Clases esenciales: Teología Sistemática

Teología Sistemática – Clase 10: La persona de Cristo – Parte 1

Por CHBC

Capitol Hill Baptist Church (CHBC) es una iglesia bautista en Washington, D.C., Estados Unidos
Artículo
31.08.2018

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Clase esencial
Teología Sistemática
Clase 10: La persona de Cristo – Parte 1


Cristología Bíblica: La persona de Cristo – Parte 1

  1. Introducción

La semana pasada consideramos el problema del pecado. Durante las próximas cuatro semanas, estaremos disfrutando la gloria de la solución al problema del pecado, es decir, el Dios-Hombre, Jesucristo, Aquel que vino a este mundo para salvar a los pecadores. La cristología bíblica consiste de dos partes principales: el estudio de la persona y obra de Cristo. ¿Quién es Cristo (Su persona)? ¿Y qué ha hecho (Su obra)? Nuestra esperanza y confianza dependen de cómo contestamos estas preguntas fundamentales.

El día de hoy y la semana siguiente consideraremos quién es Jesucristo: en primer lugar, examinaremos la deidad de Cristo y deduciremos las implicaciones para nuestras vidas; la próxima semana, estudiaremos la humanidad de Cristo. Y en las semanas siguientes dirigiremos nuestra atención a lo que Jesús ha hecho por nosotros a través de su vida, muerte, resurrección, ascensión, sesión celestial y regreso triunfal. El centro de nuestra fe y la fuente de nuestra esperanza no se encuentran en un credo, una idea, una experiencia, una iglesia o una filosofía. Se encuentran en una persona: Jesús el Mesías. Conocerlo no solo es el principio de la vida cristiana, es toda la vida cristiana. Como creyentes, conocemos a Jesús personalmente, lo que significa que la cristología es profundamente práctica.

Cuando discutimos la persona de Cristo, siempre debemos tener en mente este gran misterio, que desde la encarnación Jesucristo ha sido completamente Dios y completamente Hombre en una persona. Él es una persona, con dos naturalezas. La Escritura enseña: «Jesucristo fue completamente Dios y completamente hombre en una persona, y así será para siempre»[1]. ¿Dónde vemos eso en la Biblia? Comencemos con la deidad de Cristo:

Jesucristo es completamente Dios. La enseñanza tanto del Antiguo y Nuevo Testamento inherente a la deidad de Cristo es abrumadora. Si reconoces la autoridad de las Escrituras, no puedes ignorar el hecho de que Jesucristo es Dios.

  1. La deidad de Cristo en el Antiguo Testamento

En Lucas 24, Jesús dice a sus discípulos de camino a Emaús que el Antiguo Testamento trata acerca de él. En el Antiguo Testamento vemos profecías relacionadas con su venida y reino triunfal. Y aprendemos cómo él ha trabajado para la salvación de su pueblo desde el comienzo.

24:44: «Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos».

¿Qué vemos en el Antiguo Testamento?

A. Hijo del Hombre (Daniel 7:9-10, 13-14; Mateo  9:6, 12:8, 19:28, 20:28, 25:31-32)

En primer lugar, tenemos la visión de Daniel del Hijo del Hombre. En Daniel 7, encontramos una descripción gloriosa de la habitación del trono celestial y en el centro de la escena está el Señor, el «Anciano de días», que está sentado en su trono. Solo unos versículos más tarde, Daniel describe otra visión, pero esta vez ve otra figura, el Hijo del Hombre.

  • Daniel 7:13-14: «Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido». 

Aquí el Hijo del Hombre recibe adoración de todas las naciones y gobierna un reino eterno. ¿Quién más podría hacer eso sino alguien divino? ¿Y quién es este Hijo del Hombre? Jesús se atribuyó claramente el título, y enseñó en Mateo 25:31-32: «Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos». Puedes escuchar cómo las palabras de Jesús hacen referencia a Daniel 7.

