Clases esenciales: Unidad y Diversidad en la iglesia local

Unidad y Diversidad en la iglesia local – Clase 7: Resolviendo la desunión

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
03.10.2019

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Clase esencial
Unidad y Diversidad en la iglesia local
Clase 7: Resolviendo la desunión


Introducción

¿Alguien conoce la basílica Santa Sofía? Cuando era estudiante, pasé un verano con un proyecto de ingeniería en Estambul, estudiando la iglesia Santa Sofía, subiendo hasta la cima de su cúpula. Durante mil años, fue la catedral más grande del mundo. Todavía tiene una de las cúpulas de mampostería más grandes del mundo. Algo así como una súper cúpula que data del año 532 d. C. Y eso es aún más sorprendente porque en Estambul, los terremotos son comunes. ¿Cómo ha permanecido durante tanto tiempo? Tiene un secreto oculto. El cemento que la mantiene unida es de una isla en el Mediterráneo, con propiedades muy especiales. Una de ellas es que incluso después de 1500 años, el cemento nunca se ha fraguado por completo. Eso significa que cuando un terremoto envía pequeñas grietas y fisuras a través de la basílica, se reparan tan pronto como llueve. Luego se filtra el agua, sellando herméticamente el antiguo mortero.

Esa es una buena ilustración de lo que quiero que hablemos esta mañana. En un sentido muy físico, la Santa Sofía es una iglesia autocurativa. Y en un sentido espiritual, también nosotros estamos llamados a ser eso. Cuando las grietas y las fisuras atraviesen nuestra congregación, la cultura de nuestra iglesia debe inclinarse tan fuertemente hacia la unidad que, por la gracia de Dios, sanen. Al igual que la Santa Sofía, deberíamos ser una iglesia autocurativa.

Pero, claro está, en una congregación que debería estar caracterizada por la diversidad, es mucho más fácil decirlo que hacerlo. En una iglesia llena de personas que son diferentes a mí, es muy fácil ser pasado por alto. Ser olvidado. Ser malentendido. Ser infravalorado. Ser ofendido. ¿Qué hacemos en esos momentos? ¿Sonreír y aguantar? ¿Soportar? ¿Algún equilibrio entre los dos? ¿Qué hacemos cuando la vida en una verdadera iglesia nos atropella?

El día de hoy quiero mirar más allá de la iglesia Santa Sofía, a la iglesia autocurativa original. No en Estambul, sino en Jerusalén. No en el año 532 d. C., sino aproximadamente en el año 33 d. C., en Hechos capítulo 6 donde en el espacio de unas pocas oraciones vemos un modelo notable de cómo resolver juntos la desunión como congregación. Escudriñaremos juntos la iglesia del Nuevo Testamento. Así que si tienes una Biblia, ve a Hechos 6. También encontrarás este pasaje en tu folleto. Observemos esta primera iglesia del Nuevo Testamento y veamos qué hacen.

«1 En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra. Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos. Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe».

Ahora bien, para entender lo que está pasando aquí, necesitamos un poco de contexto. Recordarás de todo el trabajo que hicimos en Efesios 3, las primeras semanas de este seminario, cuán importante es la unidad entre judíos y gentiles, para nosotros y para Dios. Bueno, eso no es exactamente lo que está pasando aquí. Las personas que nuestro pasaje llama «hebreos» y las personas que llama «helenistas» probablemente eran judíos. Los helenistas eran judíos de todo el Imperio romano que se habían reunido en Jerusalén para el día de Pentecostés; los hebreos eran judíos de Palestina. Los helenistas se habrían sentido más cómodos en la cultura griega, los hebreos en la cultura judía. Los helenistas se habrían sentido más cómodos hablando en griego, los hebreos hablando en arameo[1]. Los historiadores de esa época escribieron acerca de la animosidad entre ambos grupos[2]. Por lo que la unidad entre ellos habría sido notable. No había exactamente el mismo abismo que existía entre judíos y gentiles, pero de todos modos era un gran problema.

El evangelio afirma que la unidad en Cristo es más fuerte que las diferencias mundanas. Los apóstoles enfrentaron una falla natural que amenazaba esa unidad. Entonces, bajo su liderazgo, ¿qué hizo esta primera iglesia? El resto de la clase de hoy, veremos cinco observaciones acerca de cómo esta primera iglesia protegió su unidad.

