Evangelización
Una cultura de evangelismo
En una entrada anterior hablamos de que el mejor y mayor programa evangelístico que Dios le ha dejado a la iglesia es… la iglesia misma. Por tanto, el evangelismo es cosa del cuerpo de Cristo, no de unos pocos llaneros solitarios. Sin embargo, algunos podrían preguntarse, ¿cómo logro que mi iglesia evangelice más?
La respuesta a esto es, creando una cultura de evangelismo. Esta cultura de evangelismo no significa simplemente que las personas sean amigables o amables con los no creyentes, tampoco implica que simplemente inviten a no creyentes a la iglesia. Esta cultura implica algo más profundo.
Implica entender que todos estamos juntos en esto. Es entender que mientras más nos empapamos del evangelio, de la gloriosa verdad de la salvación por medio de Cristo, más mostraremos el amor de Cristo entre nosotros y, por tanto, cada vez más trabajaremos como cuerpo en evangelizar y predicar su Palabra. Esto significa que nuestros ministerios, nuestros grupos pequeños, nuestros cultos cada domingo, nuestras reuniones de oración, y aun hasta las bodas que celebramos, deben estar empapadas del evangelio.
Ahora, una advertencia. La cultura de evangelismo no depende únicamente de los pastores. Como Mack Stiles nos dice, “en una cultura de evangelismo, las personas entienden que la principal tarea de la iglesia es ser la iglesia… La iglesia debe fomentar una cultura de evangelio. Los miembros son enviados desde la iglesia para hacer evangelismo”.[1]
Esta cultura no puede ser forzada desde el liderazgo hacia la iglesia o por medio de un programa evangelístico. La única manera en la que la iglesia tendrá una cultura de evangelismo será cuando la iglesia, cada uno de sus miembros, se vuelva más evangelístico. Puede que los líderes modelen tal cultura, pero al final, los miembros deben abrazarla.
Por otro lado, podemos fomentar esta cultura celebrando las oportunidades que otros hermanos tienen al compartir el mensaje de Cristo con otras personas. A veces estamos en nuestros lugares de estudios, trabajos o andando por nuestros vecindarios y nos sentimos solos, incapaces de compartir el gran mensaje que creemos. Sin embargo, ¡qué bueno sería saber que contamos con hermanos que pueden darnos una mano para suplir nuestras faltas, ayudarnos en nuestros temores, enseñarnos a evangelizar y mostrarle al mundo el amor de Cristo!
¡Qué extraño es para el mundo ver a un joven servir a un anciano, sin nada en común, solo la sangre de Cristo! Hermanos que sufren alguna necesidad física y un montón de “desconocidos” les llevan comida o medicinas o se preocupan por cuidarles… sin ser familia, solo porque son familia en la sangre de Cristo. Hermanos que suplen las necesidades físicas y espirituales de los demás, mostrando así una unión más fuerte que cualquier otra unión terrenal (Hch. 2:44-47).
Por tanto mis hermanos, no solo busquemos oportunidades de compartir el evangelio, sino también busquemos darnos apoyo, aprender los unos de los otros y exhortarnos y alentarnos en esta tarea. Ama tu iglesia local, empápate del evangelio y la gloria de Dios, y ama a tu prójimo compartiendo con él el mensaje de salvación.
[1] Mack Stiles, Evangelism: How the Whole Church Speaks of Jesus (Illinois: Crossway, 2014), 65-66.Abraham Paniagua es originario de República Dominicana, tiene una licenciatura en teología y actualmente cursa una maestría en divinidad en el Southeastern Baptist Theological Seminary (SEBTS). Puedes seguir a Abraham en Twitter mediante @abepaniagua
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