Reseñas

Reseña del libro: The Care of Souls [El cuidado de las almas] de Harold Senkbeil

Reseña de Brady Bowman

Brady Bowman es un Director de Ministerio en la Iglesia Bautista High Pointe en Austin, TX
Review
03.04.2022

The Care of Souls [El cuidado de las almas] es una apasionante reflexión acerca del ministerio pastoral que pondera una visión de la pastoral más antigua y mucho más rica que la que se suele pregonar en los círculos evangélicos modernos. Aunque ciertamente no es el primero en aspirar a la recuperación de esta antigua tradición del cuidado del alma (menciona su deuda con Thomas Oden y Eugene Peterson en el prefacio), Senkbeil ha proporcionado una articulación elocuente en nuestros días del pastor como «médico del alma».

CULTIVAR UN HABITUS PASTORAL

Uno de los principios centrales del libro es que la identidad del pastor determina decisivamente su trabajo. En medio de las muchas visiones que se ofrecen actualmente de la pastoral, el pastor debe basarse en las Escrituras y en la sabiduría acumulada de la iglesia. Como señala Senkbeil: «La premisa de este libro es que la acción fluye del ser; la identidad define la actividad. Así, una visión más clara de lo que es el ministerio pastoral llevará a una comprensión más clara de lo que un pastor hace día a día» (16). Esta dinámica es evidente incluso en la relación entre el título y el subtítulo del libro: la actividad del pastor (el cuidado de las almas) debe fluir de su identidad (al cultivar un corazón pastoral). En un pasaje especialmente llamativo, Senkbeil resume este enfoque diciendo:

«El ministerio pastoral eficaz y fiel en cada época sucesiva debe permanecer íntimamente conectado con su núcleo esencial: la presencia divina de Cristo Jesús y la verdad de su Palabra, por la que solo vivimos. El reto para los pastores de cada generación es vincular la persona y la obra de Jesús a cada época cambiante por medio de su Palabra inmutable, no para contextualizar el mensaje, sino para textualizar a las personas en el texto de la Escritura, se podría decir. Por tanto, la única manera realmente eficaz de prepararse para el ministerio de una manera significativa es conseguir un buen control de la identidad pastoral» (17).

Para cultivar un corazón para pastorear al pueblo de Dios —para adquirir las habilidades, instintos y hábitos necesarios para el cuidado de las almas— el pastor debe desarrollar lo que Senkbeil llama un «habitus pastoral» (17-23). Este habitus es «un temperamento o carácter pastoral obrado por el Espíritu Santo a través de sus medios» (17). Aunque el concepto pueda parecer inicialmente un poco nebuloso, Senkbeil está esencialmente hablando del intrincado y a menudo lento proceso que Dios utiliza para formar a un hombre como pastor. Esto incluye, por supuesto, el ejercicio real del ministerio pastoral: «No hay sustituto para la práctica cuando se trata de desarrollar habilidades y aptitudes pastorales. A medida que un pastor se dedica activamente a visitar a los enfermos, a consolar a los atribulados, a advertir a los endurecidos y a confortar a los que tienen la conciencia en vilo, aprende a utilizar las herramientas de su oficio con mayor destreza e inteligencia» (20).

Es importante destacar que este habitus pastoral no se adquiere simplemente mediante la práctica o la repetición. El Espíritu Santo también actúa en el pastor a través de un proceso diario de mortificación y vivificación: morir al pecado y resucitar a la vida nueva en Cristo por la fe. Como reitera Senkbeil en varios momentos del libro: «No tenemos nada que dar a los demás que no hayamos recibido nosotros primero» (por ejemplo, 124).

El TRABAJO DEL CUIDADO DE LAS ALMAS

Después de presentar el panorama general en el capítulo inicial, Senkbeil dedica la mayor parte de su libro a desgranar diversos temas relacionados con el cuidado de las almas, como la aplicación de las Escrituras a la vida de las personas, el diagnóstico de diversos males espirituales, la distinción de los sentimientos de culpa y vergüenza en los congregantes para aplicar el remedio adecuado, la vigilancia en cuestiones de guerra espiritual, la labor de un evangelista, etc. En conjunto, estos capítulos dejan al lector con un retrato convincente de cómo debe ser el ministerio pastoral. Dado que la sabiduría contenida en estas páginas es tan amplia y variada, no intentaré tratarla en su totalidad, sino que me limitaré a ofrecer unas breves pinceladas.

El capítulo tres, por ejemplo, trata del «diagnóstico atento», con el que Senkbeil se refiere a la escucha paciente e intencionada por parte del pastor de la persona que tiene delante. Para hacerlo bien, el pastor debe ver a la persona de forma holística, como alguien que consta de aspectos espirituales y físicos, y que siempre vive su existencia ante el rostro de Dios (64-65). Senkbeil explica: «A medida que surgen los síntomas en la vida de esa persona —ya sea el miedo, la ansiedad, la desconfianza, la miseria, la alegría o la tristeza— siempre me interesa interpretarlos en términos de lo que revelan acerca de la relación del alma con Dios» (66). Después de dar algunas indicaciones muy útiles para escuchar bien, Senkbeil cierra el capítulo ofreciendo cuatro categorías teológicas que hay que tener especialmente en cuenta al escuchar: fe, providencia, santidad y arrepentimiento (79-91).

