Evangelio

¿Qué hay en el agua? — El bautismo como señal de adición (Parte 3)

Por Trent Hunter

Trent Hunter sirve como pastor para la predicación y la enseñanza en Heritage Bible Church en Greer, SC. Puedes encontrarlo en Twitter en @trenthunter.
Artículo
22.12.2021

Nota del editor: 9Marks no es solo un ministerio para iglesias credobautistas. También existimos para servir a las iglesias paidobautistas. Sin embargo, reconocemos que la mayoría de nuestros lectores son probablemente creobautistas. Por tanto, pensamos que sería útil demostrar cómo enseñar a esas iglesias acerca del bautismo.

Lo que sigue es la manera en que un pastor comenzó a enseñar a su iglesia. Aunque no estés de acuerdo con todos los puntos, como nosotros, creemos que aquí encontrarás material de gran utilidad.

Esta es la segunda parte de una serie de tres partes.

Cierto titular llamó mi atención recientemente: «Monolito de Utah: Equipo de helicópteros descubre un misterioso monolito de metal en lo profundo del desierto». ¿De qué se trataba?

Efectivamente, en el desierto, unos científicos descubrieron una estructura triangular de metal pulido. Sus bordes limpios sobresalían del suelo unos tres metros. Estaba claro que no pertenecía a ese lugar, ¿pero de dónde procedía? Como si fuera de otro mundo, aquella estructura triangular demostraba que alguien estaba tramando algo.

Es algo así como lo que es la iglesia en el mundo. Es una imagen de una estructura similarmente hermosa y de otro mundo. Así es como Lucas lo describe:

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos (Hch. 2:41-47).

La iglesia es un monolito misterioso en el desierto de este mundo. Sus bordes nítidos son inconfundibles, diferentes y visibles para cualquiera que tenga ojos. El bautismo no desempeña una pequeña parte de eso. De hecho, como la señal del nuevo pacto, podríamos decir que el bautismo hace visible a la iglesia. El bautismo es la forma de la iglesia.

En el último artículo, nos centramos en las cosas invisibles a las que apunta el bautismo. En esta publicación, quiero que nos enfoquemos en las cosas visibles a las que el bautismo nos llama y crea. Exploraremos lo que la Biblia enseña, y luego haremos algunas aplicaciones para la forma en que abordamos el bautismo.

¿CÓMO EL BAUTISMO ES UNA SEÑAL DE ADICIÓN?

Una de las primeras y más sencillas lecciones de la Biblia acerca de la iglesia local es una lección de matemáticas.

Nótese el orden aquí: «Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones» (Hch. 2:41-42). La Palabra condujo al bautismo, que condujo a una comunidad de culto definida, y a medida que la gente se bautizaba, se «añadía» a esa comunidad. Eso es lo que nos enseña Lucas.

¿Qué implica esta añadidura y qué tiene que ver el bautismo con ella? ¿Y quién lleva la cuenta? Al parecer, había dos partes que mantenían un registro de quienes se añadían a la iglesia. Comprender quiénes son y por qué cuentan nos ayudará a comprender la señal del bautismo.

A través del bautismo, somos «contados» por la iglesia

Además del propio Señor, la iglesia es la primera parte que lleva la cuenta de las almas. Sabemos por qué contamos nuestro dinero. Sabemos por qué contamos las cabezas de nuestros hijos cuando nos subimos a la camioneta. ¿Qué significa que la iglesia nos cuente cuando nos bautizamos?

Con esta pregunta, estoy a punto de asaltar con la Biblia la idea de que el bautismo es una mera decisión individual. Decidimos dónde vamos a comer. Decidimos dónde comprar nuestra ropa. Decidimos qué tipo de champú usaremos. Pero cuando se trata de identificarnos con Cristo, es más grande y más profundo que eso, y esto es una buena noticia.

Considere este experimento mental. Puede que tengas el apellido Smith, pero si las cosas siguieran su curso normal, habrías nacido en una familia Smith concreta. Intuitivamente, no enfrentaste la verdad amplia de que pertenecías a la familia Smith con la verdad más estrecha de que pertenecías a tu madre, tu padre y tus hermanos. Ambas son verdades al mismo tiempo, y lo fueron en el momento en que naciste. De hecho, la forma en que llegaste a saber que pertenecías a la familia Smith más amplia es a través de tu identificación con una familia Smith en particular. La ilustración se romperá en algún momento, pero confío en que me sigas la pista.