B. Hijo de David (Génesis 49:8-10; 2 Samuel 7:12-13, 16; Salmo 2:6-7; Sal. 45; Sal. 72; Is. 9:6-7)

Luego, el Antiguo Testamento crea la expectativa de que un Hijo de David vendrá y reinará en el trono de David para siempre. Dios le promete esto a David en 2 Samuel 7:13: «Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino». Sin embargo, este Hijo tan esperado comienza a describirse en términos inequívocamente divinos. El rey David canta en el Salmo 2:7: «Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy». Entonces, el Hijo de David también es el Hijo de Dios. Eso podría significar simplemente que este rey representa a Dios como un hijo; pero otros pasajes sugieren que significa aún más. El Salmo 72 muestra reyes extranjeros inclinándose ante este rey, y personas de todas las naciones bendiciendo su nombre.

El Salmo 45:6-7 es incluso más explicito: «Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; Cetro de justicia es el cetro de tu reino. Has amado la justicia y aborrecido la maldad; Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros». El rey… es llamado «Dios». Hebreos 1 enseña que este pasaje trata acerca de Jesús.

Vemos algo parecido en Isaías 9:6-7: «Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto».

Entonces, ¿quién es este rey? Un hijo real de David que también es Dios Fuerte. Su nombre es Padre Eterno, no en el sentido de que él es Dios el Padre, sino que él es un rey que gobierna con benevolencia como un padre amoroso. Esta figura real es Jesucristo. Eso es lo que Cristo quiere decir, después de todo, es la traducción griega del Mesías, que significa «el Ungido». En Romanos 1:2-3, Pablo dice que el evangelio es un mensaje acerca del «Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos».

  1. La deidad de Cristo en el Nuevo Testamento

Este crescendo gradual de expectativa en un hijo divino de Dios culmina en el Nuevo Testamento. Veamos 6 formas en que el Nuevo Testamento enseña que Jesús es completamente Dios.

A. Jesucristo es llamado Dios y Señor (Mateo 1:21-23, Lucas 2:11, Romanos 9:5, Tito 2:13)

Juan 1:1 dice: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios». Romanos 9:5 lo llama: «Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos». Tito 2:13 lo llama: «nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo».

También tenemos muchos ejemplos donde las palabras usadas para Dios [Theos] y Señor [Kyrios][2] en la traducción griega del Antiguo Testamento [La Septuaginta] se aplican directamente a Jesús. Tal vez uno de los ejemplos más asombrosos de esto es Filipenses 2:11, donde Pablo dice que toda lengua confesará: «que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre». Aquí, él está citando Isaías 45:23 casi palabra por palabra. Sin embargo, aquel ante quien se inclina toda rodilla y toda lengua promete lealtad en Isaías 45 no es otro que Yahveh, el Señor del pacto de Israel. Para los lectores de Pablo, inmersos en el lenguaje del Antiguo Testamento, Filipenses 2 no podría ser más claro: ¡Jesús es Yahveh![3].

B. Jesucristo afirmó ser Dios (Juan 8:58, 10:30)

Y, segundo, por supuesto, tenemos las afirmaciones de Jesús de sí mismo. Esta es su gran declaración en Juan 8:58: «Antes que Abraham fuese, yo soy». Los judíos entendieron que él afirmaba ser Dios. «YO SOY EL QUE SOY» fue la forma en que Dios se identificó a Moisés. Éstos recogieron piedras para matar a Jesús porque sus corazones incrédulos juzgaron que esto era una declaración blasfema. ¡Jesús se estaba equiparando a sí mismo con Dios! Más tarde, en Juan 10:30, dice: «Yo y el Padre uno somos», y nuevamente los líderes judíos intentan apedrearlo. ¿Por qué? Versículo 33: «Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios».

