Reseñas
Reseña del libro: Mission Affirmed [La misión respaldada], de Elliot Clark
¿Cómo se pastorea a los miembros de la iglesia que suelen no congregarse durante años? No estoy hablando de los cristianos que solo asisten el domingo de Pascua. Me refiero a los misioneros. Ellos constituyen una parte crucial de nuestras iglesias, que extienden nuestro amor a un mundo más amplio y no alcanzado. Pero las iglesias a menudo tienen poca visión de quiénes son sus misioneros, qué implican sus ministerios o qué decisiones ministeriales cruciales están tomando.
Aunque las iglesias que envían a los misioneros deben actuar con cautela —especialmente cuando no comprenden los aspectos culturales prácticos y las presiones de la vida misionera—, su participación es crucial, y la simple abdicación es una negligencia del deber. En Hechos 15, Pablo y su grupo de misioneros se dirigieron a la iglesia en busca de orientación. Entonces, ¿cómo pueden las iglesias enviadoras asociarse fructíferamente con los misioneros?
No se me ocurre mejor recurso para empezar que Mission Affirmed [La misión respaldada]de Elliot Clark. Clark ha seguido a Evangelism as Exiles [La evangelización como exiliados] con otro auténtico tesoro espiritual. Es intensamente práctico, lleno de profundos conocimientos bíblicos, y escrito con su mezcla única de verdades convincentes y gracia.
LA MISIÓN RESPALDADA POR DIOS
Mission Affirmed [La misión respaldada]sigue el ministerio del apóstol Pablo en Corinto y comienza estableciendo el foco central de su trabajo misionero: recibir la gloria del respaldo de Dios.
No podemos permitirnos pasar por alto esto; muchos de nosotros no pensamos mucho en esforzarnos por conseguir la aprobación de Dios, ya que sabemos que ya nos ha aceptado en Cristo. Pero el Dios que inicialmente nos aprobó en nuestra unión con Cristo, nos otorga con amor una aprobación adicional por nuestro servicio a él. Pablo sabe que Cristo ha ganado su salvación, pero sigue «[procurando] serle agradable» (2 Co. 5:9).
¿Cómo podemos seguir complaciendo a Dios y ganar su aprobación? El capítulo 2 explora el papel necesario del sufrimiento en la tarea misionera. Solo «experimentamos la recompensa de la gloria en la medida en que compartimos la vergüenza de Cristo» (82). No hay un camino rápido o fácil para alcanzar el premio.
Tampoco, como muestra el capítulo 3, la recompensa se obtiene de forma aislada. Pablo establece relaciones estrechas con las iglesias que le rodean. Está dispuesto a defender sus cualificaciones ante las iglesias con las que se asocia para ganarse su confianza, porque quiere compartir con ellas el respaldo de Dios. Y aunque quiere expandir la iglesia aún más, está dispuesto a ir más despacio para nutrir las iglesias que ya ha establecido.
LENTOS, CONSTANTES Y ESPIRITUALMENTE MADUROS
En un giro crítico —y hoy muy controvertido—, el capítulo 4 alega en contra de los métodos misioneros más populares de la actualidad, que esperan que las iglesias entre los no alcanzados crezcan explosivamente con poca o ninguna enseñanza misionera, simplemente «teniendo el Espíritu Santo y la Biblia» (116). Estos métodos enseñan a los misioneros a «limitar el contenido de la instrucción doctrinal al núcleo irreductible…» (116). Clark no se cree esto: «Para los que tenían el Espíritu… [Pablo] suministraba una instrucción más abundante… El objetivo de Pablo no era la mera reproducción, sino la madurez espiritual y la fidelidad al evangelio» (117).
Clark no defiende las «tendencias colonialistas y paternalistas» que establecen a los misioneros eternamente en el centro de la vida de la iglesia. Más bien, quiere evitar la «falsa humildad y la vergüenza cultural» que llevan a los misioneros a abdicar de la enseñanza llena del Espíritu que capacitará a aquellos a los que sirven (119).