Aquí tienes cuatro cosas que la iglesia hace cuando bautiza a alguien.

En primer lugar, cuando somos bautizados, somos contados.

El retrato que Dios nos da en Hechos 2 no describe una afiliación suelta de cristianos flotantes. Describe una familia comprometida. Lucas lo hizo a propósito. Cuando las iglesias locales hicieron discípulos y los contaron a través del bautismo, lo hicieron en obediencia a Jesús. Cuando Jesús dijo: «Edificaré mi iglesia», nos dio las «llaves del reino». En otras palabras, nos dio la autoridad para predicar su evangelio y hacer discípulos, y la responsabilidad de llevar un registro cuidadoso de los discípulos que hacemos (16:18-19; 18:15-20). «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado» (Mt. 28:18-20). El bautismo no es solo una decisión para la persona que desea bautizarse. Implica una decisión por parte de la iglesia de hacer pública a la persona en conjunto.

En segundo lugar, una vez que hemos sido contados, ahora cuentan con nosotros.

Un cristiano bautizado debe ser tratado como un miembro indispensable de una iglesia local. No solo nos bautizamos unos a otros en Cristo, sino en su cuerpo (Gá. 3:27, 28; cf. 1 Co. 12:13). Esto habla de nuestra amplia, aunque invisible, identificación con el pueblo de Dios en todo momento y en todo lugar. Pero una vez que comenzamos a leer las cartas del Nuevo Testamento, empezamos a darnos cuenta de que esta verdad invisible siempre se relaciona con los compromisos visibles de la iglesia local. Pablo escribió a la iglesia en Éfeso: «Hay un cuerpo, y un Espíritu… un bautismo» (Ef. 4:4, 5). Pablo escribió acerca de esa verdad universal para fundamentar su mandato práctico de que una verdadera iglesia se soportará en amor y se edificará mutuamente como cuerpo local (4:2, 15, 16). La imagen de un cuerpo implica coherencia e interdependencia en la vida real. «Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios» (1 Co. 12:21, 22). ¡Necesarios! En otras palabras, hacemos discípulos, los bautizamos y luego contamos con ellos.

En tercer lugar, en el bautismo, también nos volvemos responsables.

Nos decimos unos a otros: «En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva» (Ro. 6, 2-4).

Esta responsabilidad va más allá de las meras exhortaciones. Después de todo, ¿qué ocurre cuando dejamos de vivir de forma coherente con nuestro bautismo? Nuestros hermanos y hermanas nos llaman al arrepentimiento. Y en las tristes ocasiones en que los cristianos que profesan persisten en el pecado, sus hermanos y hermanas «se lo dicen a la iglesia». Si eso no hace volver al descarriado, entonces la iglesia lo trata como un incrédulo (Mateo 18:15-20). Esto significa que cuando una iglesia hace pública la situación de alguien a través del bautismo, también debe estar dispuesta a hacer pública la situación de esa persona a través de la disciplina de la iglesia si es necesario.

En cuarto lugar, en el bautismo se rinden cuentas por nosotros.

Después de que se plantaron las iglesias, se nombraron ancianos (Hechos 14:23). Por eso recibimos mandatos como el de Hebreos 13:17: «Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta». Cuando somos añadidos a la iglesia, tenemos pastores de la vida real que velan por nuestras almas y darán cuenta de nosotros a Dios. Esto no significa que tengan que saber todo sobre nosotros.

Solo el Señor mantiene ese tipo de supervisión sobre nosotros. Pero sí significa que nuestras iglesias son dirigidas y alimentadas por ancianos piadosos que tienen el corazón de Dios para el pueblo de Dios. El bautismo significa que no solo estamos en los libros de Dios, sino que estamos en los libros de una iglesia local y sus líderes.

