. 3:7).
También se hacen preguntas sobre prácticas personales como la confesión de pecados, el uso de pornografía, el pecado habitual o descalificador y la rendición de cuentas. El documento continúa con preguntas sobre convicciones doctrinales y teología pastoral. Incluimos preguntas sobre la integridad personal en las finanzas, el alcohol, la comida y otras sustancias. Pedimos el testimonio del hombre y un breve ensayo de la esposa del hombre, si procede (sobre él, no sobre ella). El cuestionario culmina con una serie de estudios de casos pastorales, para que podamos observar su sabiduría en el manejo de diferentes casos.
Aunque se trata de un paso aparatoso y que requiere mucho tiempo, su valor es incalculable. El cuestionario pone de relieve la propia determinación del hombre. Su capacidad para seguir el propio documento dice algo. A veces, saca a la luz cosas que quizá nunca hubieran surgido. A menudo, sirve para animarnos, dejándonos con mayor confianza de que este es el hombre de Dios para esta iglesia.
3. EXAMINAR EN PRIVADO
Una vez que nuestros ancianos han acordado suficientemente que nos gustaría nominar al hombre a la iglesia, tenemos un paso final: un examen privado. En algunos aspectos, esto se parece a un «consejo de ordenación» bautista tradicional, pero es diferente. Hace unos años, acepté formar parte del consejo de ordenación de un hombre al que apenas conocía. Los ancianos de su iglesia ya habían decidido que querían que fuera pastor. El consejo fue un buen interrogatorio, pero en última instancia insuficiente. No me sentí capaz de hacer una recomendación. Los consejos de ordenación pueden tener su lugar (no dejes de leer si ésa es tu tradición), pero con demasiada frecuencia parecen una mera formalidad.
Nuestro examen privado, por otro lado, parece importante pero genuino y personal. Conocemos a la persona. No somos un mero consejo; somos sus pastores. Se trata de una conversación entre hermanos sobre su teología, su vida personal y su experiencia. Se abordan algunos de los temas más delicados que se puedan imaginar. El examen suele durar de dos a tres horas (e incluye refrigerio). Hacemos preguntas candentes y volvemos a formular algunas preguntas del cuestionario.
Buscamos examinar su vida personal: «¿Hay algún pecado en su vida que, de conocerse, le avergonzaría a él, a la iglesia y a la reputación de Cristo?». Buscamos examinar su teología. A menudo le entrego nuestra declaración doctrinal, la Confesión de Fe Bautista de 1689, y las Afirmaciones y Negaciones de T4G (todas las cuales habrá leído previamente). Le pregunto si tiene alguna reserva conocida. Examinamos su vida familiar: «Describa su práctica del culto familiar».
La reunión puede resultar angustiosa para el hombre, y ése no es nuestro objetivo. Es importante que comencemos y terminemos con una oración y palabras de aliento. No es nuestro trabajo intimidar, sino más bien amarlo bien a él y a la iglesia a través de este paso.
4. EXAMINAR PÚBLICAMENTE
Finalmente, los ancianos nominan al hombre ante la congregación en una reunión de miembros. Una vez nominado, se programa un examen público. Suele tener lugar un miércoles por la noche. Incluso lo promocionamos en las redes sociales para que «los de afuera» tengan la oportunidad de verlo y asistir. Si el hombre tiene una mala reputación que desconocemos, nuestro objetivo es averiguarlo.
El examen público parece una sesión de preguntas y respuestas. Me siento en un taburete a su lado y presento al candidato, junto con la idea principal de la reunión. Mis observaciones iniciales pretenden guiar la conversación, ya que las preguntas se desvían con demasiada facilidad de sus preocupaciones más íntimas a la indagación visionaria. No quiero que la reunión se convierta en un «ayuntamiento presidencial» en el que se le pregunte por sus «primeros planes en los 90 días» o su visión para aumentar el discipulado en la iglesia.
Puede haber espacio para preguntas sobre el ministerio y su visión de la iglesia, pero la idea principal es examinarlo en base a 1 Timoteo 3 y Tito 1. Imprimimos esos pasajes en un folleto y resaltamos cada requisito. Luego oraré y le pediré que comparta su testimonio. Después, queda abierto el debate.
CONCLUSIÓN
En resumen, busca a los hombres de tu iglesia que ya son ancianos. Conócelos y, mientras lo haces, ten presente 1 Timoteo 3 y Tito 1. Una vez que te sientas razonablemente seguro, como se indica anteriormente.
Podemos cometer errores a veces en la selección de ancianos. Probablemente los cometeremos. Pero podemos confiar en los requisitos de Dios para los ancianos, y podemos hacer nuestro mejor esfuerzo para reconocer a los ancianos que Dios ha levantado para su iglesia.
Traducido por Nazareth Bello
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Para más información sobre los candidatos a ancianos, lee: Assessment Questions for New Elder Candidates [Preguntas de evaluación para los nuevos candidatos a ancianos]