Clases esenciales: Sufrimiento
Sufrimiento – Clase 12: El secreto del contentamiento
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Clase esencial
Sufrimiento
Clase 12: El secreto del contentamiento
Cómo encontrar alegría en Cristo en cualquier situación
Introducción
Hemos pasado 12 semanas juntos considerando este problema, reflexionando acerca de nuestras experiencias y lo que la Biblia dice acerca del sufrimiento. Hemos visto los propósitos que Dios tiene en nuestro sufrimiento; hemos hablado acerca de cómo el llamado a sufrir bien es realmente una lucha por la fe, y pasamos varias semanas mirando distintas formas en que podemos luchar de manera práctica por la fe; hemos visto el sufrimiento único intrínseco al cristiano, y hemos considerado cómo el sufrir bien como cristianos es en realidad un testimonio a un mundo expectante de la esperanza que tenemos en Cristo.
Ahora, no estoy seguro de qué te motivó a tomar esta clase; podría haber muchas razones diferentes del por qué has venido. Pero con todas las herramientas que tenemos para sufrir bien, el problema con el sufrimiento… es que es sufrimiento… no hay otra manera; simplemente tenemos que soportarlo. Esto queda claro en el hecho de que a medida que leemos las Escrituras, encontramos que esperar es la postura normal de este lado del cielo.
- Abraham recibió la promesa de una descendencia, pero tuvo que esperar 25 años antes de que Isaac llegara[1].
- Israel tuvo que deambular durante 40 años por el desierto antes de poder entrar a la Tierra Prometida.
- Los salmos están llenos del recordatorio de esperar en Dios.
- Salmo 25:3: «Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido».
- Salmo 27:14: «Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová».
- Salmo 62:5: «Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza».
- Salmo 130:5: «Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; En su palabra he esperado».
- La creación espera ser liberada de su esclavitud a la corrupción ( 8:19-22).
- De este lado del cielo esperamos el regreso de Jesús, diciendo junto con Juan en Apocalipsis 22: «Ven, Señor Jesús».
Pero uno de los desafíos que llega con la espera es el descontento. Nos cansamos de esperar, y al poco tiempo nos encontramos irritados, distraídos, quejándonos y rezongando. ¿Cuántos de nosotros nos hemos sentido así? Puede ser que enfrentemos el descontento a causa de nuestro trabajo, soltería, matrimonio, iglesia, amigos (o falta de), presupuesto, por los dones, talentos u oportunidades ministeriales que tenemos. Sobran las cosas por las cuales podemos estar descontentos.
Vive lo suficiente y sufrirás. Así que, mientras buscamos sufrir bien, sufrir de una manera que honre a Dios, no sólo necesitamos aprender cómo luchar por la fe, también necesitamos aprender cómo esperar; no con un corazón malhumorado, quejoso o desconfiado, debemos aprender a esperar con contentamiento. Esperar con esperanza. Con eso en mente, finalizaremos nuestra clase estudiando el contentamiento: qué es y cómo encontrarlo.
- El contentamiento – Qué es
Uno de los pasajes clave acerca de este tema se encuentra en Filipenses 4.
Filipenses 4:10-12: «En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad».
Pablo explica que estaba agradecido por el generoso regalo de los filipenses, sin embargo, al agradecerles, no quería ser malinterpretado, no quería que su «agradecimiento» se entendiera como una petición sutil de otro regalo. Así que fue claro, él no estaba necesitado, había aprendido el secreto de estar contento en toda situación; sea que tuviese mucho o poco.
Entonces, ¿qué es? El contentamiento aquí en el versículo 10 puede definirse como tener suficiencia independiente de las circunstancias, condiciones o entorno. Es una expresión de estar satisfechos. Con esa definición en mente, también es útil observar lo que el contentamiento no es.
A. No es anti-ambición
i. Pablo tenía ambición
- Su ambición era predicar el evangelio donde el nombre de Cristo era desconocido ( 15:20).
- Su ambición era agradar a Dios en todo (2 Co. 5:9).
- Pablo dijo que si algún hombre anhela el obispado, si es su ambición, buena obra desea (1 Ti. 3:1).
ii. Pero Pablo atacó la ambición egoísta
- 2:3: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo» (también Ro. 2:8).