Esto es lo que significa: el bautismo no es solo algo privado e individual. Sí, es profundamente personal, pero también es profundamente familiar. Y eso es parte del buen plan de Dios para nosotros. El bautismo te pone a ti y a una iglesia local en el registro público de que perteneces a Cristo. Y cuando vamos juntos al registro, alguien más empieza a contar también.

A través del bautismo, somos contados por el mundo

En esta sección, quiero asaltar con la Biblia la idea de que podemos bautizar a alguien sin revelar los costos ni discernir que sabe en qué se está metiendo.

Cuando una persona se bautiza, por lo general, mucha gente se alegra. El cielo se regocija cuando pecados se arrepiente (Lc.15:7). Pero a algunos les molesta. Ya vimos a la iglesia reunirse, comer, orar y enseñar en Hechos 2. ¿Qué ocurrió después? Sus enseñanzas acerca de la resurrección se convirtieron en una molestia y algunos creyentes fueron encarcelados (Hch.3:1-3), como Jesús dijo que sucedería (Jn.15:20).

Pero yo me pregunto: ¿Cómo sabían los que estaban molestos a quiénes debían maltratar? Bueno, llevaban la cuenta de quiénes pertenecían a la iglesia. Por ejemplo: «En aquel mismo tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles» (Hch.12:1). Pablo, antes de convertirse, «perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba» (Gá.1:13; cf. 1 Co. 15:9). Buscaba cartas de los funcionarios religiosos «a fin de que, si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén» (Hch.9:2).

¿Qué incitaba esta hostilidad hacia la iglesia? Pablo nos dice: «Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto» (Hch.26:9, 10).

En ocasiones, oigo a alguien decir algo como esto: «Necesitamos una razón de peso para no bautizar a alguien». Eso suena bien, pero es un error. Parece mejor decir lo contrario: necesitamos una razón de peso para bautizar a alguien. Es cierto que los bautismos que presenciamos en el libro de los Hechos siguen de cerca la conversión. Pero también son, cada uno de ellos, públicamente creíbles e inmediatamente verificables. Es decir, fueron dramáticos, asistidos con señales, salvo uno; fueron de un contexto no cristiano a uno cristiano; y fueron costosos en el sentido de que se asumió la persecución. Una de las conversiones tuvo lugar con un carcelero encargado de vigilar a los cristianos. El propio bautismo ponía a prueba la fe.

Esto es coherente con las enseñanzas de Jesús acerca de lo que significa ser cristiano. Cuando Jesús llamó a la gente a seguirle, reveló claramente lo que debían esperar: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará» (Mt.16:24, 25). O: «Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos» (Mt. 8:22). O: «El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí» (Mt.10:37). Ciertamente, somos salvos por gracia a través de la fe (Ef. 2:8). Se necesita un milagro de Dios. Pero es un milagro que nos mueve (Ef. 2:10). La fe salvadora sigue a Jesús. No hay una contradicción aquí.

Esto es lo que significa para el bautismo. Si debemos hacer discípulos y luego bautizar a los discípulos que hacemos, ¿Cómo sabemos cuándo tenemos un discípulo? Te sugiero que Jesús nos ha dicho lo que debemos buscar. En particular, debemos estar atentos a la determinación de seguir a Jesús cueste lo que cueste. Eso es importante de recordar, ya que el bautismo los pone en el registro no solo con la iglesia, sino con el mundo.

SER CONSISTENTES

Ahora es el momento de presionar esta enseñanza en una práctica más consistente del bautismo para las iglesias locales. Después de reflexionar sobre el bautismo, nuestra iglesia hizo recientemente dos grandes cambios.

En primer lugar, el bautismo y la membresía de la iglesia van de la mano

El bautismo y el proceso de membresía de una iglesia deben estar estrechamente vinculados al menos en dos formas.

Primero, dado que el bautismo es el proceso de membresía de Jesús, cualquier otro proceso que creemos alrededor de él debe apoyar y dar cuenta del bautismo. Debemos mantener esta señal al margen. Considera esta pregunta: ¿Qué se necesita para iniciar una iglesia? ¿Necesitamos un edificio o programas u hojas de cálculo? No, Jesús lo hizo mucho más simple que eso. Solo necesitamos la predicación del evangelio, un poco de agua, y algo de pan y vino; sí, el jugo está bien. La parte del agua es el material de membresía de Jesús porque el bautismo es la puerta principal de la iglesia.

