Predicación expositiva

Predica el Evangelio…y la ley

Por Eric Beach

Eric Beach vive en Washington, D. C.
Artículo
20.11.2019

En la última década, el término «centrado en el evangelio» ha crecido en popularidad entre congregantes, pastores, y entre las editoriales. Aunque recomiendo varios de estos recursos disponibles que son centrados en el evangelio, algunos proveedores de un mensaje «centrado en el evangelio», de manera no intencional suelen no dar la atención necesaria a lo que la Biblia ensena acerca de la ley y el evangelio.

Desde los primeros inicios de la Reforma Protestante, los reformadores magisteriales como Martin Lutero y Juan Calvino reconocieron que la Escritura contiene tanto la ley de Dios (sus mandamientos) y el evangelio Dios (sus promesas de salvación). Ellos, y muchos de sus herederos, miraron este paradigma como algo importante para entender y aplicar de la Escritura de manera correcta. Como resultado, las tradiciones luterana y reformada entendieron la gran importancia de ensenar la ley y el evangelio tanto a cristianos como no-cristianos. Hoy en día, los maestros que hacen énfasis sobre el evangelio y no enfatizan de manera correcta la ley pueden generar, de manera no intencional, un sinnúmero de problemas pastorales.

ENSEÑA A LOS CRISTIANOS COMO OBEDECER

Primeramente, la predicación «centrada en el evangelio» que funcionalmente excluye «la ley y el evangelio» afecta el buen uso de la ley como un instrumento de santificación e instrucción en la vida cristiana y nos lleva a un leve antinomianismo. Varios sermones «centrados en el evangelio» siguen un bosquejo similar: «Hemos pecado y no podemos obedecer a Dios. Pero, Cristo murió por nosotros. ¡Por tanto, regocíjate!». En lo que cabe, aunque este mensaje es bíblico, falla en que pierde de vista la bondad e importancia de los mandamientos de Dios para el cristiano.

Varias de las epístolas del Nuevo Testamento inician haciendo un recuento del pecado humano y la salvación de Dios (ejemplos: Efesios 4-6; Gálatas 1-4; Colosenses 1-2; Romanos 1-11); pero también instruyen a los cristianos sobre cómo vivir (ejemplos: Efesios 4-6; Colosenses 3-4; Gálatas 5-6; Romanos 12-16). Si los apóstoles pasaban buen tiempo dando a los cristianos mandamientos y exhortaciones distintas del evangelio, ¿acaso no deberían nuestras enseñanzas ser igual que la de ellos? De la misma manera, deberíamos aprender del ejemplo de los pastores de siglos pasados que hicieron un gran esfuerzo en exponer la instrucción de Dios para los cristianos, en pasajes bíblicos como los Diez Mandamientos y el Sermón del Monte.

Un cristiano que no escucha a menudo la ley de Dios como un instructivo para vivir una vida santa, ha sido incapacitado y es susceptible al antinomianismo. Las exhortaciones y aplicaciones en nuestros sermones deben reflejar el énfasis que hace el Nuevo Testamento sobre la obediencia a Dios. Pastor, predica todo el consejo de Dios a tu rebaño, tanto las promesas de salvación como los mandamientos para vivir una vida santa.

COMBATE LA GRACIA BARATA

En Segundo lugar, la falta de un énfasis adecuado sobre la ley en la predicación «centrada en el evangelio», puede llevarnos a un arrepentimiento superficial y a la gracia barata. La ley de Dios nos ayuda a evitar a entrar en la profundidad de la depravación humana. También nos ayuda a evitar a no ser claros en cuanto al costo de seguir a Cristo. Según las Escrituras, la ley expone nuestro pecado y nos lleva al arrepentimiento. En el Nuevo Testamento, Jesús y sus apóstoles pasaron buen tiempo explicando la ley y lo que Dios requiere en cuanto al arrepentimiento. En más de una ocasión en los evangelios, Jesús pasó bastante tiempo explicando la profundidad del pecado humano y mostrando el alto costo de seguirlo a él, a tal punto que muchos le dieron la espalda. Si un pastor va rápidamente de la ley al evangelio, corre el riesgo de abaratar el evangelio y dar lugar a un arrepentimiento superficial.