El énfasis de Clark en la enseñanza puede significar que las iglesias crezcan más lentamente. Así, en un recordatorio crucial para el mundo misionero actual, excesivamente centrado en la velocidad, Clark rechaza el mantra común de que «no se puede discutir con los resultados» (126). Los misioneros que buscan la gloria y el respaldo de Dios edifican la iglesia como él desea, incluso cuando eso significa resultados visibles más lentos. Después de todo, no todo el éxito visible será duradero, y esta era la preocupación de Pablo sobre los falsos apóstoles en Corinto: su ministerio tenía resultados externos llamativos, pero los corintios se comportaban de manera carnal, cuando Pablo anhelaba ver la fe forjada por el Espíritu.
El capítulo 5 muestra que la solución de Pablo a los falsos evangelios que se enseñaban en Corinto era hablar la verdad y al mismo tiempo vivir de manera que demostrara su integridad. La proclamación fiel no puede separarse de la presencia fiel. Aquí Clark advierte contra la fácil trampa misionera de obtener acceso a las zonas no alcanzadas de maneras que carecen de verdadera credibilidad. Y se adentra en una segunda área crítica y controvertida de las misiones, argumentando contra los enfoques excesivamente contextualizados que diluyen el mensaje de Cristo para hacerlo más aceptable para las personas en contextos no alcanzados. La motivación, una vez más, es clave: «En las misiones, cuando alcanzar a otros se convierte en tu fin principal, justificarás fácilmente cualquier medio» (150). Recordar, como hizo Pablo, que Dios recompensará algún día a los misioneros les motivará a seguir siendo fieles al evangelio.
Clark amplía este tema en el capítulo seis, describiendo la verdadera predicación cristiana como «exclusivista», con límites reales que separan nuestra fe de otros sistemas de creencias engañosos. Los pastores pueden sorprenderse de lo controvertido que es este énfasis en el mundo misionero actual, en el que los misioneros que están demasiado ansiosos por dejar que los nuevos creyentes conserven su identidad cultural fácilmente restan importancia a la necesidad de renunciar a las formas e identidades espirituales que son contrarias a las enseñanzas de Cristo. Después de todo, razonan, ¿no debería la gente poder conservar sus formas «culturales» como musulmanes o hindúes mientras siguen a Jesús?
Clark advierte que muchas iglesias «no son conscientes de lo que creen sus [misioneros] apoyados y enviados» (168). No saben que los misioneros están instruyendo a los nuevos creyentes para que sigan adorando en las mezquitas y se identifiquen como musulmanes seguidores de Jesús. Los pastores que estén leyendo esto, ¡presten atención! Las iglesias que envían misioneros son responsables de establecer que estos misioneros entiendan los matices del mensaje de Cristo.
En el capítulo 8, Clark nos recuerda que Pablo rechazó la cultura jactanciosa de Corinto. Sirvió con humildad, buscando ser aprobado únicamente por Dios como siervo, junto con los creyentes a los que amaba. ¿Hasta qué punto está extendida esta actitud en las misiones de hoy? Clark ruega a una iglesia que ha «perdido el contacto con [sus] primeros principios» (217).
«Como nos hemos centrado en la distribución rápida del evangelio a todos los pueblos —dice—, hemos fallado en asegurar su transmisión segura. Por ello, nuestro evangelio está en peligro, al igual que los que lo transmiten» (218).
UN DESAFÍO
¡Escuchen bien, pastores! Si los misioneros y el evangelio están en peligro, es posible que se necesite atención pastoral. Puede ser difícil ofrecer la tan necesaria crítica a los misioneros. A menudo, las congregaciones locales los idolatran demasiado y no llegarían al extranjero sin un empuje y un idealismo impresionantes.
Pero muchos misioneros —como yo— quieren su ayuda. Sabemos que el impulso y el idealismo no son cualidades espirituales. Pueden impulsarnos no solo a compartir el evangelio, sino también a juzgar a nuestras familias, por ejemplo. Anhelamos someter mejor nuestro impulso e idealismo a Cristo.
¿Cómo, entonces, puedes pastorear a tus misioneros? Habla con nosotros. Haznos preguntas (Clark tiene un excelente artículo que sugiere por dónde empezar). Lee este libro y empieza a conocer los entresijos teológicos del mundo misionero actual. Y junto con nosotros, asegúrate de que el enfoque central de nuestro ministerio —y el tuyo— sea un deseo amoroso por el respaldo de Dios.
Traducido por Nazareth Bello