 

  1. Presta atención a lo que amenaza a la unidad de la iglesia

Solo un montón de viudas quejándose de la comida, ¿verdad? No vale la pena prestarles mucha atención. Estoy seguro de que eso es lo que la mayoría de la gente en esa sociedad habría pensado. Pero no esta iglesia. Solo piensa en lo que está sucediendo en el versículo 2. Los doce convocan a todos los discípulos. ¡Eso bien pudo haber sido miles de personas! ¡Casi todos los cristianos en la tierra! Así de en serio consideraban a las viudas. Así de en serio consideraban la unidad. Los apóstoles saltaron a la acción porque esto era mucho más que un problema de distribución de alimentos. Lo que estaba siendo amenazado era la afirmación de que Cristo era más poderoso que lo que sea que quisiera separarlos. Este tema de la unidad era un tema del evangelio. Por eso tomaron medidas. Y esa es la razón por la que, sospecho, que Lucas presenta esta historia tan prominentemente en el libro de los Hechos. El evangelio solo sobreviviría mucho tiempo si se refleja en la comunidad que lo proclama.

La desunión no debería sorprendernos. Más adelante en el mismo libro, cuando Pablo se dirige a los ancianos de Éfeso, les advierte: «Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.  Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos» (Hechos 20:29-30). A veces las ovejas se muerden unas a otras. Se rascan y muerden. Y a veces resulta que no son ovejas en absoluto, sino lobos que quieren destrozar el rebaño. Las amenazas a la unidad merecen nuestra atención. Esa es nuestra primera observación. Segundo:

  1. Asume la responsabilidad de proteger la unidad de la iglesia

Encuentro fascinante lo que los apóstoles hacen a continuación. Este es un gran problema, ¿verdad? El evangelio está en juego aquí. Entonces, ellos abordan el problema, ¿cierto? Incorrecto. Reúnen a toda la iglesia, y luego básicamente les devuelven el problema: «No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra». No le dicen a la iglesia cómo resolver el problema. Simplemente le dicen que seleccionen a siete hombres para hacer eso. Y ni siquiera le dicen a la iglesia quiénes deberían ser los siete hombres. ¡Esta es una gestión seria de no intervención!

Eso se debe a que, por mucho que necesitemos un buen liderazgo, proteger la unidad es nuestro trabajo como congregación. Nosotros somos quienes debemos mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, Efesios 4:3.

Eso tiene algunas implicaciones bastante significativas. Por un lado, significa que cuando estamos frente a una falla en la unidad de la congregación, no tenemos la opción de retirarnos a algún agujero en el suelo y esperar hasta que las cosas pasen. Necesitamos apropiarnos de esta unidad como nuestra responsabilidad y nuestra mayordomía. Si has sido ofendido, ignorado, malentendido, olvidado o infravalorado en esta congregación, debes hacer algo al respecto. No luchar por tus derechos y respeto, sino luchar por la unidad. El llamado del cristiano no es: «Me respeto a mí mismo», sino: «respeto a Cristo, cuya imagen portamos juntos».

Y eso significa que, con frecuencia, de manera contraria a la intuición, hacer algo para proteger la unidad significa no hacer nada. Es decir, significa pasar por alto una ofensa. Proverbios 19:11 nos dice: «La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa».

Por supuesto, es difícil saber cuándo es mejor procurar la unidad al ignorar una ofensa,  y cuándo es mejor hacerlo abordándola. Claramente, en este caso los apóstoles deciden abordar el problema. Pero simplemente hacer de la unidad nuestro objetivo en lugar de servirnos a nosotros mismos es un gran paso adelante. Aquí tienes algunas pautas más a considerar para determinar cuándo abordar una ofensa:

  • Deberías escoger abordar una ofensa cuando el pecado de alguien es peligroso para ellos, ya sea porque es grave o porque es repetitivo.
  • Y cuando el pecado de alguien se convierte en un impedimento para tu relación, debes abordarlo. O, como dijo un viejo teólogo, cuando «disminuye tus afectos» por esa persona. Claro, puede ser algo humilde admitirlo, ya que si fueras una mejor persona, podrías pasarlo por alto. Pero ¿desde cuándo las relaciones no requieren humildad?

Y una tercera implicación: No debemos esperar que nuestros pastores resuelvan estos problemas. Al menos no por su cuenta. Alguien se acerca a un anciano y le dice: «¡Nuestra iglesia está luchando con X!». Implicación: «¡Arréglenlo!». Y luego la persona se sorprende cuando el anciano se acerca para ayudarle a determinar qué puede hacer ella en relación al problema. Los ancianos y otros líderes de la iglesia desempeñan un rol; llegaremos a eso en un momento. Pero debemos recordar que proteger la unidad es nuestra responsabilidad.

