Teología bíblica
Cinco Razones Por Las Que Debes Predicar Levítico
Cuando nuestras hijas eran más pequeñas, leer la Biblia juntos era una práctica regular. Mi esposa, mis hijas y yo nos sentábamos a tomar desayuno y antes de dirigirme a la puerta, leía un capítulo, hacía un par de comentarios y orábamos juntos. Un año, logramos leer Génesis y Éxodo (¡libros emocionantes!).
Y luego… llegamos a Levítico. Mientras comenzaba a leer, inmediatamente, me preguntaba, «¿qué piensan estas pequeñitas sobre la matanza de todos esos animales?». Sabía cuánto aman estas pequeñas a las ovejas, a las cabras y a los pájaros. Dudé por un momento, pero sabía que era importante continuar.
¿Por qué? Porque Levítico es una parte necesaria de una historia que se está revelando. Génesis responde la pregunta de cómo Dios le dará a Abraham los descendientes prometidos. Éxodo responde la pregunta de cómo Dios redimirá a los descendientes de Abraham de la esclavitud para llevarlos a la Tierra Prometida. No obstante, mientras Israel continúa luchando con el pecado y la idolatría, la pregunta permanece, «¿cómo un Dios santo puede relacionarse con personas pecadoras?».
Levítico nos entrega una respuesta a esa pregunta. Al mismo tiempo, Levítico también es un libro para nosotros también: porque aún somos un pueblo pecador y Dios todavía es santo. Nos recuerda nuestra necesidad por la misericordia de Dios y de un mediador fiel que expíe nuestros pecados.
A continuación, comparto cinco razones por las que debes predicar el libro del Antiguo Testamento, Levítico.
1. Levítico nos recuerda la gracia de Dios y el costo de nuestro pecado (1–7)
Como el pueblo del nuevo pacto de Dios, es fácil minimizar nuestro pecado. Después de todo, Jesús murió en la cruz y pagó completamente el castigo de nuestro pecado. Ya no necesitamos llevar sacrificios diarios al templo (¡y alabado sea Dios por eso!). Sin embargo, esa misma libertad puede tentarnos a minimizar nuestro propio pecado. Levítico, por otro lado, nos recuerda que el pecado es costoso.
Prontamente, en Génesis 2:15, se nos dice que la paga del pecado es muerte. No importa el pecado, merecemos la pena de muerte. No obstante, en Levítico, nuestro misericordioso Señor establece un sistema de sacrificio por medio del cual los pecadores presentarían un sustituto. Tan solo imagina, cada vez que una persona peca, él o ella debía llevar un animal que recibiera la pena de muerte que ellos merecían. ¡Eso es gracia!
Sin embargo, el sistema sacrificial, también nos recuerda el costo del pecado. El sustituto debía venir del mismo rebaño del pecador. Imagina si cada vez que pecaras, tuvieses que devolverte a buscar un cordero de tu propio rebaño y llevarlo al sacerdote. Y cuando llevaras el cordero al sacerdote lo presentabas como el sustituto que recibiría la pena de muerte por tu pecado. Pero eres tú, no el sacerdote, quien tendría que cortar la garganta del animal. Entonces, la sangre saldría. Piensa en toda esa sangre, no solo la de tu sacrificio sino de todos los sacrificios de ese día. Bajo el nuevo pacto, no tenemos esa dolorosa imagen de lo que cuesta nuestro pecado ni de cómo Dios lo aborda en nuestro sustituto. Levítico nos ayuda a ver la extravagancia de la gracia de Dios y del costo de nuestro propio pecado.
2. Levítico expone la gracia de Dios al entregar un mediador (8–10)
Puesto que Dios es santo, requiere un mediador que esté entre él y su pueblo. En Levítico, Dios aparta a sus ministros que lo servirían a él y a su pueblo (8-9). No obstante, también nos advierte que los ministros de Dios deben servirlo como él requiere y no como ellos decidieran hacerlo (10). Como personas que representan a Dios frente a su pueblo, los ministros de Dios debían enseñarle al pueblo de Dios todo lo que él mandó (10:11). Y como aquellos que representaban al pueblo ante Dios, debían facilitar la expiación (10:17).
