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Teología Sistemática – Clase 24: Doctrina de la iglesia – Parte 2

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
30.08.2018

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Clase esencial
Teología Sistemática
Clase 24: Doctrina de la iglesia – Parte 2


  1. Introducción

El día de hoy, retomaremos donde nos quedamos la semana pasada al estudiar las doctrinas de la iglesia. Para Si estuviste la semana pasada, recordarás que definimos a la iglesia como «la comunidad de todos los verdaderos creyentes en Jesucristo de todos los tiempos». La iglesia está compuesta por las personas que Cristo amó, por las que murió, y salvó y quienes deben mostrar su gloria a este mundo.

También examinamos la naturaleza y los atributos de la iglesia, y hoy veremos los aspectos prácticos de la iglesia visible. Queremos saber lo que dice la Palabra de Dios acerca de ordenar nuestras vidas en el contexto de una iglesia local.

El autor y teólogo David Wells informó en su libro de 1994 God in the Wasteland: «Los estudiantes de [Seminario] no están satisfechos con el estado actual de la iglesia. Creen que ha perdido su visión, y quieren más de lo que les está dando». Pero la insatisfacción no es suficiente, como el propio Wells afirma. Necesitamos algo más. Necesitamos positivamente recuperar lo que la iglesia debe ser. ¿Qué es la iglesia en su naturaleza y esencia? ¿Qué es distinguir y caracterizar a la iglesia? Si miras tu folleto, verás que lo primero que estudiaremos son las marcas de la iglesia.

  1. Las marcas de la iglesia

Si bien la Biblia habla de la definición de iglesia en general, también habla mucho acerca de las marcas de una iglesia. Estas marcas nos ayudan a «ser mejores como iglesia», y nos ayudan a diferenciar entre una verdadera iglesia y una falsa iglesia. [NOTA: no 9 Marcas].

Pablo enseñó que los templos paganos en Corinto hacían sus sacrificios a demonios y no a Dios (1 Corintios 10:20). Además, las Escrituras hablan en Apocalipsis de las asambleas religiosas judías que eran realmente «sinagogas de Satanás» (Apocalipsis 2:9).

En otras palabras, hay evidencia bíblica de iglesias falsas o grupos que profesan el nombre de Dios o el título de iglesia, pero no están llenos de creyentes y no predican la verdad ni glorifican a Dios. Estas falsas iglesias serán juzgadas en lugar de ser glorificadas en el último día.

Debemos saber, que cada grupo que dice ser una verdadera iglesia no necesariamente cumple ese estándar. Los testigos de Jehová, los mormones y algunos dirían que la Iglesia católica romana no son verdaderas iglesias en sentido bíblico. Además, muchos dirían que las iglesias protestantes muy liberales que continúan existiendo, pero que no predican el evangelio no son verdaderas iglesias. Pero, ¿en qué se basan tales afirmaciones? ¿Cómo describe la Biblia las iglesias verdaderas y las iglesias falsas?

Desde la Reforma, los teólogos cristianos se han basado principalmente en dos marcas distintivas de una iglesia cristiana. Esas marcas son [1] la correcta predicación de la Palabra y [2] la correcta administración de los sacramentos (los sacramentos incluyen el bautismo, la Cena del Señor e, indirectamente, la disciplina eclesiástica). Una vez más, las dos marcas de una iglesia bíblica son la correcta predicación de la Palabra de Dios y la correcta administración de los sacramentos[1].

  1. La correcta predicación de la Palabra de Dios

La predicación de la Palabra es central para la vida de la iglesia porque es el medio principal por el cual Dios crea e imparte vida espiritual a su pueblo.

En el Antiguo Testamento, Dios creó el universo material por su palabra. Dio su ley a su pueblo escogido, Israel. Moisés le dijo a Israel que estas no eran solo palabras vanas, es su vida, y por ellas vivirán mucho tiempo en la tierra prometida (Deuteronomio 32:47). Él pronunció sus palabras a través de los profetas que guían y corrigen a su pueblo.

No nos sorprende que la Palabra de Dios siga siendo central para la iglesia en el Nuevo Testamento también. 1 Corintios 1:21 dice: «Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación».

En Romanos 10, Pablo dice: «Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo». Pero inmediatamente prosigue con algunas preguntas importantes: «¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique. Y luego, Pablo lo resume todo: Romanos 10:17 dice: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios».

Para Pablo, la correcta predicación de la Palabra es de suma importancia. Ésta sin duda es la fuerza impulsora de su encargo a Timoteo en 2 Timoteo 3-4:

«Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús… Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo… que prediques la palabra».

Todo esto es un largo camino para decir que la marca central y más importante de una iglesia piadosa, pura y sana es la correcta predicación y prioridad de la Palabra de Dios. La predicación y prioridad de la Palabra de Dios.

Dios claramente nos dice una y otra vez en la Biblia que debemos depender de su Palabra, tanto individualmente y como iglesia. En muchos sentidos, un correcto uso de las Escrituras en los ministerios de enseñanza y predicación de una iglesia local es un requisito previo para cualquier otra marca de salud y pureza en la iglesia. Solo poniendo primacía en la enseñanza y el oír de la Palabra de Dios, podremos, como iglesia, tomar decisiones bíblicas acerca de cómo mantener el culto, las disciplinas y las ordenanzas de una iglesia que glorifica a Dios.

