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Reseña del libro: The Rise and Fall of Movements [El ascenso y la caída de los movimientos] de Steve Addison

Reseña de Caleb Morell

Graduado de la Universidad de Georgetown y del Seminario Teológico Bautista del Sur, Caleb Morell es asistente pastoral en la Iglesia Bautista Capitol Hill. Puedes seguirlo en Twitter en @calebmorell.
Review
12.12.2021

En el 2008, Steve Addison se enfrentaba a una crisis. Durante veinte años había estado capacitando a plantadores de iglesias y asesorando a las denominaciones acerca de cómo crear movimientos de iglesias que se multiplicaban rápidamente, pero en realidad no estaba viendo despegar dichos movimientos. En otras palabras, era un defensor comprometido de una filosofía de ministerio conocida como «Movimientos para Hacer Discípulos» (MHD). Los MHD se esfuerzan por iniciar movimientos de plantación de iglesias que se multipliquen exponencialmente para superar la tasa de crecimiento de la población y cumplir con la Gran Comisión en una generación. Pero para Addison, esa esperanza no se estaba materializando de ninguna manera significativa. Él escribe:

Había enseñado a cientos de líderes en todo el mundo acerca de las características de los movimientos, había capacitado a plantadores de iglesias, pastores y equipos denominacionales sobre la implementación. Las iglesias eran plantadas, pero ¿Dónde estaba el fruto? No estábamos viendo la multiplicación de discípulos e iglesias (20).

En cambio, Addison se encontraba enfrentando el cansancio y la depresión. En este momento de crisis, relata que le contó a un consejero cristiano: «Siento que mi vida se acabó. No tiene propósito. No tendré un legado». Fue en ese momento que el consejero respondió con palabras que cambiaron su vida: «¿Quién prometió un legado? ¿Quién prometió que tus sueños se cumplirían? La única garantía que tienes es el amor incondicional de Dios» (19). El subtexto, que no se menciona, parece ser este: Dios no ha garantizado resultados. Él nos llama a ser fieles y a descansar en su amor.

Después de leer esta historia, creía que el libro trazaría la realineación de los compromisos ministeriales de Addison. Pero eso no es lo que acontece.

DUPLICANDO LOS MHD

A pesar de estas claras declaraciones de la verdad bíblica, el resto del libro no refleja un cambio fundamental en la metodología. En lugar de un libro que se retracta de la filosofía misionera pragmática, antibíblica y centrada en los resultados que él y otros han perpetuado, que incluso reconoce que no pareciera estar funcionando y que conduce fácilmente a la depresión y al agotamiento, Addison escribe un libro que reafirma las mismas convicciones filosóficas de sus libros anteriores, con el enfoque adicional de la dinámica del movimiento.

El problema, Addison insiste, no es el compromiso con los movimientos que se multiplican rápidamente, el problema fue subestimar el hecho de que todos los movimientos siguen un «clico de vida» predecible. Estos ciclos de vida constan de las siguientes etapas:

Nacimiento –> Crecimiento –> Madurez –> Declive –> Decadencia –> Renacimiento

Cada etapa tiene oportunidades y desafíos. A veces, un movimiento pasa por las etapas en un orden diferente, pero generalmente los movimientos siguen el mismo patrón. En el resto del libro, Addison considera cada etapa, extrayendo lecciones de estudios de casos históricos (los franciscanos, los metodistas, los cuáqueros, el papado medieval, el movimiento cristiano estudiantil (MCE) y los moravos) con el fin de ilustrar a los plantadores de iglesias cómo identificar en qué etapa se encuentra su movimiento y cómo pueden evitar el declive y la decadencia. Si pueden mantener a raya esas etapas, su movimiento de rápida multiplicación alcanzará una fase a la que Addison se refiere como «principal»: «una organización que sabe por qué existe, a dónde va y cómo llegar allí… asegurando efectividad a largo plazo» (85).

Los estudios de casos históricos acerca del ascenso y la caída de los movimientos forman la mayor parte del libro, pero en realidad son solo un trampolín para el capítulo final, «NoPlaceLeft: A Case Study» [No hay lugar: Un caso de estudio], en el que Addison va más allá de los ejemplos históricos para defender su particular marca de MHD.

Este movimiento, dice: «Es uno de cientos…apareciendo en todo el mundo que están avanzando para cumplir la Gran Comisión en esta generación» (34). Es «una coalición internacional de practicantes, iglesias y ministerios comprometidos con la multiplicación de discípulos y las corrientes de iglesias reproductoras en todo el mundo. Es una causa la cual abrazan, no una organización a la que se unen» (157).

