Oración

Treinta y dos principios para la oración pública

Por Ligon Duncan

Ligon Duncan es el canciller y director general del Seminario Teológico Reformado. Puede encontrarlo en Twitter en @LigonDuncan.
Artículo
15.03.2022

Los que regularmente tienen la responsabilidad solemne de dirigir a la congregación durante la oración pública se les anima aquí de nuevo a estudiar y reflexionar sobre este importante tema. El uso devocional constante de ayudas como Method for Prayer [El Método de la oración] de Matthew Henry debería ser una herramienta útil para prepararnos para tan increíble privilegio y deber. En la introducción ya se ha elogiado la obra Thoughts on Public Prayer [Pensamientos sobre la oración pública] de Samuel Miller, pero tal vez una enumeración de algunos de los principales principios y amonestaciones de Miller despierte el apetito por más y resulte beneficiosa para evaluar nuestros propios esfuerzos en la oración corporativa.

Miller detectó las siguientes fallas comunes en la oración pública de la iglesia de su época y que siguen siendo aplicables a la nuestra.

FALLAS FRECUENTES EN LA ORACIÓN PÚBLICA

1. El uso excesivo de ciertas palabras favoritas y formas de expresión. Esto puede volverse monótono si alguien lidera la oración pastoral semana tras semana. También debe evitarse con diligencia el uso repetitivo del nombre de Dios («Señor», «Padre», «Padre celestial», etc.). Esto suele ser simplemente cuestión de hábito y de falta de previsión.

2. Vacilación y vergüenza aparente. Las pausas largas e incómodas y la búsqueda de palabras restan fuerza a la oración pública.

3. Expresiones no gramaticales en la oración. Las reglas de la gramática y la sintaxis deben cumplirse cuidadosamente para que nuestra pobre forma de hablar no se convierta en una piedra de tropiezo para los asistentes al culto.

4. La falta de orden y de ciertos elementos importantes de la oración. El desorden es una distracción para las personas que intentan orar junto al que dirige la oración. Durante nuestro culto público, se debe utilizar todos los elementos bíblicos de la oración (como la adoración, la confesión, la acción de gracias, la petición y la intercesión). Si hay una sola oración global en el servicio, ésta debe exhibir cada parte de la oración. Si las diversas partes de la oración se dividen en múltiples oraciones entonces cada elemento debe tener la importancia debida dentro del servicio. La oración corporativa que ignora o descuida cualquiera de estos elementos es en esencia defectuosa.

5. Demasiado detalle en elementos particulares de la oración. Debemos buscar el equilibrio entre las diversas partes de la oración.

6. Orar demasiado tiempo. Se debe evitar la excesiva longitud en la oración pública. «Las oraciones largas son para el armario». En la época de Miller, cuando la capacidad de atención era mucho mayor que la nuestra, recomendaba 12-15 minutos como máximo. El lector puede juzgar lo que es apropiado para su propia situación.

7. El uso del estilo alegórico en la oración. Hay que desaconsejar el uso excesivo de un alto lenguaje figurativo y recomendar la sencillez de la forma.

8. La introducción de alusiones a partidos políticos y personalidades en la oración. Estas son faltas graves en la oración pública. Respecto a la oración y la política, el sabio y erudito Dr. Miller, hacia finales de su recorrido en la tierra, dijo: «Me propuse, hace más de treinta años, no permitirme nunca, ni en la oración pública ni en la predicación, pronunciar una sílaba, en períodos de gran excitación política y lucha partidista, que permitiera a cualquier ser humano siquiera conjeturar a qué lado del conflicto político me inclinaba». En cuanto a la alusión a personalidades especificas al orar, cabe señalar de paso que nunca es apropiado orar «a» alguien en el culto público.

9. El uso de un lenguaje inadecuadamente afectuoso o íntimo en la oración. Se debe evitar el uso inapropiado de un lenguaje amatorio (especialmente cuando se dirige a una de las personas de la Trinidad) en los cultos públicos. Este lenguaje, por muy bien intencionado que sea, suele parecer artificial o pintoresco.