Entonces, brevemente, ¿cómo es la «correcta» predicación de la Palabra?

La correcta predicación de la Palabra siempre recomendará a Jesucristo y el evangelio. Esto está en el corazón del mensaje de la Escritura, que Dios envió a su Hijo Jesús a sufrir la ira de Dios por el pecado del hombre para que podamos tener vida eterna. Si nos perdemos esto, perderemos el punto fundamental de la Palabra de Dios. La correcta predicación de la Palabra de Dios exalta a Dios.

La correcta predicación de la Palabra también se esfuerza por predicar toda la Palabra de Dios, todo el consejo de Dios (2 Timoteo 3:16). A través de este pueblo de Dios crecerá por su Espíritu y se conformará más a Cristo. Aprendemos más acerca de quién es Dios y acerca de nuestro estado y condición caídos bajo el justo juicio de Dios. Aprendemos a seguir a Dios en obediencia para no pecar contra él (Salmo 119:11).

En general, las iglesias deben dedicarse a la lectura pública de las Escrituras, a la predicación y la enseñanza si queremos ser fieles al llamado de Dios (1 Timoteo 4:13).

Pasemos ahora a las dos ceremonias que Cristo ordenó a sus seguidores, ceremonias que él ordenó a su iglesia: el bautismo y la Cena del Señor.

  1. El bautismo

El bautismo es un acto de obediencia en el que un creyente en Cristo confiesa públicamente su fe. La Escritura ordena el bautismo, pero a menudo ha habido confusión en cuanto a su significado, y esa confusión sobre el significado del bautismo ha llevado a una enseñanza no bíblica sobre quién debe ser bautizado y cómo.

Tres declaraciones bíblicas acerca del bautismo 

A. Solo los creyentes deberían ser bautizados.

Es importante entender que las Escrituras indican muy claramente que una profesión consciente de fe en Cristo siempre precede al bautismo. El bautismo debe ser una señal externa de que una persona comienza la vida cristiana en obediencia a Cristo.

Considera solo algunos ejemplos: 

Hechos 2:41: «Los que recibieron [la] palabra fueron bautizados».

Hechos 8:12: «Cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio… se bautizaban».

Y observa que es después de que Felipe comunicó al eunuco etíope el mensaje de las Escrituras, específicamente las buenas nuevas acerca de Jesús, que el etíope solicita el bautismo, diciendo en Hechos 8:36: «Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?».

En estos pasajes y en todos los demás, los que son bautizados dan una indicación externa de fe en Cristo antes del bautismo. En el Nuevo Testamento, solo aquellos que personalmente profesan fe en Cristo son bautizados. Esta verdad en sí misma impide que los bebés sean bautizados, ya que los bebés no pueden hacer una profesión pública de fe en Cristo.

La controversia sobre quién debe ser bautizado implica una mayor diferencia acerca del significado del bautismo y la naturaleza de la iglesia. En otras palabras, ¿cómo se convierte uno en parte de la iglesia?

Los católicos romanos argumentarían que el bautismo realmente regenera y hace a alguien un verdadero cristiano así como un miembro de la iglesia universal. Ellos enseñan que funciona ex opere operato. Esto significa que el acto físico de bautizarse es lo que transmite la gracia al bautizado, independientemente de la intención o las creencias de la persona que se bautiza. Evidentemente, este es un argumento contrario a las enseñanzas de la Escritura de que es por gracia a través de la fe en Cristo que los hombres son salvos, y no por obras.

Los paidobautistas, aquellos protestantes como los metodistas, presbiterianos y episcopales que practican el bautismo infantil, argumentan que el bautismo de un niño nacido en una familia creyente lo convierte en miembro de la comunidad del pacto, y que este bautismo simboliza una posible regeneración futura, pero no le confiere la salvación como creen los católicos romanos.

Los paidobautistas basarán los argumentos para el bautismo de niños al hablar de cosas como «bautismos domésticos». Dicen que el bautismo en los hogares que se mencionan en el Nuevo Testamento necesariamente implica que niños fueron bautizados. Pero si exploramos los pasajes y argumentos relevantes, encontramos que no hay un apoyo concluyente en las Escrituras para los no creyentes (bebés o no) de ser bautizados.

La ausencia de precedentes en el Nuevo Testamento para el bautismo de niños es un hecho concedido por los teólogos paidobautistas. El gran teólogo presbiteriano B.B. Warfield, por ejemplo, dijo: «Es cierto que no hay un mandato expreso para bautizar niños en el Nuevo Testamento, ningún registro expreso del bautismo de niños, y ningún pasaje que lo insinúe tan estrictamente que debemos inferir de ellos que los niños fueron bautizados».

El argumento que los paidobautistas como Warfield plantearon para defender su práctica es que el bautismo infantil es una «buena y necesaria inferencia» del silencio de las Escrituras sobre el asunto.

Otro argumento presentado por los paidobautistas es que el bautismo en el Nuevo Testamento es paralelo a la circuncisión física en el Antiguo Testamento. Ellos razonan que debido a que los niños fueron circuncidados en el Antiguo Testamento como una señal externa de entrada a la comunidad del pacto, esto significa que los bebés de los creyentes deben ser bautizados correctamente como una señal externa de entrada a la comunidad del nuevo pacto. Por tanto, el paidobautista afirma que los hijos incrédulos de un creyente están «dentro» del nuevo pacto.