¿Qué significa esto para tu iglesia? Significa que cuando alguien te pide ser bautizado, tu iglesia debe guiarlo a través de una clase de membresía en la que el bautismo funciona como el último paso. En otras palabras, cuando se bautizan, en ese momento se convierten en miembros, contados, responsables, y contabilizados. Por supuesto, cuando alguien se te acerca habiendo sido bautizado como creyente en otra iglesia que predica el evangelio, entonces debes reconocer ese bautismo para sus propósitos de membresía.

Segundo, el bautismo es una señal que compromete a toda la iglesia. El bautismo no es algo que la congregación ve hacer a un pastor con un nuevo cristiano. Claro, será dirigido por un líder o pastor de confianza, pero en última instancia es un acto de toda la iglesia. Es algo que hacemos juntos. Las llaves del reino son dadas a la iglesia, lo que significa que hay tres conciencias que necesitan ser satisfechas en el bautismo: la conciencia del que es bautizado, la conciencia del que bautiza, y la conciencia de la congregación. ¿Cómo se hace esto? Por lo general, los candidatos al bautismo comparten su testimonio con un anciano o un grupo de ancianos, para que éstos presenten a la persona a la iglesia en que se bautiza. Esto sucede para que la iglesia en conjunto pueda dar la bienvenida a esta persona a la membresía con alegría y sin vacilación.

En segundo lugar, el bautismo supone cierto nivel de madurez

¿Cuándo es una persona lo suficientemente mayor para ser bautizada? Esta es una pregunta importante que abordar como una iglesia que ama sus hijos. Podemos intuir que un niño de tres años es demasiado joven para comprender plenamente la verdad y las exigencias del evangelio. ¿Puede un niño de tres años convertirse genuinamente? Sí, supongo. Pero, ¿puede una congregación tener la suficiente confianza para afirmar esa salvación públicamente y mantenerla en todo lo que implica? Creo que la respuesta a esa pregunta es no. Pero si no son tres años, ¿de qué edad estamos hablando?

Vayamos lentamente y consideremos cómo son los niños. Los niños son dependientes. Dependen de sus padres para comer, para tomar decisiones y para tener ideas. Los niños son cambiantes. Es decir, son flexibles, exploradores e inestables. Además, los niños no se someten a pruebas. Los padres tienen que imponer consecuencias a los niños porque están naturalmente protegidos de las consecuencias de sus decisiones. Todo esto es correcto y bueno y es el plan de Dios para los niños.

¿Pueden convertirse los niños que son dependientes, cambiantes y no probados? Rotundamente, sí. Absolutamente. Pero, ¿es fácil para ellos y para nosotros discernir si están convertidos para que estemos dispuestos a darles la señal única de seguridad eterna con Dios? ¿Debemos, por nuestra parte, ponerlos en juego por todo lo que Jesús nos llama? Cada iglesia tendrá que responder a esa pregunta por sí misma. Por nuestra parte, hemos decidido que ser pacientes es lo más amoroso para nuestros jóvenes.

Quizá te preguntes: Pues bien, ¿cuán pacientes exactamente? ¿A qué edad se bautiza a un niño? No hay una respuesta milagrosa para esto. Pero aquí tienes algunas de las preguntas que nos hacemos como ancianos:

¿Cuándo suele ser naturalmente evidente, no para mamá y papá o incluso para el pastor, sino para la iglesia, que esta persona está verdaderamente convertida?

¿Cuándo sería natural que un joven tratara directamente con la iglesia y no a través de sus padres?

Dado que nunca debemos bautizar a alguien a quien no estaríamos dispuestos a disciplinar, ¿Cuándo nos parecería correcto o incluso razonable?

Queremos que nuestros jóvenes entiendan lo que están haciendo y lo recuerden para siempre, así que ¿Cuándo es alguien típicamente lo suficientemente mayor para que ese sea el caso?