Tercero, C. Jesucristo se presenta como el objeto de la fe y confianza del creyente (Juan 14:1, 17:3, 2 Corintios 5:15, Efesios 3:12, 5:23, Col. 1:27; 1 Ts. 1:3; 1 Ti. 1:1). 

En Juan 14:1, Jesús dice: «Creéis en Dios, creed también en mí». Esto es lo que hacen los creyentes: confían toda su confianza en Cristo. 1 Tesalonicenses 1:3, Pablo habla de la «constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo». Juan 17:3, la vida eterna es conocer a Jesucristo. Como el Antiguo Testamento consistentemente nos enseña a esperar y confiar solamente en Dios, sigue que Jesús como el objeto de nuestra esperanza es verdaderamente divino.

Cuarto, D. Jesucristo se presenta como el objeto de la adoración del creyente (Mateo 2:10-11, 28:17, Juan 5:23, Filipenses 2:9-11, Hebreos 1:6, Apocalipsis 5:12). 

El judaísmo era firmemente monoteísta, por lo que esta adoración debería intrigarnos. Mateo 2:10-11: «Y al [los Magos] ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron».

Juan 5:23: El Padre «todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre».

Ahora, recuerda Isaías 48:11. Dios dice: «Mi honra no la daré a otro». Sin embargo, desde su nacimiento en Mateo 2 hasta la habitación del trono celestial en Apocalipsis, Jesús recibe adoración, gloria y honor. Esto no es blasfemia o idolatría. Es preciosamente apropiado porque Jesús es Dios.

E. Jesucristo es descrito como Dios y realizando las mismas obras de Dios (Juan 1:1-3, 14-18, Hebreos 1:1-4, Colosenses 1:15-20), como crear el universo, perdonar pecados, y más.

Juan 1:1-3, 14-18: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho». Entonces Jesús es el Creador.

Hebreos 1:1-4: «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos».

Colosenses 1:15-20: «El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz».

Por último, F. Se supone que Jesucristo fue preexistente como el Hijo eterno de Dios antes de su encarnación (1 Corintios 8:6, 10:4, 9, 2 Corintios 8:9, Gálatas 4:4; Ro. 8:3; Col. 1:15-20; Filipenses 2:6; 1 Ti. 1:15; 3:16; 2 Ti. 1:9-10).

Este es un punto importante, porque enfatiza que Dios el Hijo siempre ha existido. No es que Jesús, un ser humano, se convirtió en Dios de alguna manera, digamos, por su nacimiento milagroso o su maravilloso bautismo. No, es al revés: Dios, la segunda persona de la Trinidad, adquirió una naturaleza humana además de su naturaleza divina. La encarnación no es una substracción, sino una adición.

Vemos esto en un pasaje como Filipenses 2:6-7: «El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres». O 2 Timoteo 1:9-10, Dios nos dio la gracia «en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo».

En estos pasajes, Pablo no está intentando demostrar la preexistencia de Cristo. Pablo está argumentando otra cosa sobre la base de una creencia común en Cristo como el Hijo eterno de Dios. En otras palabras, él no está argumentando a favor de la preexistencia de Cristo. Él está argumentando a partir de allí. Así de sólida es la verdad.

Entonces, la Escritura es absolutamente clara: Jesucristo es Dios. 

  • Jesucristo comparte los honores dados a Dios (recibe adoración).
  • Jesucristo comparte los atributos de Dios (santo, justo, todopoderoso).
  • Jesucristo comparte los nombres de Dios (Señor, Dios, Alfa y Omega).
  • Jesucristo comparte las obras que Dios hace (perdona el pecado, resucita a los muertos, crea el mundo).
  • Jesucristo comparte el asiento del trono de Dios.
  1. El Credo de Calcedonia