Mucho podría decirse en oposición a esta posición, así que ten en cuenta que los siguientes comentarios al respecto no son exhaustivos.

  • La circuncisión en el Antiguo Testamento fue dada a todos los que vivían entre el pueblo de Israel, incluidos los siervos (Génesis 17:10-13) y no se limitó a aquellos que tenían verdadera vida espiritual interna, como lo es el bautismo. En este sentido, la circuncisión física y el bautismo no son paralelos. La contrapartida del Nuevo Testamento de la circuncisión física del Antiguo Testamento es una circuncisión espiritual, es decir, una circuncisión del corazón (Col 2:11-12). Pablo nos dice en Romanos 2:29 que la verdadera circuncisión es la circuncisión del corazón, espiritual en lugar de física. La fe no era un requisito para entrar en el antiguo pacto, pero ciertamente es un requisito para entrar en el nuevo pacto.

Vemos muchos ejemplos en las Escrituras donde lo físico en el antiguo pacto representa lo espiritual en lo nuevo. «Por ejemplo, mientras que en el Antiguo Testamento la tierra prometida era un tipo físico y terrenal del descanso final de los santos en el cielo, ahora todo lo que queda es la realidad espiritual del cielo mismo. Los sacrificios del templo también fueron un tipo de la realidad de la muerte de Cristo. Después de Cristo, ya no realizamos sacrificios porque el tipo terrenal ya no es necesario; ahora vemos la realidad espiritual del sacrificio de Cristo por nosotros. Estoy seguro de que puedes pensar en otros ejemplos de esto».[2]

  • La única «comunidad del pacto» discutida en el Nuevo Testamento es la iglesia. Mientras que la entrada a la comunidad del antiguo pacto era mediante el nacimiento físico, encontramos la entrada a la comunidad del nuevo pacto a través del nacimiento espiritual. El medio de ingreso a la nueva iglesia del pacto es voluntario, espiritual e interno. Jeremías 31 nos dice que la comunidad del nuevo pacto serán aquellos que tengan la ley de Dios escrita en sus corazones. Una persona se convierte en miembro del cuerpo de creyentes del nuevo pacto al nacer de nuevo y al tener fe salvadora, no por nacimiento físico. Las familias pueden pasar por la puerta angosta, pero deben hacerlo individualmente»[3].

Un escritor señala astutamente que decir que todos los infantes físicos de los creyentes están «dentro» el nuevo pacto, porque los infantes de Abraham estaban «dentro» de los convenios del Antiguo Testamento, viola la doctrina de la redención particular. Si el sacrificio de Cristo se ofrece solo para su pueblo escogido como lo que nuestro Señor llamó el «nuevo pacto de mi sangre», ¿cómo se puede decir que los hijos no regenerados de los creyentes están «dentro» del nuevo pacto?

En la iglesia del Nuevo Testamento, la única pregunta que importa es si tienes fe salvadora y has sido incorporado espiritualmente en el cuerpo de Cristo, la verdadera iglesia. Por tanto, entendemos que la Biblia enseña que el bautismo se administra de manera apropiada solo a aquellos que hacen una profesión de fe creíble en Jesucristo.

B. Los creyentes deberían ser bautizados por inmersión.

En cada claro ejemplo de bautismo que la Biblia nos da, el método, o «modo», de bautizar es el mismo. Los creyentes son bautizados por inmersión. La palabra griega baptizo (empleada en los pasajes más relevantes) generalmente significa «zambullir, empapar o sumergir algo bajo el agua».

Entonces, por ejemplo, Marcos 1:5 dice: «Y salían a él [Juan] toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán». El evangelio de Juan también nos dice que Juan el Bautista bautizaba a las personas en Enón, ¿por qué? Porque «había allí muchas aguas». La necesidad de «muchas aguas» no sería un problema si solo se rociara a estas personas. (Juan 3:23)

Marcos 1 también indica que después de que Jesús fue bautizado, «salió del agua». O considera nuevamente la historia del eunuco etíope en Hechos 8.

«Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe». 

Dos observaciones aquí: 1) Nos dicen que el etíope iba de camino a casa desde Jerusalén. Ahora bien, si viajaba de Judea a África, habría tenido agua con él en su carro. Ciertamente, la suficiente cantidad de agua para bautizar por aspersión. 2) No habría habido necesidad de que salieran del carro y «descendieron al agua» si todo lo que Felipe tenía que hacer era tomar un puñado de agua y colocarlo en su cabeza. 

Más allá de tales indicaciones contextuales, el simbolismo de la unión con Cristo en su muerte, sepultura y resurrección parece requerir el bautismo por inmersión. Considera las palabras de Pablo en Romanos 6:

«¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva» (Ro. 6:3-4). Observa que el bautismo por aspersión no provee la imagen de la resurrección que el apóstol espera del bautismo. El bautismo por inmersión nos da un simbolismo más rico que simplemente lavar los pecados. Describe entrar en las aguas del juicio por nuestro pecado y ser salvos por la muerte y resurrección de Cristo (1 Pedro 3:21).

Por tanto, tanto las pistas contextuales como las declaraciones apostólicas acerca del simbolismo del bautismo nos llevan a concluir que el bautismo por inmersión es la forma que más conserva y completa el significado del bautismo.