10. La inyección de comedia en la oración. La práctica de entregarse al ingenio, el humor o el sarcasmo en la oración pública es absolutamente inexcusable y no debe tolerarse.

11. El uso de la oración para exponer un punto de la enseñanza. Miller dice que «la excelencia de una oración pública puede verse empañada si se introduce en ella una gran porción declaración didáctica». El propósito de la oración no es proporcionar un esquema del texto, sermón o algún tema de la doctrina cristiana, sino conducir a los pecadores al trono de la gracia.

12. Una exageración descuidada de doctrinas que son particularmente repugnantes para los incrédulos. Los que son propensos a disertar sobre la doctrina en sus oraciones pueden también tender a ser «estudiosos de introducir, con mucho punto, aquellas doctrinas que son más ofensivas para el corazón carnal y que rara vez dejan de ser repugnantes para nuestros oyentes impenitentes». Aunque ninguna doctrina bíblica debe considerarse inadecuada y excluida por completo de la oración pública (inclusive las enseñanzas difíciles y ofensivas: la expiación, el pecado original, la predestinación, etc.), no debemos ser desproporcionados en nuestro énfasis ni irreflexivos en nuestro lenguaje.

13. La informalidad o exceso de familiaridad al hablar con el Todopoderoso. A menudo nos dirigimos al Altísimo y Santísimo con demasiada familiaridad (y a veces casi con ligereza). Esto distrae y perturba a las personas devotas y debe evitarse con cuidado.

14. Una muestra inapropiada de «humildad» pastoral. Muchos ministros, antes de predicar, suelen confesar su indignidad para proclamar el evangelio y rebajarse ante Dios. Miller advierte: «Existe algo así como expresar intempestivamente y también llevar al extremo la profesión de humildad». La declaración pública de nuestra humildad ministerial (incluso en forma de oración) conlleva ciertos peligros espirituales de los que todos debemos estar prevenidos.

15. La adulación en la oración. Cualquier cosa que se acerque a la adulación en la oración pública es un asunto grave. Como dijo Miller: «La adulación en cualquier hombre y en cualquier ocasión es criminal». Sin embargo, especialmente cuando hay dignatarios visitantes presentes en la congregación o predicando en el púlpito, esta es una tentación a la que los ministros sucumben a menudo. Oramos a Dios, no a los hombres. El Señor Todopoderoso es nuestra audiencia. Busquemos Su aprobación.

16. La falta de sentido de la ocasión. Algunas oraciones ignoran de tal manera las circunstancias del servicio, que son prácticamente genéricas y serían tan adecuadas para una ocasión como para otra. La oración pública debe ajustarse y adecuarse a las circunstancias del servicio en el que se realiza.

17. La falta de reverencia al concluir la oración. A menudo las oraciones o palabras de una oración se pronuncian de tal manera que dan la impresión de que quien ora está más preocupado por lo que debe hacer después de la oración que por dirigirse reverentemente al Todopoderoso. Nuestras conclusiones al orar deben ser igual de venerables que nuestros comienzos.

18. El volumen excesivo y la rapidez en la oración. En ocasiones, como expresión de un sentimiento profundo y ardiente, una persona ora en voz muy alta y/o rápidamente. Esto no sólo distrae, sino que también dificulta el seguimiento de la congregación.

CARACTERÍSTICAS DE UNA BUENA ORACIÓN PÚBLICA

Después de su discusión sobre las debilidades comunes en la oración pública, Miller sugiere una serie de características de una oración pública adecuada. La siguiente sinopsis se ha extraído de esa discusión.

1. La oración pública debe abundar en el lenguaje de la Escritura. Esta es «una de las excelencias más esenciales en la oración pública», dijo Miller. El lenguaje de la Palabra de Dios es siempre correcto, seguro y edificante. Además, en la Palabra de Dios hay una sencillez y una ternura que son muy poderosas y especialmente adecuadas para cautivar el corazón. Por último, permite al oyente seguir la oración más fácilmente.