Ya en Levítico, se hacen estas preguntas: «¿quién será un mediador fiel entre Dios y el hombre?», «¿quién facilitará la expiación por el pecado?».
3. Levítico explica lo que Dios requiere de aquellos que se acercan a él en adoración (11-15)
En Éxodo 24, Moisés consagró a Israel como el pueblo de Dios en base al pacto en Sinaí. Ahora, Dios explica cómo el Israel consagrado debe vivir esta vida apartada con el fin de que puedan acercarse a él en adoración. En Levítico 11-15 se enfatiza la distinción entre lo puro y lo impuro, lo santo y lo común. Aquellos que no eran limpios no podían relacionarse con lo público y no podían adorar a Dios, pero se entregaba lo necesario para que lo sucio pudiera ser hecho limpio.
Si bien es posible que no sepamos exactamente por qué esas leyes se dieron fuera de distinguir a Israel de las naciones vecinas, sí sabemos que la obediencia a estas leyes permitió que el pueblo de Dios se acercara a él en adoración. Además, cualquiera que tocara a alguien o a algo que no fuera puro también quedaría impuro. Levítico provoca en nosotros un anhelo por aquel que, por tocarnos, purificará todas las cosas: aquel que estará dispuesto y será capaz de acercarse a Dios en adoración.
4. Levítico anuncia el perdón de pecados en el único mediador entre Dios y el hombre, el Jesucristo (16-17)
El clímax de Levítico está en el glorioso día de la expiación: el día en el que todo el pecado de Israel era perdonado. Se hacían sacrificios para purificar el templo y para expiar los pecados del sumo sacerdote y del pueblo. Un chivo expiatorio era presentado como sustituto sobre el cual simbólicamente eran puestos los pecados del pueblo. Este chivo expiatorio era liberado más adelante fuera del campamento, representando la partida del pecado de Israel.
El escritor de Hebreos hace las siguientes conexiones para nosotros. Levítico 16-17 anuncia el sumo sacerdote prometido, que también es el chivo expiatorio que quita los pecados del pueblo al tomar su propia sangre y rociarla en el lugar santísimo. Necesitamos predicar Levítico para recordar que solo Jesús salva por completo.
5. Levítico esboza cómo el pueblo de Dios debe ser santo como Dios es santo (18-27)
Puesto que Dios es santo, nosotros debemos ser santos. Levítico esboza cómo Israel debe distinguirse (ser santo) de las otras naciones en cada aspecto de sus vidas. Levítico también destaca las bendiciones prometidas para aquellos que buscan la santidad (26:1-13) y las amenazantes maldiciones para aquellos que no lo hacen (26:14-39). Al mismo tiempo, la conclusión del libro expone el corazón misericordioso de Dios mientras promete perdón a todo aquel que se arrepienta de su pecado (26:40-46).
En un tiempo en el que la santidad es descuidada, debemos recordarles a nuestras congregaciones que debemos ser santos como Dios es santo. Dios bendice la santidad. Afortunadamente, Jesús mismo ha tomado las maldiciones del pacto mosaico y ha entregado la obediencia perfecta que el mismo pacto requiere. Ahora, todos los que se arrepienten de su pecado recibirán el perdón prometido en Cristo y, por tanto, pueden relacionarse con el Dios santo.
Conclusión
Levítico no detalla meramente los sacrificios animales y los códigos de santidad. Lo hace, pero hace muchísimo más. Expone el corazón de un Dios misericordioso que entrega un sustituto por el pecado de su pueblo arrepentido. Ese sustito no solo recibió la pena de muerte en nuestro lugar, también obedeció en nuestro lugar, ganando para nosotros todas las bendiciones de la santidad.
Ahora, bajo el nuevo pacto, Jesús nos empodera para vivir una vida santa al concedernos primero un nuevo corazón y al Espíritu Santo. Hermanos, prediquen Levítico. ¿Por qué? ¡Porque en él encontrarás el Evangelio!
Apoyo para la preparación
El libro de Hebreos: Hebreos es el mejor comentario bíblico teológico sobre Levítico. Explica cómo Jesús cumple el antiguo pacto, destacando el lenguaje y las imágenes de Levítico: sacrificio, sacerdocio, sumo sacerdote, día de la expiación.
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