C. El bautismo no es necesario para la salvación, pero es un acto simbólico de obediencia que expresa fe y sumisión a Cristo.

El bautismo no es necesario para la salvación, pero es una parte esencial de la obediencia a Cristo, ya que él ordenó a todos los que creen que se bauticen[4].

Si piensas en nuestra discusión sobre las doctrinas de la salvación, recordarás que la regeneración precede a la fe. El bautismo se ordena a aquellos que han llegado a la fe. Cuando soy regenerado y convertido, inmediatamente me justifico ante Dios. La justificación es un acontecimiento permanente. Como el bautismo sigue este proceso instantáneo y permanente de pecados perdonados y viene a una nueva vida espiritual por medio de la fe en Cristo, no podemos decir lógicamente que se requiere el bautismo para la salvación.

Dicho esto, también queda claro en las Escrituras que el bautismo es necesario para la obediencia a Cristo. Sigue una profesión de fe a través de Hechos, y tanto Pedro como Pablo (1 Pedro 3 y Romanos 6) asumen que, siempre que sea posible, todos los cristianos en las diversas iglesias deberán ser bautizados.

Así que el bautismo es simplemente un testimonio público de la obra de Dios en nosotros por el Espíritu Santo y un acto de obediencia a Cristo. Es una manera visible de identificarnos como seguidores de Cristo, dejando en claro nuestra lealtad a Jesús y a sus mandamientos. Puesto que el bautismo es una señal clara y externa de obediencia, el rechazo del bautismo es desobediencia clara y manifiesta, el bautismo es un requisito previo para ser miembro de una iglesia bíblicamente sana.

  1. La Cena del Señor (Comunión)

Mientras que el bautismo es una ordenanza que debe observarse una vez como la expresión pública de fe cristiana en Cristo al comienzo de la vida cristiana, los cristianos deben observar la comunión regularmente, en una continua comunión con Cristo.

Jesús instituyó la Cena del Señor la noche antes de ir a la cruz. Mateo 26:26-29 dice:

«Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;  porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre».

Además, Jesús llama a sus seguidores a hacer esto en memoria de él, demostrando que la Cena del Señor estaba destinada a ser practicada después de la muerte y resurrección de Jesús, y vemos a cristianos, como la iglesia en Corinto, haciendo esto mismo (1 Co. 11).

¿Cuál es el significado de la Cena del Señor?

Entonces, ¿qué debemos pensar de la Cena del Señor? ¿Qué significa la comunión? Bueno, hay varias cosas simbolizadas en la Cena del Señor:

A. La muerte de Cristo: Cuando participamos en la comunión simbolizamos la muerte de Cristo porque nuestras acciones dan una imagen de su muerte por nosotros. El pan partido simboliza el cuerpo quebrantado de Cristo, y la copa simboliza el derramamiento de la sangre de Cristo. (1 Corintios 11:26).

B. La participación de los creyentes en el Cristo crucificado: Jesús ordenó a todos sus discípulos que «tomaran [y] comieran». Cuando nos acercamos individualmente y tomamos el pan o la copa, es un símbolo de que participamos y compartimos en los beneficios encontrados en la redención de Cristo.

C. Alimentación espiritual: Así como la comida ordinaria nutre nuestros cuerpos físicos, los elementos de la comunión simbolizan la nutrición y el refrigerio que Cristo da a nuestras almas. (Juan 6:53-57).

D. La unidad de los creyentes: Cuando los cristianos participan juntos en la Cena del Señor, dan una clara señal de su unidad entre ellos.

¿Cómo está Cristo presente en la Cena del Señor? 

Al hablar de la Cena del Señor, ha habido diferentes puntos de vista acerca de la relación de Cristo con su cena. Las palabras «Este es mi cuerpo» son quizá las cuatro palabras más disputadas en la Biblia. Todo depende de cuál es el significado de la palabra «es». «Es» puede indicar identidad, atributo, causa, semejanza o cumplimiento[5].

Con respecto a la presencia de Cristo en la Cena del Señor, el debate es entre quienes argumentan que «es» significa identidad y aquellos que afirman que «es» significa semejanza. Antes de considerar los tres principales puntos de vista, permíteme dar un rápido contraste acerca de cómo se usa la palabra «es» en identidad y semejanza simbólica:

Identidad: Esta «es» mi mano.

Semejanza simbólica: Santiago 3:6, «La lengua ‘es’ un fuego».

Ahora que estamos completamente preparados a partir de esa corta lección, consideremos los diferentes puntos de vista presentados para los elementos en la Cena del Señor:

  • La transubstanciación: Los católicos romanos enseñan este punto de vista, que afirma que el pan y el vino en realidad se convierten en esencia en el cuerpo y la sangre de Cristo. En el momento de la misa, cuando el sacerdote dice: «Este es mi cuerpo», el pan se convierte en el cuerpo físico y literal de Cristo. Para ellos, «es» connota identidad, por lo que entienden que la Cena del Señor es una representación física del sacrificio de Cristo (Hebreos 6:6).
  • La consubstanciación: Lutero presentó esta opinión y muchos luteranos todavía se adhieren a ella. Ellos enseñan que aunque el pan y el vino en realidad no se convierten literalmente en el cuerpo y la sangre, el cuerpo físico de Cristo está literalmente presente «en, con y debajo» del pan físico y el vino. La analogía aquí es algo así como agua en una esponja, la idea es que el cuerpo de Cristo de alguna manera está «contenido» en los elementos. Este punto de vista surgió de la percepción de Lutero de un requisito para tomar la declaración de «este es mi cuerpo», en cierto sentido, literalmente.
  • La presencia espiritual, simbolismo: Estas son las opiniones que tienen el resto de las iglesias protestantes, así como también esta iglesia local. El pan y el vino simbolizan el cuerpo y la sangre de Cristo. Dan una señal visible del hecho de su presencia verdadera, aunque espiritual. Es un sermón visible donde aquellos que son creyentes se alimentan de Cristo por fe. Juan Calvino dice:

«… A menos que un hombre intente llamar a Dios mentiroso, nunca se atrevería a afirmar que un símbolo vacío es establecido por él… Y el piadoso debe por todos los medios guardar esta regla: cada vez que ve símbolos designados por el Señor, pensar y estar persuadido de que la verdad de la cosa significada seguramente está presente allí. ¿Por qué el Señor puso en tu mano el símbolo de su cuerpo, sino para asegurarte una verdadera participación en él? Pero debemos establecer tal presencia de Cristo en la Cena como para no sujetarlo al elemento del pan, ni encerrarlo en el pan, ni [limitarlo] de ninguna manera (todas las cosas, es claro, restan valor a su gloria celestial)». 

¿Quién debería participar en la Cena del Señor? 

Hay tres requisitos para recibir la Cena del Señor de manera apropiada:

A. Se debe ser creyente en Cristo (1 Corintios 11:29-30). Estamos en participación con nuestro Salvador.

B. Se debe haber sido bautizado (el bautismo es claramente un símbolo del comienzo de la vida cristiana y la entrada a la iglesia, mientras que la Cena del Señor es claramente un símbolo de continuar la vida cristiana en el contexto de la iglesia).

C. Se debe venir en un espíritu de autoexamen, y se debe estar en comunión con los hermanos del cuerpo de una manera que refleje el carácter de Cristo. No debemos comer y beber indignamene, descuidando nuestro pecado (1 Corintios 11:27-29).

  1. La disciplina eclesiástica

A menudo se ha supuesto que la Cena del Señor implica necesariamente disciplina eclesiástica, que es nuestra cuarto requisito de una iglesia más pura. Juan 3:16 solía ser el versículo de la Biblia que la mayoría de la gente conocía, incluso si no eran cercanos a la iglesia. Hoy, Mateo 7:1: «No juzguéis, para que no seáis juzgados» parece mantener esa posición. Pero por muy impopular que sea la idea de la disciplina eclesiástica, los cristianos están llamados a discernir y proteger a la iglesia de aquellos que permanecerían bajo su bandera y, sin embargo,  llevarían vidas perversas.

El pueblo de Dios siempre ha sido llamado a ser santo porque Dios es santo (Levítico 19:1-2). No obstante, tenemos muchos ejemplos del pueblo de Dios, particularmente en el Antiguo Testamento, rebelándose en idolatría e injusticia profanando el nombre de Yahveh. Lo limpio y lo sucio nunca se mezclarán. Desde el primer pecado, Adán y Eva fueron desterrados de Edén y su comunión sin obstáculos con Dios se perdió. A través de Moisés, Dios le dio su ley a Israel enseñándoles este mismo principio a través de la disciplina. La membresía en la familia de Dios tiene muchos privilegios, pero también tiene la obligación de resistir al pecado.

Por tanto, no nos sorprende ver que se ordena la disciplina en las iglesias del Nuevo Testamento. Al castigar a la iglesia en Corinto por no ejercer la disciplina de la iglesia, Pablo en 1 Co. 5 escribe:

«Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros». 

Si bien la enseñanza formativa se considera una disciplina de la iglesia y parte necesaria de una iglesia, hablaremos específicamente acerca de la enseñanza correctiva.

Propósitos de la disciplina eclesiástica 

Entonces, ¿por qué debemos practicar la disciplina eclesiástica? En nuestros días, ¿no resta valor al amor de Dios en lugar de elevarlo? ¿No deberíamos enfocarnos en la misericordia y no en el juicio? Bueno, aquí hay algunas razones por las que nosotros, como iglesia, debemos seguir la Palabra de Dios al practicar la disciplina eclesiástica:

A. Para la restauración y la reconciliación del creyente que se extravía: El pecado obstaculiza la comunión con Dios entre los creyentes, así como entre los creyentes individuales. En el caso de un cristiano profesado que no se arrepiente de su pecado, se le ordena a la iglesia que lo amoneste con la esperanza de lograr el arrepentimiento y la restauración de la comunión (2 Corintios 2:6). Si el arrepentimiento no ocurre, entonces el amor y la responsabilidad exigen que los miembros de la confraternidad de esa persona no «ignoren» el pecado grave en la vida de esta persona, sino que lo excluyan de su confraternidad.