Algunos de los consejos más sabios de Senkbeil son fáciles de pasar por alto, ya que a menudo aparecen en el flujo de una discusión más amplia y pueden aparecer solo brevemente durante una o dos páginas. Por ejemplo, advierte a los pastores sobre la tentación de ministrar a partir de las propias reservas de compasión y simpatía (por ejemplo, 93-94). Como explica, nuestra empatía humana «puede aliviar los síntomas por un tiempo, pero la verdadera curación viene de Dios por medio de su Palabra» (106). O consideremos su debate acerca del papel de la conciencia en el cuidado de las almas (127-129). Senkbeil afirma de forma bastante provocativa: «El hecho es que toda la labor pastoral, ya sea para los que están fuera o dentro de la comunidad de fe, tiene que ver con la conciencia» (127). ¿Te parece exagerado? Dudo que Lutero o Calvino pensaran así, o el apóstol Pablo.

En los últimos capítulos, Senkbeil centra su atención en el cuidado de la propia alma del pastor. Dado el fenómeno común del agotamiento pastoral, su consejo en esta sección es saludable, en particular su estímulo para que cada pastor encuentre un pastor que pueda actuar como pastor de su alma (239). Además, también recomienda prácticas como el ejercicio físico y la oración. Para Senkbeil, el descanso y el refrigerio espiritual son componentes necesarios para la salud de la vida y el ministerio.

LA PREDICACIÓN Y EL CUIDADO DE LAS ALMAS

Aunque los puntos fuertes del libro de Senkbeil son muchos, vale la pena detenernos para considerar una posible debilidad: el papel poco definido que desempeña la predicación en la visión de Senkbeil. Senkbeil opera ciertamente a partir de una comprensión protestante clásica del pastor como ministro de la Palabra y los sacramentos. Dedica todo el Capítulo 2 («La Palabra de Dios: Fuente y norma del ministerio») a desgranar una teología de la Palabra de Dios y de cómo Dios actúa eficazmente a través de su Palabra. Hasta aquí, todo bien. Dicho esto, la predicación recibe escasa atención en The Care of Souls [El cuidado de las almas]. La teología de la predicación de Senkbeil parece estar implícita en su mayor parte, aunque se vislumbra si se inclinan los ojos lo suficiente (por ejemplo, 269). Aunque los pastores están ciertamente llamados a ministrar la Palabra de Dios a sus ovejas en una variedad de contextos, el tratamiento de Senkbeil se vería reforzado si resaltara la primacía de la predicación como la fuente de todos los demás ministerios de la Palabra.

En una nota relacionada, hay algunos supuestos eclesiológicos en la obra que requieren ajustes o modificaciones, dependiendo de sus convicciones y contexto. Por ejemplo, Senkbeil presenta una visión bastante fuerte de la eficacia sacramental (42-43) y recomienda la práctica de la santa absolución (102-103). Además, su visión del pastorado parece suponer un pastor en solitario que pastorea una congregación bastante pequeña. No está inmediatamente claro cómo podría aplicarse el modelo de Senkbeil a una pluralidad de ancianos y a una iglesia más grande. Además, en el libro percibí una distinción bastante pronunciada entre el clero y los laicos. Aunque no es necesariamente algo malo (¡el pastorado es una vocación elevada y santa!), enfatizar la distinción puede socavar involuntariamente el sacerdocio de todos los creyentes y las responsabilidades de la congregación.

PARA SEMINARISTAS Y PASTORES EXPERIMENTADOS

En general, The Care of Souls [El cuidado de las almas] es una obra conmovedora de teología pastoral. Senkbeil ha prestado un gran servicio al ayudar a recuperar el modelo clásico del cuidado pastoral. El libro está maravillosamente escrito, posee un aire contemplativo y está salpicado de historias extraídas de las décadas de experiencia ministerial de Senkbeil. Aunque la obra tiene ciertamente un acento luterano, también es completamente bíblica. Y no en el sentido de un «texto de prueba», sino en un sentido profundo y teológico que solamente puede provenir de una seria reflexión y meditación sobre el texto bíblico.

Si te encuentras, como yo, en algún punto del camino para ser pastor, lee The Care of Souls [El cuidado de las almas] para que te orientes en tu viaje. Si estás en el seminario o tal vez estás empezando a aspirar al cargo, deja que la obra de Senkbeil moldee tu comprensión del pastorado. Aunque puede tomar años cultivar un corazón pastoral tal y como lo describe Senkbeil, se puede encontrar alegría en el camino y Dios estará ciertamente presente para bendecirte y sostenerte.

Para los que ya tienen años de experiencia pastoral, lean el libro para recordar su identidad principal, de modo que puedan volver a comprometerse con ella: a saber, actuar como siervo de Cristo y administrador de los misterios de Dios. Además, utiliza el libro de Senkbeil como herramienta de diagnóstico para tu ministerio. Pregúntate si el ajetreo del pastorado te ha alejado de esta tarea central de cuidar las almas de tu congregación.

Parece apropiado dejar que el autor tenga la última palabra: «El nuestro no es solo un trabajo; es una llamamiento sagrado. Jesús nos ha encargado personalmente apacentar sus ovejas y cuidar sus corderos. Compró esas ovejas con su sangre, y nos ha dado su rebaño para que lo cuidemos y alimentemos en su nombre y en su lugar. ¡Qué honor tan humilde y qué tarea tan noble es nuestro ministerio!» (142).

 

Traducido por Nazareth Bello