  1. Evita la parcialidad

Algo que resalta cuando miras este pasaje es lo cuidadosos que fueron los apóstoles al no ponerse del lado de los helenistas o de los hebreos en la discusión. Aquí no se menciona si los apóstoles hicieron algún esfuerzo para investigar si las viudas helenistas estaban siendo descuidadas. Al parecer, simplemente la percepción de favoritismo era un problema suficiente. No se divide a la congregación, los apóstoles no se reúnen primero con los helenistas y luego con los hebreos. En cambio, Lucas escribe que los apóstoles convocaron «a la multitud de los discípulos» de la iglesia. Luego, cuando hablan con la congregación, no se menciona ningún tipo de división entre facciones. «Hemos escuchado que algunos de ustedes están teniendo problemas para llevarse bien….». Lo único que hacen los apóstoles para resolver el problema (ordenar que se elijan siete hombres) parece diseñado para evitar que la congregación tenga la misma representación por ambos lados en el comité diaconal. Los apóstoles ciertamente no están ciegos ante la división que creó este conflicto. Pero de ninguna manera consagraron esa división en nada de lo que hicieron al respecto.

Creo que podemos aprender mucho de este pasaje. Muy a menudo, valoramos nuestras preferencias por encima de la unidad de la congregación, y una forma de hacerlo es reconociendo las facciones en la congregación. Hacemos eso en la forma en que hablamos: «nosotros, los pobres en esta iglesia, luchamos con…», o «esas personas populares…», como si pudiéramos hablar por todos los miembros de un grupo. También lo hacemos por la forma en que actuamos, cuando hablamos de un problema solo con aquellos que sabemos que se sentirán como nosotros. Incluso lo hacemos con la manera en que pensamos, cuando asumimos que un grupo particular de personas tendrá la misma actitud hacia un problema.

Pero tenemos que reconocer lo peligroso que es esto; este sería un ejemplo de abuso de nuestras similitudes como hablamos la semana pasada. En su extremo, Pablo enumera las disensiones y los pleitos junto con la hechicería, la idolatría y la inmoralidad sexual como obras de la carne en Gálatas 5:20. Y se burla de la iglesia en Corinto por pensar de esta manera: «Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados» (1 Co. 11:19). No queremos crear, perpetuar o alentar las disensiones en forma alguna.

Y debemos tener cuidado de no pedirle implícitamente a nuestros líderes que tomen partido cuando les planteamos problemas. Puedo pensar en una mujer que vino a mí recientemente pidiéndome que medie en un conflicto con sus compañeros de cuarto. Pero tuvo mucho cuidado en dejar en claro que no asumía que yo vería las cosas como ella. Si ella estaba equivocada, quería que le dejara eso en claro. ¡Qué actitud tan grande y humilde! Mucho mejor que tratar de presionar a un líder de la iglesia para que se ponga de tu lado en un conflicto. Por tanto, cuando necesites traer a líderes de la iglesia, ¡sé como esta hermana! Recuerda, los ancianos y los diáconos también luchan con complacer a las personas. Ayúdalos a resistir la tentación de simplemente querer hacerte feliz al dejarles en claro que no esperas que vean las cosas necesariamente a tu manera.

Una excelente forma de evitar ser parcial es pasar tiempo con personas del «otro lado». Es muy fácil encasillar a personas estereotipadas que no conoces bien. Entonces, si eres una viuda helenista que está siendo pasada por alto, pregúntale a un hombre hebreo cómo puedes orar por él y su familia. Sal de tu zona de confort para amar a quienes son diferentes a ti en la congregación, y probablemente encontrarás que «tomar partido» se convierte en mucho menos una tentación, porque los lados realmente no parecen existir.

  1. Busca y recomienda soluciones estructurales

Suena bastante teórico, ¿no? Pero creo que este es un punto realmente poderoso. Esto es lo que quiero decir, Dada toda la desconfianza y la tensión entre helenistas y hebreos que sabemos que existió en el primer siglo, parece improbable que esta fuera la primera vez que los dos grupos enfrentaran conflictos. Pero en lugar de simplemente responder a una sensación general de incomodidad o angustia existencial, los apóstoles tardaron en actuar hasta que vieron un problema estructural y tangible. Su trabajo no era hacer felices a todos todo el tiempo. Eso no es bíblico ni realista. Tampoco ignoraron el problema. Sin embargo, esperaron hasta que vieron algo muy específico que podían hacer antes de tomar medidas.