Como cristianos, y ciertamente como miembros de la iglesia, una de las peores cosas que podemos hacerle a alguien es asegurarles que son salvos si no desean abandonar su pecado. Si bien la disciplina eclesiástica suena dura para nuestros oídos, es lo más amoroso que se puede hacer en algunas circunstancias. Un Dios amoroso disciplina a sus hijos, y otros cristianos (miembros de la misma iglesia) a menudo son el medio que él usa. La disciplina es una de las formas en que Dios nos llama a amarnos unos a otros y debe hacerse con una actitud amorosa buscando lo mejor para la persona que está delante de Dios. Véase Pr. 13:24, He. 12:6, Gá. 6:1, 1 Co. 5:5.

B. Para evitar que el pecado se propague a otros: La disciplina de un miembro de la iglesia en un pecado no arrepentido puede servir como un elemento de disuasión para otros miembros de la iglesia al mostrar la seriedad y las consecuencias del pecado. En las Escrituras se nos advierte del peligro del pecado y de cómo se puede propagar (Hebreos 12:15, 1 Co. 5:2, 6-7, 1 Timoteo 5:20). La disciplina de la iglesia entonces trabajará para evitar que la «mala levadura» corrompa «toda la masa».

C. Para proteger la pureza de la iglesia y el honor de Cristo: Aunque ningún creyente en esta época tiene un corazón completamente puro, cuando un miembro de la iglesia continúa pecando de una manera evidente para otros, especialmente para los no creyentes, el nombre de Cristo es deshonrado (Romanos 2:24). Esta es la razón por la que a Pablo le sorprende que los corintios no hayan disciplinado al hombre que continuaba en el pecado voluntario que se conocía públicamente en la iglesia (1 Corintios 5:1-2). Pablo está profundamente preocupado por las «imperfecciones» morales en la iglesia, sin duda por el bien de quienes cometen los pecados, pero también por el bien de las imperfecciones y lo que dicen acerca de Cristo.

  1. El gobierno de la iglesia

Lo último que queremos considerar hoy es lo que dice la Escritura acerca de quién gobierna la iglesia. Claramente, es la iglesia de Cristo, y él es su cabeza. Sin embargo, Dios establece la autoridad terrenal en las Escrituras.

En general, se observan tres formas de gobierno de la iglesia con cierta variedad en cómo se practica cada una. Llamaremos a estas tres formas: gobierno episcopal, gobierno presbiteriano y gobierno congregacional.

Episcopal

El sistema episcopal otorga la autoridad final a un arzobispo que preside otros obispos con menor autoridad que presiden varias iglesias locales en un área (es decir, una diócesis). El caso de este sistema es que a los apóstoles se les dio autoridad sobre las iglesias, por lo que sus sucesores, que se consideran obispos, harán lo mismo. Esta forma de gobierno se utilizó cada vez más en el siglo II y continúa en la actualidad.

Presbiteriano

El sistema presbiteriano otorga la autoridad final a un grupo de ancianos (es decir, la Asamblea General), que preside otros grupos mayores (por ejemplo, el sínodo, presbiterio) con menor autoridad hasta los ancianos de una iglesia local (es decir, la sesión). Estos ancianos sirven como representantes de la iglesia. Este sistema se deriva de ciertos principios en la Escritura, tales como la autoridad dada a los ancianos (Hebreos 13:17, Hechos 15) y la sabiduría convencional de cooperar con otras iglesias.

Congregacional

El sistema congregacional deja a cada iglesia local autónoma de otras iglesias locales. La autoridad para sus asuntos queda con la iglesia como un todo. La responsabilidad de la disciplina y la doctrina finalmente recae en la congregación.

Mientras los modelos episcopalianos y presbiterianos son practicados por otros, encontramos que el congregacionalismo es la forma más bíblica de gobierno para las iglesias locales. En el Nuevo Testamento, a las congregaciones se les da específicamente la responsabilidad de gobernar en asuntos tales como disputas entre miembros (Mateo 18:15-17), asuntos de doctrina (Gálatas 1:8, 3 Timoteo 4:3), asuntos de disciplina eclesiástica (1 Co. 5) y asuntos de membresía en la iglesia (2 Corintios 2:6-8). Si miramos las cartas escritas en el Nuevo Testamento, la mayoría de ellas se escriben a iglesias y no a líderes de la iglesia. La idea de que hay un sacerdocio de creyentes sugiere fuertemente que la iglesia está directamente bajo Cristo en lugar de una jerarquía de obispos.

Entonces, ¿dónde encaja el oficio bíblico de los ancianos en un sistema congregacional? Si bien vemos muchos ejemplos de que la iglesia local es la corte final de apelaciones en áreas de disciplina y doctrina, también vemos exhortaciones para que la iglesia obedezca a sus líderes: los ancianos (Hebreos 13:17). A los ancianos no se les da la norma final, pero ellos deben guiar a la iglesia al proveer supervisión, enseñanza y oración. No todos los asuntos deben ser decididos por toda la iglesia. En 1 Corintios 6 vemos que a la iglesia se le permite entregar ciertos asuntos a subgrupos de la congregación.

En conclusión, Dios estableció deliberadamente su iglesia para representar mejor su gloria a un mundo caído. Nosotros en Capitol Hill Baptist Church queremos cumplir con su gobierno para su iglesia, mientras el Espíritu nos capacita a ambos para nuestro bien y su gloria.

Oremos.