B. No es indiferencia ante las circunstancia
No es una indiferencia emocional. En cambio, Pablo se refiere a no ser gobernados, controlados por las circunstancias. Si alguien es capaz de mejorar sus circunstancias a través de medios lícitos y honrados, puede hacerlo. Vemos a Pablo hacer esto en Hechos 16:37-39:
«Pero Pablo les dijo: Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial, siendo ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos. Y los alguaciles hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al oír que eran romanos. Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad».
En lugar de ser indiferente a ser maltratado, apela a su ciudadanía romana para mejor sus circunstancias. Sin embargo, lo notable aquí es que antes de ser liberados de prisión, mientras sus circunstancias estaban lejos de ser agradables, ¿qué estaban haciendo Pablo y Silas? ¿Lamentándose? ¿Quejándose? ¡No! Versículo 25: «Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían». Su alegría no había sido retenida por las circunstancias, y los prisioneros y los carceleros que habían tenido la oportunidad de escucharlos debieron haber estado asombrados.
En otro ejemplo, Pablo dice en 1 Corintios 7:20-21: «Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede. ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado; pero también, si puedes hacerte libre, procúralo más». En contexto, él alega que la posición en la que nos encontrábamos cuando Dios nos llamó a ser cristianos no es lo que finalmente importa (circuncisos o no; esclavos o libres; casados o solteros, etc.). Estaría mal decir que esas condiciones tienen que cambiar para poder ser cristianos. No obstante, Pablo también reconoce la injusticia de la esclavitud y dice, si tienes los medios legítimos para obtener la libertad… ¡hazlo! El punto es que el contentamiento no es una actitud indiferente ante las circunstancias, es ver las circunstancias en perspectiva de lo que realmente importa para la eternidad, y hacer cambios cuando hayan los medios correctos para hacerlo[2]. No es necesariamente errado renunciar a un trabajo que no te guste, casarte si estás cansado de estar soltero, o encender el aire acondicionado cuando sientes calor. La pregunta es: ¿debo tener esto para poder ser feliz?
- El contentamiento – Cómo encontrarlo
Una cosa es comprender qué es el contentamiento –esa es la parte fácil–, y otra experimentar el verdadero contentamiento. Entonces, ¿cómo lo encontramos? Regresa a Filipenses 4 por un momento. Observa que en el versículo 11, Pablo dice: «…he aprendido a contentarme», y en el versículo 12: «…en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad». Ahora, no sé tú, pero encuentro eso increíblemente alentador: Pablo, el apóstol que escribió 13 de los libros que tenemos en el Nuevo Testamento, tuvo que aprender a contentarse; no siempre fue así. Es algo que tuvo que aprender, y es algo que nosotros también podemos aprender. ¿Cómo llegó a aprenderlo? Consideremos cuatro maneras en que Pablo aprendió y que nosotros también, por la gracia de Dios, podemos aprender para estar contentos: a pesar de nuestras circunstancias, sin temer lo que pueda deparar u ocultar el futuro.
A. Por la experiencia
Considera 2 Corintios 12:7-10 donde Pablo escribe:
«Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; 8 respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. 9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte».
No sabemos exactamente qué era el «aguijón en la carne» en el versículo 7, pero sea lo que fuese, a Pablo no le gustaba; luchaba con ello, tres veces le pidió a Dios que lo quitara, pero nada pasaba. En un principio, era algo con lo que no podía estar contento; pero a través de la experiencia, Dios le enseñó una gran lección; específicamente: «Bástate mi gracia»[3].
A veces simplemente somos lentos para aprender, y Dios en su bondad permite una experiencia por medio de la cual podemos aprender a contentarnos; donde podemos aprender a confiar en él. Recuerda algunas de las más grandes lecciones que has aprendido acerca de Dios; momentos en los que más has crecido. Gran parte de esos momentos fueron temporadas difíciles, tiempos de sufrimiento. Aunque fue doloroso pasar por ellos, podemos mirar y agradecer a Dios por lo mucho que hemos crecido gracias a esas vivencias. Incluso si estamos en medio de una prueba, (como Pablo), por la gracia de Dios, podemos ser agradecidos mientras aprendemos que su gracia es suficiente para nosotros; que a menudo esos tiempos de sufrimiento se convierten en la plataforma de Dios para mostrar su fortaleza.