Volviendo a nuestro pensamiento sobre la infancia, ¿Cuándo vemos normalmente un claro paso de la dependencia a la independencia, de la inestabilidad a la estabilidad, de lo no probado a lo probado?

Nunca hemos acordado una edad definida. Creemos que entre mediados y finales de la adolescencia es lo correcto. Dicho esto, estamos dispuestos a hablar con cualquier persona sobre su alma en cualquier momento, pero normalmente solo procederemos con el bautismo alrededor de ese momento.

¿Se ajusta esto al modelo bíblico? Esa es la pregunta más importante. Creemos que sí. A riesgo de alargar un artículo ya largo, aquí está el porqué. Jesús acogió a los niños en su seno, pero ese famoso episodio sirvió de lección de humildad para sus discípulos y para todos nosotros (Mr. 10:13-16; cf. 9:33-37; 10:32-34). Cuando Jesús llamaba a alguien por su nombre, se trataba de un adulto. Cuando Jesús curó, fue a causa de la fe de un adulto. En otras palabras, Jesús acogía a los niños a su alrededor, pero no debemos exagerar las implicaciones de lo que enseñaba. En el libro de los Hechos, el bautismo y la conversión están estrechamente vinculados, como debe ser. Pero todos los ejemplos que tenemos son de conversiones públicamente creíbles e inmediatamente verificables. Los bautismos explícitos que tenemos son también todos de adultos. Cuando se menciona a los discípulos, solo leemos sobre «hombres y mujeres».

Este es el punto: en el mejor de los casos, el Nuevo Testamento no es concluyente en cuanto a la edad del bautismo. No podemos ser dogmáticos al respecto. Pero parece haber un patrón que favorece la edad adulta o, como decimos, los años que se acercan a la edad adulta. La edad adulta era mucho más temprana en el primer siglo. Nuestra práctica es lo que podríamos llamar «un juicio bíblicamente informado».

Ayudó a nuestros ancianos a darse cuenta de que, desde una perspectiva histórica e internacional, la práctica común es bautizar entre los 16 y los 20 años. Como uno de los muchos ejemplos, Charles Spurgeon creía que sus hijos se convertían bastante jóvenes, pero bautizaba a sus hijos cuando cumplían 18 años. En tierras extranjeras donde la persecución es normal, esa es la edad en que las iglesias y las familias están dispuestas a bautizar. El sur de Estados Unidos después de 1900 y especialmente después de 1950es algo peculiar por bautizar a niños tan jóvenes. Sería prudente hacer una conexión entre esta práctica y el problema del cristianismo nominal en la actualidad.

UNA PALABRA A LOS NIÑOS, UNA PALABRA A LOS PADRES Y UNA ORACIÓN

¿Qué significa esto para los niños que han sido bautizados a una edad bastante temprana, tal vez de seis años, que no son miembros? En primer lugar, si están caminando con Cristo, no hay razón para dudar de la legitimidad de su bautismo. En segundo lugar, como una concesión amorosa, los pastores deben estar de acuerdo con el tiempo de retraso entre algunos bautismos y algunos miembros de la iglesia.

¿Qué significa esto para los padres? Antes que nada, deben pastorear a sus hijos y discipularlos en la Palabra. Pero también te ofrezco esta palabra de advertencia: evita ofrecer a tu hijo el tipo de garantías manifiestas que son responsabilidad de la iglesia.

¿Y si tu hijo desea ser bautizado? Bueno, tal vez di lo que yo le digo a mis hijos: «Me alegro mucho de que hayas preguntado por el bautismo. Eso es una señal de que el Señor está obrando en ti. Si confiesas a Cristo, sigue creyendo. Eso es exactamente lo que hace un cristiano. Como con muchas cosas en la vida, esperemos sobre el bautismo hasta que seas un poco mayor. A los ancianos de nuestra iglesia les parece mejor que esperemos, así que confiemos en ellos. Pero lo más importante es que confiemos en Dios. Queremos que tu bautismo sea claro, significativo y memorable para ti, y para toda nuestra familia de la iglesia. Hasta entonces, recuerda que Jesús acogió a los niños, y te acoge con los brazos abiertos. Ve a él, cree en él y no te detengas».

Traducido por Nazareth Bello