Como podrás imaginar, la pregunta acerca de cómo Jesús posee tanto una naturaleza divina como humana en una sola persona ha dado mucho que pensar (¡y disfrutar!) a los teólogos en el transcurso de los siglos. Creemos esto porque es la enseñanza evidente de las Escrituras. La próxima semana examinaremos la humanidad completa de Jesús. Pero en este momento, habiendo considerado su deidad, debería ser útil mirar la declaración histórica clave acerca de su naturaleza divina y humana. Denominado el Credo de Calcedonia del año 451 que se encuentra tu folleto. Los cristianos creyentes en la Biblia estuvieron de acuerdo con esta declaración porque reconocieron que la persona de Cristo es una doctrina crítica. Si malinterpretas a Jesús, todo lo demás cae fuera de lugar. Esta declaración sintetiza la enseñanza de la Biblia y, por esa razón, ha resistido la prueba del tiempo. Para ayudarte a digerirla, he puesto las declaraciones acerca de la naturaleza divina de Cristo en negrita. Las declaraciones acercas su naturaleza humana están en cursiva. Todo lo demás está en una fuente normal. No vamos a repasar todo en detalle, pero quiero presentártela.

«Nosotros, entonces, siguiendo a los santos Padres, todos de común consentimiento, enseñamos a los hombres a confesar a Uno y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en Deidad y también perfecto en humanidad [perfecto aquí significa completo en todos los aspectos]; verdadero Dios y verdadero hombre, de cuerpo y alma racional; cosustancial con el Padre de acuerdo a la Deidad, y cosustancial con nosotros de acuerdo a la Humanidad [consustancial significa que posee la misma sustancia o esencia de ser] en todas las cosas como nosotros, sin pecado; engendrado del Padre antes de todas las edades, de acuerdo a la Deidad; y en estos postreros días, para nosotros, y por nuestra salvación, nacido de la virgen María, de acuerdo a la Humanidad; uno y el mismo, Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, para ser reconocido en dos naturalezas, inconfundibles, incambiables, indivisibles, inseparables; por ningún medio de distinción de naturalezas desaparece por la unión, más bien es preservada la propiedad de cada naturaleza y concurrentes en una Persona y una Sustancia, no partida ni dividida en dos personas, sino uno y el mismo Hijo, y Unigénito, Dios, la Palabra, el Señor Jesucristo; como los profetas desde el principio lo han declarado con respecto a Él, y como el Señor Jesucristo mismo nos lo ha enseñado, y el Credo de los Santos Padres que nos ha sido dado».

No abordaré frase por frase. Puedes estudiarlo por tu cuenta, sería un uso productivo de tu tiempo.

  1. La importancia y la belleza de la deidad de Cristo

Comparto este credo no porque tenga muchas palabras teológicas magnánimas, sino porque la deidad de Cristo es supremamente importante y hermosa. Cuando tenemos una comprensión correcta de la persona de Cristo, eso debería causar en nosotros gozo, confianza y adoración. ¿Por qué importa la deidad de Cristo? He aquí tres razones.

A. La deidad de Cristo importa para la revelación

Dios no simplemente nos envió a un profeta, mensajero o secretario de prensa. No simplemente nos dio un libro. Él se ha entregado a sí mismo. ¿Cómo te sentirías si alguien apareciera en tu puerta con un mensaje del presidente? Ahora, ¿qué tal si abrieras la puerta y fuera el presidente en persona?

Esto debería tranquilizarnos. No tenemos que preguntarnos cómo es Dios, si es realmente misericordioso o compasivo. Hebreos 1: «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo». Juan 1:18: «Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer». En ocasiones podemos luchar con cómo imaginamos a Dios: ¿Dios está conmigo? Me encanta lo que dice Michael Reeves: «A pesar de todos nuestros sueños, nuestras oscuras y asustadizas imaginaciones de Dios, no hay Dios en el cielo que sea diferente a Jesús… ‘El que me ha visto a mí, ha visto al Padre’, (Juan 14:9). Dios no puede ser de otra manera»[4]. Si quieres conocer a Dios, mira a Jesucristo. Él es Dios encarnado.