También vemos esto en Santiago 1:2-4: «Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna». La maravillosa experiencia de que no falte cosa alguna (¿puedes imaginar eso?) llega mientras los lectores de Santiago enfrentan diversas pruebas, llega como fruto de la perseverancia.
B. Al hacer el trabajo frente a nosotros
En ocasiones la tentación en una temporada de descontento es centrarnos en nosotros mismos; insistir en la posibilidad de un cambio tal que llegamos a convencernos de que si tan solo tuviéramos esto, si estas circunstancias fueran diferentes… entonces estaríamos bien. Cada vez más, el enfoque se convierte en nuestro yo y menos en Dios; mucho menos en los demás. En poco tiempo, Dios parece pequeño, nuestros problemas parecen insuperables y estamos esclavizados por la idea de que no podemos estar contentos sin que nuestras circunstancias o nuestro entorno cambien.
En momentos así, lo que podemos hacer en lugar de ser introspectivos y pensar en lo que nos molesta es preguntar: «¿Qué quiere Dios de mí en estas circunstancias?», y luego ocuparnos, ya sea de nuestras responsabilidades en el trabajo, en una relación, o de alguna tarea que tengamos en la iglesia. En Filipenses 2, Pablo llama a la iglesia a dedicarse al llamado que habían recibido por parte Dios; en otras palabras, los llama a obedecer a Dios, u ocuparse de su salvación con temor y temblor[4]. A medida que avanzan en fe sintiéndose débiles o sin deseos de hacerlo, Pablo continúa recordándoles que pueden hacerlo, «porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad»[5]. Cuando dejamos de pensar en nosotros mismos y hacemos el trabajo frente a nosotros que beneficia a otros y agrada a Dios, nos encontraremos trabajando en nosotros y recibiendo la fuerza y voluntad para perseverar, incluso si es algo que no sentimos.
C. Al escuchar la verdad en lugar de las emociones
Si pudieras de alguna manera conectar a una computadora tus emociones para ser capaz de ver lo que te estaban diciendo durante el día, ¿qué dirían? Hemos hablado acerca de la teología funcional vs. la teología profesada, y una de las razones por las que a menudo son diferentes, es porque escuchamos nuestras emociones más que la verdad. En el dolor, las emociones a menudo pueden sonar más fuertes que la verdad. Las emociones no son malas… simplemente no siempre son confiables.
Puede que sienta que Dios no se preocupa por mí. Pero la verdad es, que él se preocupa por mí como mi Padre amoroso y que nada me sucede si no es su voluntad, incluso los cabellos de mi cabeza están contados (Mt. 7:11; 10:30). Las condiciones pueden cambiar, pero Dios es inmutable.
Puede que sienta que Dios no está allí y que mi situación está fuera de control, o que si él está allí, es cruel por permitir que esto suceda. Pero la verdad es, que como hijo de Dios, cada situación en mi vida es de alguna manera una manifestación en desarrollo del amor y la bondad de Dios. Puede que no entienda todos sus caminos, pero todas las cosas ayudan a bien (Ro. 8:28).
Puede que sienta que esto nunca acabará. Pero la verdad es que cualesquiera que sean mis circunstancias actualmente, son solamente temporales. Esto también pasará y nada puede robarme la alegría y la esperanza que finalmente me esperan con Cristo (Ro. 8:35-39; 1 P. 1:6-7).
Las emociones son un maravilloso regalo de Dios. No estamos llamados a ser estoicos sin sentimientos. Pero debemos dejar que la verdad de la Palabra de Dios oriente y de vida a nuestras emociones.
D. Al estar verdaderamente satisfechos en Cristo
Para este último punto, veamos Filipenses 4 una vez más. En el versículo 12, Pablo escribe: «…en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad». ¿Cuál era el secreto para esto? En el versículo 13, explica: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». ¡El secreto era Cristo! Cuando Pablo luchaba con el aguijón en su carne en 2 Corintios 12, la solución no era quitar el aguijón, no era deshacerse de su debilidad, sino experimentar la gracia de Dios en su dificultad; el poder de Dios en su debilidad.