Aunque carece de un centro organizativo, dice que es parte de la misma corriente que «MHC (Movimientos para Hacer Discípulos)», como se ejemplifica en Contagious Disciple Making: Leading Others on a Journey of Discovery [Discipulado contagioso: Guiando a otros en un viaje de descubrimiento] de David L. Watson y Paul D. Watson (224). Este «movimiento», dice, ha pasado del «nacimiento» al «crecimiento» y está sirviendo como un «catalizador para el renacimiento de las iglesias y ministerios existentes» (158).

¿QUÉ SON LOS MOVIMIENTOS PARA HACER DISCÍPULOS?

Addison describe la metodología MHD como un método de plantación rápida de iglesias que consiste en ingresar en una comunidad no alcanzada y buscar «personas de paz» a quienes se les pueda enseñar a obedecer la Biblia, a compartir el evangelio y a plantar iglesias a través de sus propias redes relacionales (174).

Addison es mucho más cuidadoso que otros autores en el campo de MHD e insiste en que su objetivo es fundar «iglesias sanas» (190). Pero su metodología eclesiológica comparte los mismos obstáculos de los MHD que he descrito en otra parte.

REORIENTANDO EL DISCIPULADO

Un problema importante del trabajo de Addison es la forma en que reorienta el discipulado como obediencia a la negligencia de la fe. Para Addison, la comprensión importa mucho menos que la obediencia. Lo que él defiende es algo llamado «discipulado orientado a la obediencia». Fundamentado en el mandato final de Jesús de enseñar a los discípulos a obedecer todo lo que Jesús ordenó (Mt. 28:20), este enfoque implica leer la Biblia con no cristianos, en lo que los autores de los MHD denominan «Estudios Bíblicos de Descubrimiento», con el objetivo principal de enseñar obediencia (164). Él escribe: «El Estudio Bíblico de Descubrimiento es un método de discipulado participativo y orientado a la obediencia» (224). De hecho, el currículum para las nueve lecciones del Estudio Bíblico de Descubrimiento está estructuradas en nueve imperativos:

Arrepiéntanse y crean (Lucas 7:36–50).

Bautícense (Hechos 8:26–39).

Oren (Mateo 6:9–13).

Hagan discípulos (Juan 4:4–42).

Amen (Lucas 10:25–37).

Adoren (Hechos 16:25–34).

Celebren la Cena del Señor (Lucas 22:7-20; 1 Co. 11:23–29).

Ofrenden (Marcos 12:41–44).

Congréguense (Hechos 2:36–47).

A medida que estudian estos pasajes, se instruye a los no creyentes para que comiencen a obedecerlos de inmediato, incluso si no han expresado fe alguna en el evangelio. La Biblia deja en claro que la obediencia rutinaria sin fe no es rentable. Pablo habló de un «celo de Dios, pero no conforme a ciencia» como vanidad (Romanos 10:2). La pregunta constante de Jesús es: «¿Crees?» (Juan 11:25, Mateo 9:28). En lugar de enfatizar la fe antes que la obediencia y la obediencia como resultado de la fe, Addison y otros defensores de los MHD buscan deliberadamente que los no creyentes aprendan a obedecer antes de creer.

REDEFINIENDO LA IGLESIA LOCAL

Relacionado con este tema hay otra flagrante debilidad: Addison ha redefinido la iglesia local de un cuerpo regenerado de profesantes creíbles a una «comunidad de seguidores de Cristo». La diferencia parece sutil, pero es significativa. Aunque afirma que el objetivo de los movimientos multiplicadores es «multiplicar discípulos fieles, amorosos y obedientes e iglesias reproductoras sanas en todas partes» (31), en ninguna parte define lo que es una iglesia, en un momento dado, escribe: «La iglesia es un organismo vivo que crece por su unión con Cristo» (56). Parece mucho más cómodo hablando de lo que hace la iglesia que de lo que es una iglesia, afirmando que «una iglesia sana» debe estar caracterizarse por:

La oración, la predicación del evangelio, el amor expresado en hechos, la adoración colectiva e individual, la celebración regular de la Cena del Señor, el dar a los necesitados y para la difusión del evangelio, aprender a obedecer la Palabra de Dios, reconocer a los líderes de la iglesia (190).

Por supuesto, todas estas cosas son buenas, pero históricamente los protestantes, y los bautistas en particular, también han entendido que la iglesia local es un cuerpo de creyentes, personas que han hecho profesiones de fe creíbles y que muestran evidencia de haberse convertido. Addison no muestra ninguna preocupación por plantar iglesias compuestas por creyentes regenerados.

