Consejería
Una perspectiva bíblica sobre la drogadicción
El Doctor Carl Hart, Profesor de Psicología de la Universidad de Columbia, Nueva York, ha desarrollado una serie de experimentos novedosos con drogadictos en un hospital de la ciudad de Miami. La mayoría de los pacientes son adictos a la cocaína, “Crack”, o la metanfetamina. Los experimentos consisten en ofrecer a los pacientes la opción de recibir una dosis de la droga de forma inmediata o alternativamente, a cambio, una pequeña suma de dinero, que reciben varios días más tarde cuando termina el programa de investigación. Los resultados de estos estudios han sido sorprendentes. Sin importar el grado de adicción, los pacientes demuestran la capacidad de tomar decisiones racionales al rechazar la droga a favor de la eventual ganancia económica.
El Dr. Hart reconoce que estos resultados contradicen sus presuposiciones originales. El investigador fue criado en un ambiente marginal donde vio que el poder de la adicción es capaz de destruir vidas, familias y comunidades enteras. Estaba convencido que estas adicciones eran prácticamente irresistibles. Por lo tanto, según el New York Times, el Dr. Hart, “Como otros científicos, aspiraba a encontrar alguna cura neurológica, un mecanismo capaz de bloquear la actividad de la dopamina en el cerebro con el fin de que las personas no cedieran ante las ansias irresistibles por la cocaína, heroína y otras drogas poderosamente adictivas”.[1]
La drogadicción es uno de los más grandes problemas de la sociedad contemporánea. No es nada nuevo. Vale recordar los estragos producidos por el opio en el Siglo XIX. Pero en la segunda mitad del Siglo XX, el problema de la adicción tomó dimensiones nunca antes vistas. Esto quizá se deba a múltiples factores: la creciente decadencia de la sociedad moderna, la producción industrial de las drogas ilegales y los asuntos geopolíticos de la globalización. El tema es que lo que antes era un problema de “otros”, se ha instalado en la vida cotidiana de la clase media de todos los países del Occidente.
Conceptos sobre la adicción
Junto a este incremento de la influencia de la drogadicción en nuestras vidas surgieron tres conceptos en cuanto a su naturaleza. El primero es el postulado de que la drogadicción es una enfermedad. Esto se ve reflejado en la descripción del trabajo del Dr. Hart en el New York Times que recién hemos citado. Tanto científicos y médicos, como el público en general, suponen que la raíz del problema de la adicción es biológica y, por lo tanto, se debe buscar la clave en nuestra genética o en la química cerebral.
El segundo, es que al ser un problema biológico, es prácticamente irresistible la atracción de la droga para el adicto. Esta conclusión es la que se ha puesto en duda por los experimentos del Dr. Hart.
El tercer concepto novedoso es la expansión del concepto de la adicción hasta el punto de cubrir toda clase de conductas que en el pasado se consideraban vicios o defectos morales, por ejemplo: la gula o la lujuria.
Cuerpo y alma
Es un detalle irónico encontrar que somos los cristianos reformados los que todavía defendemos el concepto del ser humano como agente moral responsable. El Dr. Hart, aunque pone en duda el modelo de la adicción como algo irresistible a nivel físico, como explicación apela a la idea de la influencia negativa de la sociedad. Lo que no postula es la posibilidad de que por más que haya factores biológicos y sociales, la raíz del problema sea espiritual.
Ante todo, debemos aclarar que no tenemos duda de que la drogadicción tiene repercusiones a nivel orgánico. De ninguna manera descartamos la utilidad de la medicina en estos casos. Lo que rechazamos es el determinismo que ve al ser humano como una maquina biológica. El ser humano consiste de cuerpo y alma, y el alma no es ajena al proceso de la adicción. Lo que es más, es el factor determinante.
Visto así, nos damos cuenta que la iglesia es la más capacitada para ayudar a las muchas víctimas de la drogadicción. La medicina provee importantes aportes, pero lo que el adicto necesita es una reorientación radical de su alma. O sea, debe experimentar la conversión. La solución al verdadero problema de fondo es el evangelio. Esto lo debemos decir sin tapujos. A veces como iglesias y pastores hemos permitido que la psicología nos acobarde. Hasta hemos permitido en nuestras iglesias ese deísmo blando que dice que Dios y su Palabra no tienen respuestas ante los verdaderos males de la sociedad del Siglo XXI.
Una esclavitud voluntaria
El Dr. Ed Welch es uno de los consejeros bíblicos que más ha aportado en los últimos años a entender los recursos que tiene el evangelio para los que padecen la adicción. Welch escribe:
En el caso de las adicciones, la enfermedad ha predominado como metáfora explicativa. Esta metáfora vigila celosamente su territorio. Ninguna otra perspectiva ha sido permisible si hemos querido ampliar nuestro entendimiento, mucho menos si buscamos un cambio radical en nuestra conceptualización del problema. Por supuesto, la metáfora de la enfermedad tiene cierta utilidad. Pone de relieve la forma que nos podemos sentir controlados por algo en contra de nuestra voluntad. Sin embargo, es deficiente como marco teórico porque no revela la realidad de que la esclavitud que experimentamos es voluntaria.[2]
El concepto de la esclavitud voluntaria puede sonar extraño a muchos, pero es una de las columnas de la doctrina bíblica del hombre. Es el concepto que Martín Lutero defendió en su obra De Arbitro Servo (La esclavitud de la voluntad). Y es la misma idea expresada por Jesús, “En verdad, en verdad os digo, que todo el que comete pecado, es esclavo del pecado” (Jn. 8:34).
La adicción es idolatría
Una de las funciones que tenemos como ministros de la Palabra es hacer que las verdades de las Escrituras se apliquen a la realidad que viven nuestros hermanos. La Biblia no sólo propone soluciones divinas, sino que nos facilita formas expresivas para entender y aplicarlas. El Dr. Welch afirma que, dada la forma en que la metáfora de la enfermedad se ha tomado como una realidad, y dadas las limitaciones de la metáfora, una de las tareas de la teología pastoral es aplicar otras metáforas bíblicas al comportamiento del adicto, por ejemplo: idolatría, adulterio y necedad.
Entender la adición como idolatría es una de las formas más efectivas de encarar el problema. La droga, como el ídolo, promete mucho pero sólo le quita vida a sus adeptos. El drogadicto empieza el proceso con la ilusión de que podrá controlar el uso de la sustancia pero el resultado es el inverso.
Welch asevera que, en el último de los análisis, la adicción es un trastorno de la adoración. Si esto es cierto, la ayuda que le podemos brindar al adicto es mostrarle la bondad y belleza de Dios, quien es digno de nuestra adoración. El camino hacia la libertad pasa por la conversión y el proceso de la santificación progresiva. El proceso puede ser largo. Quizá en ciertas situaciones sea conveniente el respaldo de un médico. La realidad de que esta estrategia esclavizadora de Satanás tiene profundos efectos fisiológicos complica el cuadro. Sin embargo, la solución al problema de fondo se encuentra en el evangelio aplicado al corazón por el poder del Espíritu Santo. No por nada dijo Jesús, “Si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres” (Jn. 8:36).
[1] http://www.nytimes.com/2013/09/17/science/the-rational-choices-of-crack-addicts.html
[2] https://www.ccef.org/wp/wp-content/uploads/archive/sites/default/files/pdf/welch-addictions.pdf