APÉNDICE A 

Otro material que se puede usar en el curso: 

Es incoherente dar la señal del pacto del bautismo a los niños, pero luego retener la Cena del Señor hasta que hagan una profesión de fe[6]. La fiesta de la Pascua, que es el equivalente a la Cena del Señor, incluía a toda la familia[7]. Los paidobautistas razonan desde una circuncisión inclusiva hasta un bautismo inclusivo, pero desde una Pascua inclusiva hasta una exclusiva Cena del Señor[8]. Uno debe abrazar el bautismo del creyente o la comunión infantil.

¿Por qué deberíamos escuchar la predicación en persona? Seguramente, en tiempos bíblicos tenían que reunirse o no podían oír físicamente la proclamación de la Palabra de Dios, pero hoy tenemos tecnología avanzada y podemos lograr lo mismo en soledad. [Principalmente, es importante reunirse con el cuerpo de la iglesia y ser edificados juntos a través de la predicación de la Palabra. Si bien un video de una predicación puede ser útil, no reemplaza los beneficios personales de escuchar la Palabra de Dios proclamada en persona. En cambio, es impersonal y la pasión por llamar a las almas a arrepentirse y creer se minimiza. Además, los ancianos son responsables de enseñar la Palabra de Dios porque conocen el rebaño y pueden extraer implicaciones personales para los oyentes en la iglesia que una voz impersonal sin conocimiento de la vida de la iglesia. Es un trabajo amoroso para un pastor dirigirse a la iglesia que ama quienes están reunidos en amor. ¿Quién mejor para hablarle a una iglesia que sus líderes? En una nota adicional, también es más difícil distraerse cuando estás reunido con otros que también escuchan].

¿Por qué no podemos tener conversaciones en lugar de predicar en una iglesia? Muchos, como Nicodemo en Juan 3, han aprendido mucho a través del diálogo. ¿No deberíamos abandonar tales métodos anticuados, como la predicación, porque a menudo es seca, desapegada y demasiado autoritaria? ¿No hay tal cosa como el sacerdocio de los creyentes? [Las iglesias definitivamente deberían entablar conversaciones bíblicas entre sí. Los estudios bíblicos, los tiempos de oración y el tiempo para conversaciones informales, como después de un servicio, son útiles y acompañan la predicación de la Palabra de Dios. El problema con suplantar la predicación por la conversación es que solo se debe escuchar una voz, ¡y esa es la de Dios! Su voz es principal y debería alimentar todas las otras conversaciones. La predicación de la Palabra de Dios no nos hace dependientes de otra cosa que no sea la Palabra y el Espíritu de Dios. Es bueno y correcto predicar con autoridad de las Escrituras en lugar de hacer sugerencias porque la Palabra de Dios es autoritativa y debemos escucharla. Así es como Dios se nos revela a través de la Biblia. Si minimizamos el sermón, al final minimizamos la Palabra de Dios como autoritativa. Es verdad que el medio es el mensaje. Finalmente, aunque cada creyente es dotado por el Espíritu Santo, no muchos deben presumir ser maestros (Santiago 3:1). Dios le ha dado diversidad de dones a su pueblo. El evangelio es una noticia que debe ser proclamada y no una opinión que deba ser discutida].

¿Por qué no utilizar el drama u otros ascetas visuales en lugar o además de la predicación? [La predicación es el medio designado por Dios, y él recibe la gloria a través de ella. La predicación es simple y se puede duplicar fácilmente, es intemporal y transcultural. Si una iglesia intenta suplantar o amontonar la predicación con estas otras cosas, entonces no está confiando en la sabiduría de Dios. Además de eso, existe el peligro de que el hablante se convierta en un técnico (por ejemplo, PowerPoint) o en un actor en lugar de un predicador, y sus oyentes pueden estar más interesados ​​en la presentación que en las palabras].

¿Por qué la transubstanciación es incorrecta? [Decir que el pan y el vino en realidad se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesús es participar en una forma de idolatría mediante la adoración de lo que se creó. También se lo ve como un sacrificio de Cristo donde es una ofrenda hecha a Dios para obtener el perdón de los pecados que muestra que la expiación de Cristo fue insuficiente. Cristo encuentra a su pueblo «no por la presencia corporal en los elementos, sino por la presencia del Espíritu y el poder en sus corazones»[9]. Cuando Cristo instituyó la Cena del Señor, no podía decir que sostenía su cuerpo y su sangre en sus manos a los discípulos. Las Escrituras incluso se refieren al pan como pan después de que supuestamente se supone que debe transubstanciarse (1 Corintios 11:26)]

¿Cuál es la diferencia entre lo que quieren decir católicos y protestantes cuando se refieren a «medios de gracia»? [«Los católicos ven éstos como ‘medios de salvación’ que hacen que las personas se sientan más preparadas para recibir la justificación de Dios. Pero desde un punto de vista protestante, los medios de gracia son simplemente medios de bendición adicional dentro de la vida cristiana, y no aumentan nuestra aptitud para recibir la justificación de Dios»[10]].

Si la iglesia local quiere tener una membresía lo más parecida posible a la iglesia universal, entonces ¿por qué algunas iglesias bautistas excluyen a los cristianos que difieren en su punto de vista sobre el bautismo? ¿No deberíamos ser más serviciales con otros cristianos que quizá no puedan encontrar una buena iglesia a la cual unirse? [Principalmente, sería difícil permitir que alguien se una a una iglesia que está en desobediencia activa al mandamiento de Cristo de que los creyentes deben ser bautizados. Tendrían que ser disciplinados inmediatamente. Si una iglesia permitió que tal miembro se uniera por el bien de la unidad, entonces su enseñanza de seguir los mandamientos de Cristo es socavada severamente, incluso si la iglesia (y el liderazgo) continúa enseñando solo el bautismo de creyentes].