¿Cómo sucede esto? Si regresamos al capítulo 3, vemos algo bastante útil. En Filipenses 3:8, Pablo escribe: «Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo». Observa lo que dice, que en comparación con el increíble valor de Cristo, estima todas las cosas como basura… como desperdicio. No algunas cosas, sino todas las cosas. Ahora bien, seamos claros, él no está diciendo que cosas como un trabajo, un cónyuge, un amigo, o la salud no tengan valor, ¡lo tienen! Pero en comparación con el valor que ha encontrado en conocer a Cristo, tales cosas son basura.
Nos vemos tentados a sentirnos descontentos cuando perdemos algo de valor. ¡Pero ninguno de nosotros está aquí sentado preocupado de que alguien se robe nuestra basura!
El secreto para estar contentos en cualquier circunstancia se encuentra en tu verdadera satisfacción en Cristo. Las cosas de la vida van y viene, no vale la pena que deposites tu alegría en ellas. Pero Cristo es un fundamento seguro, y cuando nuestro gozo, esperanza y satisfacción se encuentran en él, nada puede quitárnoslo, incluso si el mundo se está derrumbando a nuestro alrededor. De manera que, cuando nuestra esperanza y contentamiento se basan en conocerlo, podemos estar en una situación difícil y esperar porque él es digno de nuestra confianza.
Por esa razón, Jesús se describe a sí mismo de la manera en que lo hace a menudo en los Evangelios. En Juan 7:37-38, leemos: «Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva». Eso es más que solo conocer el argumento. Esto es trabajar para probar y ver que Dios es bueno (Sal. 34:8). Él realmente es el agua viva que verdaderamente satisface. ¿Cuál es tu sed esta mañana? ¿Reconocimiento u honor? ¿Comodidad? ¿Compañía? Sea cual sea tu sed, Jesús declara que si acudimos a Él, si lo vemos por lo que realmente es, si confiamos en Él, no sólo beberemos y estaremos satisfechos, ¡también encontraremos ríos de agua viva fluyendo desde nuestro interior!
Por tanto, cuando nos encontremos frente a la realidad del descontento (y todos tendremos que luchar con esto), leamos y meditemos en la Palabra de Dios que revela quién es Jesús. Oremos a Dios para que abra nuestros ojos para verle y nuestros oídos para escucharle. Y en nuestro descontento, oremos con el salmista en el Salmo 90: «De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días»[6]. Y luego esperemos, sabiendo que ninguno de los que esperan en Dios será avergonzado[7].
- Conclusión
El sufrimiento es real, y es una experiencia dolorosa. Sin embargo, Dios es soberano incluso sobre nuestro sufrimiento, nada sucede en vano, incluso nuestro sufrimiento. Muchas de las preguntas que tenemos quedarán sin respuesta, pero podemos confiar en Dios, podemos esperar en Él, podemos estar contentos. ¿Cómo? Por lo que hemos aprendido a los pies del calvario; por lo que hemos aprendido de su carácter inmutable en el evangelio. Él es bueno; Él es digno de confianza; Él está en control; ¡Y Él está de nuestro lado! Un día, Dios limpiará cada lágrima. Un día ya no habrá más muerte, ni lamento, ni llanto ni dolor. Veremos que las primeras cosas pasarán y nos regocijaremos mientras Dios hace todo nuevo. Con esa esperanza en mente, ahora enfrentamos el sufrimiento sabiendo que nuestras aflicciones presentes no son dignas de ser comparadas con la gloria que será revelada.
Oremos.
[1] Gn. 12:4 (75 años) cuando la promesa fue hecha; Gn. 21:5 (100 años) cuando Isaac nació.
[2] Una pregunta puede ser: ¿Está mal, entonces, rebelarse contra sistemas injustos? ¿Qué formas son correctas/incorrectas? Estamos llamados a someternos a las autoridades en Romanos 13, y nos lo dice un autor que no está bajo un gobierno romano perfecto. Vemos ejemplos de desobediencia cívica (Hechos 5:27-29) cuando el gobierno se opone al de Dios. Quizá hayan algunos ejemplos donde no está explicito en la Escritura, pero las leyes injustas pueden requerir una protesta pacífica y no violenta mientras hablamos por aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos (Pr. 31:8-9), pero esto debe hacerse con prudencia.
[3] 2 Co. 12:9
[4] Fil. 2:12
[5] Fil. 2:13
[6] Sal. 90:14
[7] Ps. 25:3
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