B. La deidad de Cristo importa para la salvación

El mensaje constante de la Biblia es que ningún hombre común podría alcanzar la salvación por sí mismo, mucho menos en nombre de otros. La salvación es del Señor, declara Jonás 2:9. Dios mismo logra esta salvación, y lo hace en la persona de su Hijo. En una sorprendente frase en Hechos 20:28, Pablo enseña que Dios compró la iglesia «por su propia sangre». La sangre de un simple hombre, según parece, no expiaría a incontables millones. Col 1:19-20: «Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,  y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz». El Dios-Hombre podría servir como el mediador perfecto entre el hombre y Dios (1 Ti. 2:5). Jesús no solo murió como un buen ejemplo. Murió como un sacrificio sin pecado, «el justo por los injustos, para llevarnos a Dios» (1 Pedro 3:18). Y su resurrección comprueba su divinidad, como lo enseña Hebreos 7:16, Jesús es nuestro sumo sacerdote «según el poder de una vida indestructible».

Esto significa que los rebeldes manchados por el pecado como nosotros tienen una esperanza segura y constante. Nuestra salvación no proviene de una conciencia superior, de un pensamiento positivo, de la religiosidad, de los cinco pilares del Islam o del óctuple camino del budismo, todos los cuales suponen que los seres humanos pueden ser liberados de nuestra difícil situación con suficiente disciplina y devoción. Dios mismo cumple y garantiza nuestra redención. ¡Esa es nuestra única esperanza! Confía en Cristo y nunca serás decepcionado.

C. La deidad de Cristo importa para la vida cristiana

Nuestra salvación no es una especie de transacción para salir del infierno. Es una transformación de lo que somos. Pasamos de ser representados por Adán a estar unidos con Cristo. «Jesucristo está en vosotros», dice Pablo a los corintios (2 Co. 13:5). Cristo mora en nosotros por su Espíritu, y por eso podemos andar de una manera agradable a Dios. Ro. 8:10: «Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia». Así que ánimo, si estás luchando fuertemente contra el pecado y la tentación. Cuando naciste de nuevo, te convertiste en una nueva persona, fortalecida por el Espíritu de Jesús. El pecado nunca es inevitable para el cristiano. Ya no nos define. Cristo es nuestro y nosotros somos suyos.

  1. Conclusión: Conoce y adora a Cristo

¿Cómo deberíamos salir con lo que hemos aprendido hoy? Por un lado, ¡deberíamos buscar conocer a Cristo! Permanecer en él. Escuchar su Palabra. John Owen dijo: «No le aman, porque no lo conocen». Juan Calvino escribió: «Ya que en él [Cristo] abunda la abundancia de toda clase de bienes, bebamos de esta fuente  nuestra de plenitud y de ningún otro».

Entonces, ¡deberíamos adorar a Jesucristo como Dios! Como dice Pablo en 2 Co. 4:6, Dios ha encendido una luz en nuestros corazones, y esa luz es el «conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo». No hay mayor belleza, no hay mayor gloria, no hay mejor amor que el suyo. Él brilla con una belleza incomparable. Él es nuestro Profeta, Sacerdote y Rey, el resplandor de la gloria de Dios: digno de adoración, temor, asombro y devoción. Él es supremo y exaltado, pero se humilló en la cruz más vil. Él tomó nuestros harapos sucios y nos vistió con su brillante justicia. Y un día regresará y nos sentaremos con él en la mesa del banquete de la cena de las bodas del Cordero. La Novia pura y radiante con su espléndido, amoroso, fiel y divino Novio.

Oremos.

 

[1] Wayne Grudem, Teología Sistemática.

[2] Kyrios podría usarse para significar «maestro», pero también se usó para traducir el YHWH hebreo.

[3] Otro ejemplo clásico es la cita de Marcos de Isaías 40:3 en Marcos 1:3.

[4] Michael Reeves, Rejoicing in Christ (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2015).