¿Pueden los cristianos que no son miembros de la misma iglesia tomar la comunión juntos? [En un sentido, esta es una cuestión de comunión abierta o cerrada (es decir, solo para miembros de la iglesia). CHBC rodea la Cena del Señor permitiendo también que otros cristianos bautizados que son miembros de otra iglesia evangélica participen. Hacemos esto para reconocer la unidad del cuerpo más grande de Cristo y no diferenciamos sobre el tema de cómo otra iglesia realiza el bautismo. En otro sentido, la comunión debe ser practicada corporativamente (no individualmente) y administrada solo por la iglesia (no en una reunión alterna a la iglesia). Representa nuestra unidad corporativa en el cuerpo de Cristo y fue una práctica de la iglesia primitiva (1 Corintios 11) que fue instituida por Cristo].

Para la sección acerca de la correcta predicación de la Palabra de Dios

Bueno, la creencia de la mayoría de los pastores evangélicos reformados, la nuestra entre ellos, ha sido que la mejor manera de enseñar consistentemente el mensaje completo de la Palabra de Dios es a través del método de la «predicación expositiva». La predicación expositiva puede ser un término desconocido para algunos. Muy simplemente se puede definir como «la explicación y la aplicación de una porción específica de la Escritura, tomada en contexto, utilizando el punto del pasaje como el punto del mensaje». Consiste en tomar un pasaje en su contexto original, y tomar la idea principal que el autor bíblico original planteó como la idea central del sermón. Eso define la predicación como «expositiva».

Aquí en CHBC, de vez en cuando puedes escuchar lo que podría llamarse la predicación doctrinal. La serie de sermones de Michael Lawrence sobre los Pactos es un ejemplo de este tipo de predicación. La instrucción doctrinal en forma de sermón puede ser extremadamente útil para enseñarnos verdades bíblicas y doctrinas que deberían formar la vida del cristiano. La predicación doctrinal «no necesita oponerse a la predicación expositiva, ya que puede descansar en una interpretación sólida y puede complementar tal predicación».

Sin embargo, de los dos tipos de predicación mencionados, hay algunas buenas razones para hacer de la predicación expositiva la norma. Te daré dos. Primero, la predicación continua a través de textos «obliga a los pastores a abordar todo el consejo de Dios, [y] no simplemente lo que les interesa»[11]. Acercarse al mensaje de las Escrituras como lo establece las Escrituras, en contexto, es la mejor manera de asegurar que aprendamos lo que el Señor tiene para nosotros en toda su Palabra. Un pastor y su congregación deben renovar y transformar sus mentes continuamente por las Escrituras, y la predicación expositiva ayuda a asegurar eso. Después de todo, finalmente no nos preocupa lo que el predicador tenga que decir, sino lo que Dios dice en su Palabra.

Segundo, «los temas delicados pueden abordarse de forma natural, ya que aparecen en secuencia en el texto, por lo que no hay aspecto de elegir temas o captar oyentes»[12]. Simplemente agregaría que una buena predicación expositiva debe incorporar elementos de la predicación doctrinal: las doctrinas clave se deben enfatizar cuando son el foco de un texto en particular. En cualquier caso, las Escrituras deben ser el centro del sermón y los que escuchan deben demostrar su responsabilidad de responder a la predicación de la Palabra de Dios.

 

[1]La Confesión de Augsburgo, que es la declaración de fe luterana, establece que la iglesia se define como: «La congregación de los santos, en la que el evangelio es correctamente enseñado y los sacramentos correctamente administrados» (Artículo 7).

Juan Calvino, en sus Institutos de la Religión Cristiana escribe: «Dondequiera que veamos la Palabra de Dios puramente predicada y escuchada, y los sacramentos administrados según la institución de Cristo, allí, no hay duda, existe una iglesia de Dios».

Como puedes ver, Calvino y Lutero estuvieron de acuerdo en gran medida acerca de los criterios básicos sobre los cuales podríamos decir que existía una iglesia verdadera. Si bien el estado de estos criterios a menudo es difícil de determinar, estas son las pruebas de fuego que los reformadores utilizaron para evaluar si «tenemos una iglesia» o «no tenemos una iglesia».

[2] Greg Gilbert, The Messenger, April 2002, p. 7.

[3] P. Jewett, Infant Baptism & the Covenant of Grace.

[4] En Hechos 2:38, Pedro dice: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados». Decir que el bautismo causa la salvación va en contra del resto de las Escrituras y el énfasis en la fe. Más bien se describe como ir junto con la nueva vida en Cristo en obediencia al mandato de Jesús en Mateo 28.

[5] Extraído de D.A. Carson, Exegetical Fallacies.

[6] P. Jewett, Infant Baptism & the Covenant of Grace.

[7] P. Jewett, Infant Baptism & the Covenant of Grace.

[8] P. Jewett, Infant Baptism & the Covenant of Grace.

[9] T. Dowley (Ed.), Introduction to The History of Christianity.

[10] W. Grudem, Systematic Theology.

[11] Id. 35.

[12] Id.