Permíteme compartir dos ejemplos de la vida de nuestra congregación para ilustrar cómo podría ser esto.

A principios de la década del 2000, toda nuestra guardería consistía en lo que ahora es el baño de hombres y mi oficina. Así de pocos niños teníamos. Pero a medida que esta iglesia crecía, el número de familias con niños pequeños crecía. Y las familias con niños pequeños sentían, a veces, que estaban siendo ignoradas y subvaloradas en la iglesia. De eso hablaron los ancianos y oraron. Pero no fue hasta que apareció algo muy tangible que decidieron hacer algún cambio. Un padre joven señaló que adelantar el servicio nocturno una hora facilitaría la participación de las familias jóvenes. Uno de los miembros de nuestro personal preguntó a los diferentes tipos de miembros (miembros suburbanos, miembros estudiantes, miembros retirados, miembros solteros, etc.) cómo les afectaría el cambio. Resulta que esto sería de gran ayuda para las familias jóvenes y no le costaría mucho al resto de la iglesia. Entonces hicimos el cambio. ¿Eso despejó toda la tensión? No. ¿Ayudó? Sí. Este es el punto: cuando una iglesia hace cambios estructurales en respuesta al descontento generalizado no específico, corre el riesgo de causar tantos problemas como los que está resolviendo. Por tanto, es mejor esperar problemas estructurales antes de responder con soluciones estructurales.

Otro ejemplo: Hace muchos años, recuerdo haber hablado con Mark Dever acerca de una deficiencia específica en la cultura de nuestra iglesia. Supuse que como no había hecho nada al respecto, no lo había notado. Oh, pero lo había notado. Me dijo que había estado orando por eso diariamente durante meses. No habían surgido oportunidades estructurales y tangibles para el cambio, pero él estaba haciendo algo. Trabajando en oración para que Dios cambiara los corazones y ajustara nuestra cultura.

Entonces, ¿qué implica todo esto para nosotros? Déjame darte algunas ideas:

  • Busca soluciones estructurales y tangibles cuando detectes problemas culturales. Y preséntalas a los líderes de la iglesia. Josiah Davis se sintió descuidado cuando se unió por primera vez a nuestra iglesia. Entonces vino y habló conmigo sobre eso. Pero en lugar de decirme simplemente que se sentía descuidado, sugirió un nuevo ministerio para ayudar a incorporar a nuevos miembros. Y se ofreció a coordinarlo. ¡Qué maravilloso servidor para nuestra iglesia!
  • Anteriormente, ofrecí algunas pautas de cuándo pasar por alto una ofensa y de cuándo abordarla. Bueno, este es probablemente otro consejo al tomar esa decisión. Cuando no ves algo específico que alguien pueda hacer para cambiar, eso te desviaría más hacia al lado de pasar por alto la ofensa en lugar de responder.
  • ¡Ora por nuestros diáconos! En muchos sentidos, todos ellos son soluciones estructurales y tangibles a los problemas de unidad que hemos enfrentado o que podríamos enfrentar como congregación. ¡Estoy muy agradecido por ellos y por todo su trabajo! Así que ora… y ayúdalos en su trabajo.
  • Ten cuidado de no quejarte. Esto es especialmente pertinente cuando estás hablando con alguien acerca de un problema de unidad en nuestra iglesia y no tienes un problema específico y tangible en mente. Es importante hablar honestamente de dónde estamos luchando como congregación. Pero en momentos como éste, podemos fácilmente convertirnos en personas quejosas. Me impresiona la importancia que Pablo le da a no quejarse en Filipenses 2:14. No te quejes, dice, y brillarás como estrella en este mundo oscuro mientras transmites la Palabra de vida. No quejarse es una señal de que confiamos en la buena providencia de nuestro sabio Señor y maestro. ¡Qué gran testimonio ante un mundo perdido sin esa misma comodidad y confianza!
  1. Da preferencia a los demás

Me intriga que, si bien los apóstoles claramente se preocupaban profundamente por la unidad de la iglesia, su preocupación inmediata era mucho más limitada. Todo lo que querían hacer, al parecer, era evitar que las viudas helenistas fueran descuidadas. Nada sobre vivir juntos en la unidad. Nada sobre que todos tengan mucho. Nada sobre la igualdad. Simplemente «evita que sucedan cosas malas». Pero por el poder del Espíritu de Dios, lo que sucede es mucho más grande que eso.