Al contrario, relata la historia de un misionero en Haití que compartió el evangelio con un joven llamado Benna que vivía con su novia. Ese mismo día, Benna profesó creer en Jesús y el misionero lo bautizó. Luego, el misionero le dijo a Benna que compartiera el evangelio con su novia y vecinos quienes, a su vez, «creyeron» y fueron bautizados. Addison narra con aprobación que en ningún lugar durante este tiempo el misionero habló con Benna acerca de su fornicación. No fue hasta meses después que Benna le preguntó al misionero al respecto y éste decidió mudarse hasta casarse. Esto, según Addison, es una imagen perfecta de los MHD porque Benna «aprendió a obedecer a Cristo e inmediatamente enseñó a otros cómo obedecer la Palabra de Dios» (165).

UN COMPROMISO NO BÍBLICO CON LA VELOCIDAD

En el fondo de la propuesta de Addison hay un compromiso antibíblico de resultados rápidos. Si nuestro objetivo es «cumplir la Gran Comisión en esta generación» (34), entonces cualquier proceso que ralentice la capacidad de una iglesia para multiplicarse rápidamente debe ser ignorado. Los líderes de la iglesia no deben evaluar la credibilidad de la profesión de alguien, sino simplemente bautizarlo inmediatamente, incluso si está viviendo en pecado (como Benna). Aunque Addison reconoce que los líderes de la iglesia no deben ser elegidos si no hay nadie listo para el papel, insiste en que las iglesias no necesitan esperar a ver creyentes maduros levantarse antes de pasar a plantar una nueva iglesia. Después de todo, el objetivo de los MHD no es «convertidos controlados que no se extravíen» sino la «actividad individual espontánea de los miembros guiados por el Espíritu Santo» (56).

Aunque Addison defiende la idea de que cada grupo de «Estudio Bíblico de Descubrimiento» debe convertirse en una iglesia, no parece tener la intención de que estas iglesias duren mucho. En cambio, estarán constantemente «formando discípulos en nuevos grupos e iglesias» (171). Si el objetivo es la multiplicación rápida, entonces cada «miembro» se ramificará del grupo original para formar su propio Estudio Bíblico de Descubrimiento que, con suerte, se convertirá en una iglesia y de la misma manera se dividirá y se multiplicará. El objetivo aquí no es formar iglesias que duren, sino iglesias que se multipliquen.

FALTA DE «PERCEPCIÓN PROFUNDA» DE LA GRAN COMISIÓN

A lo largo de este libro, Addison revela una falta de percepción profunda acerca de la Gran Comisión. Cuando Jesús les dijo a sus discípulos que hicieran discípulos en Mateo 28:18-20, les dio cuatro «todos»: toda autoridad, todas las naciones, todos sus mandamientos, y siempre, es decir, hasta el fin del mundo. Creo que Addison entiende y está de acuerdo con los tres primeros, pero carece de un sentido de importancia del cuarto. Lo que Addison y otros en el campo de MHD no logran captar es la dimensión cronológica de la Gran Comisión: Jesús tenía la intención de que sus discípulos edificaran iglesias que duraran «hasta el fin del mundo». Las palabras de Jesús no garantizan la existencia de ninguna iglesia en particular, pero nos recuerdan que un aspecto de la obediencia a la Gran Comisión es buscar establecer iglesias que puedan perdurar durante un largo período de tiempo.

En el año 2000, cuando Greg Gilbert escribió una reseña del folleto de David Garrison titulado «Movimientos de plantación de iglesias» y Ed Roberts revisó el libro de Garrison, se podía perdonar a los lectores escépticos por suponer que esta era simplemente la última moda en misiología que pasaría rápidamente. Ahora, casi veinte años después, estamos viendo nada menos que la revivificación de la filosofía de esta misión al estilo hidra, con Garrison como autor del prólogo del libro de Addison.

Lamentablemente, esto refleja un giro deliberado para atraer a los evangélicos desprevenidos al campo de MHD. Después de todo, el libro de Addison tiene mucho que elogiar. A lo largo de él, encontrarás referencias a nombres familiares como Don Carson, David Platt, ¡e incluso una referencia a una reseña de un libro de 9Marks de Mike Gilbart-Smith! Debido a que gran parte del libro consiste en relatar estudios de casos históricos, los lectores descuidados pueden no notar fácilmente las desviaciones de las creencias evangélicas históricas.

La intención expresa de Addison es abogar por una forma de crecimiento de la iglesia que «cumplirá la Gran Comisión en esta generación» (34), y aunque su objetivo es loable, sus métodos no lo son. Él y otros en el campo de MHD pueden crear movimientos ardientes y rápidos, pero me temo que no durarán mucho.

Traducido por Nazareth Bello