Oración
Un ejemplo de la oración de confesión corporativa
Nota del autor: Recientemente dirigía a nuestra iglesia en esta oración de confesión. Antes de comenzar a orar, leímos Job 1-2 y vimos que nadie está totalmente exento del sufrimiento, incluso aquellos que temen al Señor. Entonces pregunté a nuestra iglesia: «¿De qué manera hemos desconfiando de la bondad y soberanía de Dios en nuestras vidas, incluso la semana pasada?».
* * * * *
Señor, acabamos de leer que Job sufrió mucho en su vida. Sufrió la pérdida de su propiedad. Su bienestar económico. Sus ingresos. También sufrió la pérdida de sus hijos, siete hijos y tres hijas. Señor, incluso la pérdida de un hijo sería suficiente para condenar a una persona a una vida de dolor, ¿pero diez? Sin embargo, leemos en Job 1:21, que la reacción inmediata de Job a su sufrimiento fue el dolor y la adoración.
Señor, confesamos que esta NO suele ser nuestra respuesta inmediata al sufrimiento y la pérdida en nuestras vidas. En lugar de adorar, nos preocupamos. En lugar de afligirnos con esperanza, nos quejamos con incredulidad. En lugar de reconocer que «quitas algo» de nuestras vidas y aceptarlo con fe como parte de tu perfecto plan, albergamos amargura hacia ti. Incluso comenzamos a desconfiar de ti. Comenzamos a decir cosas como: «Te he servido y me he sacrificado por ti, Señor, ¿y esto es lo que recibo a cambio?». Señor, ten misericordia de nuestros corazones farisaicos. Nos has tratado mejor de lo que nuestros pecados merecen. Cuán a menudo lo olvidamos.
Señor, reconocemos que podemos ser personas de «doble ánimo». Te bendecimos con nuestros labios, pero con la misma boca maldecimos a otros que han sido creados a tu imagen. Esto no debe ser así.
Señor, te pedimos sabiduría y, sin embargo, no buscamos tu dirección diaria en las Escrituras. Venimos a la iglesia, escuchamos el sermón, solo aceptamos aquello que nos agrada oír y nos vamos iguales. Le echamos la culpa a nuestra capacidad de concentración o a nuestras preferencias por los estilos de predicación, pero el problema es lo que ocurre en nuestros corazones.
No queremos enfrentarnos a lo que la Biblia dice realmente de nosotros. A menudo «toleramos» tu Palabra en nuestras vidas, pero rara vez la atesoramos. Eso es porque sabemos que habla de nuestro pecado. Habla de nuestra ira injusta. Habla de nuestra lujuria y orgullo. Habla de las puertas cerradas en la casa de nuestros corazones. Y en lugar de permitir que la luz de tu verdad penetre y exponga la oscuridad dentro de nosotros, cerramos la puerta de golpe. Tratamos de poner cerraduras adicionales en la puerta, pensando que podemos escondernos de ti y de los demás. En nuestros deseos naturales y carnales, odiamos la luz y queremos seguir escondiéndonos de ella. Perdona, Señor, nuestra insensatez.
Señor, nos dices en tu Palabra que debemos buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia. Y nos dices que no nos preocupemos por el mañana. Pero se nos ocurren diez razones por las que Jesús no entiende nuestro mañana. Justificamos en silencio en nuestros corazones: «Jesús realmente no sabía de lo que hablaba». Tenemos la osadía de decirte que nuestro mundo actual y todos sus problemas son más grandes que los que la gente enfrentaba en los «tiempos de la Biblia».
Y nos quejamos: «Señor, ¿no te das cuenta de que tenemos un país dividido por la política y la raza? Tenemos un país dividido por el virus COVID-19, por el uso de las mascarillas y por la manera en que debemos pensar sobre las vacunas. Señor, seguramente, nos darás un pase en todo el asunto de «confiar en ti». Seguramente, nos darás un pase en la preservación de la paz en la iglesia. Seguramente, pondrás un asterisco junto al 2020-2021 y nos dejarás «desahogarnos» como «queramos». Padre, ten misericordia de nosotros. Nuestras mentes necesitan ser renovadas para que podamos pensar tus pensamientos sobre nuestros sufrimientos, en lugar de nuestros propios pensamientos inútiles.
Señor, en lugar de estar dispuestos a escuchar, nos apresuramos para defendernos. En lugar de buscar amar a los demás, exigimos ser escuchados por los demás. Convéncenos de nuestro orgullo, Señor, y crea en cada uno de nosotros espíritus humildes y pacificadores.
Señor, muchos de nosotros tenemos más miedo a morir que a pecar contra ti. Leemos en Job 1:1 que Job era un hombre «perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal». Y aún así, incluso en medio de un inmenso sufrimiento, leemos que «no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno». Padre, enfermarnos puede ser algo aterrador. Afrontar la realidad de nuestra mortalidad es un pensamiento aleccionador. Pero recuérdanos esta mañana, Señor, que en Cristo, somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por todo lo que has hecho por nosotros mediante la muerte de Cristo por nuestros pecados y su resurrección, deberíamos temer más al pecado que a la muerte. Deberíamos preocuparnos más por ser fieles hasta la muerte, en lugar de estar temerosos y agobiados por las preocupaciones.
Señor, nos dices en tu Palabra que debemos «gozarnos con los que se gozan; llorar con los que lloran». ¿Pero cuántas veces hemos sido impacientes con los que lloran y hemos envidiado a los que se gozan? Decimos que nos merecemos algo mejor que la otra persona, pero olvidamos que todo lo que tenemos proviene de ti y de tu gracia. Cada bendición que recibimos viene de ti. Y cada bendición que no recibimos es dada de acuerdo a tu sabio plan para nuestras vidas. Perdónanos, Señor.
Y Padre, confesamos que podemos ser consoladores faltos de amor con los que sufren. Admitimos que preferiríamos ser los «mariscales de campo» de los sufrimientos de la gente. Criticando sus quejas. Criticando cómo no están manejando bien su sufrimiento como «nosotros». En lugar de simpatizar humildemente con el dolor de otras personas y mostrar atención y preocupación, ofrecemos consejos tontos o simplemente desestimamos su dolor como algo trivial.
Oh Señor, perdónanos, por favor. Perdónanos por no ser amables y compasivos. Límpianos de nuestro orgullo y terquedad. Perdónanos por acusarte del mal. Perdónanos por no adorarte, incluso cuando tú eres quien das y quien quita.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.
* * * * *
El sufrimiento en esta vida es doloroso e inquietante para todos nosotros. Pero el sufrimiento eterno es incluso peor. Entonces, ¿Quién es la persona más feliz, o más bienaventurada? Aquella cuyas transgresiones son perdonadas, cuyos pecados son cubiertos. Anímense con esta seguridad de perdón, amados:
Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad,
Y en cuyo espíritu no hay engaño.
Mientras callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.
Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor en sequedades de verano.
Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová;
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
—Salmo 32.
Traducido por Nazareth Bello