Una manera práctica de implementar mayor reflexión sobre la ley de Dios en tu iglesia es dirigir a tu congregación en una oración de confesión. Esta práctica ayuda instruir a los congregantes en la profundidad del pecado humano y muestra un modelo de arrepentimiento genuino. El meditar en la ley de Dios y en nuestro pecado no nos convierte en cristianos introspectivos o mórbidos. Más bien, nos hace más conscientes de la dulzura del evangelio.

PREDICA TODO EL CONSEJO DE DIOS

En tercer lugar, ser «centrados en el evangelio» sin un énfasis en todo el consejo de Dios nos pueda llevar a ignorar asuntos secundarios como la eclesiología. La Biblia contiene muchos mandamientos sobre temas que no son esenciales al evangelio, sin embargo, son importantes. Si un pastor tiene gran celo por predicar el evangelio puede ser negligente en reflexionar sobre asuntos secundarios, y estará afectando la salud de su ministerio a largo plazo. Pastor, ¿los que te escuchan predicar, entienden lo que lo que la Biblia dice acerca de la iglesia, los pobres y la conciencia? La Escritura habla acerca de cada uno de estos temas, y por tanto nosotros debemos hacerlo también.

En cuarto lugar, un énfasis «centrado en el evangelio» pero excluyendo la ley, significa que otros temas de la Escritura como amar al prójimo pueden ser considerados como el «evangelio» mismo y terminamos confundiendo lo que es el evangelio.

Recientemente, mi esposa estaba leyendo un libro cristiano, de varios autores, acerca de la maternidad. Después de leer algunos capítulos, ella comentó como algunos autores en varias ocasiones decían a las madres que «vivieran el evangelio». Mi esposa comentó acerca de este lenguaje extraño. En ningún lugar de las Escrituras recibimos el mandato de «vivir el evangelio». De hecho, esta manera de hablar confunde lo que es la ley y el evangelio.

La Escritura habla acerca de la importancia de amar a tus hijos, instruir a tus hijos, corregir a tus hijos, y perdonar a tus hijos como Cristo te ha perdonado. Debemos hablar siguiendo el mismo patrón y preservar la diferencia que la Biblia hace entre las promesas de Dios y sus mandamientos. El cristiano obedece la ley a la luz del evangelio, pero esa obediencia no es el evangelio.

Los cristianos viven diariamente a la luz de su agradecimiento y estas realidades eternas transformadoras prometidas por el evangelio. Sin embargo, aun en nuestra obediencia basada en la cruz, existe una distinción vital entre la ley que obedecemos con gratitud y el evangelio en el cual confiamos para nuestra salvación.

A la medida que mi esposa continuaba, notaba como otros autores ignoraban la categoría bíblica de la ley de Dios. Por tanto, cuando hablaban de temas como el racismo, la justicia, o los pobres, se referían a la única categoría que les quedaba para asuntos de gran importancia: el evangelio. Pero en lugar de hacer un llamado a los cristianos a obrar el evangelio (como lo hacían estos autores), debemos hacer más bien un llamado a que obedezcan los mandamientos de Dios. Si, de manera no intencional, decimos que el evangelio es algo que hacemos en lugar algo que Cristo hizo y lo cual recibimos por fe, entonces estamos cambiando el evangelio (ver Gálatas 1:6-10).

La Escritura contiene tanto mandamientos para obedecer (la ley), como promesas que debemos creer para ser salvos (el evangelio). Estos no se oponen entre sí. Más bien, juegan un papel indispensable, pero diferentes en la vida del cristiano. Una hermenéutica «centrada en el evangelio», que de manera no intencional devalúa o ignora los mandamientos de Dios para los cristianos, puede a menudo resultar en grandes problemas a largo plazo. La solución es no devaluar el evangelio y convertirlo en mero moralismo ni menospreciar la ley con un leve antinomianismo. Más bien, los maestros deben proclamar la ley y el evangelio. Pastor, predica el Evangelio de Cristo, el Glorioso Salvador, en cada sermón. Pero también predica todo el consejo de la Palabra de Dios. Da a tu rebaño las instrucciones de Dios y sus mandamientos para vivir una vida de santidad.


Traducido por Abraham Armenta.