2. La oración pública debe estar bien ordenada. El orden regular es útil para la memoria de quien dirige la oración y ayuda a los fieles que se unen a ella. Además, ayuda a que la oración tenga una duración adecuada. Por supuesto, esto no significa que se deba usar el mismo orden todo el tiempo.

3. Debe ser general y amplia. Miller señala que «una oración adecuada en la asamblea pública es digna y general en su plan, y amplia en sus peticiones, sin caer en demasiados detalles». Esto adaptará mejor la oración a las peticiones generales que debe hacer la congregación en su conjunto.

4. No debe ser demasiada prolija ni extensa. Para ello habrá que tener cuidado de no intentar orar sobre demasiados temas, o con demasiado detalle.

5. Debe ser apropiada para la ocasión en que se ofrece. Este es un modelo bíblico, una ayuda para los fieles y una buena manera de evitar que las oraciones pastorales se vuelvan demasiado tediosas o largas.

6. Debe contener una buena dosis de verdades evangélicas. Sin convertirse en un sermón, Miller sugiere que «es una excelencia importante en una oración pública que incluya el reconocimiento de tanta verdad evangélica como para ser ricamente instructiva para todos los que se unen a ella, así como para los que la escuchan».

7. Debe ser variada. Hay tantas cosas que son adecuadas para ser incluidas en las peticiones de la oración corporativa en la iglesia del Señor, que solamente la pereza puede llevarnos a orar sobre el mismo contenido, con el mismo patrón, semana tras semana. Un grado deseable de variedad en la oración puede ser de gran ayuda para mantener la atención de aquellos adoradores que están intentando seriamente unirse para ofrecer la oración a Dios.

8. Si la oración se cierra habitualmente con una doxología de las Escrituras, ésta debe ser variada. Esta práctica era habitual en la época de Miller y es recomendable para el público cristiano en la nuestra.

9. Debe contener una petición por el avance del evangelio. Miller dice que «una buena oración pública debe incluir siempre una referencia fuertemente marcada a la propagación del evangelio, y peticiones sinceras por el éxito de los medios empleados por la Iglesia para ese propósito».

10. Los nombres del Señor deben emplearse adecuadamente en las distintas partes de la oración. En lugar de emplear simplemente un título de Dios a lo largo de una oración, es apropiado cambiar este título de un segmento de la oración a otro.

11. Debe estar marcada por el espíritu y el lenguaje de la esperanza y la confianza. «A nuestro Dios del pacto de la gracia le gusta que le tomen la palabra; que confíen en él firme y afectuosamente; que le supliquen importunamente sus grandísimas y preciosas promesas; y que se acerquen a él como un Padre dispuesto y tierno, no solo ‘poderoso para salvar’, sino listo y dispuesto a salvar; más dispuesto a conceder los dones de su gracia que los padres terrenales a dar cosas buenas a sus hijos», dijo Miller.

12. La oración después del sermón debe ser solemne e impresionante. Miller sugiere que «debe formarse sobre el plan de apoderarse de la conciencia y el corazón más profunda y eficazmente».

13. El uso frecuente del Padre Nuestro es adecuado, pero no obligatorio. No debemos sentirnos obligados a utilizar el Padre Nuestro todos los domingos.

14. La voz y el tono con que ofrecemos la oración deben ser adecuados a la actividad solemne. Miller dijo: «Es importante añadir que toda la manera de expresar una oración pública debe estar en consonancia con el espíritu humilde, filial, afectuoso y a la vez reverencial que debe caracterizar a la oración misma en todo momento». Que un pecador ofrezca una oración al Dios Todopoderoso de manera «pomposa y dictatorial» es incongruente con nuestra condición de hombres pecadores y con la propia actividad de la oración (que es un reconocimiento de nuestra dependencia como criaturas y un ejercicio de humilde confianza).

En conclusión, podemos observar la concisa descripción que hace Miller de una oración pública aceptable. Dijo: «Las palabras ‘pocas’, ‘bien consideradas’ y ‘bien ordenadasson las características inspiradas de una buena oración».

 

Traducido por Nazareth Bello