¿Por qué Lucas registra los nombres de los siete hombres que la congregación presentó como diáconos? Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, etc. Bueno, si puedo especular un poco, es porque todos son nombres griegos. Y eso es notable. Creemos que esta era una congregación en su mayoría hebrea. No era de extrañar que los hebreos tuvieran nombres griegos. Pero parece extremadamente probable que si no los siete, al menos la mayoría de estos hombres pertenecieran a la minoría helenista.

¡Eso me encanta! Esa es la frase clave oculta de toda esta historia. Un pequeño regalo de Lucas se cuela en los detalles. Los hebreos en esta congregación amaban tanto la unidad que se esforzaron por cuidar a sus hermanas helenistas, incluso hasta el punto de confiar sus propias viudas a estos hermanos de una cultura griega desconocida.

Romanos 12:10 lo expresa de esta manera: «Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros». «…prefiriéndoos los unos a los otros» es como una competencia para ver quién puede honrar más al otro. ¿Quién gana en esa competencia? ¡Jesús lo hace!

Nuestro trabajo no consiste simplemente en lograr justicia, equidad o cualquier otro estándar de seguridad judicial. Es preferirnos unos a otros al mostrar honra. Así como lo hizo esta iglesia de Hechos 6 en Jerusalén. Recuerda, lo que se siente generoso para la mayoría puede sentirse injusto para la minoría. Entonces, al igual que en el matrimonio, la palabra «justo» es absolutamente cáustica cuando se trata de nuestra vida como iglesia. Nuestra meta nunca debe ser solamente ser justos. Nuestra meta es el amor.

Cuando sientas que nuestra unidad se ve amenazada como iglesia, esto es en lo que debes pensar: «¿Cómo puedo preferir a esta persona mostrándole honra? Sientes que tus necesidades particulares están siendo ignoradas. Habla sobre eso, especialmente si tienes algún consejo constructivo. Pero, sobre todo, pregúntate: ¿cómo puedes preferir a la persona con la que estás hablando para mostrarle honra? Sientes que los comentarios de alguien son torpes y ofensivos porque ignorantemente asume que tu experiencia de vida es como la de él o ella. Pregúntate: ¿cómo puedes ayudarle a ver eso a medida que prefieres honrarle? Algo sucede en las noticias que te parece profundamente inquietante y algunos de tus hermanos y hermanas se rascan la cabeza, confundidos por lo que te tiene tan nervioso. Ayúdales a que te entiendan mejor, mientras tratas de preferirlos mostrándoles honra.

  1. Conclusión

«Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero», dice 1 Juan. ¡Eso es tan cierto! Ese es el poder detrás de nuestro amor como cristianos. Así es como podemos hacer todo lo que he estado hablando. Debido a que Jesús nos amó, su Espíritu vive en nuestros corazones, permitiéndonos hacer cosas que nunca podríamos hacer de otra manera. Porque Jesús nos ama, nos dio un ejemplo de cómo sufrir por su gloria, confiándonos a nuestro Padre celestial que es perfectamente bueno y tiene el control absoluto de todo. Porque Jesús nos amó, somos perdonados de todo lo que hemos hecho que ha estado mal, a costa de su propia vida, y ese perdón mejora nuestro amor. Porque Jesús nos ama, tenemos la esperanza de la eternidad con él en el cielo y esa recompensa celestial nos lleva a la fidelidad terrenal.

Porque él nos amó primero, luchamos por proteger nuestra unidad. ¿Recuerdas por qué las partes de la Santa Sofía se mantuvieron unidas? Es porque tenían una propiedad especial. Nuestra propiedad especial es el amor de Dios, demostrado a través de nosotros por el Espíritu de Dios. Así es como nos convertimos en una iglesia autocurativa. Y así, en Hechos 6:7: «Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe». Alabado sea Dios.

Que esa sea nuestra experiencia.

 

 

[1]I. Howard Marshall, The Acts of the Apostles (Hechos de los Apóstoles) (1980; repr., Leicester, England; Grand Rapids, Mich: Inter-Varsity Press; W.B. Eerdmans, 2000), 125-126.

[2]K.C. Hanson y Douglas E. Oakman, Palestine in the Time of Jesus: Social Structures and Social Conflicts (Palestina en los tiempos de Jesús: Estructuras y conflictos sociales) (Minneapolis: Augsburg Fortress Publishers, 1998), 149.

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